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Historia,
Alhazen, y su tratado de óptica
El
invento del método científico
Por
Luis Orozco *
El País de Madrid
Abu
Alí al Hasan Ibn al Haytham nació hacia el 965 en Basra,
en lo que hoy es Irak, y murió en 1030 en Egipto. En Occidente
se le conoce como Alhazen. Su tratado de óptica fue el texto definitivo
durante más de seis siglos, hasta la aparición de la óptica
de Newton. El resolvió, utilizando el hoy llamado método
científico, una disputa entre dos teorías que trataban de
explicar el misterio de la visión tras más de 800 años
sin solución. Euclides, Tolomeo y otros matemáticos "demostraron"
que la luz viajaba del ojo al objeto observado.
Lo contrario
Aristóteles y los atomistas sostenían lo contrario. Ambas
teorías eran completas y tenían consistencia interna, no
había manera de arbitrar sobre ellas. Alhazen invitó a un
grupo de gente a que mirara al sol, lo cual probó de una vez por
todas quién tenía razón. Cuando se mira un objeto
brillante, el ojo se quema. No utilizó ningún argumento
geométrico o teórico. La luz parte de un lugar fuera del
ojo y entra en él; ninguna otra explicación es consistente
con la evidencia.
El método científico que Ibn al Haytham inició está
tan metido en nuestra manera de pensar que no creemos que haya sido una
innovación de este milenio. Gracias a los traductores españoles,
sus obras llegaron a la Europa medieval y comenzaron a ganar importancia
con los trabajos de Roger Bacon, luego Ockham, Witelo, Descartes, Kepler,
Francis Bacon y Galileo. Este último abandonó la idea de
tratar de entender el todo y se dedicó a estudiar los particulares
del movimiento. Para ello diseñó aparatos y experimentos
que hoy día todavía asombran por su audacia y claridad.
Así nace la visión científica de la realidad. Esta
visión es reduccionista, estudia las partes y no el todo. Busca
obtener predicciones cuantitativas y para ello utiliza matemáticas.
El éxito del método reduccionista es asombroso; gracias
a él, ni siquiera pensamos en la complejidad de un automóvil
cuando nos subimos y funciona. De hecho, nos molesta sobremanera que no
lo haga, porque conocemos la validez de los principios que rigen su operación.
Muy poca intuición
El conocimiento científico actual, en particular los grandes logros
de la física de este siglo la mecánica cuántica
y la relatividad, son construcciones muy poco intuitivas. Son descritas
por estructuras matemáticas ricas pero complicadas. Los humanos
no contamos naturalmente con la intuición para entenderlas. La
física y la biología molecular son gustos adquiridos y no
habilidades hereditarias que nos han permitido sobrevivir como especie.
El pragmatismo de la ciencia es a veces criticado de una manera demasiado
severa por aquellos dedicados a otras actividades humanas. Se ha dicho
que la visión científica empobrece la vida humana. Se repite
en multitud de ocasiones que los científicos somos inhumanos. No
voy a tratar de hacer una apología de los científicos; solamente
quisiera hacer notar cómo enriquece observar y disfrutar de un
atardecer sabiendo qué está pasando; cómo la luz
está siendo absorbida, reflejada y refractada por la atmósfera.
Isaac
Newton (1642/1727) -derecha-
y René Descartes (1596/1650) -izquierda-.
Ciencia
y arte con la misma pasión
Una situación ideal sería aquella en la que los humanos
compartiéramos el interés por las creaciones humanas en
el arte y en la ciencia con la misma pasión. Necesitamos pasar
de la situación actual, donde la ciencia es anécdota, a
una donde la ciencia es cultura. Reconozco la dificultad de que ello suceda;
la ciencia es difícil, es un gusto adquirido, pero es, sin lugar
a dudas, la aventura humana más maravillosa. Es una aventura consciente
y voluntaria en la que la sociedad ha depositado una confianza a veces
mayor que la merecida. Pero hasta hoy continúa respondiendo de
manera audaz, ingeniosa y correcta a las expectativas de capacidad de
predicción de una realidad que de otra forma nos parece imposible
de aprehender.
* Luis A. Orozco es físico en la Universidad del Estado de Nueva
York (Stony Brook).
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