Un científico se doctora estudiando la muzzarella
Pizza y ciencia
Por Mariano Ribas
La
ciencia también puede ocuparse de las pizzas. Suena raro ¿no?
Claro, uno está acostumbrado a que los científicos hablen
del universo, de la mecánica de la vida o de los secretos de la
materia, pero no del arte de la muzzarella. Sin embargo, la ciencia no
hace distinciones, y trata de resolver todo tipo de asuntos. Y hay un
asunto, o más bien un problema, con el que todos nos hemos enfrentado
alguna vez al hacer una pizza: los quesos blandos dietéticos no
se derriten tan bien como los comunes, y no hay vuelta que darle. Ahora
bien, ¿usted se imagina a un grupo de científicos tratando
de resolver este pequeño misterio culinario en un laboratorio?
Bueno, no imagine más, porque eso acaba de ocurrir.
No es lo mismo
Es muy lógico que la ciencia haya puesto el ojo sobre las pizzas,
porque son uno de los alimentos más populares del planeta (y ni
hablar en Argentina). Y uno de los más sabrosos. Pero ya se sabe:
el placer de comerse una buenas porciones de pizza se paga con un ejército
de calorías que entran alegremente a nuestro cuerpo. Y la mayor
parte de ese ejército se esconde no tanto en la masa, sino en la
muzzarella, el queso pizzero por excelencia. Es un queso bastante grasoso,
pero desde hace años que existen versiones de muzzarella y
de otros quesos similares con bajo contenido graso. Eso sí:
no tienen el mismo sabor, y encima, cuando la pizza está en el
horno nunca se terminan de derretir. Con estos quesos es casi imposible
obtener esa tentadora capa fundida y pareja que baña a las pizzas
como la gente. Pero ¿por qué sucede esto?, ¿acaso
no es posible que una pizza dietética se vea y se sienta como las
otras? Para responderlo, el investigador norteamericano Michael Rundan
y sus colegas de la Universidad de Cornell, en Nueva York, pusieron manos
a la obra. Y convirtieron uno de sus laboratorios en una verdadera pizzería.
Laboratorio y pizzería
Parece una broma, pero al presentar su propuesta de investigación,
Rundan y los suyos dijeron que tenían dos objetivos: estudiar el
derretimiento de la muzzarella, y encontrar una forma para que la versión
dietética de este queso se fundiera del mismo modo que la común.
De entrada, comprobaron que cuanto más grasosa era la muzzarella,
más fácil se derretía dentro de un horno. El siguiente
paso fue comparar la cocción en un horno de fetas de queso normal,
con la de los quesos con poca grasa o directamente carentes de ella. Todas
directamente sobre una fuente. Y así, los científicoscocineros
de Cornell observaron que en el mismo tiempo que la muzzarella común
se derretía perfectamente, la que tenía menos grasa tan
sólo se tostaba, y la otra, directamente se secaba y se pegaba
a la fuente. Finalmente, armaron varias pizzas con distintos tipos de
quesos, las pusieron en el horno, y vieron qué pasaba en cada caso.
De esa manera, fueron trazando algo así como un modelo de
las dinámicas del derretimiento y tostado del queso. Rundan
se tomó el asunto muy en serio. Tanto que hace poco dijo que su
modelo es importante, porque hay pocas investigaciones acerca de
cómo se derrite el queso de la pizza, y cómo se funde perfectamente
hasta formar una capa pareja y homogénea. Y bueno, será
así nomás...
Consejos finales
Esta inusual investigación arribó a algunas conclusiones
bastante interesantes. Por empezar, Rundan y sus colegas observaron que
cuando las fetas de muzzarella dietética se calientan adquieren
una textura granular. Y que al mismo tiempo, forman una especie de piel
invisible a su alrededor. De esa manera, no se funden y permanecen separadas
unas de otras, impidiendo la formación de la típica masa
de queso viscosa, pareja y homogénea que cubre a las
buenas pizzas. Sin embargo, estos científicos encontraron una manera
increíblemente sencilla y muy casera, por cierto de
resolver este problemita: aceite. Sí, basta con rociar las fetas
de queso magro con un spray de cocina para que éstas se derritan
con mucha mayor facilidad. Según parece, y de algún modo
no del todo claro, el aceite eliminaría la dichosa película
envolvente. Y, como explica Rundan, esta sencilla operación no
altera la dieta, porque el contenido de grasas y calorías que aporta
una vaporización del spray de aceite es insignificante.
Quién lo hubiera dicho: Futuro haciéndole recomendaciones
culinarias. Si todo esto le parece gracioso, sólo nos queda un
último detalle: gracias a este trabajo, el señor Michael
Rundan acaba de obtener su ansiado doctorado.