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Existe el progreso? ¿La evolución ha producido, al compás de los millones de años organismos cada vez más avanzados o se trata de una simple ilusión humana? ¿Qué parámetro se puede usar para sostener que los mamíferos -o el hombre- son más avanzados que una bacteria, o un simple trozo de ADN? El darwinismo, que consagró la selección natural y el triunfo del más apto, fue incapaz de armar una noción coherente de progreso sin entrar en círculos viciosos, y al compás del siglo XX la palabreja fue siendo abandonada por los científicos, aunque permanece muy arraigada en la enseñanza escolar y en el imaginario cultural, donde todavía florece el “árbol de la vida”, con los seres unicelulares en la raíz y el hombre en la cúspide. Sin embargo, la noción de progreso está siendo recuperada por muchos científicos que trabajan en el área de las nuevas ciencias de la complejidad.

En la charla entre Futuro y Jorge Wagensberg, físico, escritor y director del Museo de las Ciencias de Barcelona, éste no solamente sostiene la idea de que existe un progreso objetivo en el mundo natural, sino que también existen claves para interpretarlo y medirlo, claves que no emergen de la idea de adaptabilidad (el más avanzado es el que mejor se adaptó), sino de la noción de independencia de los sistemas y el aumento de su complejidad y del intercambio de información con el entorno. Pero además, extiende esta noción a los sistemas y complejos culturales y políticos.

Durante la charla con Futuro, se habló además, de la existencia de un nuevo principio de la termodinámica, de las maneras en que las computadoras no son meras herramientas de cálculo, sino una genuina tercera -y nueva- forma de aproximación a la realidad; y también sobre la pedagogía que, a su juicio, no existe.

Progreso, esa palabra maldita
-Durante dos siglos, la idea de progreso fue artículo de fe: se progresaba en la cultura, se progresaba en lo biológico, desde la materia inanimada al hombre, etc... Ahora parece que se convirtió en una mala palabra.
-O por lo menos en una palabra peligrosa para ser tomada a la ligera, porque arrastra juicios de valor también peligrosos: ¿somos organismos más progresivos que los rinocerontes? ¿Nuestra cultura es más progresiva, o “avanzada” que la de una tribu del Amazonas?
-Y además, en nombre de esa idea de progreso se cometieron muchos crímenes: al fin y al cabo, si tal o cual cultura es menos “progresiva” que la nuestra, y el progreso es una ley natural, una normativa, un deber, hay que “civilizar” a la fuerza.
-Con la salvedad de que los que determinaban qué era progresivo y qué no, y a quién había que civilizar, eran los civilizadores. Los civilizados no solían opinar...
-Soler, solían, pero ya se sabe cuáles eran las respuestas.
-Y, a su vez, en biología, al aparecer la Teoría de la Evolución, o por lo menos algunas de sus corrientes (ya que Darwin mismo no lo sostenía), pensaba la evolución como una fuerza teleológica, que producía cada vez organismos “mejores”; primero las bacterias, después los gusanos, y después...
-El hombre, como remate y cúspide de la evolución. Como si la evolución o el universo trataran de producir algo, de llegar a algún lado, ¿no? Como si hubiera algún propósito.
-Y esto, que de alguna manera convivió en el siglo pasado con el surgimiento de la Teoría de la Evolución darwinista, hoy ya no se sostiene, y la palabra progreso es evitada por las connotaciones culturales que lleva consigo: la evolución es una fuerza ciega y azarosa, y desde ya el progreso no puede ser el motor de la evolución.

Adaptación
-Y sin embargo, la idea de progreso, ya sea biológico, o cultural, es muy intuitiva. Especialmente en lo biológico, parece evidente que la evolución biológica produjo seres vivos cada vez más complejos, o por lo menos, cada vez más...
-¿Más qué? Ahí está la dificultad. ¿Más adaptados? No. Las bacterias están muy adaptadas y aparecieron hace tres mil millones de años. Ese asunto de la adaptación como progreso lleva a un círculo vicioso: sobrevive el más apto. Bien. Pero... ¿quién es el más apto? El que sobrevive. ¿Y por qué eso debería implicar un juicio de valor?
-Incluso uno podría argumentar al revés, ¿no? Al fin y al cabo las bacterias eran tan perfectas que ni siquiera necesitaron evolucionar. En cierta medida, haber necesitado evolucionar mostraría una falla, o una imperfección.
-Por eso algunas corrientes, como por ejemplo la que encabeza Stephen Jay Gould, paleontólogo norteamericano, niegan de manera radical la idea de cualquier tipo de progreso. Para Gould, decir que el hombre, o el rinoceronte, son más “avanzados”, o desarrollados o progresivos que una bacteria, es un disparate. La idea de progreso, para él, es nociva, culturalmente implantada, no comprobable, inoperativa e intratable...

