Una estructura defensiva europea como consecuencia de la guerra en los
Balcanes, enfrentamientos por elementos vitales –petróleo o agua, por
ejemplo–, la latinización de la cultura norteamericana y la norteamericanización
de la cultura europea. Son algunas variables que maneja el politólogo
Rosendo Fraga: todas confluyen en la idea de que los próximos conflictos
encubrirán una buena cuota de cinismo.
Por
Claudio Uriarte
Globalización hubo siempre: el Imperio Romano,
las Cruzadas, el descubrimiento de América, la expansión
europea, las guerras napoleónicas en Europa, la independencia
americana y las mismas Invasiones Inglesas a Buenos Aires fueron fenómenos
de globalización; lo que ha cambiado es la velocidad de los procesos
y el hecho de que el mundo se ha vuelto mucho menos predecible,
dice Rosendo Fraga, un verdadero hombre del Renacimiento
de lo político en la medida en que sus análisis, inusualmente
multidimensionales, penetran con agudeza los más variados tópicos.
En esta entrevista con Página/12, da su perspectiva de lo que
serán las guerras, las alianzas, la economía y la política
en los próximos 12 años.
¿Qué queda de la OTAN pos-Yugoslavia?
Creo que la OTAN podrá sobrevivir probablemente a esta
crisis, pero que al mismo tiempo esta crisis dará lugar a un
sistema de defensa europeo propio del cual se carece hasta el momento.
Un debate con sordina que se está planteando hoy en los gobiernos
europeos es si la crisis de Kosovo no está poniendo en evidencia
la necesidad de que Europa genere una propia estructura de defensa,
y en qué medida los intereses de seguridad de Europa van a seguir
siendo los mismos que los de los EE.UU. en los próximos 10, 15
o 20 años. El problema es si Europa está decidida a pagar
el costo que esto implicaría en términos de acumulación
de fuerzas convencionales, las divisiones en la OTAN al respecto, el
dato de que todos los esfuerzos en ese sentido se agotaron en una brigada
francobelga-alemana sin proyección y el hecho de que la OTAN
deja de ser la OTAN si sigue planteándose actuar fuera de su
ámbito geográfico específico.
A partir del crecimiento explosivo de la población mundial,
¿puede ocurrir que las guerras vuelvan a plantearse para
usar una expresión desacreditada en función de los
espacios vitales?
Creo que va a haber guerras no por los espacios vitales, pero
sí por los recursos naturales. En el conflicto de Irak, está
el petróleo. Detrás de todos los conflictos nacionales
y tribales que se están planteando en el Africa, hay disputas
entre intereses y potencias occidentales, que pueden ser por el petróleo,
los diamantes, el gas o la misma agua, que es un recurso escaso.
A finales de los 80 la frase de moda era el fin de
la historia; a mediados de los 90, el choque de civilizaciones.
¿Cómo se ve esto ahora?
Cuando uno toma la mayor parte de los libros sobre el nuevo orden
mundial escritos en los años 89, 90 y 91, en
todos hay que reescribir el último capítulo. La tesis
del fin de la historia de Fukuyama ha sido refutada, entre
otras cosas, por la guerra de Kosovo, que se explica por una resurrección
de la historia, más que por razones ideológicas o económicas.
También se habló de la crisis del Estado-nación,
lo que desde el punto de vista del proceso jurídico político
es admisible, pero no desde la perspectiva de la nación como
concepto histórico-cultural, que se está revalorizando:
desde el año 90 para acá se han creado casi 40 nuevos
Estados-naciones. Otra tesis, la de que las guerras iban a ser económicas
y no militares, tampoco se ha verificado. Y el choque de las civilizaciones
tampoco está tan claro. En última instancia Occidente
está entrando en guerra en Kosovo para proteger a un pueblo musulmán
contra la agresión de un pueblo cristiano. Casi diría
que la crisis de Kosovo desmiente la tesis de Samuel Huntington. Si
el choque de civilizaciones fuera el eje, la OTAN debería estar
apoyando a los serbios, que son un pueblo cristiano, contra los albanokosovares,
que son un pueblo musulmán. Eso también lo vimos en Bosnia.
