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Las unas con las otras

VINCULOS: ¿Qué significa hoy la amistad entre mujeres? ¿Qué pueden tener en común las amigas que se encuentran a falta de algo mejor, sin caer en la cuenta de que sus risas en común duran más de veinte minutos, con las militantes feministas apasionadas que quieren hacer una de dos? Lo cierto es que aún es un sentimiento sin historia, de ahí el escándalo que suscita.

Por Maria Moreno

Aunque todos los días la TV ponga en escena la amistad entre Felicidad y Roxi (“Gasoleros”), aunque Silvia Prieto y Brite amenacen con convertirse en unas Thelma & Louise sin tragedia y la relación entre Ana María Picchio y Evangelina Salazar haya motivado una nota de tapa de la revista Viva, la amistad entre mujeres parece aún no tener el mismo peso que la de los varones. No existe en nuestra literatura, en nuestro cine, una relación entre mujeres equivalente a la de Juan Moreira con su amigo Julián, a quien llega a besar en la boca, ni a la de Martín Fierro con Cruz, con quien planea vivir en el desierto bajo un toldito de cuero y al ritmo candoroso del mate. Existen sí mujeres dispuestas a discurrir sobre sus amigas. Por ejemplo, Sonia Luque, una odontóloga de 41 años que a falta de una tiene tres amigas íntimas: “Son las de siempre, desde hace veinte años, aunque con cada una hemos pasado por períodos de separación y reencuentro. Nos acercamos o nos alejamos según la etapa que estamos viviendo. Con Clara, por ejemplo, pasamos épocas de no vernos, pero desde hace unos años retomamos. Está casada y tiene tres hijos. Se aburre bastante. Cuando me quedé viuda estuvo muy cerca mío. Me asistió, me consoló, me bancó muchas tardes llorándole en el hombro. Pero hace poco empecé un romance con un tipo casado y me puse en llamas. Con Clara la cosa se empezó a congelar. Primero no entendía, después sí. Cada una tenía lo que a la otra le faltaba, y los diálogos se hicieron forzados.

-¿Qué tal el viernes? -me preguntaba ella.
-Increíble, no sabés. Se prendió fuego el techo.
-Ah -me cortaba ella.
Y al rato yo le preguntaba:
-¿Y ustedes? ¿Qué hicieron el sábado?
-Bien, muy lindo, retranqui. Luis y los chicos me trajeron el desayuno a la cama y después nos quedamos en casa. Los chicos jugaron en el jardín y Luis y yo nos quedamos adentro escuchando música y tomando ese licor de huevo que me enseñó a hacer mi suegra, ¿viste?
-Ah -la cortaba yo, que todavía no digiero las escenas familiares ajenas.

A la dibujante Maitena la amistad le recuerda ese tono de picaresca que la actriz Cristina Banegas definió alguna vez como “re Huckleberry Finn”: “Es que a mí me gustan las chicas, esa manera de hablar, esa picardía que me parece muy divertida y no me perdería por nada del mundo. Esa suerte de zapping de la charla de mujeres adonde de pronto estás hablando del cáncer de útero y entonces entra una con botas de charol rosa y todas hacen huuugggg. Muchas cosas que me pasaron en la vida y en el mundo fueron al lado de una amiga. Con una fue el dibujo, con otra la noche y el rocanroll, con otra fumarse el primer porro y tomar pastillas. Con mi amiga Wally, por ejemplo, cuando teníamos diez años fue el conocer la calle: íbamos a robar a la Galería del Este o al Sheraton a hacernos pasar por pasajeras. Me gusta el alma gemela que por la mirada sabe que está hecha mierda o, por la sonrisa, que estás bárbara”. La actriz Graciela Dufau dice que en el teatro las amistades suelen durar lo que una temporada: “No conozco divas de Hollywood pero sí algunas del vuelo de cabotaje argentino. Lo que sucede es que cuando los actores hacemos temporada tendemos a establecer vínculos muy primitivos pero que no echan raíz. Hacemos una suerte de familia con padre, madre, sobrinos y hasta la tía solterona. Lo mismo cuando hacemos radio o tv. Por ejemplo con Laura Ufbal y Moira Soto mientras hacíamos el programa ‘Eva y sus hermanas’ nos hacíamos todo tipo de confidencias y nos veíamos a diario y ahora apenas nos llamamos por teléfono y eso que el afecto es muy grande.

