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Según la sexóloga Claudia Groisman, los próximos años estarán marcados por tendencias encontradas: un neoconservadurismo y un neoliberalismo sexual que harán recordar, a los memoriosos, los buenos tiempos de los ’60. Las minorías también ocuparán otros roles. El desafío será pasar de la actual tolerancia a la verdadera aceptación, que tendrá lugar cuando, por ejemplo, una travesti pueda ser secretaria ejecutiva.

Por Andrea Ferrari

Una nueva revolución sexual en caso de que aparezca una cura para el sida. Una creciente importancia de la vida sexual en las personas mayores, en función de un aumento de la expectativa y calidad de vida. Una redefinición del paradigma de pareja y fidelidad. Una mayor visibilidad de las minorías sexuales. Así imagina los próximos años la sexóloga Claudia Groisman. “No es un movimiento en una sola dirección: pueden aparecer niveles más altos de liberalización y simultáneamente niveles más altos de represión”, advierte Groisman, psicoterapeuta y coautora de El desafío de la sexualidad.
–La aparición del sida cambió la sexualidad en la última década. ¿Se puede pensar en un nuevo cambio en relación al sexo y el sida?
–El sida apareció como un eje bisagra que marcó un antes y un después en los comportamientos. Antes era el amor libre, la sexualidad como mandato, y después un menor número de compañeros sexuales y de frecuencia. Si bien es difícil hacer futurología –sobre todo para los psicólogos que nos movemos con el presente o en el pasado–, se puede pensar que si a partir de una eficacia en la terapéutica el sida deja de ser problemático, seguramente estallará una nueva modificación en los comportamientos sexuales concretos.
–¿Otra revolución sexual?
–Se podría pensar así. La revolución sexual en los sesenta surge como uno de los efectos de la aparición de los anticonceptivos. A partir de la tecnología puede haber cambios en las costumbres, así como cambian a partir de nuevas enfermedades.
–Aun sin cura del sida, las próximas generaciones, que ya empezaron su vida sexual en la era del sida, seguramente encararán la prevención de otra manera.
–Cuando cualquier instancia en una sociedad incorpora varias generaciones deja de ser una instancia y se convierte en un invisible, parte de la vida cotidiana. No es algo llamativo que alguien llegue a su casa y prenda la televisión, pero antes eso era un hecho notable. Sucede con el preservativo, se convierte en un elemento más.
–¿Ya es así con los adolescentes?
–Seguro. Tienen incorporado el preservativo, es como lavarse los dientes antes de ir a dormir. A menos que sean pibes que intentan una provocación. Lo que uno se encontraba en la época presida en relación al embarazo. Se sabía que había que mantener relaciones sexuales con metodologías anticonceptivas, pero había quien elegía una situación de riesgo, a ver qué pasaba.
–Y seguramente definirá un cambio en el rol de la mujer, para quien ha iniciado su sexualidad llevando preservativos en la cartera.
–Ya los roles vienen cambiando hace tiempo en la modalidad activo pasivo. Antes eso existía como coagulación: quien ocupaba la posición activa era el varón, y la pasiva la mujer. Esto ya no existe entre los adolescentes. “Transé, me lo curtí”, dicen las chicas. También creo que se está terminando una redefinición del paradigma de pareja y fidelidad. El tema de la fidelidad en la pareja monogámica dejó de ser ingrediente fundamental para su conservación.
–Un cambio en lo que significó el sida como regreso a la monogamia.
–Sí. Pero no es en una sola dirección. Empiezan a resquebrajarse los modelos más conservadores y simultáneamente hay una vuelta a estos modelos tradicionales. Ambos movimientos se dan en paralelo: pueden aparecer niveles más altos de represión y niveles más altos de liberalización. Los nuevos años van a continuar estas situaciones dicotómicas que son la homogeneización y la heterogenización. Nuevos tipos de pareja que ya se están viendo, parejas homosexuales, parejas con grandes diferencias de edades. Mujeres mucho mayores que el hombre, sin que esto sea vivido por el más joven como una situación degradada.
–Al contrario, parece estar de moda.
–Sí, se ve en la farándula, donde se nota mucho más, y aparece como un modelo a imitar. Y lo que es incipiente, pero creo que se va a desarrollar en la próxima década, son nuevos términos en torno de la identidad sexual y las llamadas minorías: transexualismo, travestismo y hermafroditismo. Ahora empiezan a aparecer modalidades muy silenciadas durante muchísimo tiempo. Y creo que van a aparecer cada vez más notoriamente.