¿Y el peligro de una alianza Rusia-Bielorrusia-Serbia y
posiblemente Ucrania? ¿De una nueva Guerra Fría con líneas
de fractura no ideológicas sino étnicas y confesionales?
El punto es otro, y es si Rusia, China e India van a aceptar la
neutralización de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas como ámbito de resolución de los
conflictos. Porque Rusia, China e India son tres grandes países
del mundo que en este momento están mirando la crisis de Kosovo
con una grave preocupación nacional: un modelo de minorías
étnicas o religiosas que plantean un proyecto separatista, y
que lo consolidan bajo la apoyatura militar de la OTAN y de Occidente,
es también una amenaza a la integridad territorial de China,
de la India y de Rusia, que tienen minorías de distintos tipos.
¿La desintegración de China es un escenario posible?
La pregunta es hasta dónde China va a poder mantener una
modernización de la estructura económica y una modernización
del sistema político. ¿Puede un país-continente
como China entrar en una enorme transformación económica
sin, más tarde o más temprano, tener que adecuar el sistema
político? La dirigencia china se mueve según el modelo
opuesto al de la ex URSS, que primero abría la política
y postergaba para después qué hacer con la economía.
También cabe la pregunta de si la democracia puede funcionar
en un pueblo con una cultura como la china. Los dirigentes chinos mismos
lo dicen: La democracia es un sistema de gobierno que en los últimos
200 años les ha dado un buen resultado a algunos pueblos de Occidente.
La gran tensión en China va a aparecer entre regiones de grados
de desarrollo económico, social y cultural tremendamente diferentes,
lo que es difícil que no tenga consecuencias políticas.
La Federación Rusa, ¿puede seguir el mismo camino
de desintegración de la ex Unión Soviética?
Acá no se trata de volver un siglo atrás sino cuatro,
cinco o seis siglos atrás. No estamos revisando el comunismo
de Lenin o de Stalin, estamos revisando la expansión de los zares.
Decididamente una crisis de la Federación Rusa es un escenario
posible. Esto y no sólo la relación histórica
entre los dos países explica la posición de Rusia
ante Serbia. En la medida en que la OTAN incorporó a Polonia,
Hungría y la República Checa, y que dentro de los países
bálticos hay sectores que también quieren incorporarse
a la OTAN, claramente se acelera la perspectiva de la desintegración
rusa. Si uno de los países bálticos se incorporase a la
OTAN, esto implicaría la crisis de la Federación Rusa.
Por eso la expansión de la OTAN sobre la frontera rusa plantea
el problema de qué capacidad de respuesta puede tener Rusia ante
el hecho. Y si mañana una república rusa planteara incorporarse
a la OTAN, y la OTAN decidiera aceptarla, ¿qué capacidad
de reacción podría tener la Federación Rusa en
cinco a diez años para impedirlo? Esto no lo sabemos, pero es
un escenario que se puede dar, y es potencialmente más crítico
que el que ayer parecía más peligroso, que era el de la
secesión de las repúblicas musulmanas.
Hasta ahora el arsenal nuclear básico es el de la Guerra
Fría. ¿Qué modificaciones van a ser necesarias
para la seguridad en el futuro?
Un tema del que se reflexiona poco es el fracaso de la política
de no proliferación, con las explosiones nucleares de 1988 en
India y Pakistán. El primer fracaso fue no haber podido impedirlas,
pero el segundo, y más importante, es la falta de capacidad de
reacción de los países nucleares para poder sancionar
a India y Pakistán. ¿Por qué? Porque la India y
Pakistán no son países donde la presión pueda aplicarse
con la misma eficacia que contra Irak, Irán, Libia, o Serbia.
