La misión del Fondo Monetario Internacional terminó su trabajo. Roque Fernández logró su objetivo: pactó un nuevo programa fiscal para el resto del año. En ese acuerdo obtuvo la complicidad para flexibilizar las metas por parte de los técnicos del organismo financiero, que siguieron así las ordenes de su jefe, Michel Camdessus, de facilitar el tránsito de los últimos meses del gobierno de Carlos Menem. Y todos contentos. Ahora, con el acuerdo cerrado, es tiempo de volver a la realidad. Roque ya les puede decir a los consultores de la city que terminó la actuación. Y que cumplieron muy bien con el papel asignado de adelantar la salida de la recesión. El telón se bajó: Teresa Ter Minassian ya se fue de regreso a Washington.
Con más o menos sinceridad, la mayoría de los economistas del elenco estable de la city coincidió en estimar que lo peor de la recesión pasó. Para conmover a la delegación del FMI ejecutaron su parte como mejor pudieron. Pero como Teresa & Cía. venían con el libreto escrito de jugar el rol de comprensivos, la puesta en escena de esos gurúes fue innecesaria. Para no dañar su reputación con pronósticos equivocados al predecir que la recesión quedó atrás, esos consultores establecieron tantos supuestos favorables para los próximos meses que ante cualquier traspié quedaron cubiertos. Pintaron un panorama tan positivo (Brasil ya no traerá problemas, suben los precios de los commodities, baja la tasa de interés, se acabaron los remezones de la crisis internacional, etcétera), que en ese país hasta Racing puede salir campeón, aunque pensándolo bien lo más probable es que ni así pueda dar la vuelta olímpica.
En el otro país, el de estos días, Racing está más cerca de la quiebra que de festejar algo, como otras 148 empresas que quebraron en marzo, registro nunca alcanzado en un solo mes. También, en ese otro país, el mes pasado los pedidos de quiebras ascendieron a 1039, las convocatorias de acreedores a 228, los cierres de cuenta corriente treparon a 7200 por el libramiento repetido de cheques sin fondos y las demandas judiciales por falta de pago crecieron a 13.004, reflejo de la morosidad en los créditos para el consumo.
Resulta evidente que la recesión está afectando la capacidad de pago de las empresas, deteriorando así las carteras crediticias de los bancos. En enero pasado, las entidades privadas contabilizaron préstamos en mora e irrecuperables por casi 4800 millones de dólares. Y a ese escenario de caída de ventas se le suma la deflación, que dispara a niveles explosivos las tasas reales de interés que pagan hoy las empresas, tasas que son las más altas de la convertibilidad. Por si todo esto fuera poco, el Estado desplaza al sector privado de la preferencia de los bancos, que destinan sus fondos de esa manera a un seguro pagador.
Las empresas endeudadas están, entonces, en el peor de los mundos: con problemas para hacer frente a sus obligaciones, que devengan tasas reales infernales, y con un acceso vedado a la refinanciación de esos pasivos. Ese cuadro asfixiante no es exclusivo de las pequeñas y medianas empresas. También afecta a grandes firmas: Comercial del Plata no pudo pagar 25 millones de dólares de una Obligación Negociable; Piedra del Aguila no canceló los intereses de un bono de 100 millones de dólares y tiene dificultades para refinanciar deuda por 160 millones; Alpargatas está en cesación de pagos; Supercanal sufrió la degradación de su calificación crediticia por la agencia de riesgo internacional Standard & Poors, y la lista sigue.
Pero no se preocupen, muchachos, la recesión ya está por terminar. ¡Vamos todavía!, Racing Campeón.