LA
CENICIENTA
Por
Luis Bruschtein
Las agrupaciones de izquierda desprecian el espacio de
izquierda que existe en la sociedad porque estiman que está demasiado
a la derecha. Al centroizquierda tampoco lo seduce porque lo considera
restringido y conflictivo. La derecha y el centroderecha lo desprecian
y le temen más al centroizquierda porque puede disputar poder.
Este espacio de izquierda es maltratado por todos, hasta por sus propios
hermanos, como la Cenicienta. Seguramente durante estos próximos
doce años alguien encuentre el zapato que perdió en el
camino, pero antes debe superar un problema de identidad. Es decir,
debe construir un discurso que exprese a ese 10 ó 15 por ciento
del electorado que hoy navega sin timón ni destino votando al
que considera menos malo sin que le den ni las gracias.
Lo único cierto es que ese espacio existe y que busca el discurso
que lo exprese y la organización que lo contenga: el zapato de
la Cenicienta. Hasta los 70 había una izquierda del sistema
y otra antisistema. Con los corrimientos de los últimos quince
años y la instalación del modelo neoliberal, quedó
una especie de izquierda del modelo y una izquierda antisistema, pero
el espacio que quedó vacante fue el de una izquierda antimodelo.
Las agrupaciones de izquierda rechazan un planteo antimodelo porque
lo consideran reformista. El centroizquierda tampoco quiere ser antimodelo
porque estima que esa posición espanta votos y alianzas. De hecho
ese espacio que funciona como la izquierda antimodelo está más
marcado por un movimiento social disperso que comprende a organismos
de derechos humanos, agrupaciones sindicales, estudiantiles, vecinales
y barriales, de desocupados, de minorías culturales, ecologistas
y demás, que por partidos políticos.
Se trata de un movimiento social que se expresó más en
conflictos concretos que en coyunturas electorales y al que se le deben
las luchas más importantes de estos años por la profundización
real de la democracia. Este movimiento no tiene todavía expresión
política porque no la encuentra, no porque no la busque o no
la necesite. La existencia de una propuesta política que lo exprese
haría más democrática a esta democracia, aunque
la haría menos fácilmente gobernable por quienes
se han favorecido con las desigualdades monstruosas del modelo. La construcción
de la propuesta que calce con este espacio será seguramente
el principal desafío de la izquierda en los próximos diez
años: tendrá que encontrar el famoso zapato de la Cenicienta.
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