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Página/12 Por Carlos Noriega Contra la Constitución que él mismo mandó hacer, contra la opinión de los más importantes juristas, contra las advertencias internacionales por su entronización en el poder, contra los peligros de polarización y de violencia social, contra la corriente democrática en el continente, contra eso, pero con el apoyo de poco más de un tercio de los peruanos, de una nueva clase política surgida en la última década bajo su sombra, de los militares y de la mayoría de medios de comunicación que viven bajo la amenaza oficial, Fujimori ha decidido mantenerse en el poder cinco años más. Con la postura mesiánica exhibida a lo largo de estos años, Fujimori anunció su recandidatura como "una necesidad histórica". "He decidido inscribir mi candidatura a la presidencia de la república y liderar esta opción democrática." Fujimori habló del "camino que con éxito hemos recorrido en estos años" y de la necesidad de "defenderlo contra cualquier retroceso histórico", y concluyó que su recién creada alianza electoral Perú 2000 --en cada proceso electoral Fujimori estrena una nueva agrupación política que en realidad es solamente un logotipo-- es "la opción democrática que interpreta cabalmente el cambio" y que él es el único capaz de liderar esa opción. En su breve mensaje, Fujimori se autocalificó como el único abanderado del progreso y desacreditó a sus opositores como "fuerzas que representan la improvisación y el neopopulismo". También se comprometió a "terminar definitivamente con cualquier vestigio de terrorismo" y a generar empleo. Las mismas promesas fueron escuchadas cuando asumió su segundo gobierno en julio de 1995. Pero la realidad de estos años ha sido muy distinta con el desempleo y la pobreza en acelerado crecimiento hasta romper todas las marcas históricas. En medio de la expectativa de la prensa nacional y extranjera y luego de sucesivas postergaciones durante todo el día, finalmente Fujimori apareció en las pantallas de televisión a las 5 y 25 de la tarde. Mientras tanto, su personero y asesor Absalón Vásquez llegaba hasta las oficinas del Jurado Nacional de Elecciones para inscribir la candidatura de su jefe. Varias horas antes la zona había sido rodeada por un fuerte despliegue policial. Los estrategas del gobierno habían planificado que la inscripción sea paralela al anuncio para así evitar las marchas de protesta al Jurado Electoral que habían anunciado diversos gremios y sindicatos. No se les dio tiempo de movilizarse. La oposición reaccionó denunciando como ilegal la candidatura presidencial y advirtiendo que esa situación convertiría un hipotético próximo gobierno de Fujimori en ilegítimo, lo cual, señalan, abre las puertas de la insurgencia civil. La Constitución peruana contempla la insurgencia civil contra un gobierno ilegítimo. Otro efecto de la ratificación de una nueva candidatura de Fujimori será, como ya han adelantado voceros de la oposición, acelerar las conversaciones para buscar una candidatura única contra la re-reelección del presidente peruano. Actualmente hay tres candidatos en el bando opositor: el alcalde de Lima Alberto Andrade, el ex jefe de la seguridad social Luis Castañeda, y el economista Alejandro Toledo. Los dos primeros marchan prácticamente empatados en el segundo lugar con una intención de voto que fluctúa entre el 17 y el 20 por ciento.
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No hubo el
mitin multitudinario, ni las manifestaciones de apoyo popular que suelen verse en
ocasiones como ésta. Todo se resolvió en un mensaje televisivo de apenas diez minutos.
Así, en un discurso grabado en una oficina de Palacio de Gobierno y transmitido por todos
los canales de televisión, el presidente Alberto Fujimori dio a conocer al país la
noticia más esperada de los últimos tiempos: su decisión de postularse para un tercer
mandato consecutivo en las elecciones de abril del año 2000. Esta vez lo acompañarán en
la fórmula presidencial el ex canciller Francisco Tudela y el actual primer
vicepresidente, el empresario Ricardo Márquez, quien desciende un escalón y ahora se
postula para la segunda vicepresidencia.