Como ahora se discute el recorte, en el 2011 la sociedad y los políticos
se estarán peleando por cuánta plata gastar en las pensiones no contributivas,
porque la mitad de la gente no tendrá derecho a una jubilación. Pero
no todo será tan triste. Pablo Gerchunoff no descarta que para ese entonces
haya resurgido una burguesía nacional (y dice cómo lograrlo), y también
afirma que si algo no le falta a la Argentina son recursos para crecer.
Por
Julio Nudler
Pedirle a Pablo Gerchunoff que anticipe el futuro de la
economía argentina es como proponerle que simplemente prolongue
la línea del pasado, que él estudió tan a fondo.
Para más datos, leer su libro El ciclo de la ilusión y
el desencanto, que escribió con Lucas Llach. Además de
sus pergaminos académicos (es catedrático e investigador
en la Universidad Di Tella), se mojó en la política económica
aplicada como miembro del equipo de Juan Vital Sourrouille en el auge
y decadencia del Plan Austral. Aquí un resumen de su diálogo
con Página/12.
La pregunta: ¿dónde estará la economía
argentina dentro de 12 años?
En 1987, dos días después de que apareciera, compré
en Florida y Tucumán por primera vez Página/12. El diariero
miró el diario y me dijo: Le doy dos meses de vida.
Esto lo menciono para que no olvidemos lo peligroso de hacer predicciones.
Aun así, ¿dónde estaremos en el 2011?
La economía actual, proyectada, da cosas muy sombrías.
Sabemos que seguirá siendo una economía muy endeudada
y por tanto de gran vulnerabilidad externa. Y como su deuda está
en dólares, no es licuable. También podemos decir algo
de algunos problemas sociales aparecidos con el nuevo modelo de los
años 90 y que son difíciles de cambiar.
¿Qué va a estar discutiéndose en el 2011?
Por ejemplo, se discutirá ese ítem del Presupuesto
que serán las pensiones no contributivas, porque habrá
un segmento, del 45 ó 50 por ciento de la población, no
cubierto por el sistema previsional. La Argentina no va a abandonar
a todo ese sector que estará a la intemperie.
¿Habrá algo más de equidad?
La Argentina tenía un patrón distributivo bastante
regresivo pero con alguna movilidad social hasta el crac del 29.
Luego, la política de sustitución de importaciones tuvo
éxito y mejoró la distribución del ingreso el
momento más impresionante de ese proceso ocurrió entre
1946 y 1949, aunque al cabo no pudo sostenerse porque la necesidad
de aumentar la productividad forzó a optar por un sistema de
precios y un régimen de incentivos que la favoreciera. Así
fue desmontado el sistema redistributivo progresista que existía.
Es desde este punto de donde parten los dilemas de política,
la cuestión de cómo hacer para que la distribución
del ingreso en el 2011 no sea igual o peor que hoy, y para que el desempleo
baje.
¿Se puede lograr algo desde la política?
En este mundo el margen de acción para la política
económica es muy estrecho. Podemos preguntarnos por la educación,
en este ambiente que se respira en favor de la igualdad de oportunidades.
Es importante que alguien que vive en Berazategui acceda a la misma
calidad de educación que alguien que viva en Callao y Quintana.
Pero esto es una tarea inmensa y tiene dos problemas. Por un lado, si
bien mejora el perfil de la oferta de trabajo, tarda mucho tiempo en
dar frutos. Y segundo, por más que tengamos éxito en armar
una política educativa inclusiva y de calidad homogénea,
tenemos el problema de la demanda, que en el fondo es el problema de
la competitividad. ¿Voy a tener nuevos sectores de alto valor
agregado, demandantes de esta mano de obra calificada, o sólo
voy a armar una larga cola de candidatos a los pocos puestos calificados
que hay hoy? En la producción de commodities no habrá
demanda para absorber esa oferta.
Hay quienes piensan que es al revés, que la educación
genera competitividad.
