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Aventuras textiles

La nueva rareza son las telas tecnológicas con nombres cercanos a la familia de los antibióticos y fórmulas a prueba de estafilococos, klebsiella pneumonia o salmonella enteritidis, hasta el momento aplicadas a medias, zapatillas, ropa interior, toallas y sábanas. También las de combinacionesantiestáticas para alfombras, el elastrocromo –una fusión de helio sobre poliamida que refleja el entorno como un espejo– y otras invenciones capaces de mezclar la estética con la salud y la seguridad.

Por Victoria Lescano

En 1951 la película El hombre del traje blanco, historia del creador de una textura que nunca se ensuciaba ni se gastaba, vaticinó la cibernética en los desarrollos textiles. En ella Alec Guinnes es víctima de persecuciones e intentos de boicots y el guionista Roger McDougall se inspiró en la fiebre de los sintéticos que revolucionaron la moda de esa década. Otro traje, el que Kyle Mc Lachlan usó en Duna, adelantó los postulados básicos de Coolmax, las telas que, imitando el funcionamiento de los tubos capilares de los árboles, absorben la transpiración y recubren las camisetas de rugbiers y otros deportes que requieren destreza de gladiadores.
Así como las cruzadas espaciales de los sesenta estimularon el desarrollo de fibras de uso industrial que, reinterpretados por laboratorios textiles en los noventa, adoptaron usos disparatados como microencapsulados de antipolilla para prendas de punto, de cera depilatoria en medias y voiles, gabardinas o poplines con factor de protección 30 para repeler los rayos ultravioletas, la cruzada ecologista desató el furor de los abrigos tejidos con hilados de botellas de plástico recicladas.
La nueva rareza son las telas tecnológicas con nombres cercanos a la familia de los antibióticos y fórmulas a prueba de estafilococos, klebsiella pneumonia o salmonella enteritidis hasta el momento aplicadas a medias, zapatillas, ropa interior, toallas y sábanas, que, aunque no deben confundirse con armaduras para proteger de epidemias virales, representan buenas noticias para los asmáticos y alérgicos por su talento para controlar los ácaros. “No se trata de la erradicación completa de las bacterias u hongos sino del control de la población, algo que los griegos hacían clavando paneles de cobre en el fondo de sus barcas. Las bacterias desempeñan un papel fundamental en el ecosistema y un mundo sin ellas sería estéril, inhóspito y hasta letal para el hombre”. De esta manera David Service, director del proyecto Amicor, el nombre de una variedad de estas telas, fundamenta la esencia de su investigación desarrollada junto a investigadores de la Nottingham Trent University y el departamento de Entomología de Cambridge. Acto seguido, el científico aporta datos que aterrarían al personaje maniático de Jack Nicholson en Mejor... imposible y todos los que, escudados en las bajas defensas, viajan en subterráneo y van a fiestas maquillados con barbijos. “En la piel limpia hay entre 100 y 1000 microbios por cm2, se reproducen cada veinte minutos por partición en dos –1, 2, 4, 8, 16–, de manera tal que en el transcurso de ocho horas una simple bacteria puede generar 1,6 millones de descendientes”.
En la Argentina, uno de las primeras aplicaciones de tejidos con fibras antimicrobianas selladas por Dupont es un línea de saleas para incontinencia en versión de una plaza. Desde un salón de reuniones a gogo que incluye una barra con botellas de whisky con que suelen estimular a los clientes mayoristas que asisten a los desfiles de la línea de trajesde baño Ancase, el empresario Gerardo Auebarch describe las ventajas de su invento que ya causa conmoción en geriátricos, salas de terapia intensiva y los adultos que deben usar pañales.
“Tiene tres capas; la superior combina un tejido de fibras hidrofóbicas antimicrobianas que mantiene la piel seca, la intermedia con gran capacidad de absorción permite dispersar los fluidos y contiene una fibra antimicrobiana muy eficaz contra las bacterias que producen amoníaco; la inferior actúa como barrera total”. De esta manera Auerbach enumera las bondades de su invento que pronto va a estar a la venta en farmacias y por pedido de los dueños de un frigorífico planea aplicar a un línea de uniformes de trabajo.
“Cada año se descubren quinientos bactericidas nuevos tan revolucionarios como en su momento lo fue el fenol 14, el apio, el perejil o el mentol, que antiguamente se usaban como antibacterianos. Una mala elección con la piel humana puede traer consecuencias trágicas, como cuando hace años una empresa de pañales local inventó un método desinfectante con mercurio que provocó la muerte de un bebé por depósitos de mercurio en la sangre. La vida útil de la barrera antibacteriana termina cuando se rompe la prenda, alrededor de los 300 lavados” cuentan los químicos Juan Spector y Jorge Berger, de la Asociación de Químicos y Coloristas Textiles. En los laboratorios de sus empresas desarrollan fórmulas retardadoras de llamas y antiestáticas para alfombras para prevenir siniestros por acumulación de voltios.
