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La vida de las mujeres cambiará dentro de lo posible, no dentro de lo necesario, sostiene la psicoanalista Eva Giberti. Una de las tendencias, según ella, será encontrar placer no sólo en el placer, sino en esa sensación de que por ser uno o una quien es, tiene derechos sobre otros y además sobre su propia vida. Algo, remarca, históricamente masculino.

Por María Moreno

Eva Giberti escuchó a varias generaciones de mujeres, desde las que, en los años sesenta se sorprendían cuando ella les advertía que no era aconsejable sentar a los niños en la pelela antes de los once meses o las que tímidamente le confiaban su sospecha de la utilidad placentera del clítoris hasta las que hoy le comunican que desean tener un hijo a través de inseminación artificial. Figura pública, enseñante y difundidora del psicoanálisis y de su valor en el seno de la familia, asociable a una práctica incansable más que a una producción teórica, no cesó de estudiar los nuevos hallazgos exigiéndoles, sin embargo, un certero valor terapéutico. Fuera de serie por la multiplicidad de sus cruces –el feminismo, la política de derechos humanos, el interés por la literatura y el erotismo– se considera escéptica pero no nihilista. Para empezar a apostar sobre el porvenir de las mujeres en el 2000,l no empieza por calcular un logro de ciencia ficción sino una insistencia trágica:
–Una cosa que me preocupa es el aumento del incesto paterno filial y mi pronóstico es malo: no hay recursos para proteger a la niña, para saber qué se hace con ese hombre que actúa como si dijera ‘éste es un producto mío, y además me tiene que servir lo antes posible, ¿por qué voy a esperar que se case o se vaya con otro?’
–Pero esto no se escucha desde el diván.
–No, sino como perito, a nivel jurídico.
–¿Hay un aumento, o hay un aumento de denuncia?
–Creo que pasan las dos cosas: que hay aumento de información y de decisión parental de “tramitarse” a la piba, sobre todo si tenés en cuenta que las lolitas son la fascinación.
–¿Ese aumento se registra en todas las clases sociales?
–La madre de clase popular seguramente fue incestuada por su padre y sus hermanos, empecemos por ahí, de modo que esto le parece un tránsito, que le tiene que pasar a la hija porque en la escuela ni a su mamá ni a ella les enseñaron los derechos del niño. Entonces no denuncia porque su hijita está viviendo lo que ella vivió y porque sabe que, si denuncia y al señor algún juez criterioso lo encarcela, ¿de qué va a vivir ella con los cuatro otros pibes que tiene? Entonces, se da esto que suele llamarse complicidad de la madre y que a mí me vuelve loca.
–¿Y en clase media y alta?
–En clase media y alta está la vergüenza porque una vez que vos denunciaste que tu marido tiene relaciones con tu piba te miran de otro modo en el consorcio. La vergüenza tiene una función social. En cualquiera de las dos clases es bastante visto que se pida el divorcio.
–Yendo hacia el 2000, pensando ya en el diván, ¿qué problemáticas le parecen nuevas?
–Como novedad, la disminución del deseo sexual, de la capacidad espermática y fecundante del varón.
–Y las mujeres, ¿se quejan?
–Se queja una de 20, se queja una de 50, y nos quejamos las de 70.
Y nosotras contamos con el deseo de los tipos. Está bien, el lesbianismo es una salida pero no es la única. El ascetismo es otra; la masturbación, otra. Pero en el diván, escucho decepción por la falta de deseo. También encuentro sobre todo en las más jóvenes eso de “yo me lo tramito”, o sea que ellas avanzan, cosa que a la gente –no te digo de mi generación– pero a la de 40, 50, le cuesta avanzar sobre el señor porque “qué va a pensar de mí”. Y a padres espantados trayéndome fotocopias de los diarios íntimos de sus nenas de 10, 11 años diciendo cosas que yo no te podría decir ahora porque no conviene, no es un lenguaje que pueda reproducirse fuera de los horarios de protección al menor. Por ejemplo, una nena de 10 años que en su diario íntimo describe al papá de una compañerita que fue a buscarla a la fiestita de cumpleaños y pone “qué lomo que tiene Perenganete, cómo me gustaría...”, y a partir de ahí toda la descripción.
–¿Cuáles podrían ser las vicisitudes del placer en el 2000?
–Creo que se va a situar, para las mujeres, en algo históricamente masculino, el poder, no en la sexualidad. Y en un narcisismo incrementado que produce la sensación de que, por ser quien sos, tenés derechos a un poder omnímodo, sobre otras mujeres, sobre los hombres, sobre los hijos. Me parece que ésta va a ser una tendencia de las mujeres: encontrar el placer en el poder.
–¿Hay un mito de que, en el plano del deseo, el poder de la mujer no sólo no colabora sino que además la perjudica?
