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The Guardian Por Suzanne Goldenberg Ya en julio de 1995, Harkat había secuestrado a seis turistas occidentales en Kashmir para regatear la liberación del mismo clérigo. Un cautivo norteamericano escapó; un noruego fue decapitado y la suerte de los otros cuatro aún se ignora. Mientras los guardias que los funcionarios talibanes habían apostado alrededor del avión encendían fogatas para conservar el calor en las temperaturas bajo cero de Kandahar, el ministro de Relaciones Exteriores de Afganistán culpaba a la ONU por su incapacidad para resolver la crisis y exigía que el avión abandonara el país lo más rápido posible. "Todo el día nos lo pasamos pidiendo que la ONU mediara entre los captores y el gobierno indio, pero la ONU no quiso", dijo Abdul Wakil Muttawakil. Una partida forzada requeriría que los pilotos agobiados reemprendieran la odisea iniciada el viernes por la tarde, cuando cinco hombres armados con granadas, pistolas y cuchillos de cocina tomaron el airbus de las Indian Airlines poco después de que éste partiera de Katmandú. El sábado, los secuestradores pidieron la liberación de Maulvi Mohammed Massoud Azhar, un líder islámico pakistaní que "se está pudriendo en una cárcel india". En Afganistán, las milicias talibanes que dominan el país, reconocidas sólo por tres gobiernos (uno es el de Pakistán), y estigmatizadas por el refugio que prestan al enemigo Nº 1 de Estados Unidos, el millonario saudí Osama bin Laden, quieren sacarse de encima cuanto antes este drama de rehenes. El premier indio, Atal Bihari Vajpayee, descartó el sábado la liberación de Azhar, o cualquier negociación con los secuestradores. Sin embargo, mientras los familiares de Katyal se reunían ayer en la ciudad satélite de Nueva Delhi para su funeral, y los familiares de los que están a bordo interrumpían violentamente una conferencia de prensa del gobierno, la presión crecía para que las autoridades indias reaccionaran. "En las últimas 48 horas no pegamos un ojo", dijo Sanjeev Chibber, un cirujano de Delhi con seis familiares a bordo del fatídico vuelo 814. "India no va a perder Kashmir si liberamos a un único preso". Se espera que la presión crezca a medida que los días pasen. Especialmente por la conocida ambivalencia de Nueva Delhi en sus negociaciones con terroristas. Diez años atrás, liberó a siete militantes islámicos pro Kashmir encarcelados a cambio de la hija del ministro del Interior de entonces, Rubaiya Sayed, y en 1991 cambió cinco prisioneros por un ejecutivo de una empresa petrolera.
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