La psicóloga Graciela Avram intenta definir la amistad entre mujeres centrándola en la diferencia con la de los varones: “La relación que una mujer puede tener con otra no difiere tanto de la que puede tener con un hombre mientras que los hombres tienen una relación muy diferente entre ellos a la que tienen con las mujeres. Un hombre es amigo de otro hombre por lo que los dos tienen de reafirmación de la virilidad, mientras que no es seguro que una mujer esté con otra mujer por la reafirmación de su femineidad sino por algo un poco más misterioso, que no está altamente codificado. En ese sentido la relación entre hombres es mucho más ‘homosexual’. Por otra parte, el encargado de los grandes relatos es el hombre, por ejemplo, que se junta con otro para discutir la guerra de Kosovo sobre la cual no tiene ninguna injerencia mientras en la otra punta de la mesa las mujeres hablan de la enfermedad del niño que sí existe. Se puede decir que el hombre es mucho más metafísico y ambicioso”.

AMIGAS DE
LAS SOMBRAS

A veces es la causa la que une a las mujeres, como en el caso de Lilian Hellman con su amiga Julia. Raquel Robles, de la organización HIJOS, relata su encuentro con su compañera Marta Dillon: “La vi por primera vez en una reunión de prensa. Tenía un vestido naranja ajustado como una estrella de rock and roll. Y de inmediato me pareció igual a mi hermana, mejor dicho ella tenía la edad de mi hermana cuando dejé de verla -vive en Venezuela-. Y mi amiga Josefina, que era la ‘periodista verdadera’ de la organización, la odió. Marta se hizo notar enseguida, empezó a trabajar duro, a organizar todo. Yo había recortado una columna sobre la marcha de la resistencia que había publicado en el diario pero no caí en que tenía vih. Cuando lo supe empecé a protegerla. Era en 1996 y, verla vomitar, por ejemplo, no tenía el sentido que puede tener ahora cuando existen las pastas. Al menor síntoma me la llevaba a casa y la cubría con 50 frazadas. Empezamos a hacer el diario de HIJOS y allí Josefina y ella establecieron una cierta complicidad porque yo más bien representaba el rol institucional, mientras que ellas se comportaban como editoras creativas. Una vez, cuando volví de un viaje me comí el garrón: las dos habían agregado dos pliegos al diario que yo había dejado terminado. Y encima estaban casi de romance. Creo que la diferencia entre la relación que tengo con Josefina y la que tengo con Marta es que con Marta hay un mayor contacto físico y que me banco su mal humor, que no es poco”. Raquel compartió con Marta ciertos rituales privados como plantar un árbol en la quinta de Moreno, adonde vive su amiga, en el día del aniversario de la desaparición de sus padres y alguna vez las dos fueron a tirar flores a la Costanera. En el aniversario de la desaparición de la madre de Marta, con ese humor negro, propio de los HIJOS, Raquel suele decirle ¡feliz aniversario!

