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Por Horacio Bernades Según la opinión extendida, le fue bien al mercado del video en 1999. La gente alquiló más y también compró un poco más. El crecimiento de los alquileres se estima en alrededor de un 20%, y algo menos en lo que los acólitos de la mercadotecnia denominan sell-through, o venta directa. Aunque la piratería no afloja (se calcula que por cada video legal circula al menos uno trucho), el optimismo de los que mandan se ve azuzado por la existencia del DVD, mágico disquito digital que avanza a paso lento pero seguro. Y que es, según todos los pronósticos, el dueño del futuro en este rubro (ver aparte).Si se ajusta el foco, tanto optimismo se matiza. El terreno del video fue signado por los mismos indicadores que el resto de la economía en el año final del menemismo. Hubo más concentración en menos manos, desaparecieron pequeños comercios, creció el consumo entre los sectores de mayores recursos y se retrajo entre los que menos tienen. Los videoclubes de barrio continuaron en retroceso frente a las grandes cadenas, y las pequeñas editoras siguieron sobreviviendo a duras penas frente a las major, licenciatarias de los grandes sellos estadounidenses. En el campo de la venta directa, a los grandes comercios les va cada vez mejor, porque su clientela es la de mayor poder adquisitivo y además tiene acceso al crédito. De allí que una cadena como Tower Records, que duplicó su cantidad de locales en el curso del año y agranda su sección Video, venda bien no sólo los productos más específicos (videos musicales y para jóvenes), sino también títulos clásicos y hasta del cine mudo. No sorprende que otras grandes cadenas internacionales (como la francesa FNAC) estén pensando en abrir locales aquí, en un proceso expansivo que reproduce el que se viene observando en el campo del cine. Los alquileres crecieron gracias a dos factores: su precio competitivo con respecto a la entrada de cine (tres pesos frente a siete dólares) y el retiro del grupo HBO de la televisión de cable. Esto motivó que muchos abonados volvieran al video, donde además las películas llegan antes que a la televisión. Lo que no parece haber cambiado es el gusto del público a la hora de elegir diversión para el fin de semana: no hay más que repasar la lista de las más alquiladas (ver cuadro) para corroborar el dominio absoluto de los grandes productos de la industria del entretenimiento. Sin embargo, la oferta de cine de calidad se amplió considerablemente, por un efecto rebote que viene desde el cine, donde a lo largo del año ese rubro se vio considerablemente diversificado y expandido. Así, tres o seis meses más tarde que en las salas de cine, fueron llegando al video películas que hasta ahora la gente del negocio sospechaba exóticas y elitistas. Son las propias compañías major las que editan películas como Kanzo Sensei, Detrás de los olivos, Madre e hijo, La celebración, Los idiotas, y hasta las argentinas Mundo grúa o Invierno mala vida. Así como ciertos films emblemáticos del off-Hollywood reciente, como La otra cara del amor, Tres es multitud o las inminentes Velvet Goldmine y Happiness. Pero el del cine de calidad es territorio netamente independiente, y entonces no extraña la aparición de un nuevo sello, dedicado en exclusividad a editar esa clase de películas en video. Se trata de C & V (Cine & Video), que abrió el fuego con la excelente After Life y con El amor es el diablo (biografía cinematográfica de Francis Bacon), y promete continuar con Yo recuerdo, documental definitivo sobre Mastroianni, y otras por el estilo. En cuanto a los inéditos en cine, los hubo de varios tipos. Por un lado, telefilms y miniseries, muchas veces de descarte; por otro, films independientes (estadounidenses, sobre todo) que las grandes distribuidoras prefieren no estrenar en salas por no verles la punta comercial. Esta decisión sigue haciendo del video el terreno ideal para conocer una segunda línea del cine estadounidense, que en términos de calidad suele resultar