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Una escala
medirá el riesgo de colisión de asteroides con la Tierra
De
cero a diez: los
números del peligro
Por Malen Ruiz De Elvira
desde Viena El País
Los científicos dedicados a la detección
de los llamados Objetos Cercanos a la Tierra (asteroides y cometas que
se acercan al planeta) han elaborado una tabla que clasifica el riesgo
de impacto, de la misma forma que existen tablas de clasificación
de accidentes nucleares o de terremotos. La llamada escala de Turín
permitirá sistematizar el estudio y predicciones de los probables,
posibles o seguros sucesos. El anuncio de un suceso de magnitud 10 en
esta escala equivaldrá a una despedida definitiva, ya que será
el de una colisión capaz de causar una catástrofe climática
global. En el otro extremo, el 0 muestra una situación en la que
la probabilidad de colisión es nula o lo son sus consecuencias
en caso de impacto (objetos pequeños que se fragmentan en la atmósfera)
Una
escala peligrosa
Siguiendo de menos a más, se pasa de colisión extremadamente
improbable (1) a un encuentro cercano pero con riesgo muy improbable de
colisión (2). El número 3 de la escala ya indica una situación
más seria: un encuentro cercano con una probabilidad superior al
1 por ciento de que se produzca una colisión capaz de causar destrucción
en un área localizada.
Según se va ampliando el área previsiblemente afectada,
se sube en la escala. El 4 indica la misma probabilidad que el 3 pero
capaz de causar devastación regional, mientras que en el 5 aumenta
la probabilidad con el mismo alcance regional. El 6 se refiere a una amenaza
significativa capaz de causar devastación global y el 7 agrava
el carácter de la amenaza. Los sucesos tipo 8, 9 y 10 son colisiones
seguras que sólo se diferencian en el grado de destrucción
que pueden causar: localizada en el caso del 8, regional en el 9 y de
alcance global en el 10.
Los programas de detección y vigilancia de asteroides y cometas
que puedan llegar a ser peligrosos para la Tierra, de los que esta escala
es el último fruto, están despegando con el apoyo de organismos
internacionales y agencias espaciales, que prefieren un trabajo coordinado
y revisado a las alarmas injustificadas que se han producido últimamente.
Se basan en el conocimiento acumulado en los últimos 20 años
sobre la influencia de las catástrofes en el sistema solar. En
la Tierra esta influencia presenta hitos como el impacto de Chixsulub
que probablemente terminó con los dinosaurios hace 65 millones
de años, el cráter de Arizona de hace 25.000 años
o el misterioso suceso de Tunguska (Siberia) en 1918.
Todo el sistema solar está plagado de huellas de impactos. La Luna
es el ejemplo más cercano y más útil, ya que se supone
que se desgajó de la Tierra hace más de 4000 millones de
años y su superficie llena de cráteres, algunos enormes,
es una indicación de lo que sucedió en el planeta.
El problema es real, asegura Andrea Carusi, presidente de
la Fundación Spaceguard. Este proyecto, que intenta coordinar a
astrónomos de todo el mundo para la detección y vigilancia
de amenazas procedentes del espacio, se fundó en 1996 en Roma y
cuenta con un centro de coordinación en esa ciudad, financiado
por la Agencia Europea del Espacio.
Spaceguard ha sido apoyado por la Unión Astronómica Internacional.
Su objetivo son los cometas y asteroides que se aventuran más acá
(hacia el Sol) que la órbita de Marte. Se supone que sus vidas
duran unos pocos millones de años, precisamente porque terminan
por impactar con el Sol (la mayoría) u otros planetas.
Los astrónomos quieren descubrir estos Objetos Cercanos a la Tierra
que tengan más de un kilómetro de diámetro, calcular
sus órbitas y obtener modelos de su trayectoria, para poder finalmente
predecir el impacto antes de que se produzca. Otros científicos
están yendo más allá, pidiendo fondos para construir
armas que logren desviar los cuerpos celestes antes del impacto.
Con buena puntería
Ahora se conocen casi 800 cometas y asteroides cercanos a la Tierra. No
son vecinos nuevos, desde luego, pero antes no los conocíamos.
En los últimos dos años ha aumentado mucho el ritmo de su
descubrimiento porque se han puesto en marcha programas de búsqueda
nuevos, con telescopios especialmente dedicados a ello. Hay cinco en EE.UU.,
uno en Europa y otro en China. En Japón se está construyendo
uno de un metro de diámetro, explica su promotor, Syuzo Isobe.
Este astrónomo explica que un cuerpo celeste de sólo 100
metros de diámetro, con buena puntería, borraría
Japón del mapa.
Los astrónomos que se dedican a detectar los objetos cercanos a
la Tierra sueñan con más telescopios especiales, también
con observatorios en el hemisferio sur, así como con una red de
centros de seguimiento y coordinación, de recogida y proceso de
datos y una estrategia común de búsqueda y seguimiento.
Y en el futuro con un telescopio en la cara oculta de la Luna.
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