El horror de Auschwitz empalideció los testimonios de amistad que se viven entre las sombras, a ras de la muerte, del quiebre y de la deshumanización pero en las entrelíneas de los textos de Primo Levi, de Bruno Bettelheim, sobrevivientes de los campos, siempre hay un gesto en donde el vínculo entre las víctimas emerge con la forma afectuosa que suelen tener afuera y esto sucede más allá de los géneros. Lila Pastoriza, ex detenida-desaparecida en la ESMA recuerda el vínculo con su compañera Pilar Calveiro: “Yo la conocía de nombre. Cuando estaba presa en la ESMA y me tenía un grupo especial que era Servicio de Informaciones Navales, el jefe me dijo que iban a traer una persona presa de Aeronáutica. Yo entonces estaba sola con gente que constantemente estaban ‘trasladando’ y esperaba que me ‘trasladaran’ a mí. Me habían puesto en Capuchita, que era el altillo más alto de la ESMA para hacer el archivo periodístico. ¡Nunca estuve más informada! Eran dos cuartos de tortura y en uno de ellos me instalaron. Saqué cables, picanas y junto con otros pibes hicimos una instalación para armar el archivo. Cuando trajeron a Pilar sabíamos las dos quién era la otra. Las primeras charlas consistieron en contar lo que le había pasado a cada una. Y eso no era fácil que sucediera porque en esa situación vos desconfiás de todo. Porque no sabés cuál es el límite de cada uno. Pilar me contó: ‘Vos sabés que yo estaba en el subsuelo, en las salas de interrogatorio y se escuchaba a una mina que era una loca por las cosas que decía, y yo pensaba ‘a ésta la van a matar’. Entonces le pregunté en qué época era porque en ese mismo período del que ella hablaba estaba en la celda 13 y una vez vi que sacaban de la catorce a una mina toda vendada de arriba a abajo y que parecía una momia. Y yo pregunté quién es y me dijeron que es la mujer del Petrus que se tiró por una ventana. Teníamos amigos en común, amores en común.

En un momento con el grupo de sobrevivientes de la ESMA empezamos a tener estrategias de supervivencia que eran muy mínimas, como una lucecita al fondo de un túnel. Nos decíamos ‘tratemos de sobrevivir mientras eso no joda la libertad o la vida de alguien’. Porque yo, que antes estaba en la luna de Valencia, descubrí al mismo tiempo qué era lo que pasaba ahí adentro y que podíamos hacer algo. Y esto, que en muchos planteaba conflictos, ni en Pilar ni en mí los planteaba. Antes decíamos ¿me pongo desodorante o no me pongo desodorante? que eran las únicas elecciones que podíamos hacer pero de pronto empezamos a hablar con gente y a tener un poquito de sentido eso de me pongo o no me pongo desodorante porque se pensaba en las estrategias de supervivencia. Mientras estuvimos en la pecera empezamos a hablar de lo que íbamos a hacer en el futuro porque a esa altura nos conocíamos los amores, los amores frustrados, los amigos, a comentar de entre los compañeros que estaban ahí quiénes estaban fuertes, quiénes no.

Imaginábamos una película con toda esa historia y qué actores harían de represores y quiénes de nosotros. Leíamos los libros que se habían secuestrado en los procedimientos. Y esta atmósfera de aparente colegio de monjas era en ese lugar cerrado con un pasillo en el medio, con paredes de vidrio (como cuando uno entraba se veía gente que movía los labios, alguien dijo ‘parecen pececitos’), vigilado por un circuito de tv y con un guardia en la puerta. En ese lugar teníamos un calentador y alguien traía de la casa sobres de sopa y hacíamos sopita. Eran momentos de un placer intransmisible. En determinado momento estaba bastante claro con Pilar que nuestro destino era común. Nunca se nos pasó por la cabeza que una se salvara y otra no. Quizá yo negaba lo más dramático de la situación para poder bancármela. Pilar era la más seria, la que pensaba más racionalmente, la que tenía una visión más trágica mientras que yo mantenía la alegría de vivir y ella que es una tipa tremendamente vital, se prendió mucho en esa cosa. De pronto se comenzó a hablar de la posibilidad de que quedáramos en libertad y el jefe nos dijo que teníamos que quedarnos dentro del país y trabajando para ellos. Entonces dijimos que si la libertad era eso no la queríamos. Insistimos mucho con la salida a España porque Pilar tenía familiares ahí. Entonces una vez nos llevan al Aeropuerto, en una escena que alguna vez voy a contar y que sí me parece de película, con una ropa que mi hermana catalogó como de ‘colegialas antiguas’ porque era medio pasada de moda. Además de nosotras dos, nuestros padres, las hijas de Pilar que se iban con nosotros, mis hermanos, llevaron a cinco chicas que estaban presas con nosotras para que vieran que era cierto. Parecían emocionadísimos por la buena acción que estaban realizando. Y cuando volábamos sobre el mar, las nenas dormían y ya no se podía desviar el avión a Montevideo o a Río, recién ahí nos empezamos a abrazar y a llorar y a pensar que, al menos en ese pequeño combate, les habíamos ganado. Cuando llegamos a Madrid recién me empezaron las pesadillas”.