primera. Así, durante 1999 se estrenaron en cajitafilms como El senador Bulworth (Warren Beatty), Pecker (John Waters), Suburbios de Beverly Hills (Tamara Jenkins), Amantes de domingo (Sunday, Jonathan Nossiter), La gran pregunta (Michael Moore) o Heridas de amor (Lulu on the Bridge), debut del novelista Paul Auster en la realización. Algunas más, otras menos, todas ellas estuvieron entre lo más atendible del año. Y además hubo grandes sorpresas, con la edición de films tan legendarios como La estrategia de la araña (Bertolucci) o Dead Man (Jim Jarmusch) o importantes films recientes, como la conmocionante Horas de terror, del austríaco Michael Haneke. Por el lado de los clásicos, y aunque las editoras del rubro no la tienen fácil, el video reafirmó su condición de verdadera cinemateca circulante, con ediciones y reediciones de títulos cruciales. Pruebas al canto ratifican la importancia del video en este terreno. Mientras las salas cinematográficas ignoraron olímpicamente tanto el centenario de Alfred Hitchcock como los fallecimientos del argentino Carlos Hugo Christensen, el francés Robert Bresson o ese pedazo de historia nacional que fue Zully Moreno, el video permitió recordarlos, gracias a títulos de catálogo, reediciones y hasta films inéditos, a los que sólo puede accederse en este formato. Claro que muchos de esos títulos, por más que estén editados, pueden no llegar hasta el videoclub amigo, ocupado en sobrevivir con los Armageddones de turno y olvidado a la fuerza de aquellos tesoros casi secretos. Pero cinéfilos, fans y coleccionistas son gente persistente, habituada a largas y sufridas recorridas, hasta dar con aquel título tan buscado. Todavía es posible hacerlo, y eso es lo que debe festejarse.
LA EXPANSION DE LOS DVD ES LENTA PERO
SOSTENIDA El futuro es del DVD, repiten, como un mantra, los representantes de las principales editoras. Todo parece darles la razón. El digital Versatile Disc, disquito que a la vista es igual a un compact disc, le lleva muchos cuerpos de ventaja al VHS, tanto en calidad de imagen como de sonido. Y encima, los devedés suelen incluir un menú de opciones que hacen del simple hecho de ver una película todo un espectáculo. Aunque todavía algo lento, el crecimiento del DVD en Argentina es sostenido: cada vez hay más máquinas lectoras, y los disquitos se editan, se venden y se alquilan cada vez más. Al día de hoy, ya hay arriba de doscientos títulos editados en el país. Para marzo se calcula que se les sumarán entre cincuenta y cien más y para fines de año unos mil en total. El precio de los discos es competitivo (de 30 a 35 pesos; todavía podría bajar) y alquilarlos cuesta lo mismo que un VHS. El parque de reproductoras asciende a unas 4000 máquinas, cifra que según los cálculos más optimistas podría llegar a cuadruplicarse en el curso del año entrante. En cuanto al precio de los aparatos, todos coinciden en que deberá descender por debajo de los 1000 pesos, que es el promedio actual. Al mismo tiempo, se van sumando editoras que apuestan al formato, e incluso se estima que antes de fin de año podrían comenzar a editarse, en forma regular, clásicos en devedé. Pero no todas son a favor. A comienzos de diciembre se formó una Comisión DVD Región 4, integrada prácticamente por todas las compañías locales de hardware y software. El objetivo: salir al cruce de la proliferación de máquinas y disquitos Región 1, la norma que corresponde a Estados Unidos. Dado lo sencillo que resulta comprar por Internet a precio de origen, no escasean los usuarios que prefieren esta norma, aunque no siempre tengan asegurado el subtitulado al castellano. Por el momento, no es ilegal hacerlo, pero el comunicado inicial de la Comisión advierte sobre los peligros de comprar equipos sin garantía, respaldo o servicio posventa oficial. Por otra parte, en comercios locales los devedés Región 1 son bastante más caros que los Región 4. Y eso también pesa a la hora de decidir. Lo que es seguro es que, sí, el futuro es del DVD.
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