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The Guardian Por Martin Kettle Para la fiesta de Fin de Año del Times Square, las autoridades neoyorquinas no están dejando cabos sueltos en materia de seguridad. Las bocas de acceso a las cloacas serán soldadas para que no puedan abrirse, se llevarán los tachos de basura de la calle y los buzones se cerrarán con llave y después serán sellados. Habrá 8000 agentes de la policía neoyorquina --casi un cuarto de la fuerza total-- en servicio alrededor de la plaza. Seis helicópteros patrullarán los cielos en el momento en que la fiesta llegue a su clímax. Todo es parte de un complejo plan de seguridad llamado Operación Arcángel que, según se dice, es la mayor operación policial de emergencia que jamás se haya montado en Nueva York. Medidas similares de seguridad también abarcarán la capital Washington, donde está programado que el presidente Bill Clinton y su familia se unan a miles de personas para celebrar el nuevo milenio con fuegos artificiales y un concierto desde los escalones del Lincoln Memorial. Esos operativos de seguridad ocurren al mismo tiempo en que se disciernen señales diarias de que los norteamericanos están crecientemente hastiados acerca del "efecto 2000" en las computadoras, pero cada día se muestran más y más aprensivos sobre la posibilidad de ataques terroristas realizados por extremistas islámicos. La suba en los alertas ha creado inevitablemente un dolor de cabeza para los servicios de seguridad norteamericanos, que tienen que lidiar con temores de que grupos terroristas, quizá coordinados por Osama Bin Laden, estén planeando montar un dramático atentado en la noche del viernes. El comisionado de policía neoyorquino Howard Safir es uno de los muchos funcionarios que están lidiando con la necesidad de balancear la ansiedad oficial suscitada por los arrestos de terroristas islámicos con la tradicional --pero errada-- actitud de la gente, de que "aquí no pasa nada". Safir admitió que no posee información específica sobre amenazas a las celebraciones en Times Square, pero de todos modos urgió a permanecer alertas. "No hay garantías, pero podemos tomar toda precaución humanamente posible. Creo que la gente tendría que acudir al Times Square, y creo que no tendrían que ser amedrentados por toda esta alarma terrorista." Otros jerarcas de seguridad norteamericanos fueron menos optimistas. James Kallstrom, el antiguo director de la sede del FBI en Nueva York, ya dijo la semana pasada que, en vista de la creciente amenaza del terrorismo, no le recomendaría a nadie asistir a la fiesta en Times Square. Ese comentario recibió fuertes críticas, porque pareció excesivo a muchos funcionarios neoyorquinos, incluyendo el alcalde Rudolph Giuliani. Pero, por su parte, el comisionado Safir está dejando muy poco librado a la suerte. Más de 300 policías de civil estarán diseminados entre la multitud en la fiesta, y por toda el área se desplegarán perros rastreadores. Todo auto estacionado deberá ser removido para crear un "área congelada" de 60 cuadras alrededor de Times Square. El objetivo de la medida es en parte ayudar al manejo a la multitud y a despejar el camino para los servicios de emergencia. Pero también se busca contrarrestar la amenaza de coches bomba.
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