–Te mantiene deseable, absolutamente deseable, acerca de esto no me caben dudas, che. Esta mina es un minón, qué bien que está, dicen. O sea, el deseo está ahí, pero los hombres piensan que estar con una mujer es poseerla, tenerla, hacer un coito con lo que ella tiene adentro de su cabeza. Y se dan cuenta de que esa mujer que es un minón no va a entregar lo que tiene en la cabeza, no va a votar por el candidato que el marido le sugiere sino que va a votar por el candidato que ella quiera. Entonces va a acomodar la entrega, entre comillas, de su cuerpo, de sus emociones, de su sensorialidad, pero manteniendo en la cabeza sus decisiones y sus convicciones. Entonces, la mujer puede ser grande, tener años, saber que es deseada y que muchos hombres querrían “tramitarla”, entre comillas, voltearla, pero que produce miedo –vamos a usar una palabra que no sea miedo sino temor– porque intuyen que esa mujer va a mostrar lo que un ser humano puede dar, que es goce, disfrute, pasión, no condiciones. Ahí no la podés violar. Y esto modifica la idea de coito, porque se suponía que el coito era la entrega en el sentido de que vos ya no sos más vos. Todo lo contrario, la entrega –si no pasa por una actitud pasiva sino por una activa que le dice al varón “ahora yo quiero que vos estés conmigo y yo estar con vos en totalidad, dejando afuera otras cosas que yo voy a reconquistar cuando salga de la situación placentera de estar con vos”– no nos enajena al otro. Hay un capítulo muy grande en la erótica que es la ficción de estar con el otro en el momento del placer, esta cosa de tú y yo, los dos juntos, es una visión absolutamente necesaria, venturosa y fecunda.
–El famoso “soy tuya”.
–Hace 20 años no podíamos decirlo, y esto sí es un proyecto importante para el 2000. Juego a que digo la verdad, pero sé que estoy ficcionando, que no es lo mismo que estar mintiendo. Es la metáfora, es la poesía, el “como si”. Lo que ocurre es que para las mujeres ese “como si” es muy difícil de manejar porque estamos estructuradas biológicamente para ser lo concreto de lo concreto: menstruar, parir, amamantar,... Me pueden decir que hay quienes deciden no aceptar este destino biológico y sí, a cambio, lo abstracto, lo poético, lo ficcional, lo creativo, fenómeno. Pero en general el género se mueve con cosas muy concretas. “La loca de la casa, la imaginación...”, “las mujeres son más de volar”, pero yo veo un zócalo y es lo estrictamente concreto. “Han decidido...”, es muy fácil de decir.No hemos decidido nada, se dio así porque supusimos que no había otra forma, no te olvides de que las mujeres que concebimos a los 21 años no tuvimos demasiado tiempo para pensar si queríamos. Esto también es lo que veo para el 2000. Habrá mujeres que piensen “quiero o no quiero”, así como otras de 18 años que probablemente decidan concebir no tanto por concebir sino por tener disponibilidad de alguien que dependa de ellas.
–¿Hay alguna apuesta sobre los avances en el terreno jurídico?
–La ley acerca del acoso sexual es algo que hemos conseguido, y la de violencia doméstica. Con respecto de las nuevas técnicas reproductivas, o sea el derecho que la mujer elija lo que quiere hacer con su cuerpo, creo que estamos atrasadas y que esto sigue en mano del patriarcado a través de los legisladores. Tenemos hijos de embriones congelados, donantes de óvulos y de espermatozoides NN, algo gravísimo que es la preselección de embriones, que quiere decir “yo elijo”, cuáles son los embriones que van a subsistir y los que no van a subsistir... O sea, la tendencia histórica es que pasa todo lo que puede pasar, no sólo lo que debe pasar, que desemboca en la gran pregunta de los bioéticos: todo lo que se puede, ¿se debe? En este sentido, a mí me parece que el sentido ético de los hombres y mujeres va a cambiar en el 2000. Van a hacer lo que tengan ganas de hacer, y no lo que parezca recomendable hacer. Recomendable significaría parar la mano con la preselección embrionaria. La técnica va a avanzar; las multinacionales van a seguir subvencionando a los laboratorios y a los profesionales. O sea, yo creo que hay tendencias históricas que van a producir aquello que no sea lo que hoy consideramos mejor, pero que se va a resignificar absolutamente. Eticamente yo puedo plantear bueno, veamos a dónde vamos con esto de la clonación, pero los investigadores van a seguir, por la curiosidad, que es una pulsión básica de los seres humanos, eso de querer ver hasta dónde se puede llegar. Creo que vamos a tener avances legislativos, pero Hiroshima no detuvo los ensayos atómicos, no detuvo explosiones atómicas en el fondo del mar, lo vemos en India, en Chernobyl. ¿Quién nos puede llevar a pensar que habrá un clima de sensatez para seguir siendo quienes somos? Estamos generando mutantes.
–¿Cuál sería el lugar de las mujeres pobres en esto?
–Las sumergidas tienen, seguramente, una muerte más probable y cercana. Qué va a pasar no sé.
–¿Y las otras? Le estoy pidiendo que ficcionalice.
–Creo que el riesgo es, dado que la mujer es una variable dentro de la política, que se intente seguir instrumentando esa variable a favor de determinado partido político, “Miren lo que le damos a las mujeres”. Mientras no consigamos salir del lugar de ser una variable manejada por otros, mientras nosotras no discutamos y asumamos el poder con todo lo que significa hacerlo, eso puede seguir sucediendo en el 2000. Dado que la mujer transporta una marca que es justamente ser mujer frente a quienes supone que son los amos, y dado que hay mujeres que se placen en llevar esa marca, y no tienen la menor intención de cambiarla, para nosotras es muy difícil porque estamos divididas. Por eso digo lo de la marca, hay quienes queremos que esa marca forme parte de la historia y que sea testimonio de la injusticia, y hay otras para las cuales la marca es una garantía de bienestar. Entonces, yo no tengo una mirada esperanzada, ingenua. Digo que hacia el 2000 vamos a progresar, pero no en proporción a lo que se necesita. Vamos a cambiar dentro de lo posible, pero no dentro de lo necesario.