Veinte años después Pilar Calveiro vino a presentar un libro a la Argentina. Sin darse cuenta había elegido como fecha de presentación un 25 de octubre, la misma en que ella y Lila se habían embarcado en dirección a Madrid para empezar a tantear su libertad.

DAME UNA MANO
HERMANA

Es evidente que Thelma & Louise intentaban darse una mano al menos hasta el momento en que, cercadas por la policía hacen una salida a lo Butch Cassidy, sólo que, en lugar de hacia las ráfagas de afuera, hacia el precipicio. La forma más pedestre de la amistad es la que consiste en tenerse la vela por falta de algo mejor -es decir un par de pantalones-, lo que convierte a la otra en un sustituto, digamos metadona en lugar de heroína, y que es el modelo de vínculo que las feministas denuncian como de puño y letra del patriarcado y el que permite que un sábado a la noche un borracho se acerque a la mesa adonde un par de amigas se encuentran a sus anchas, para intentar sentarse a la voz de “¿solitas?” y, si es rechazado, irse al grito de “¡lesbianas!”. Algunas como Sonia se lo toman con ironía: “Mi amiga Laura está separada, así que nos vamos juntas de vacaciones, nos lamentamos a coro y hacemos programas los fines de semana con los chicos, aunque, por supuesto, hacer un programa con una amiga nunca es un programa del todo sino el programa posible cuando no hay un verdadero programa. Con Laura hablamos todos los días por teléfono. Nos damos el parte diario. Mi hija está celosa de Laura y el hijo de Laura está celoso de mí, los dos se quejan de que no les damos bola porque nos enroscamos hablando boludeces en el baño (porque para hablar todas las noches nos instalamos en el baño, ella en su casa y yo en la mía). Hay un montón de cosas de ella que yo no me banco y me imagino que a ella le pasará lo mismo. No voy a entrar en detalles porque no quiero que se ofenda pero si somos amigas me parece que es fundamentalmente porque cada una es ‘alguien’ para la otra. En mi agenda, en ese lugar adonde hay que poner a quién llamar en una emergencia, está su nombre. Hay amistades de temporada, como las que describe Dufau y adonde se comparte todo menos, se supone, la ropa interior. “Mientras hacíamos Brujas compartimos durante siete años bodas, nacimientos, muertes, menopausia y hasta hemorroides. Todavía me encuentro con Moria que me dice ‘¿te acordás cuando compartíamos las pomadas?’”, recuerda Dufau.

