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Armas
biológicas para defenderse en la guerra y en actos criminales
Bioterrorismo
Por
Alicia Rivera
de El País de Madrid
Nuevas
vacunas, nuevos métodos de identificación de los patógenos
(incluida la secuenciación de genomas de los organismos con más
probabilidad de ser utilizados como armas), nuevos diagnósticos,
terapias y fármacos son las líneas principales de la biodefensa.
Unos pocos kilos de ántrax pueden matar a tanta gente como
una bomba atómica del tamaño de la de Hiroshima, afirma
David Siegrist, del Instituto de Estudios Políticos Potomac, en
un número especial de la revista del prestigioso Centro de Control
de Enfermedades (CDC), de Estados Unidos, dedicado a la guerra biológica
y al bioterrorismo.
La bacteria del ántrax y el virus de la viruela son los dos agentes
más clásicos cuando se piensa en armas biológicas.
Ambos son altamente letales, ambos son estables para su transmisión
mediante aerosoles y susceptibles de ser producidos en grandes cantidades.
Ambos han sido desarrollados como agentes de guerra biológica en
programas estatales y ambos tendrían un efecto devastador en la
población por la cantidad de víctimas y por el pánico
que crearían, resumen Mark G. Kortepeter y Gerald W. Parker,
del Instituto de Investigación Médica del Ejército
estadounidense en Fort Detrick.
Pero la lista que barajan los expertos incluye muchos más agentes
que el ántrax y la viruela y va desde la salmonela hasta una hipotética
superpeste bubónica reforzada por ingeniería genética,
pasando por venenos como la ricina, el gas nervioso sarín o virus
terroríficos contra los que no hay todavía defensa, por
el ejemplo el Ebola. Un documento de la OTAN sobre defensa frente a la
guerra biológica recoge 39 agentes que pueden ser empleados como
armas.
Atentado
Tal vez el sarín, utilizado en el atentado de una secta religiosa
en el metro de Tokio en 1995, o los 111 actos de terrorismo y crímenes
biológicos (la inmensa mayoría fallidos) registrados desde
1960, según datos del Instituto de Estudios Internacionales de
Monterrey (California), han alertado a las autoridades de varios países,
sobre todo de EE.UU. Estas se plantean como están preparados para
hacer frente a estas amenazas y qué podría hacer la ciencia
para mitigarlas.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos estadounidense gasta este
año 158 millones de dólares en la preparación frente
al bioterrorismo y seplanea un incremento de 72 millones de dólares
para el año que viene. En cuanto a la Agencia de Proyectos Avanzados
de Investigación para la Defensa (DARPA), dedica al año
146 millones de dólares en esta investigación. Un objetivo
prioritario es la preparación de nuevas vacunas y el desarrollo
de sistemas de producción rápida de las mismas ante una
emergencia. Por ejemplo, contra la viruela actualmente en EE.UU. sólo
existe una reserva de menos de siete millones de dosis de vacuna (con
fecha de caducidad), lo que manifiestamente es insuficiente ante un ataque.
El programa del Departamento de Defensa prepara el desarrollo de
una vacuna crecida en cultivos celulares utilizando una cepa clonada de
vaccinia, informó Philip K. Russell en un reciente simposio
sobre el tema. En cuanto al ántrax, explicó, la vacuna actual
que se pone en el Ejército estadounidense fue desarrollada antes
del gran avance de la biología molecular y exige múltiples
dosis. Además, por su método de fabricación no está
altamente purificada y no es aconsejable utilizarla en población
civil. Actualmente, dijo Russell, hay tecnología suficiente para
desarrollar una segunda generación de vacuna contra ántrax.
De hecho, está en marcha la investigación de vacunas de
protección basadas en antígenos a partir de proteína
purificada de B. anthracis o de esporas vivas atenuadas, afirma en la
revista del CDC Kathryn C. Zoon, de la FDA.
Otra área fundamental de investigación es la secuenciación
de genomas de patógenos para desarrollar sistemas rápidos
e detección, diagnóstico y descontaminación. También
se está trabajando en técnicas de identificación
de microorganismos que hubieran sido modificados genéticamente
para hacerlos más tóxicos o resistentes a los antibióticos.
Entre los proyectos de desarrollos de medicamentos financiados por DARPA,
destaca uno realizado en la Universidad de Michigan. Consiste en una forma
simple de exterminar ántrax (que puede infectar por contacto además
de por las vías respiratorias) y otras formas de contaminación,
utilizando una solución de gotitas minúsculas de aceite
de soja en suspensión de agua, informa Los Angeles Times.
Explosión silenciosa
Las gotitas de esta nanoemulsión se fusionan con las cubiertas
exteriores de algunos patógenos en una reacción química
que genera energía y destruye a los microbios en una explosión
silenciosa. Otra línea de desarrollo interesante es la preparación
de anticuerpos sintéticos, a partir de monómeros, para luchar
contra diferentes infecciones. David Soane, de la Universidad de Berkeley,
espera que estos anticuerpos artificiales puedan ser utilizados en inhaladores,
en cremas o en soluciones orales para proteger pulmones, la piel o el
sistema digestivo, puntos de entrada habituales de los agentes biobélicos.
Los especialistas subrayan que la inmensa mayoría de estos avances
biotecnológicos no sólo servirán para hacer frente
a plagas propagadas intencionadamente, sino también a efectos de
accidentes o a brotes de enfermedades. Dado que la magnitud de la
amenaza (bioterrorista) es muy difícil de calcular, tiene sentido
orientarse hacia remedios de doble uso: contramedidas médicas que
mejoren la salud pública en general al margen de que se produzcan
o no ataques biológicos, recomienda Jessica Stern, del Consejo
de Relaciones Exteriores. Al fin y al cabo, concluye, el terrorismo
con armas biológicas probablemente seguirá siendo raro,
especialmente los ataques dirigidos a crear víctimas en masa, que
requieren un nivel de sofisticación tecnológica que muy
probablemente poseerán muy pocos grupos locales.
Hacer bioarmas requiere preparar cultivos de muestras, purificar agentes,
estabilizarlos, producirlos en las cantidades requeridas y desarrollar
fórmulas eficaces para diseminarlos; por ejemplo lograr esporas
de ántrax de un tamaño adecuado respirable para infectar.
No sirvepara nada impregnar bombas con virus o bacterias que resulten
destruidas a las temperaturas altas del proyectil o del impacto. Sin embargo
los expertos son conscientes de que no es difícil encontrar expertos
asalariados en el hampa internacional. Se calcula que en la URSS había
unas 50.000 personas empleadas en este secreto sector que ahora está
en gran medida desmantelado. Según informa Siegrist, unos 18 países
tienen armas químicas o la capacidad de fabricarlas, pese a la
prohibición de la Convención Internacional de 1972 sobre
Armas Biológicas y Tóxicas.
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