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Por D. P. Nueve meses después de los incidentes que dejaron siete jóvenes muertos frente al Congreso paraguayo, Gladys Bernal, madre de una de las víctimas, Henry Díaz Bernal, guarda un recuerdo "muy doloroso pero de un dolor de parto, o algo que parece un parto". La familia Díaz-Bernal vive desde hace dos generaciones, con sencillez, en el barrio Jara. Mario Díaz, el padre, fue empleado de teléfonos durante años "y un día me fui porque no quise aceptar ir a pinchar teléfonos para Stroessner". Entre escombros y ladrillos, Díaz cuenta que "después de recibir tantas amenazas y de ver gente sospechosa dando vueltas frente a la casa decidimos que era mejor levantar una muralla. Uno nunca sabe si un oviedista loco te viene a tirar un tiro. Todos los días nos dicen eso por teléfono". Junto a los Díaz-Bernal están Derlys Pérez y Pablo Romero, miembros de Memoria Viva y heridos de bala de la Plaza. Durante las dos horas de entrevista con Página/12, Gladys lleva la voz cantante. En una bolsita plástica la mujer mezcló retratos de la infancia de Henry y recortes periodísticos. En uno de ellos se ve el cuerpo de Henry tendido sobre un charco de sangre. Es en la portada y sobre la ilustración un texto pregunta "¿Hasta cuándo Cubas (ex presidente oviedista)?". "Tiraron a matar, porque ningún tirador profesional tira a la cabeza por equívoco y los balazos que lo mataron fueron en la cabeza", dice Gladys. --¿Usted estaba en la plaza en ese momento? --Sí, como todos los días, pero ese viernes ya sabíamos que iba a pasar algo. Lo notábamos por cómo se estaba arengando a la gente en la radio oviedista Nanagua. Nosotros veíamos cómo iba aumentando el odio de los oviedistas contra nosotros. Tenemos seis hijos, mi marido no estuvo, se quedó con las dos criaturas más chicas porque era un día muy peligroso, ya había habido un ataque a las cinco de la tarde. --¿Estando en la plaza se enteró del asesinato? --Estábamos con una radio todo el tiempo y allí escucho el nombre de mi hijo como herido grave con muerte cerebral y me vuelvo loca. Salimos con un taxi con banderita blanca, íbamos como de un lado para otro. Fui a la morgue de primeros auxilios donde vi varios cadáveres. --Usted ha declarado que los muertos son más de siete. --Y lo sigo diciendo porque en esa morgue yo vi más de siete y no estaba Henry. Siempre les digo eso a los parlamentarios. --¿Los ejecutores están presos? --Los que apretaron el gatillo fueron por lo menos Walter Gamarra y Martín Flores. Gamarra está preso pero Flores está afuera. Si usted ve (mostrando una foto de Gamarra), están todos con remeras rayadas porque ésa era la orden oviedista, para que no se confundieran y se dispararan entre ellos. Y los autores intelectuales, como el senador José Francisco Appleyard, están con detención domiciliaria. --¿Oviedo fue el autor intelectual? --Claro que sí, señor, todos estos detenidos son hombres del oviedismo reconocidos. Ese Gamarra estaba con un sueldazo de Cubas en Ciudad del Este. --¿Dónde balearon a su hijo? --Henry estaba en la avanzada, él estaba dos cuadras más allá para avisar cuando se vieran los tanques, ésa era su responsabilidad. Todo se fue organizando de a poco y a cada uno le fue tocando una tarea. Se prohibía entrar con alcohol o drogas y se controlaba que no hubiera infiltrados entre nosotros. El padre Oliva ayudó mucho en todo eso. Henry ya estaba marcado, porque él estaba muy expuesto. Se insultaba con los oviedistas, lo desafiaban a pelear y él no se quedaba atrás. --¿Durante la tarde del 26 de marzo la tensión había subido? --Muchísimo. Estábamos cara a cara. De aquel lado el oviedismo y de este lado de la plaza la gente. Nosotros estábamos protegiendo el Congreso para que ellos entraran para impedir el juicio contra Cubas. Eramos cinco veces más que los oviedistas, lo que pasaba era que la policía estaba a favor de ellos. Y de repente, después de la misa del "pai" (padre) Oliva, hubo un silencio rarísimo. --¿Y allí qué ocurrió? --Vimos que extrañamente la policía se iba, y después vimos señales de luces desde los edificios, y allí empezaron los cohetazos. Al principio no comprendimos, pero después, atando las cosas, comprendimos toda la coordinación. Los cohetes disimulaban el ruido de los disparos. --¿Cómo marcha el juicio? --Yo confío mucho en el juez Bogarín, pero hace tres meses que nuestros abogados no reciben sus honorarios de parte del gobierno. El oviedismo tiene tres veces más abogados que nosotros y cien veces mejor pagos. --¿Ustedes se han organizado? --Sí, estamos coordinando los trabajos en Memoria Viva y Jóvenes por la Democracia, que ya vienen del golpe del '96. --Han perdido el peso que tuvieron en marzo. --Tal vez un poco, pero no por causa nuestra sino por falta de recursos y porque nos están quitando bastante apoyo prometido desde el gobierno. Aunque reconocemos que hay varios legisladores que nos siguen apoyando. Igual seguimos manteniendo la memoria, yendo todos los 26 a la plaza y escrachando a los culpables cuando los vemos. --¿Escrachan? --Claro, hace una semana vi a una diputada oviedista en el supermercado y empecé a gritarle delante de todo el grupo. Ellos me dicen que yo llevé a mi hijo a la muerte, que soy una guerrillera. No importa, lo hacen para amedrentarme. Por eso mismo un legislador oviedista me inició una querella. --Y de ahora en más, ¿qué esperan? --Bueno, las cosas se fueron diluyendo. Todo lo que se prometió de castigo y de democratización se va cayendo y ya hay algunos que hablan de oviedistas malos y oviedistas buenos. No se puede creer que alguien hable de oviedistas buenos. Tal vez pecamos de ingenuos cuando creímos en todas las promesas del gobierno y del presidente cuando asumió. Nos sentimos decepcionados.
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