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Buena
Moneda
Tres
dudas y una promesa
Por
Alfredo Zaiat
No es candidato a nada pero durante la última semana hizo una gira
tan o más cansadora que las realizadas por De la Rúa o Duhalde.
No fue en búsqueda de votos tradicionales y su caravana no la efectuó
en un micro acondicionado sino saltando de avión en avión.
En cierta manera llevaba una urna debajo del brazo, no para que sus interlocutores
introduzcan un sobre con un boleta, sino para que depositen algunos billetes.
El principal analista en Buenos Aires de uno de los bancos de inversión
más importante del mundo aterrizó en Escocia, después
pasó a Londres, cruzó el Atlántico para llegar a
Nueva York, para finalmente cerrar su periplo de cinco días en
Los Angeles. En esa agotadora recorrida visitó a cuarenta grandes
inversores en mercados emergentes. Su objetivo era satisfacer la curiosidad
de esos financistas sobre las elecciones presidenciales y, fundamentalmente,
convencerlos de que después de saber quién será el
próximo presidente la Argentina será atractiva para invertir.
Cansado, ya en Buenos Aires, después de dormir 20 horas seguidas
para reponerse de la extenuante gira, no tiene muchas ganas de abrir la
urna para contar los votos de su campaña. Más que votos-dólares
lo que recogió de ese maratón fueron dudas sobre la economía
argentina de aquellos que diseñan carteras de inversión
de plazas emergentes.
El consenso entre esos administradores de dinero es que De la Rúa
gana las elecciones, pero inmediatamente preguntaban: ¿Y después
qué? Escucharon que vendrá un shock fiscal de confianza;
la revisión del Presupuesto 2000; la eliminación de partidas;
un paquete de fomento de empleo; una nueva reforma impositiva para eliminar
exenciones de Ganancias e IVA, etcétera. En fin, una transición
política y económica ordenada y una perspectiva favorable
para salir de la recesión.
No hubo caso. Los responsables de esos fondos de inversión no están
entusiasmados con la Argentina como en años anteriores. Y no es
un hecho menor. El próximo gobierno deberá salir a seducirlos
para conseguir que compren deuda argentina que permita con esos dólares
refinanciar la abultada que vence. Esos financistas expresaron tres dudas
para no estar seguros de querer apostar en esta plaza:
1. En caso que sea exitoso el shock fiscal, se recupere la confianza y
se supere la recesión, ¿cómo hará la Argentina
para crecer sin aumentar su déficit de cuenta corriente? Están
obsesionados con la vulnerabilidad externa debido a la debilidad de las
exportaciones por la pérdida de competitividad de la economía,
y el previsible aumento de las importaciones cuando empiece a mejorar
el nivel de actividad. Dicen que en un escenario de crecimiento de la
brecha externa, la Argentina será colocada en el centro del blanco
de los especuladores.
2. ¿Cómo disminuirán la creciente carga de la deuda
sobre el Producto? Con convertibilidad no hay emisión monetaria
para cubrir el déficit de las cuentas fiscales. Lo que se emite
es deuda para cubrir ese bache. Si bien descuentan un ajuste, no piensan
que sea tan grande como para eliminar el déficit. Deducen, entonces,
que la deuda seguirá creciendo.
3. ¿Cómo convivirán con un socio inestable, que se
hizo más competitivo al devaluar? Después de la crisis rusa,
en agosto del año pasado, la Argentina era el modelo a seguir,
y la convertibilidad era la receta recomendada a los países con
desequilibrios económicos. El éxito de las devaluaciones
en Asia y en Brasil ajuste del tipo de cambio sin inflación,
con la consiguiente mejora de la competitividad degradó la
convertibilidad. Saben que la Argentina no puede devaluar por su elevado
nivel de dolarización. Precisamente esa restricción sostienen,
que antes era una virtud, ahora es un problema.
El analista argentino les explicó que son entendibles esas prevenciones
pero les aseguró que el mercado local despegará superada
la recesión. Esefue su último recurso: una promesa, como
las que estuvieron regalando en estas semanas los que hoy juegan su destino
en las urnas.
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