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Búsqueda
de hielo en la Luna
El
veredicto
Por
Mariano Ribas
Hace
casi tres meses, una pequeña sonda espacial se estrelló
cerca del polo sur de la Luna. No fue un accidente, sino un acto de despedida
bien calculado, y sumamente ingenioso: de existir hielo en esa región
de nuestro satélite (tal como lo sugerían distintos indicios),
el impacto del Lunar Prospector levantaría una nube de vapor. Y
esa nube de vapor podría ser observada desde la Tierra por una
batería de atentos telescopios. Hielo en la Luna = agua en la Luna.
No era un tema menor, sino una potencial bomba científica, por
todas sus implicancias. Y bien: ¿qué pasó?, ¿se
detectó la ansiada nube de vapor?
Los análisis de las observaciones fueron largos y minuciosos, y
la respuesta se hizo rogar. Pero finalmente llegó.
El impacto: expectativa y emoción
Eran las 6.51 de la mañana (hora argentina) del 31 de julio. En
ese momento, algunos de los telescopios más potentes de la Tierra
(incluyendo al Hubble) y cientos, o tal vez miles, de telescopios aficionados,
apuntaban a un mismo lugar: el polo sur de la Luna. Es que algo sumamente
inusual estaba por ocurrir, y la expectativa era enorme: después
de 18 meses de exitosas tareas de exploración física y geológica,
la pequeña sonda espacial Lunar Prospector (NASA) se estrellaría
contra un oscuro cráter de unos 50 km de diámetro. Esta
alocada maniobra de despedida tenía un objetivo bien claro: probar
de modo directo y categórico la presencia de agua en la Luna. Suena
extraño, pero la decisión de la NASA tenía una explicación:
en marzo de 1998, la nave había detectado ciertas cantidades de
hidrógeno en ambos polos lunares, más específicamente,
en el fondo de algunos cráteres que permanecen eternamente a oscuras.
Sin embargo, detectar hidrógeno no significaba que forzosamente
hubiese hielo (y no agua líquida, porque allí las temperaturas
son de unos 150 grados bajo cero), aunque era algo muy probable. Hacía
falta una demostración más tajante. Y así surgió
la idea del impacto: si la sonda se estrellaba contra uno de los lugares
donde se suponía que había hielo, probablemente levantaría
una nube de polvo y vapor de agua que podría observarse desde la
Tierra (telescopios mediante, claro). Por eso, aquella mañana del
31 de julio fue sumamente especial para los astrónomos de todo
el mundo.
Y también sumamente emotiva: el Lunar Prospector llevaba una pequeña
cápsula con las cenizas de Eugene Shoemaker, un respetadísmo
geólogo planetario estadounidense. Shoemaker no sólo amaba
la geología: también era una apasionado cazador de cometas,
al igual que su esposa, Caroline. Juntos compartieron incontables noches
de paciente observación, pegados a un telescopio. Y así
descubrieron cerca de una veintena de cometas, nada menos. El gran sueño
de Shoemaker era viajar a la Luna y pisar su polvorienta superficie. Por
eso, en el momento del impacto del Prospector, los ojos de Caroline deben
haber brillado de emoción: en cierto modo, Eugene lo había
logrado.
¿Y qué pasó?
A la hora señalada, la NASA perdió todo contacto con la
sonda. Parecía que, efectivamente, el Prospector había dado
en el blanco. Sin embargo, los astrónomos no vieron nada: ni el
más mínimo rastro de una nube de polvo. En realidad, eso
era muy difícil, y se sabía: la nave era muy pequeña
(pesaba 160 kilos y tenía el tamaño de un lavarropas), y
su impacto no podía provocar efectos demasiado espectaculares en
la superficie lunar. La nube de polvo no se vio... ¿y la ansiada
nube devapor? Bueno, eso era un tema aparte, porque los científicos
habían calculado que, en el mejor de los casos, el choque de la
sonda levantaría unos 20 litros de vapor de agua. No más.
Y algo tan exiguo no podría observarse directamente, sino mediante
un meticuloso análisis espectroscópico, basado en las observaciones
de una docena de supertelescopios, entre ellos, el Keck I (instalado en
Hawaii) y el Hubble.
Finalmente, hace unos días, un grupo de astrónomos e ingenieros
de la Universidad de Texas dieron el ansiado veredicto: aparentemente,
el impacto del Lunar Prospector no levantó ninguna nube de vapor
de agua. Los sensibles espectrómetros infrarrojos y ultravioletas
acoplados al Keck, al Hubble y al telescopio del Observatorio McDonald
(en Texas), no detectaron la más mínima señal de
agua en la zona clave. Resultado negativo. Entonces: ¿puede decirse
que no hay hielo en la Luna?..
Un abanico de posibilidades
De ningún modo: de entrada, la NASA advirtió que, aunque
el cráter elegido estuviese cubierto de hielo, las chances de una
detección positiva no superarían el 10 por ciento. Hay
varias explicaciones posibles para dar cuenta del resultado negativo,
y ninguna de ellas puede descartarse, dice el astrónomo Ed
Baker, coordinador de la campaña de observación. Y así
es, hay todo un abanico de posibles alternativas.
Por empezar, es probable que la nave haya caído en cráter,
pero no sobre una masa de hielo, sino sobre una roca o sobre una zona
seca. También puede ocurrir que las moléculas de agua estén
firmemente unidas a las rocas formando minerales hidratados
y que el impacto de la sonda no hubiese tenido la energía suficiente
como para separarlas de ellas y evaporarlas. Otra variante es que el choque
del Prospector haya generado realmente una nube de vapor, pero tal vez,
esta nube no se elevó lo suficiente como para asomar fuera del
cráter y quedar a la vista del Hubble y los otros telescopios.
Incluso, es posible que la nube se haya asomado por una zona más
alejada, quedando afuera del estrecho campo visual de estos aparatos.
Finalmente, están las variantes más pesimistas: quizás,
la nave pegó contra el borde externo del cráter (donde no
habría hielo), o directamente fuera de él (cosa bastante
difícil). O de última, no existe agua en esa zona, y el
hidrógeno detectado anteriormente era solamente puro hidrógeno.
La lista sigue, y como se ve, hay para todos los gustos.
Mas allá de su desenlace, esta aventura espacial ha sido sumamente
valiosa: en su año y medio de vida, y después de completar
casi 7 mil vueltas alrededor de la Luna, la sonda realizó un exhaustivo
estudio geológico, magnético y gravitacional de nuestro
satélite. Y claro, como ya se dijo, obtuvo sugerentes indicios
de la presencia de agua en los polos lunares. El legado del Lunar Prospector
es robusto, y sobre esa base ya se están planeando nuevas misiones,
e incluso, nuevos impactos. La búsqueda de agua en la Luna no terminó
con el kamikaze lunar... en realidad, recién empieza.
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