DE
MEMORIA
Por
J. M. Pasquini Durán
Nada es igual a como era entonces, cuando nació este
diario. Lógico, han pasado doce años. No fue el paso del
tiempo, sin embargo, el único motivo para los cambios, aquí
y en el mundo. En tan corto plazo la humanidad pasó de un siglo
a otro, anticipándose al calendario, y abandonó el orden
bipolar de la Guerra Fría para ingresar a una era de incertidumbres,
en la que conviven señales primitivas, como las guerras, junto
a fantásticos ingenios del talento humano, como el espacio cibernético.
Algunas situaciones no volverán a repetirse, si impera la ley.
En 1987 persistían en el país los motines militares y hasta
hace poco había civiles que soñaban con el poder a perpetuidad.
En la Constitución vigente, reformada en 1994, doce años
equivalen a tres períodos presidenciales. De acuerdo con la norma,
en el futuro ningún presidente podrá quedarse más
de ocho años consecutivos en el cargo. Carlos Menem es el último
que cumplirá una década ininterrumpida.
Aunque terminales, hay historias inacabadas. Una de ellas tiene que ver
con el destino de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Hay expedientes
abiertos por la comisión de crímenes aberrantes que ningún
indulto o decreto podrá sepultar, como no sea con una buena dosis
de verdad y justicia. Mientras el pasado siga abierto, tampoco el futuro
ofrecerá certezas. La historia siempre vuelve al lugar del crimen,
como alguien escribió hace poco sobre los Balcanes.
En otros casos, los ciclos parecen condenados a repetirse sin fin. Doce
años transcurrieron entre las dos crisis financieras de América
latina, ambas originadas en México (1982-1994). En el mismo tiempo,
Estados Unidos utilizó más de sesenta veces su poder internacional
de sanción económica y asumió a su arbitrio la ley
y el orden mundiales, pero con el libre tránsito de los capitales
de especulación nadie está a salvo ni cubierto contra riesgos.
La globalización también dejó de ser un fenómeno
exclusivo del comercio y las finanzas. Dos meses antes de la fundación
de este diario, en 1987, el Papa polaco visitó Chile y Argentina.
Según sus biógrafos (Carl Bernstein y Marco Politi), las
palabras de condena a la violencia gubernamental que Juan Pablo II no
(sic) pronunció públicamente en Chile sometido al yugo de
la dictadura, sí las dijo en un país que hacía muy
poco había recobrado la democracia: Argentina.
Doce años después, el mismo Papa sigue dando muestras de
solidaridad con Augusto César Pinochet, pero el dictador chileno
ya no es impune. Los derechos humanos han penetrado en la conciencia universal,
a tal punto que la OTAN tuvo que incorporarlos a la retórica justificatoria
de sus bombardeos en los Balcanes.
Menos previsible era, hace doce años, la desaparición completa
y en tan corto tiempo del comunismo europeo. Dos semanas después
de la aparición de Página/12, Karol Wojtyla llegó
por tercera vez como Papa a su tierra natal y ofreció misa ante
setecientos cincuenta mil trabajadores y sus familias en Gdansk, sede
del astillero donde Lech Walesa trabajaba de electricista. Hoy es posible
anotar ese episodio como precedente de la perestroika, la
glasnost, la caída del Muro de Berlín y la implosión
final.
La visión retrospectiva de la historia también permite visualizar,
después que ocurrió, otro precipitado final, el de la administración
alfonsinista, la primera de la democracia para cien años
refundada en el país en 1983. La alarma se encendió el 6
de setiembre de 1987, cuando la UCR perdió el control de casi todas
las provincias en esa elección de gobernadores y la mayoría
propia en la Cámara de Diputados nacionales. En aquel momento,
el caudillo en ascenso era el peronista Antonio Cafiero y muy pocos apostaban
por el pintoresco gobernador Carlos Menem de La Rioja.
Menem desconcertó a los mejores y a los peores pronósticos:
ganó en 1989 y repitió en 1995. Así como Raúl
Alfonsín gobernó durante la década perdida
de América latina, el menemismo se amancebó con la extrema
derecha de la economía mundial, hija dilecta de una pareja inolvidable,
Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Página/12 estaba por celebrar
su segundo aniversario cuando el caudillo de las enormes patillas se sentó
en el sillón de Rivadavia, incluso en turno anticipado debido a
la hiperinflación fogoneada por golpes de mercado que
colonizaron a la política, subordinándola a los intereses
de megacorporaciones.
Ese gobierno, que en el décimo año ya carretea hacia la
salida, encendió y apagó esperanzas como luces de bengala,
usó el mando como patrimonio personal, fantaseó con la perpetuidad,
enriqueció a unos cuantos, hartó a los demás con
promesas incumplidas y empobreció a la mayoría, excluyéndola
de los beneficios adquiridos. Hizo del miedo al pasado su mejor promesa
de futuro y sustituyó la hiperinflación por el hiperdesempleo.
En la historia argentina del siglo XX encabezó la mayor y la más
injusta revolución conservadora, una paradoja posible
en un mundo sin rumbo definido.
Muchos de estos años fueron de espera. A la de Abuelas y Madres
de Plaza de Mayo que venía de antes, se acoplaron siete años
desde el atentado a la embajada de Israel, seis años desde el asesinato
del estudiante Miguel Bru, cinco años desde el atentado contra
la sede de AMIA, dos años desde el asesinato de José Luis
Cabezas. La cuenta es más larga aún.
A pesar de la desconfianza popular en la calidad y eficacia de los tribunales,
ninguno de esos tremendos agravios fue vengado por mano propia. Con admirable
tenacidad las víctimas y sus familiares probaron que no hay reivindicación
legítima de derechos humanos al margen de la ley, por más
que digan y hagan los guerreros de la OTAN y los genocidas del Proceso.
Como en la vida, hubo de cal y hubo de arena. No fueron años felices,
pero tampoco todas las horas ni los días fueron de luto y oración.
En octubre próximo será la cuarta vez consecutiva de elecciones
presidenciales, lo que no es un logro menor, a pesar de los errores y
las decepciones, después de cincuenta y tres años de inestabilidad
y asaltos al poder.
También el duodécimo cumpleaños de Página/12
es un acto de alegría. Es una victoria feliz de todos los que la
hicieron posible y, además, de la conjunción responsable
de la libertad y la ética que late en el sentimiento profundo de
esta sociedad. Por eso, a pesar de la juventud, pudo ser un referente
del periodismo nacional y sus voces llegan a los confines de la aldea
mundial. La palabra página tiene 509 años de
vida y en sus orígenes quería decir cuatro hileras
de vides unidas en forma de rectángulo. De esas vides, estos
frutos.
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