A veces se tiene la impresión de que los hombres seguirán siendo amigos mientras existan el fútbol y el asado, mientras que las amistades femeninas parecen tener vencimiento como los pagarés. “Yo no soy la misma que era en mi infancia -dice Maitena-, no como lo mismo, no veo a la misma gente, no gano la misma plata. Mi amiga Elena vive en Santa Rosa de Calamuchita, a 600 km de Córdoba, adonde fabrica mermelada y francamente no me da para ir a visitarla en el día de su cumpleaños. Pero lo que sigue intacto es el amor entrañable.” Claro que a veces las pruebas exigen la tolerancia a toda clase de extremismos. Por ejemplo Sonia, quien en su condición de dentista acostumbra a dejar a la gente con la boca abierta, tuvo que abrir la suya por el asombro que le provocaban los cambios de su amiga Ana: “Cuando vivíamos juntas Anita fumaba dos atados por día y era capaz de comer hamburguesas todos los días de la semana y, si no había hamburguesas, se conformaba con pan y ketchup. Después conoció al que hoy es su marido y la vi darse vuelta como un guante. Mientras tuvo los hijos casi no nos veíamos. Se hizo cuáquera de la salud, naturista fundamentalista. Miraba asqueada cómo mi hija comía papas fritas mientras los de ella disfrutaban de la granola. Tomar delante de ella una Coca-Cola era como inyectarse delante de los padres. Después aflojó, y ahora volvimos a pasarlo bomba”. Cuando las amigas hablan de sus vínculos, la posibilidad de asistir y de ser asistidas por la otra se hace urgente aunque sea en la fantasía. Raquel dice con una carcajada: “Marta tiene toda la sana intención de mostrarse como incondicional y eso es lo que vale aunque después, como la vida suele superarla, si, por ejemplo, me alojo en la casa de ella, me deje encerrada y sin una llave”. Pero a veces la incondicionalidad es real: hace un par de años, cuando murió su madre y ella estaba en plena separación, Lila Pastoriza llamó a Pilar Calveiro, a la que hacía mucho que no veía. Y Pilar la esperó en México y las dos se fueron al mar para reanudar esa conversación que había pasado por tantas zonas de sombra. A Ilse Kuskova, militante feminista lesbiana, le gusta acercar una frase de la filósofa Marylin Fry: “La atención es un tipo de pasión. Es poder estar presente enteramente, es entre otras cosas un elemento de la presencia erótica”.

¿Qué hace peligrar el amor de las amigas? El lugar común dice que cuando se interpone entre las dos la sombra de un hombre. Es demasiado trivial. “Hablando un poco en lacanés -dice la licenciada Avram-, las gramáticas de las mujeres se juegan más en la dimensión del ser mientras que la de los hombres en la del tener. Ellos pueden pelearse con otro porque lo estafó pero no porque no lo llamó el día del cumpleaños. La mujer es el ser por excelencia que cree que Dios está en los detalles pero si los malditos detalles no se realizan le parece que todo es un desastre. Entonces amiga es la que se acordó de traerle el regalito ese día tan especial pero si después ella le niega a la otra 500$ para pagar el alquiler, eso no le parece una traición. Ese sería el plus de la relación entre mujeres, la posibilidad de introducir una preocupación por los divinos detalles que los hombres no practican en nombre de un discurso homogéneo.” Para la licenciada Avram habría, en los vínculos entre mujeres, un punto de misterio que permite tanto la ruptura por lo que aparenta ser una causa trivial como el “perdón” de algo que tiene la apariencia de hecho irreparable.

Cuenta Maitena: “A veces uno se sorprende de las cosas que se pueden bancar las amigas. A mí me pasó que murió la vieja de una amiga de la infancia y yo tenía que acompañarla en toda la situación del velorio, del duelo y resulta que, seguramente porque esa mujer de algún modo también se me había muerto a mí, porque era la madre que yo hubiera querido tener, me puse en pedo. Después me dio tanta vergüenza que no la llamé durante seis meses. Justo le había hecho eso a ella que parecía tan glamorosa y tan fantástica. Pero un día nos encontramos y fue bárbara. Yo no había pensado que se iba a bancar eso. No sólo se lo bancó sino que con un amor increíble”. Pero Maitena se atreve a contar una “traición” que sí confirma el lugar común: “Yo he sido en ese sentido, la peor amiga porque me quedé con el marido de alguien que no era una gran amiga, pero era una amiga, la verdad es que estuve como el orto. No me jacto ni me siento bien por esto. Y la condena social fue tremenda, como si hubiera asesinado a un hijo. De todas maneras no era una gran amiga y, por supuesto, ahora ¡no es nada amiga! Pero con Daniel además de enamorarnos y juntarnos, dejamos de ver a todo un grupo de gente porque de alguna manera pensé que tenía que elegir y no podía elegir todo, entonces no fui más a mi restaurante favorito ni a mi bar favorito para no cruzarme con ella. Y eso, aunque parezca mentira, lo hice por un valor de la amistad que teníamos”.