Progreso por la independencia
-Pero usted sostiene que efectivamente hay progreso, o por lo menos algo que se puede definir como tal.
-Sí, en el sentido de una cierta direccionalidad en la evolución, una marcha constante, sin por eso formular juicios de valor. Efectivamente, mi opinión es que la pura observación nos dice que el progreso existe y que hay pistas para encontrar una buena definición teórica y, quién sabe, un nuevo principio. En cualquier caso, la materia viva necesita de principios de esta clase. Creo, efectivamente, que entre una bacteria y Shakespeare algo ha pasado.
-Pero si hasta la idea de adaptación falla...
-Bueno, por eso la idea de adaptación no sirve como medida. Mi propuesta de definición se basa en la noción de independencia. Un ser vivo es un rincón del universo empeñado en distinguirse de sus alrededores: estar vivo es evitar que el resto del mundo devore las diferencias, eludir en lo posible el tedioso equilibrio final de los cementerios. Y mantener una tensión crítica con el entorno significa mantenerse independiente de sus caprichos: la ilusión de un ser vivo es independizarse de alguna manera y en algún sentido del entorno y de las variaciones del entorno. Independencia respecto del tiempo transcurrido: mantener una estructura e independencia dentro del espacio circundante: mantenerla a pesar de los caprichos de éste. La entidad viva más simple, una célula, ya muestra evidentes síntomas de independencia. Una bacteria procariota (sin núcleo) ya es capaz de detectar gradientes y desplazarse a favor o en contra de ellos. La conversión de azúcares y el almacenamiento de azúcares en forma de ATP es una forma clara de independizarse de la contingencia ambiental.
-¿Y el desplazamiento?
-Sí, y la aparición del núcleo, la fotosíntesis, y así. Y esto es incluso consistente con la llegada del hombre: el bipedismo ayudó a universalizar el movimiento, y liberó dos manos que habrían de colaborar en nuevos logros de independencia: el fuego, la agricultura y la ganadería, que liberaron al hombre de las desventuras típicas del recolector y del cazador. El dinero fue una liberación de las desventuras locales propias de una economía de trueque. La tarjeta de crédito es una liberación de las fluctuaciones de la cuenta bancaria, y ahí está el crédito bancario cuando las fluctuaciones son demasiados grandes para la tarjeta de crédito.
-Mmmm... este momento de crisis financiera internacional no parece el más apropiado para estos ejemplos. Además, está incluyendo de manera muy fuerte lo cultural.
-Estoy mostrando que independencia es la palabra, el concepto, la intuición para ensayar una definición de progreso como aumento de la independencia. El entorno de un ser vivo es fluctuante, cambia, a veces de manera gradual a veces de manera catastrófica. En el entorno hay incertidumbre. ¿Cómo liberarse de la incertidumbre del entorno? Aumentando el intercambio de información con el entorno, que permite prever las fluctuaciones e independizarse de esas fluctuaciones. Un mamífero, que controla la temperatura es más independiente del entorno que una bacteria, que no lo hace. La independencia marca el progreso, cuanto más independiente es un sistema, más progresivo es. Pero, además, la teoría general de la información es un esquema conceptual matemático muy amplio y proporciona una manera de medir los flujos de información, y por lo tanto, el progreso.
-¿Y entonces?
-Y, entonces, dadas dos situaciones, una nueva y una vieja, digamos, la nueva situación es más progresiva que la anterior si la nueva situación es más independiente de la incertidumbre del entorno.
-O sea, que desde una bacteria a Shakespeare se progresó.
-Eso creo. Aumentó la independencia, al menos.

-Sin una dirección establecida...

-Es que allí está el mérito: al no estar la dirección en la definición, ya sea a través de la experiencia o la teoría, la constatación de que existe direccionalidad en el progreso tendrá el carácter de ley científica. Si la direccionalidad estuviera incluida en la definición de progreso, entonces sería una definición trivial.

-Y podemos admitir también la posibilidad de una “regresión”.

-Claro, por ejemplo, yo interpretaría al sida como una clarísima regresión de la especie humana. Como tampoco seríamos la primera especie que desaparece por culpa de un virus. La idea de progreso, en este sentido, no excluye la regresión, y tampoco tiene que ver con un aumento o una disminución de la complejidad.

-Durante la charla, usted tocó algunos de los temas que rondan muchas discusiones científicas, y algunas nociones como la que mencionó recién, “complejidad”, sobre la cual se discute si es o no es un nuevo paradigma, una nueva forma de enfocar las cosas en ciencia. Háblenos un poco de la complejidad.

New age
-No pongan ese subtítulo. Van a pensar que lo que digo no es serio.

