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Por Eduardo Febbro Desde París A una semana del final del año, el siglo dejó como sombrío regalo la devastación, que no respetó iglesias, ni monumentos, ni árboles míticos o personas. París amaneció igual que la soñaron quienes, alguna vez, pensaron en destruirla. 27 muertos, centenares de heridos, miles de techos y toldos arrancados, centenas de árboles descuajados, chimeneas derrumbadas, rutas cortadas, trenes inmovilizados y aviones que no pudieron despegar fue el saldo de la violenta tempestad, con vientos de hasta 180 kilómetros por hora, que entre la noche del sábado y la madrugada del domingo azotó ayer varias regiones del norte y centro de Francia y provocó estragos en la ciudad de París. El temporal, sin precedentes en la historia francesa, se extendió a Alemania y a Suiza, y provocó en total más de 40 muertos. Las personas que descubrieron París ayer por la mañana se encontraron con un paisaje desolador hecho de fierros retorcidos, de calles invadidas por ramas y macetas rotas, de autos aplastados por los árboles caídos y una alfombra de vidrios de toda especie. La magnitud del temporal puede medirse con un dato suministrado ayer por la Municipalidad de la capital francesa: más de la mitad de los miles de árboles del Bosque de Boulogne fueron afectados por el vendaval. A las 8 y 30 de la mañana la avenida de los Campos Elíseos, en plena decoración para la fiesta de fin de año, parecía una mesa repleta con los restos de un banquete. En algunos puntos de la capital el viento superó los 160 kilómetros por hora, destruyendo árboles más que centenarios como los del famoso Parque Montsouris. Normandía, Picardía, Ile de France, Bretaña, Champagne Ardenne, Ile et Vilaine y Seine et Marne son las regiones más afectadas por una tempestad cuyas consecuencias llevaron a los poderes públicos a decretar el estado de "catástrofe natural" en el territorio. La mayoría de las víctimas mortales perdieron la vida en sus autos o caminando por la calle, heridas mortalmente por la caída de chimeneas o cuando los árboles cedieron a la violencia del viento. La compañía nacional de trenes se vio obligada a dejar París prácticamente aislada del resto del territorio. Los problemas en el suministro de electricidad y los daños causados por la tormenta en las vías férreas impidieron el funcionamiento de los trenes. Casi lo mismo ocurrió con la electricidad, cortada desde la madrugada en varias regiones del Norte de Francia y en los alrededores de París. Se calculaba ayer por la noche que dos millones de personas estaban privadas de energía eléctrica. El drama golpeó incluso las puertas del parque de atracciones norteamericano Eurodisney, situado en Marne-la-Vallé, una de las zonas más afectadas por la ventolera. Seis clientes de uno de los hoteles de Disneylandia París, construido en un bosque de 50 hectáreas, resultaron heridos y Eurodisney decidió cerrar el parque hasta nueva orden. El hotel Ranch Davy Crockett quedó parcialmente destruido al igual que numerosas viviendas de los alrededores. En Rouan, al noroeste de París, la famosa catedral perdió su campanario unos 20 minutos antes de que comenzara la primera misa dominical. El viento fue tan violento que arrancó el campanario de su base. Al desprenderse, la campana perforó el techo y aterrizó en el medio de la nave central de la catedral. Según los expertos de la meteorología nacional, un "acontecimiento de esta envergadura sólo se produce una o dos veces por siglo". Por inhabitual que sea, el fenómeno se explica científicamente: la meteorología francesa detalló que la diferencia de presión que se fue registrando a medida que la tempestad barría el territorio originó al final un "medio natural para el desarrollo de los vientos". En Alemania, el viento llegó a superar los 200 kilómetros por hora en los estados de Renania del norte y Baviera y provocó al menos 9 muertos, además del corte de carreteras y vías ferroviarias. En Suiza también se registraron 9 muertes, entre ellas, la de un esquiador, aplastado por un teleférico que fue arrastrado por la caída de un árbol.
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