El
médico sanitarista José Carlos Escudero señala en esta entrevista que
la irrupción de capitales extranjeros invirtiendo en el área, sumada
a las condiciones de crisis social y al desmantelamiento de los servicios
sanitarios estatales, será el caldo de cultivo para que en los países
periféricos la salud se degrade, y reaparezcan, como ya lo han hecho,
enfermedades ya desterradas.
Por
Susana Viau
Cuál es el panorama sanitario hoy?
En términos relativos, Argentina ha venido retrogradando
en su salud desde que Menem es presidente. En números del Banco
Mundial hoy hay, por lo menos, 13 millones de pobres y 3 millones de
indigentes, que ni siquiera pueden comprar una canasta de alimentos.
Se ha llegado a una degradación relativa en términos sociales
más grande que la de Martínez de Hoz; con Videla hubo
un genocidio pero menos injusticia social; lo que para Martínez
de Hoz era una propuesta de máxima, Menem lo llevó a cabo.
¿Qué indicadores registran en ese plano las economías
desarrolladas?
En el Primer Mundo, tanto la mortalidad como la fecundidad han
bajado a niveles inimaginables hace 50 años. En términos
de enfermedad, en esas áreas se seguirá produciendo, seguramente,
un creciente descenso en la mortalidad y la fecundidad. En relación
con la enfermedad, en el Primer Mundo casi todas disminuyen su incidencia.
En los países periféricos como la Argentina, en cambio,
están aumentando algunas enfermedades tradicionales como la tuberculosis
y por supuesto el sida, entre muchas otras. El nuestro es un país
periférico que se enganchó en el modelo globalizado de
la peor forma posible, con lo que está recibiendo las cachetadas
de un esquema que hace agua por todos lados. Si aumentan la indigencia,
el desempleo, la violencia y la falta de dinero para gastar en salud
puede que, por ejemplo, la mortalidad se dé aquí en un
sentido opuesto al de los países centrales y en el 40 por ciento
más pobre de nuestra población probablemente aumente la
mortalidad. Si se profundiza la pobreza, va a haber más casos
del paquete desnutrición-infección- parasitosis; si se
profundiza la fragmentación social, va a haber más violencia,
más sida y más drogadicción. A todo esto debe sumarse
un fenómeno adicional: una masiva irrupción de capital
financiero invirtiendo en salud, al estilo norteamericano. Como el estado
argentino es menos reglador, más prescindente y más corrupto
que en los Estados Unidos ese capital, con pocos controles, se va a
dedicar a ganar plata despreciando la medicina preventiva y las cosas
baratas que sabemos que dan salud.
¿Pero el esquema no indica que a menor prevención,
más enfermedad y, por lo tanto, una tasa de uso más elevada
de las prestaciones?
Sí, pero las prepagas apuntan al 20 por ciento de la población
más rica y el otro 80 por ciento, olvídalo.
Podría pensarse ante este panorama que la investigación
acaba siendo un adorno, porque el hambre mata más que la enfermedad.
Supongamos que congeláramos el conocimiento, que en Argentina
tuviéramos que manejarnos aplicando seriamente sólo lo
que se sabe hasta hoy: tendríamos una salud tan buena como la
de Cuba o mejor. Hay una paradoja en el desarrollo del conocimiento
en el área de la salud. Por razones emocionales y despreciando
consideraciones de costo-beneficio siempre se buscan soluciones costosísimas
si se trata de salvar a un ser querido, con lo cual bienvenidos ciertos
sofisticados y carísimos trasplantes de órganos; pero
en términos de política sanitaria, si el objetivo es beneficiar
a toda la población del país, la plata hay que gastarla
con prioridad en prevención, atención primaria y clínica
elemental para que nuestros 13 millones de pobres no se mueran tanto.
¿Hay medidas que puedan tomarse, haya o no grandes transformaciones
en las políticas de salud?
Si se tomaran medidas de salud sensatas, el panorama podría
mejorar aunque el marco exógeno se deteriore. En el plano de
política de salud se manejan hoy dos planteos básicos:
uno, es que el Estado ofrezca servicios lo más desmercantilizados
posible en función de las necesidades objetivas de la población,
siguiendo el modelo Carrillo, sueco, inglés o italiano. Esa propuesta
tiene la ventaja de convertir al Estado en un interlocutor serio del
capitalismo financiero en salud, además de que tiene un bajo
gasto administrativo y de que es financiado por las rentas generales
del Estado; el segundo modelo es el que pretende que el Estado y la
sociedad subsidien a los individuos demandantes, muchos de ellos pobres,
con bonos o vouchers para que éstos compren en el mercado la
salud que se les ofrece, con altos gastos administrativos y la posibilidad
de torcer por medio de la publicidad la atención de las necesidades
objetivas. El Banco Mundial propone esta alternativa y, lamentablemente,
también lo hacen personas y grupos de los cuales uno esperaría
más lucidez.
Digamos que lo que no se hace es porque no se quiere.
Argentina, entre los países periféricos, es uno
de los más ricos y, al mismo tiempo, uno de los más corruptos
e ineficientes, con lo cual existen márgenes de maniobra del
sector salud para tener una salud bastante mejor que la actual. Esto
refuerza el concepto de la relativa autonomía del sector salud
respecto del conjunto de la sociedad: Ramón Carrillo fue bastante
mejor que el promedio del primer peronismo y Alberto Mazza es bastante
peor de lo que se puede esperar en un país periférico.
Si Argentina tuviera una buena atención primaria selectiva ofrecida
por el Estado, la mortalidad infantil seguramente bajaría un
tercio en muy pocos años. Con medidas puntuales, acotadas, no
ocurriría el horror cotidiano al que asistimos. Se gastan 6 mil
millones anuales en medicamentos, muchos de los cuales no sirven y todos
los cuales son caros. El dato revela hasta qué punto el Estado
ha abdicado de su responsabilidad de cautelar la salud colectiva y su
misión de poner límite a los beneficios excesivos de la
industria. Con un veinteavo de esta cifra se podría asegurar
alimentos gratis a los millones de argentinos que están desnutridos
porque son pobres. Sólo con esto los índices de enfermedad
y mortalidad de la población, en especial la infantil, mejorarían
significativamente.