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Por Esteban Pintos Después de sucesivos, satisfactorios baños de multitudes (Obras, All Boys, Atlanta), Los Piojos cerrarán 1999 con el concierto más multitudinario de su carrera. Será esta noche a las 21 en la plaza Moreno de La Plata (frente al Palacio Municipal y de espaldas a la Catedral, en pleno centro de la ciudad) y con entrada libre y gratuita, con lo que está garantizada de no mediar una intensa lluvia que obligaría a la suspensión y reprogramación del show para el sábado 1 una concurrencia estimada de 100.000 personas. Así, en la tierra de sus admirados Redonditos de Ricota (más de una vez concurren a sus conciertos como simples fans) y en una fecha simbólica por su cercanía con el emblemático 31 de diciembre de 1999, el día del fin de siglo y milenio, según una masiva interpretación universal, Los Piojos pondrán en escena su reconocido y movilizador directo. El mismo que este año tomó forma de cd, titulado inequívocamente Ritual la idea del rito también debería rastrearse en el imaginario rocker de los redondos, por cierto y que se convirtió en uno de los discos más vendedores de su carrera, a punto de obtener la certificación de platino por la venta de 60.000 copias. El show gratuito, organizado por el gobierno municipal de la ciudad capital de la provincia de Bs. As. Julio Halac es el intendente, del Partido Justicialista, mantiene una tradición de producción de espectáculos gratuitos y masivos, casi siempre en el aniversario de la fundación de la ciudad (19 de noviembre), que ha tenido hitos de convocatoria y repercusión con los recitales que han ofrecido figuras históricas del rock argentino como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Soda Stereo, Virus, Los Fabulosos Cadillacs y Memphis la blusera. También en ese contexto, cabe recordar, Andrés Calamaro aquella vez al frente de Los Rodríguez pronunció su célebre y polémica frase Qué linda noche para fumarse un porrito..., que le valió una causa judicial por apología del consumo de drogas, aún sin resolución concreta.La actualidad de Los Piojos es inmejorable. El poder de convocatoria y el estado artístico de la banda, exhibido en sus conciertos masivos del año en Buenos Aires y una buena cantidad de shows en el interior del país, fueron determinantes para explicitar que, superado el cimbronazo de la popularidad y sobreexposición mediática que sobrevino a la edición de Tercer arco, su disco más vendido (280.000 copias). La banda sigue sonando cada vez mejor y, sin tocar El farolito y Verano del 92, la gente sigue estando. Es más, creció la cantidad a lo largo del año: si en Obras fueron tres funciones, lo que representa unas 15.000 personas en total, en All Boys fueron más de 20.000 y en Atlanta se registró una convocatoria cercana a las 25.000 personas. Las cifras, de ventas y espectadores, son apenas emergentes estadísticos que refrendan un buen momento en un artista. Por eso es que lo más importante que sucede alrededor de Los Piojos tiene que ver con las canciones y su impacto en vivo. La banda es, netamente, una viva representación de la década rockera argentina que está terminando. Se cruzan entonces las raíces madre de Los Rolling Stones, Sumo y los Redondos, con el gusto de los cinco músicos del oeste bonaerense por géneros bien rioplatenses como la murga, el tango y el candombe. De todo aquello se obtiene una mezcla cautivante, 100 por ciento energizante y movilizadora y hasta cierto punto original dentro de un panorama más bien ortodoxo y, de alguna manera también retrógrado de eso que insiste en llamarse rock and roll.
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