–¿Porque se percibe a la sociedad como más tolerante?
–Sí. Pero nuevamente, ¿qué es la sociedad? No hay una sociedad homogénea. En determinados grupos, la aparición de otras minorías –homosexuales y bisexuales– permite que aparezcan las microminorías. Son incorporados por pequeños grupos, no por grandes grupos. Los travestis por ahora están colocados en un tipo de ghetto que implica un trabajo prostibulario. Entonces hay que diferenciar lo que es la tolerancia de la aceptación. La aceptación será cuando el travesti pueda trabajar como secretaria en una oficina, como periodista en un diario o de maestra en un colegio.
–Hoy ya hay diferentes grados de aceptación en cada país.
–Yo creo que aceptación todavía no hay en ningún lado. Por eso hago una diferencia entre tolerancia y aceptación. En algunos países del primer mundo es políticamente correcto aceptar discursivamente las diferencias, que es muy distinto de aceptarlas genuinamente. Está mal visto discriminar a alguien por su orientación sexual, sin embargo en lo cotidiano se lo discrimina constantemente. Habría que ver si pasaremos de la tolerancia a la aceptación o a una represión mayor.
–¿Tienden a cambiar las conductas privadas a partir de la discusión pública de temas sexuales? Pensando en que en el último año se habló como nunca de sexo oral, a partir del caso Lewinsky, o de impotencia, con la aparición del Viagra.
–Cambian absolutamente. En otro momento no se hablaba de sexo oral, sólo se hablaba del coito. Ahora es vox populi que al personaje más importante del mundo, al presidente de EE.UU., le gusta hacer lo que hace mucha gente. Esto cambia prácticas privadas.
–¿Elimina prejuicios?
–O los elimina o los consolida. Porque no va solamente en una dirección. En el mismo momento en que avanza la liberalización de las costumbres y las mujeres accedemos a lugares sexuales mucho más importantes, curiosamente aparece con fuerza la prostitución infantil: como si hubiera otra vuelta de tuerca del patriarcado, se necesita que existan nuevos débiles para someterlos. Otra aparición novedosa, que no se veía una década atrás, es la histeria masculina. Notable en varones adultos de distintas edades. ¿Qué se puede pensar? Que antes, ante un deseo unilateral del varón, la señora aceptaba. Pero cuando la señora dice a mí me gusta así o asá, a la mañana o a la noche, el señor se asusta mucho y hace otra cosa que es “toco y me voy”. Y en los últimos años también aparece un consumo prostibulario nuevamente importante. El varón consume prostitutas o prostitutos. Tal vez para sentir nuevamente la cuestión asimétrica fuerte-débil.
–Mencionó antes las nuevas tecnologías en relación al sida. ¿De qué otra manera esas tecnologías pueden modificar la sexualidad en los próximos años?
–La modifican en cuanto a la importancia creciente de la sexualidad de las personas mayores. Con el aumento de la expectativa de vida y considerando que la tercera edad comienza a aparecer a los 75 años, va a haber otra aproximación entre los géneros. En este momento se están haciendo congresos de geriatría que incorporan también la sexualidad. Vemos pacientes de 65 o 70 años que tienen muchas ganas de conocer gente nueva, y tienen muy buena salud. Además, tienen tiempo libre. También en cuanto a las tecnologías, en este momento aparece el cuerpo fetiche, las cirugías a repetición para lograr el ideal de identidad que estas personas esperan para sí mismas.
–¿Esa búsqueda del cuerpo perfecto altera la conducta sexual?
–Sí, porque es mucho más importante lo que se ve que lo que se siente. Hay una exacerbación de lo visual devastadora. Mucha gente se elige por si el otro le gusta o no visualmente y después no pasa nada. Los otros sentidos han quedado subrogados a lo visual. En este momento yo veo en el consultorio parejas que son el paradigma de una propaganda de tarjetas de crédito: bronceados, divinos, con los celulares siempre funcionando. Pero no les pasa nada. Porque han sido elegidos desde los modelos que se supone aceptados por la cultura. La pasión no existe, están totalmente anestesiados sobre lo que son sus necesidades.