FEMINISMO Y AMISTAD

Fue durante el romanticismo con su escritura fragmentaria, su corazón con altoparlantes, su versatilidad de géneros y su despegue de una literatura sometida a los sones de la realidad cuando florecieron los testimonios de la amistad femenina. Las críticas feministas reinterpretaron las vidas de las artistas para situar lo que sus obras debían al vínculo entre amigas. Se hizo más urgente pensar a Virginia Woolf respecto de Katherine Mansfield que a los escritores de Bloombury, a la poeta H.D. respecto a su amiga y amante Bryer, que a su maestro Pound.

“En los años ochenta había todavía entre las mujeres escritoras -dice la crítica y poeta Alicia Genovese-, una necesidad mayor del juicio masculino valorativo, de manera que si otra mujer le decía algo fundamentado no la escuchaba, mientras que una opinión masculina mediocre de valor le daba un espacio de autoestima insustituible. Una vez le dije a una poeta que se solía comportar como una criatura perdida y autodesvalorizada que lo que había leído me parecía muy interesante porque lograba en una poesía sin métrica un ritmo similar al del tango y que los cortes de verso se podían asociar más con una estrofa tanguera que con una síntesis vanguardista. ‘¡Psee!’ me dijo. `¿Qué querés que te saque? -le contesté-. ¿A Barthes, a Bajtin? ¿Tengo que ser un tipo para que me des bola?’ Años más tarde escribí sobre esta poeta y ella me dijo ‘vos viste en mi poesía algo que yo no había visto antes’. Recién entonces, quizá por el efecto de la palabra escrita, había podido escuchar. Hoy creo que las cosas han cambiado en ese sentido, en parte por una mayor salida pública de la crítica que hacen las mujeres y en parte porque hoy ya existen maestras como Diana Bellessi, que establecen una transferencia y una empatía muy movilizante con sus alumnas y que las potencia personalmente.”

Para Ilse Fukova la amistad entre mujeres no es muy diferente del amor: “Se piensa que la amante es la persona con la que uno tiene un orgasmo y la amiga la persona con la que tiene sentimientos controlados, pero eso es en el patriarcado. La cosa en realidad es más sin límites, más flexible. Lo que nos atrae de la otra mujer es algo que debemos aprender, que nos hace falta para ese camino existencial que estamos haciendo, y ‘existencial’ significa la búsqueda de sentido que es la apuesta fundamental luego de la segunda mitad de la vida. También la militancia como camino de búsqueda de justicia establece un vínculo profundo. Y el camino creativo. No veo posibilidad de un vínculo profundo con otra mujer que no tenga que ver por un lado con la búsqueda de la justicia y de la creatividad en el arte. Amistad no quiere decir ser una oreja para que te hablen de sus problemas, eso es ser usada como basurero sentimental”.

¿Qué significa hoy la amistad entre mujeres? ¿Qué pueden tener en común las amigas que se encuentran a falta de algo mejor sin caer en la cuenta de que sus risas en común duran más de veinte minutos con las militantesapasionadas que quieren hacer una de dos? No se trata de “uniones homosexuales con instintos coartados en su fin”, como definía Freud al vínculo civilizador entre varones y que dio madera a la Iglesia y al Ejército. No es la pregunta por la propia femineidad la que lleva a las mujeres a las otras, tampoco la homosexualidad. Es aún un sentimiento sin nombre, de ahí el escándalo que suscita. No tiene aún historia como el de Fierro y Cruz, o el de Moreira y Julián. Es imposible de blanquear de erotismo por el mero hecho de que no hace jugar la genitalidad, ni de reducir a un lesbianismo tasado por un heterosexualismo exhausto. A veces se parece a un amor que da vida una y otra vez sin que haya nadie colmado ni nadie exangüe, que podría asimilarse a una palabra también nueva: mismidad. Pero vale la pena recordar la frase de Santa Teresa de Jesús: “Importa tanto este amor de unas con otras, que nunca querría que se os olvidase”