No, no. La educación ayuda, pero no es suficiente. Con
la educación no se resuelve todo. Cuando digo políticas
de competitividad quiero decir políticas productivas. No necesariamente
industria. Si yo puedo agregarle valor a la minería o a un bulbo
de tulipán, y así tener un encuentro entre la oferta educativa
y la demanda, entonces sí entro en ese círculo virtuoso
en donde la educación me da competitividad, mi política
productiva también me la aumenta, eso hace crecer el Producto,
baja el desempleo, y la economía y la sociedad se vuelven más
igualitarias. Pero para que ese par políticas de competitividad/políticas
igualitarias vaya de la mano hay que pensar un nuevo modelo. Lo
que no se puede hacer es volver al modelo anterior, porque en los términos
de una economía abierta ya no será redistributivo.
¿La Argentina recuperará terreno o se retrasará
cada vez más?
Si encontramos la mezcla de políticas adecuada, y atrás
un Estado fiscalmente robusto, la Argentina tiene recursos para crecer
rápidamente. Incluso surgirán nuevos sectores que hoy
ni imaginamos cuáles serán.
¿Esa mezcla de políticas está hoy en la cabeza
de los políticos?
Está empezando a aparecer la cuestión, aunque sin
gran nitidez. Por un lado está el deseo de regresar a lo anterior
que nos cobijaba. Por el otro, la idea de que el mercado por sí
mismo lo resolverá todo. Pero en el medio está la intuición
de que hay que empezar a ensayar nuevas políticas, con toda la
dificultad que implica la baja capacidad institucional del Estado argentino,
que es un problema que atravesó todo el siglo XX. Sin esto, todo
se volverá puro voluntarismo, y en el bicentenario seguiremos
con los mismos problemas y sin ver el resurgimiento de una burguesía
nacional (con perdón por el término).
La imagen es que hoy el empresariado nacional está en extinción...
En El Capital, Marx habla del recurso de los lores en su momento
de decadencia, que era vender sus títulos nobiliarios a la nueva
burguesía y así vivir de renta. Uno podría llamar
a eso el modelo Montagna. Vale decir que Marx lo previó a Montagna.
Efectivamente, es poco lo que queda de empresariado nacional, y entonces
pareciera que la única política posible es la de una negociación
permanente con las multinacionales para que derramen los frutos de su
presencia. Pero ahí te vuelve a aparecer la burguesía.
Ejemplo concreto: ¿por qué no un contrato público
con las multinacionales para la generación de proveedores locales?
Sería muy bueno para el tejido social y también para la
cuenta corriente. No hace falta tener grandes campeones mundiales. Australia
prácticamente no los tiene. Pero, como decía Perón,
uno podría marchar hacia una pequeña comunidad de hombres
felices.
¿El voto de octubre, influirá sobre el futuro, o
éste será definido por el mercado?
Como dije, hay un conjunto de políticas posibles, pero
también complicadas, entre otras cosas porque son de largo plazo.
No tienen un efecto inmediato. Por eso, el que gane deberá transmitir
la idea de un proyecto largo, más allá de los cuatro años.
¿La Argentina subirá o bajará en el mundo?
¿Subirá o bajará como qué? ¿Como
agregado? Si me colocara en el discurso del Gobierno que se va, es muy
difícil discutirle que la Argentina subió en el mundo.
Basta mirar la evolución del PBI. Sin embargo... En 1996 viajé
a Rosario a dar una charla de macroeconomía. Había mucho
optimismo porque estábamos saliendo del efecto tequila. Después
me invitaron a visitar el puerto, y me llevaron a una especie de cabina
espacial donde había unas pocas personas vestidas de celeste,
todo muy pulcro y lleno de computadoras, y desde ahí se veía
cómo las cintas llevaban los sacos de grano hasta los barcos
y los acomodaban solas. Después de veinte minutos le pregunté
al ingeniero dónde estaban los estibadores. Entonces me señaló,
muy a lo lejos, a través de los cristales, unas barracas, que
eran un lugar que el puerto les había dado a los viejos estibadores,
que ya no tenían ninguna función, hasta que se reacomodaran.
Pedí visitarlos, y lo que encontré fue una situación
de fondo de pozo. No conseguían ni changas, no tenían
seguro de desempleo ni de salud. Cuando dejé el puerto no sabía
si me iba optimista por la modernidad de la cabina espacial, o pesimista
por el desamparo social. Tan importante como preguntarse por el destino
de la Argentina es preguntarse por el de cada uno de los argentinos.