mujeres
en el rojas
El
Segundo Festival del Centro Cultural Ricardo Rojas ya está en marcha.
La ocasión servirá para mostrar el trabajo de puestistas, directoras
y dramaturgas independientes de la Capital y el interior del país.
Por
Moira Soto
El
Segundo Festival del Rojas ya está en marcha, a toda marcha. Rubén Szuchmacher,
su director, ha anunciado que, al igual que el año anterior, el objetivo
es mostrar la nueva producción de autores, directores, coreógrafos,
compositores e intérpretes. Esta celebración de la creatividad escénica,
que se prolongará hasta fines de noviembre, no se limita a alentar y
difundir el trabajo de artistas porteños o residentes en esta capital:
también se ha invitado a representantes del interior. La estimulante
apertura se advierte también en la presencia notoria de mujeres, no
tanto en la danza, donde directoras y coreógrafas hace tiempo que han
conquistado un espacio destacado, sino como puestistas y dramaturgas.
Las piezas que ellas presentan en forma independiente parecerían, sin
embargo, tener algún secreto, misterioso parentesco entre sí, al menos
desde los títulos: Lazos sanguíneos, Herida, Cuerpos a banderados, Genealogía
del niño a mis espaldas, Y el miedo enorme de morir lejos de ti... “Siempre
he visto a muchas mujeres en cursos y talleres –de danza, plástica,
teatro–, de manera que no me sorprende que surjan tantas directoras”,
dice Laura Valencia, de La Plata. “El único taller donde hubo mayoría
masculina fue el de dramaturgia. Pero esta presencia femenina que vemos
en el festival tenía que producirse habiendo gran cantidad de mujeres
que se expresan a través del lenguaje teatral. La dirección es un lugar
muy exigido. A mí me gusta ejercer ese poder, tomar decisiones, plasmar
ideas, tener la última palabra... Creo que es un poco el lugar de la
ley: tal vez por eso hasta hace un tiempo no había muchas mujeres”.
Después de incursionar en la danza, de hacer puestas de espectáculos
musicales “desde afuera”, Valencia se concentró en dirigir teatro. En
el Rojas ofrece Lazos sanguíneos, pieza de Patricia Ríos, autora asimismo
de Mala jugada (puesta en escena el año pasado en El Callejón de los
Deseos por Valencia), y en el elenco figura Julieta Vallina, “una actriz
maravillosa”, según la directora que la condujo anteriormente en una
adaptación de La ciudad ausente, de Ricardo Piglia. Cuando Valencia
leyó la pieza de Ríos se dio cuenta de que era “como un gran monólogo,
una sola voz que circula entre todos los personajes. Es una situación
que se da en una familia, hay tres personajes masculinos y uno femenino:
el anciano, el tío, la prima, y un cuarto papel que es el del niño de
la familia, una suerte de narrador. Para mí es una experiencia muy interesante
trabajar con la dramaturga presente. En esta obra, el tema de lo sanguíneo,
aparte de los lazos familiares, tiene que ver con un asesinato. Hay
una veta policial que fue muy trabajada desde la música”. ¿De quién
es el fracaso? Herida, de Bernardo Cappa, está protagonizada por el
propio Cappa y Andrea Vázquez, quienes a su vez codirigieron la pieza
junto con Horacio García Clerc. Es la primera experiencia como directora
de Vázquez que se hace cargo de ella misma, dejándole la última palabra
a Cappa, “a quien le pertenece la idea de puesta”. Parece complicado,
pero Andrea se manifiesta muy satisfecha del resultado, aunque reconoce
que en el rol de directora tiende a ponerse autoritaria. En cambio,
como actriz a las órdenes de un puestista, se siente más resguardada.
“Me seduce mucho el tema de lo escueto, lo concretito. Pienso que no
hay nada tan grande de entrada, en todo caso lo pequeñito va creciendo.
Me gusta economizar energía y tiempo. Creo que en esta actitud mía hay
algo que se puede asociar con el orden de lo doméstico, de todos los
días, de la mujer que organiza la casa, el trabajo, los chicos. Ahí
estaría mi mirada de mujer”. En Herida hay una actriz, Malva, que vive
con Luciano, escritor, y hay un tercero que está en la misma casa –anterior
pareja de ella– que es director: “El tema es el engaño mutuo que revela
otros aspectos de la convivencia, como el aburrimiento. La propuesta
remite también al teatro, al fracaso: Malva y Luciano en la ficción
han estrenado una obra y les fue mal. Hay un reclamo del director. La
pregunta es ¿de quién es el fracaso? En la puesta del Rojas, parte del
público está arriba del escenario con nosotros”, detalla la actriz-directora,
convencida de que Bernardo Cappa –escritor– tiene “una intuición poco
frecuente y un gran respeto hacia la sensibilidad femenina”.
