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FIDEL NADAL CUENTA SU EXPERIENCIA EN VENEZUELA
“La carretera era un río”

El grupo argentino Todos Tus Muertos estaba realizando una giracuando se desató el alud, la tragedia más grave del siglo en Venezuela. Los músicos aún están allí, tocando en la calle.

Todos Tus Muertos tuvo en el ‘99 una gran proyección internacional.

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Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes)  Todavía está lloviendo sobre Caracas y Fidel Nadal atiende el teléfono en el lobby del hotel en que Todos Tus Muertos, la banda que lidera, pasa sus noches de gira en Venezuela. Deberían haber vuelto a Buenos Aires el domingo pasado, pero el alud de barro y agua que azotó al litoral caribeño hace una semana convirtió el aeropuerto internacional en un refugio de emergencia para las más de 100 mil personas que perdieron su casa. En medio del mayor desastre natural del siglo en el país (provocó hasta el momento, según la Cruz Roja Internacional, más de 25 mil muertes, y se teme por las epidemias y el desabastecimiento), la banda argentina que mejor combinó el reggae, el hardcore y el hip hop, estaba haciendo allí escala en una de sus frecuentes giras por el exterior. Cuando ocurrió lo peor (el jueves anterior a la madrugada y el viernes a la noche), y Caracas se transformó en una Venecia mísera y sin turismo, ellos habían viajado a una playa a cuatro horas de la capital. La tempestad no alcanzó esa zona. Los Muertos volvieron a la ciudad, transitando por caminos convertidos en ríos, se enteraron de la catástrofe y, varados, hicieron lo que mejor saben hacer: tocar música, gratis, en la calle y en los bares.“Veníamos por una carretera que era un río, caían las piedras de la montaña, y no entendíamos bien lo que pasaba”, le cuenta Fidel a Página/12, sin saber aún cuándo podrá volver a la Argentina. De a poco se pusieron al tanto de la dimensión de la desgracia, y parecía no existir un caraqueño que no llorara a un familiar o un amigo. “Estaban todos muy conmocionados, como pueden imaginarse y habrán visto por televisión”, dice el cantante. Antes del alud habían hecho el primer show que tenían programado en Venezuela, después de las presentaciones en Medellín y Bogotá, Colombia. El primer día después de la inundación, cuando la banda regresó a Caracas, el asunto era ayudar en lo que se pudiera. “Fueron un par de días de bajón”, relata Nadal. “Las imágenes de la ciudad eran terribles: olas de 16 metros llevándose las casas y los autos como si fueran de papel.” Un par de noches después, Fidel estaba en un lugar llamado El Callejón de la Puñalada. Se encontró con una de esas amigas conocidas entre viajes, que le insistió para que tocara algunas canciones. El resto de la banda estaba en una fiesta a tres cuadras de ahí, así que el cantante fue a buscarlos e improvisaron un set sobre la vereda. Pero la primera vez que tocaron en vivo después de la catástrofe fue en el bar Liverpool, la noche que Fidel recuerda como la más conmovedora. Salieron al escenario y expresaron frente a 500 personas: “Sabemos todo lo que está pasando, y que éste no es un momento de felicidad. Pero nosotros hacemos música y venimos a traer un poco de alegría”. “Fue un conciertazo”, resume Nadal. Liverpool es un bar caraqueño que antiguamente no permitía el ingreso de negros. Fidel Nadal es negro (el único argentino negro del rock nacional). “En la entrada había una bandera inglesa y fotos del príncipe Carlos, y toda esa bazofia. Un seguidor nuestro cambió la bandera de Inglaterra por una de Todos Tus Muertos, y el bar se llenó de negros y de toda clase de gente”, cuenta. Los Muertos es una de las bandas argentinas con mayor proyección y actividad en el exterior. Hace poco habían hecho un tour por Europa y Japón, algo insólito para un grupo de rock sudamericano. De ese viaje planean editar un álbum en vivo, y mientras tanto Fidel preparará también su debut solista (“tengo que poner algunas cosas en orden y ver qué sale”). La experiencia en Venezuela será inolvidable, por muchas razones. Fidel habla de la solidaridad del pueblo venezolano, y de la rapidez de reflejos para acercar colchones, comida y agua potable a los centros de refugiados. Una de las mañanas después de la inundación, cuando la noticia ocupaba las primeras planas del mundo, la madre de Nadal lo despertó de un telefonazo en la habitación del hotel, desesperada por saber cómo estaba. “Estoy bien”, contestó él, con soñolienta naturalidad. Y reconoce que les tomará un tiempo darse cuenta de qué cerca estuvieron del desastre.

 

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