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Hoy se cumplen 80 años
de un histórico anuncio científico
El eclipse
que probó la Relatividad
Por
Mariano Ribas
y Leonardo Moledo
El
6 de noviembre de 1919, la Teoría General de la Relatividad recibió
un espaldarazo categórico. Durante una reunión de la Royal
Astronomical Society, el astrónomo británico Frank Dyson
anunció que las observaciones realizadas durante un eclipse total
de Sol (ocurrido en mayo de ese año), habían demostrado
una de las predicciones fundamentales de la teoría de Einstein:
la luz se desvía al pasar cerca de un cuerpo masivo. Hoy en día,
los astrónomos conviven armoniosamente con esta idea relativista
pero, a principios de siglo, semejante atrevimiento teórico (que
ya había sido sugerido por otros científicos) pedía
a gritos una demostración. Después del famoso eclipse, y
fundamentalmente a partir del anuncio de Dyson, el mundo consagró,
en palabras del New York Times, al repentinamente famoso doctor
Einstein.
Predicciones asombrosas
En 1915, Albert Einstein le dio las últimas pinceladas a la Teoría
de la Relatividad General, que extiende los resultados de la Teoría
Especial, de 1905. El nuevo trabajo de Einstein traía bajo el brazo
varias ideas realmente provocativas. De arranque nomás, Einstein
decía que la fuerza de gravedad no existe como tal, sino que es
una consecuencia directa de la curvatura del tejido espacio-tiempo, ante
la presencia de masa. Así, por ejemplo, la curvatura en el espacio
que provoca el Sol es la que hace que los planetas giren a su alrededor
(pero esa curvatura se produce en las tres dimensiones, por eso no podemos
percibirla). Otra estocada al sentido común es la propuesta de
que el tiempo fluye de distinta manera según se esté cerca
de un campo gravitatorio intenso, o de uno más débil. Volviendo
al ejemplo del Sol, puede decirse que un reloj situado en su superficie
marcharía más despacio que sobre la Tierra. Obviamente,
ninguna de estas cosas podía demostrarse fácilmente a principios
de siglo. Sin embargo, una de las predicciones más curiosas de
la Relatividad General podía ponerse a prueba. Y sin mayores dificultades.
Fácil de demostrar
La Relatividad General pronosticaba que la luz siempre se desviaría
al pasar cerca de un objeto muy masivo (a causa de su intenso campo gravitatorio).
Los astrónomos de la época no tuvieron que pensar mucho
para darse cuenta de que el escenario ideal para la demostración
era un eclipse total de Sol: cuando la Luna ocultara completamente al
Sol, oscureciendo el cielo, sería posible observar (y medir) la
posición de las estratégicas estrellas que se encontraran
en su vecindad. Si Einstein tenía razón, la luz de esas
estrellas (cercanas a la posición del Sol) debía desviarse,
y llegar a la Tierra con una trayectoria diferente a la original. Por
lo tanto, durante el eclipse, las estrellas se verían en una posición
distinta a la que realmente ocupan. De todos modos, se trataría
de diferencias muy sutiles: Einstein había calculado que si un
rayo de luz pasaba en forma rasante sobre el Sol, su ángulo se
desviaría 1,75 segundo de arco, apenas media milésima de
grado. El desvío sería completamenteimperceptible a simple
vista, pero podría medirse con instrumentos y mediante técnicas
fotográficas.
Las expediciones de Eddington
Los eclipses totales de Sol sólo ocurren una o dos veces por
año, y a veces, ninguna. Y encima, sólo se los ve desde
una delgada franja del planeta. Por eso, hay que ir a buscarlos, porque
si uno no se mueve, es posible que pase toda la vida sin ver uno. El astrónomo
inglés Arthur Eddington, cabeza de la Royal Astronomical Society,
sabía esto, y había leído con mucho interés
los trabajos de Einstein. Eddington se entusiasmó con las predicciones
relativistas sobre la desviación de la luz. Y decidió ponerlas
a prueba: cuando todavía no había finalizado la Primera
Guerra Mundial comenzó a organizar una expedición científica
para observar el eclipse total de Sol del 29 de mayo de 1919. Previendo
el peligro de que las nubes lo arruinen todo (cosa nada rara cuando hay
un fenómeno astronómico importante), Eddington eligió
dos lugares de observación dentro de la zona de visibilidad del
eclipse: uno en la pequeña isla Príncipe, en el golfo de
Guinea, Africa, y el otro, en Sobral, una localidad perdida en el norte
de Brasil. Cuando todo estuvo listo, unas semanas antes del eclipse, la
doble expedición de la Royal Astronomical Society partió
en medio de un clima de mucha expectativa científica. Y no era
para menos.
La hora de la verdad
El 29 de mayo de 1919 debió haber sido un día particularmente
emotivo para Albert Einstein. Y particularmente tenso para Eddington,
que comandaba la expedición en Príncipe: el día del
eclipse comenzó allí con un aguacero de película,
que recién paró a mediodía. Cuando el Sol apareció
finalmente en el cielo, todavía rodeado de nubes, la Luna ya estaba
mordiendo uno de sus bordes. Eran cerca de las dos de la tarde. Pero el
gran momento todavía no había llegado: a eso de las tres
y cuarto el Sol quedó completamente tapado por la Luna. Y, afortunadamente,
las nubes dispersas no taparon el esperado encuentro, que duró
apenas unos tres minutos. Eddington pudo tomar 16 fotos del eclipse, en
las que aparecían unas pocas estrellas (de la constelación
de Tauro) cerca del borde del Sol.
Las fotos y las mediciones obtenidas por las dos expediciones británicas
fueron analizadas cuidadosamente durante los meses siguientes al eclipse.
Y demostraron que la famosa predicción de la Teoría General
de la Relatividad era correcta: la luz de las estrellas se había
desviado por culpa de la gravedad solar, haciéndolas aparecer en
una posición ligeramente falsa. Los resultados, como ya se dijo,
fueron anunciados oficialmente hace exactamente ochenta años, durante
un encuentro de la Royal Astronomical Society. E inmediatamente dieron
la vuelta al mundo, agigantando la fama y el prestigio de Einstein.
Ilusionismo cósmico
El eclipse total de Sol de 1919 demostró que, a veces, la luz
y la gravedad juegan al ilusionismo. Hace ochenta años parecía
que el gran truco era hacer aparecer a unas estrellas ligeramente desplazadas
de su posición real. Hoy, y con ayuda de los telescopios, los astrónomos
están acostumbrados a ver trucos mucho más impresionantes:
las lentes gravitacionales. Cuando un cúmulo de galaxias se encuentra
en la misma línea visual de un objeto ubicado más atrás,
mucho más lejos, su colosal campo gravitatorio desvía la
luz de ese objeto lejano, como una lente (deahí el nombre). Y ese
desvío puede generar dos, tres o más imágenes del
mismo objeto para un observador ubicado en la Tierra. De hecho, el Telescopio
Espacial Hubble se cansó de fotografiar casos de lentes gravitacionales
donde un mismo quasar aparece 4 o 5 veces y cosas por el estilo.
En definitiva: lo que mostró aquel legendario eclipse y lo que
hoy muestran las lentes gravitacionales son las dos caras de una misma
moneda, la moneda que Albert Einstein echó a rodar hace casi un
siglo.
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