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OPINION
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Por Martín Granovsky

El banco central alemán, el Bundesbank, es famoso por su independencia frente al poder político. El primer test lo vivió en carne propia el democristiano Konrad Adenauer, el más importante de los jefes de gobierno de la posguerra hasta Willy Brandt. Una vez, Adenauer dijo públicamente que el banco no subiría la tasa de interés. El Bundesbank, sin embargo, lo hizo. Y Adenauer debió resignarse. Rodolfo Terragno, el jefe de Gabinete, suele contar esa anécdota delante de ministros y funcionarios cada vez que exhorta a terminar con la liviandad ante los grandes evasores. “Es clave para nuestra credibilidad”, acostumbra razonar. En realidad, el Gobierno no terminará nunca de convencer a la clase media de que pague sus impuestos con placer. Sólo puede esperanzarse con que, al menos, no agregue a su fastidio la irritación que proviene de la injusticia.Para la Alianza, el efecto del impuestazo es crucial en las elecciones porteñas. Si la votación se realiza en abril, como quiere el Gobierno, la candidatura de Aníbal Ibarra quedará superpuesta al momento en que buena parte de la clase media prepare su declaración de ganancias, que deberá presentar en mayo. Si la ciudad de Buenos Aires vota en junio, las declaraciones ya estarán presentadas. Sí o sí los impuestos seguirán a la Alianza como un maleficio y darán un buen argumento de campaña a Domingo Cavallo contra Ibarra. En la Argentina, claro, siempre puede aparecer otro tema que desplace al anterior y atraiga el humor colectivo, pero si nada opaca a los impuestos éstos quedarán en el centro de la lucha electoral por la Jefatura de Gobierno. Como el gobierno de Carlos Menem será para entonces un recuerdo distante, a la Alianza sólo le quedarán dos argumentos:u El primero, insistir en la transparencia como un modo de decir que los impuestos cobrados van a los gastos, y no al bolsillo de los funcionarios.u El segundo, replicar que la clase media y la clase media alta pagan, pero que por primera vez también lo hace el pequeño grupo que siempre esquiva a los sabuesos de la DGI.El argumento de la transparencia parece, hasta ahora, fácil de creer. El otro, en cambio, requiere una demostración especial. Precisa un nivel de voluntad política que sólo podrá medirse cuando el cuerpo de fiscales anunciado ayer por Ricardo Gil Lavedra y José Luis Machinea comience a funcionar. En los Estados Unidos hay 2900 evasores presos. En la Argentina, 2900 menos que en los Estados Unidos. La cárcel no resuelve la evasión impositiva, pero la injusticia menos.

 

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