Incluso hay estudios en EE.UU. que sostienen que en los próximos
15 años es inexorable que alguna bomba nuclear estalle en algún
lugar del mundo. Y el gran problema en la Federación Rusa es
precisamente la dispersión del armamento nuclear. Y aquí
sí uno podría plantearse la hipótesis de armamento
táctico nuclear en manos de actores no nacionales, como el caso
exagerado, pero real de Osama bin Laden.
¿Existe la globalización o es un rejunte de heteronomías?
La globalización existió siempre. Lo que ha cambiado
es la velocidad de los procesos, derivada de los cambios científico-tecnológicos
en materia de comunicación. Pero globalización no implica
necesariamente uniformidad. Hay una visión un poco simplista,
que contempla los McDonalds en Rusia y China y concluye que la
globalización ya está, y están los franceses que
confunden la globalización con la norteamericanización
del mundo. Pero hay otra manera de mirar las cosas: la comunidad latina
es la segunda comunidad en los Estados Unidos, donde el castellano es
también la segunda lengua. ¿En qué medida no estamos
teniendo entonces una latinización de la cultura norteamericana?
Es más: hay quienes sostienen que mientras la cultura afro nunca
logró penetrar en la norteamericana, con la cultura latina está
pasando exactamente lo contrario. La globalización es de ida
y vuelta: no es que la cultura norteamericana invade el mundo y suprime
todo, sino que la propia cultura norteamericana es afectada.
Desde la economía, esta situación anárquica
en que una crisis en Malasia o Indonesia termina repercutiendo en México
o Argentina, ¿no plantea la necesidad de una suerte de organismo
supranacional que racionalice los flujos de capital?
Seguro que sí. Pero, ¿por qué este organismo
no se ha dado todavía? Porque hasta ahora, todas las crisis se
han dado en la periferia, y ninguna de ellas afectó las economías
de Estados Unidos o Europa. Los mercados van a ser regulados en el momento
en que las crisis golpeen los índices de crecimiento de Estados
Unidos o Europa.
¿Hay posibilidades de regreso al proteccionismo, como se
ha dado por ejemplo en Malasia?
Sí, pero al proteccionismo regional, no nacional. Si el
mundo entrara nuevamente en un ciclo recesivo, lo que es posible, vendría
un proteccionismo de regiones y no de países. El Mercosur, por
ejemplo. Claramente veo difícil que se rompa el Mercosur. No
veo a la Argentina poniéndole aranceles a Brasil, ni Brasil poniéndoselos
a la Argentina. Pero no descartaría, en caso de crisis económica
internacional, que el Mercosur le impusiera barreras comerciales al
resto del mundo. Lo mismo con el NAFTA.
¿Qué precedente se crea con el caso Pinochet?
Hay muchas paradojas. Aznar, el último gobernante conservador
de Europa, pudo haber parado a la Justicia española contra Pinochet,
pero no lo hizo por una razón muy sencilla: él les está
llevando cuatro puntos de ventaja a los socialistas, quiere adelantar
la elección para tener Parlamento propio, y tiene miedo de perder
su ventaja. Es una cuestión práctica, no ideológica.
Lo que pasa es que el sistema internacional es más cínico
que antes. En la Guerra Fría, el sistema era mucho más
franco. EE.UU. apoyaba a determinados dictadores porque eran los enemigos
del comunismo, y Rusia viceversa. Ahora, las normas y los principios
se aplican en función de intereses. Hay un doble standard, como
se muestra con Kosovo y los kurdos. Cuando se trata de la minoría
kurda de Irak, Occidente la defiende; cuando se trata de la minoría
kurda de Turquía, Occidente la entrega. El resultado es un desgaste
de la credibilidad del sistema internacional.
¿La izquierda tiene un futuro? ¿La Tercera Vía
es el futuro de la izquierda?
La Tercera Vía no es de izquierda, y las expectativas de
que fuera una alternativa al modelo norteamericano se están diluyendo.
Pero la izquierda tiene un futuro en la medida en que responda a aquello
que el capitalismo no da respuestas, que es el aspecto humano de las
cosas. En ese sentido, tendrá que abandonar sus antecedentes
de materialismo dialéctico y proyectarse como una formación
política humanista.