-Es sólo una broma. Al fin y al cabo, usted habla de una nueva era.

-Pero no en ese sentido. Prefiero que lo cambie. Ponga “la era de la simulación”, o mejor, “complejidad y simulación”.

-Bueno.

Complejidad y simulación
-Fíjense que el objetivo de la ciencia, por lo menos en estos últimos dos siglos, era descubrir el funcionamiento de lo invisible, lo que no se ve porque es muy grande, como las galaxias, o muy chico como los átomos; yendo y viniendo de la teoría a la experiencia.

-Bueno, las cosas no anduvieron tan mal.

-Para nada. Anduvieron extraordinariamente bien. Pero resulta que hay otras cosas que son invisibles, no porque sean muy chicas o muy grandes, sino porque son muy complejas. No sólo invisibles, sino inapresables por la ciencia tal como viene, o venía. Por ejemplo, nadie cree que la estabilidad de un ecosistema con 20.000 variables pueda predecirse con la ayuda de una fórmula matemática, aunque ésta pase de los diez metros de longitud. En rigor, un sistema así ni siquiera puede observarse. Para él, no hay, al menos directamente, ni experiencia ni teoría.

-¿Y entonces?

-Y entonces puede simularse en una computadora. La computadora también permite intentar la experimentación. Eso es lo nuevo que han traído las computadoras, y aquí está la clave de la “nueva era”. En realidad, la simulación no es teoría, no es experiencia, ni una mera herramienta de cálculo, sino una tercera forma de aproximación a la realidad, que está revolucionando el método científico y que, sorprendentemente, todavía no ha conseguido despertar el interés de los pensadores de la ciencia.

-Bueno, vamos a los recuadros.

Un nuevo principio de la termodinámica

-Las leyes de la física y de la química exigen que todo, el organismo y el entorno, tiendan al equilibrio.
-Sí, pero ocurre que en estados muy alejados del equilibrio se producen fenómenos de autoorganización, o de aumento espontáneo de la complejidad.
-Eso violaría el segundo principio de la termodinámica, que exige que todo tienda al equilibrio y al desorden.
-Pero esto podría ser un nuevo principio de la termodinámica, lo que el profesor Brian Goodwin ha llamado un cuarto principio de la termodinámica y que sería algo así como “la complejidad, en el universo aumenta”. Por un lado tenemos productores de novedades, sistemas disipativos, sistemas no lineales, atractores extraños...
-Y esas variaciones pueden tener como consecuencia un aumento en la incertidumbre del entorno.
-Incluso un aumento brusco en la incertidumbre del entorno, es decir, una catástrofe. Y entonces, aplicando la teoría de la información, podemos ver cómo evoluciona un sistema para adaptarse a esas condiciones. Explorar la posibilidad de que todas estas cosas juntas determinen precisamente lo que se podría considerar un cuarto principio de la naturaleza que estimulede alguna manera la generación de complejidad es, creo, un dominio de investigación apasionante.

“La pedagogía no existe”

-Usted escribió al menos tres libros sobre divulgación de la ciencia, dirige el Museo de las Ciencias en Barcelona, y sin embargo, sostiene que la pedagogía no existe...
-Lo que yo digo es que la pedagogía no es una disciplina, no tiene método. Existe el método de la ciencia o, si se quiere, el de la biología, de la física, etc. El pedagogo, así, sin más, no existe.
-Pero la gente sigue yendo al colegio y sigue habiendo físicos, biólogos, y químicos. Algo deben aprender, ¿no?
-La idea fundamental para la transmisión de conocimiento consiste en poner, literalmente, al destinatario en la piel del científico. Lo que sucede es que todo conocimiento científico, por riguroso y complejo que sea, solamente es transmisible usando el propio método científico, con las mismas dudas, los mismos errores y las mismas inquietudes.
-Está diciendo que los alumnos, para aprender, deben razonar como científicos...
-Lo que digo es que comprender será para un ciudadano común lo que comprender sea para el científico. Y ello es independiente de la edad y formación de los destinatarios del conocimiento. Los museos, los audiovisuales y los textos de divulgación científica (inclusive los de enseñanza fundamental y media) están preñados de trucos superfluos y de insinuaciones que desvirtúan la cantidad y calidad de conocimiento transmitido. Son, digamos, medios de “ciencia ficción”. --¿Qué hace, entonces, un museo de ciencias como el que usted dirige?
-Se intenta conducir al ciudadano al punto en el cual el científico consumó la comunicación hombre-naturaleza, el momento de la emoción científica, el momento del hallazgo. La esperanza de este modelo de comunicación científica consiste en creer que la misma emoción que impulsa al científico a seguir investigando impulsará al ciudadano a seguirlo.