Desde comienzos de los noventa, la sucursal de la firma especializada en ropa para deportes Patagonia vende en su local de la calle Alvear una línea de ropa interior con tejidos de Capilene, una fibra sintética que absorbe la transpiración y contiene sustancia antimicrobios. De boxers a corpiños balconette en colores azul, grises y blancos, ya son de uso corriente en navegantes solitarios y participantes de regatas exóticas que los mantienen lejos de las bondades del baño caliente por semanas.
Teo Ginkoff, un diseñador graduado en Indumentaria de la Universidad de Buenos Aires, patentó el elastocromo, una fusión de helio sobre poliamida que simula un espejo con la capacidad de mutar de color de acuerdo con la superficie que refleje y que desarrolló junto con el químico Alejandro Antiche. Fue finalista del certamen “Jóvenes Creadores de Moda 1998” y hasta el momento lo aplica a una línea de microbikinis que ingresó en los roperos de modelos locales y la chica Wonderbra Eva Herzigova. El resume sus ventajas en “telas con las que cualquiera puede darse el gusto de llevar el pasto o el cielo sobre su cuerpo”. Su base de operaciones es una fábrica de repuestos para autos de Ciudad Jardín y para juntar dinero para su investigación suele limpiar las piletas de los vecinos.
Ultimo grito
Cuando en 1995 Olivier Lapidus se alzó con el Dedal de Oro del Sindicato de la Alta Costura Parisina por una colección de seda natural de Lyon simulando lana, cuero, piel o cashemere se oficializó la competencia de telas cuanto más raras mejor. Ahora en Londres los músicos devenidos en diseñadores de “Vexed Generation”, famosos por analizar el intelecto de sus clientes vía Internet –obligan a escribir manifiestos y si les gusta les venden o no–, patentaron un dénim con teflón antimanchas y una variedad de algodón con sensores aptos para transformarse de acuerdo con los cambios climáticos.
La asceta Jil Sander hizo sus codiciados trajes sastres y chaquetas blancas para el ocio de las ejecutivas en tela de zapatillas Nike. Siguiendo con la audacia al tiempo de elegir materiales Donatella Versace mostró trajes de alta costura de madera de balsa y vidrio veneciano, mientras que John Galliano se atrevió a mezclar celofán con seda en un vestido de novia para Christian Dior. En un reciente desfile en el CorreoArgentino, la colección verano 2000 de Versace incluyó vestidos de glomesh, una tela de apariencia metálica y de uso habitual en monederos de lujo, con el valor agregado de bordados, telas lujosas deliberadamente destrozadas y vestidos de símil rafia.
Las telas tecnológicas como complemento del puro cashemere son común denominador de las colecciones de Vitamina y Chocolate. La primera incluye
un hilado peruano que imita el algodón egipcio y cuyo creador, considerado un héroe nacional, tiene varios monumentos en su honor en plazas de Lima.
Los tapaditos de Chocolate tienen aditivos de teflón, una superficie antimancha que aunque por el momento siguen incluyendo la recomendación “Only Dry Cleaning” podría terminar con las tintorerías. Hay quienes sostienen que las telas high tech son un verdadero bluff equivalente a la tela milagrosa anunciada por Elsa Schiaparelli en pleno surrealismo y que desencadenó que un traje, propiedad de la editora de Vogue Diana Vreeland, volviera de la tintorería convertido en polvo rosa.
La historia de los avances textiles es rica en episodios vinculados con catástrofes. Cuando en 1885 el conde Hilaire de Chardonnet dio con una mezcla de alcohol y éter de nitrato de celulosa que le permitió patentar la seda artificial estuvo a punto de volar la fábrica.
Circa 1820 el inventor de los primeros abrigos a prueba de agua, Charles Macintosh tuvo que unirse a un contrincante para no quedar en la bancarrota. La fusión de dos capas de goma procesada con nafta que él aplicaba a los Macs largos hasta los tobillos eran rechazados por los usuarios por conservar el olor a goma.
La vida de Titus Salt, un obrero devenido en noble, podría inspirar una novela decimonónica. Creó una máquina cardadora que le permitió obtener un tejido peinado con alpaca de Sudamérica, la demanda fue tal que tuvo que construir cuatro fábricas. A los 48 años se inventó su propia Xanadu, una ciudad en torno de una enorme fábrica con conceptos revolucionarios en la defensa de los trabajadores: tenía mucho aire y luz, planificó el ocio, la salud, la educación, la vejez y la religión, y la reina Victoria tuvo que nombrarlo barón.
El tweed, bautizado en honor al río que separa Escocia de Inglaterra y que, por la pureza de sus aguas, fue el preferido de los tejedores de la Edad Media para lavar la lana, nació de una mezcla de hilos grises y negros con otros teñidos con pócimas de turba y líquenes. Textura aristocrática por excelencia mientras los reyes tenían derecho a ejemplares con seis colores, los plebeyos eran condenados a la monocromía, hasta que Sherlock Holmes y Pheas Fogg contribuyeron a popularizarlo.
Se anuncian telas con hendiduras en la superficie para garantizar velocidad en los deportes. La asignatura pendiente de la industria textil es la tela que Hans Christian Andersen soñó en El traje nuevo del emperador. Esa con la que dos falsos tejedores y, a cambio de una fortuna en oro y seda, le prometieron al mayor fashion victim de la literatura, “una tela para distinguir a los indignos de los cargos que desempeñan y distinguir los listos de los tontos”.