Hombre
objeto desnudo y manipulado “Trabajamos con tres personajes femeninos
y el cuerpo de un hombre. Un hombre objeto que no tiene voz, que está
desnudo y es toqueteado, manipulado. Era una situación que tenía ganas
de probar, de trabajar”, declara Beatriz Catani, también platense, dramaturga
y directora de Cuerpos a banderados. Y enseguida reconoce: “Seguramente
hay algo que produce cierto placer cuando durante tanto tiempo, en la
vida y en el arte, las cosas han sido al revés. Pero no es lo decisivo,
claro. Este cuerpo es como un vehículo entre ellas, pueden discutir
sobre él, subirlo, bajarlo, arrastrarlo. Creo que es muy fuerte para
los hombres ver esto. Es contracultural, lo contrario de lo que acontece
permanentemente, aunque no en forma tan evidente”. El año pasado, Catani
–integrante del Grupo Doméstico regido por Ricardo Bartís– se encontró
en su ciudad con gente que conocía de diversos talleres. Tenía entre
manos un texto propio, le sumaron algunas ideas y se pusieron a trabajar
durante un año. Así fue como surgió Cuerpos a banderados, pieza que
ya se estrenó en La Plata. “Se consiguió un punto intermedio entre la
obra propia y la creación colectiva. En el trabajo de búsqueda, al pasar
el texto con los actores lo fui modificando en parte. Esta es una propuesta
que tiene que ver con el espacio real, trabajamos el teatro como si
fuera el galpón de una cooperativa de un pueblo de provincia, donde
el público entra por la misma puerta que los actores, y hay olor a fluido.
Vamos a ver cómo lo armamos en la biblioteca del Rojas. Me interesa
investigar cómo puede aparecer lo real en el teatro. Además de los tres
personajes femeninos y el hombre objeto, hay dos ratas vivas. Aunque
están encerradas se juega con el riesgo de que una pueda escapar, y
sobre todo con la posibilidad de que se pueda quebrar la ficción con
lo real. Otra idea escénica es trabajar escenas en simultáneo, como
si fuesen distintos puntos de vista sobre una misma situación”. Qué
difícil es ser padre Genealogía del niño a mis espaldas es una pieza
de Ignacio Apolo que Vilma Rodríguez estuvo a punto de poner en escena
en el ciclo Género Chico II. La obra la entusiasmaba mucho, pero no
pudo ser y se quedó con las ganas. De modo que éste es el momento en
que la directora de Entretanto las grandes urbes, también intérprete
de Señora, esposa, niña desde lejos, realiza un deseo postergado: “Me
gusta la poética, el lenguaje que trabaja Apolo. También que uno de
los personajes es un niño. Yo doy clases de teatro para chicos y descubrí
allí un mundito muy interesante”. Según Rodríguez, Genealogía... trabaja
el vínculo entre un supuesto padre y su hijo. “Me parece que se va a
notar que la lectura es femenina: me conmueve el tema de los vínculos
familiares, creo que esto sucede desde un lugar de mujer. En este caso,
es la relación padre-hijo en ausencia de la madre. Se menciona a una
madre muerta y lo que hay sobre la escena es un padre imposible, que
no ha podido suplir el lugar de la ausente. Me parece que por ahí me
meto yo como directora”. ¿Maternal? “Sí, sí ¿por qué no?”, afirma y
pregunta Vilma Rodríguez, una puestista que confía en los actores y
escucha atentamente sus propuestas. Para ella, lo más seductor de la
dirección es que “una se mete en todas las áreas, quizá sin realizar
completamente ninguna. Pero estás ahí, con una mirada omnisciente...
Eso está bueno. A mí me interesa dirigir obras de autores jóvenes contemporáneos,
contar historias nuevas antes que trabajar con textos recontrahechos”.
Cuando ya no hay nada qué decir “La obra habla acerca de la problemática
de la palabra como vehículo de sentido y comunicación”, dice Rita
Cosentino
al referirse a Y el miedo enorme de morir lejos de ti, de Marcelo Bertuccio.
“Esto está situado en el marco de un encuentro entre un hombre y una
mujer, cuyo intento de acercamiento encubre esta catástrofe y caída
del lenguaje. Tal vez porque ya no hay más nada qué decir y por lo tanto,
se finge. En realidad, los personajes hablan contra el silencio. Es
un puro intento fracasado”. La directora de Y el miedo enorme... viene
de la ópera, estudió régie en el Colón, donde trabaja, y señala qué
ese es un territorio que las mujeres puestistas todavía no han conquistado.
A Cosentino le interesa todo el repertorio “sobre todo en este fin de
siglo en que se puede darle una mirada nueva incluso a las óperas más
tradicionales. Es estimulante hacer una lectura distinta, ver hasta
dónde el material resiste otra mirada”. Del título de la pieza que presenta
en el festival del Rojas, tomado de la segunda línea del tango “Como
dos extraños”, dice que si bien esa composición circula por la obra,
ni se canta ni se escucha una grabación, aunque la situación remite
en algún punto a esos versos. En cuanto al texto final, la directora
explica que se trabajó sobre la base de una obra anterior de Bertuccio,
de la que se tomó apenas una sola situación. “Con ese punto de partida,
la obra fue siendo escrita durante los ensayos, pero no es una creación
colectiva. Cada uno participó desde su lugar específico y se puso la
luz sobre el tema del lenguaje”.