LA
Walsh
Aunque
va para el bronce ella dice que lo único que tiene de metálico
en el cuerpo es una prótesis que hizo sonar la alarma durante
su visita a la Casa Blanca. Sus relaciones con la prensa son peliagudas,
desde que sus opiniones sobre la carpa blanca de los maestros rompieran
el romance con la autora de El país del Jardín de Infantes.
Ahora la acusan de menemista y de que Manuelita se transformó
en modelo top.
Por
Maria Moreno
A
la Walsh siempre le gustó hablar en color rojo, pero no el bolchevique
sino el del pelo de los irlandeses. Por los ochenta decía: Vivimos
en una sociedad machista y además, intensa, románticamente
homosexual. Los varones insisten en crear pretextos bélicos porque
adoran vivir entre ellos, sin mujeres, confinados en las fuerzas armadas
y luciendo coquetos uniformes y brillantes condecoraciones... Sacralizan
el deporte porque nada les gusta más que abrazarse y manosearse
después del partido. Hasta son capaces de ganar y todo, con tal
de premiarse con esos arrebatos. Y eso que era una mujer a quienes
las madres confiaban las orejas de sus chicos. Durante muchos años
fue menos conocida por sus libros de poemas, su trabajo en Sadaic, su
pertenencia a los intelectuales que se nuclearon en torno a la revista
Sur, que por haber revolucionado el género de la literatura para
niños. Como compositora ya está a la altura de formar
parte de la memoria colectiva hasta el punto de que se olvide su nombre.
Es una Violeta Parra menos étnica, una protectora de la reserva
ecológica del argentino, más cercana a Gabino
Ezeiza que a las nursery rhitmes que, según los investigadores,
la han inspirado. Hoy acaba de publicar Diario brujo, una serie de miniaturas,
algunas de las cuales nada tienen que envidiarle a las enormes
minucias que el brillante borrachín G. K. Chesterton publicaba
en los diarios y con semejante incorrección política.
Aunque va para el bronce ella dice que lo único que tiene de
metálico es una prótesis que hizo sonar la alarma en su
visita a la Casa Blanca. Pero ya tiene biografía fotográfica.
La hizo Sara Facio bajo el título María Elena Walsh retratos(s)
de una artista libre. Es un libro objeto delicioso y cuidadosamente
editado por La Azotea, una editorial que hace años viene haciendo
casi una tarea antropológica en la difusión de la fotografía
americana. Allí la artista posa desde el almohadón de
los bebés hasta la silla donde le gusta tomar lo que llama té
de gordas. La película de Manuel García Ferré
basada en su personaje Manuelita anda muy bien. Las relaciones de la
Walsh con la prensa están peliagudas, desde que sus opiniones
sobre la Carpa Blanca de los maestros rompiera el romance con la autora
de El país del Jardín de Infantes. Ahora la acusan de
menemista y de que Manuelita se transformó en modelo top.
A García Ferré se le ocurrió en un veraneo
de sus meditaciones que Manuelita era un buen personaje para una película.
Y yo no tuve ningún problema porque él tiene un lenguaje
muy cuidado, tan atento en el dibujo como en lo verbal. Entonces le
di toda la libertad. Lo único que tiene de la canción
es que Manuelita va a París pero hay otras peripecias. Tiene
sus momentos de miedo, de emoción y de humor como corresponde
al género. Y la competencia era muy fuerte. ¿Cómo
se llamaba el que se peleaba con Carlitos Chaplin? Bueno, no me acuerdo.
Pero con un enemigo así la veía a Manuelita, con Tarzán
y La Guerra de las Galaxias en cartel.
Debe ser la primer autora que no se queja de la película
que hicieron con un personaje suyo.
Es que yo no intervine para nada. Una película donde uno
se hace ilusiones o colabora en el guión, se puede pegar un tiro
si no le gusta, pero aquí lo dejé trabajar enteramente
a García Ferré. Mi única exigencia era que pusiera
a Larguirucho y creo que fue un acierto. Está muy bien Larguirucho.
¿Por qué prendió tanto Manuelita y no
la vaca estudiosa? ¿Porque era la precursora de la cirugía
plástica?
Cuando apareció Manuelita hubo interpretaciones psicoanalíticas,
ideológicas y hasta patológicas, por lo de las operaciones.
Incluso un evitista la comparó con Evita no me acuerdo
ahora cómo era la comparancia pero debía de ser
por eso de haber salido del pueblo y de ahí al mundo, para volver
después al pueblo. Ahora por qué el personaje, yo no lo
puedo dilucidar, tal vez porque tuvo que ver con cierta necesidad del
público. A lo mejor hace diez meses o dentro de diez años
no era lo mismo.
Se
la ha visto escrachada en una biografía fotográfica. ¿Por
qué ahora y no antes?
Sara Facio siempre tuvo la idea de hacerla. Había mucho
material porque yo pertenezco a una generación adonde a los pocos
meses de edad ya a uno lo llevaban a un estudio fotográfico.
Pero me daba repeluz. Sara tiene la biografía fotográfica
de Neruda y ahora prepara una de Piazzolla. Durante un tiempo dudé.
Además yo odio eso de ¿puedo sacarme una foto con usted?
Si me saqué una con Cortázar o con Neruda es porque había
una relación amistosa. Con la única con la que no había
ninguna amistad, pero con quien me resultó cómico sacarme
una foto fue con Madonna. La cuestión es que un día le
dije a Sara ¡Ma sí!
En Diario Brujo hay como acápite un verso de Wallace
Stevens: El dinero es una especie de poesía. Hablemos
de los intelectuales y el dinero.
Los autores, en materia de discos y libros, no tenemos el menor
control. Primero porque te dicen que editan 500 ejemplares y editan
5000. Y además está todo lo trucho. En materia de música,
en cualquier esquina de Buenos Aires, se reproducen CDs fácilmente
fotocopiando las tapas.
De pronto aparecen grandes incineraciones de material trucho pero eso
es muy difícil de controlar. La Ley de Derechos de Autor existe
pero de ahí a que se aplique es otra cosa. Yo ahí bajé
la cortina, si me roban de este lado, trataré de hacer otras
cosas adonde me paguen.
Muchos escritores no cobran cuando escriben en los medios.
Les interesa sobre todo la intervención cultural.
El que no cobra es un grandísimo cabrón. Porque
se puede cobrar una tarifa simbólica mínima para que se
sepa que respetan el trabajo intelectual. Yo me acuerdo que hace muchos
años, algunos autores habíamos conseguido que se nos pagaran
las charlas y las conferencias, entonces una vez me invitó el
Jockey Club de Rosario, que no es ninguna biblioteca obrera, y pregunté
¿cuánto me pagan? Escándalo: ¡Pero
si Borges viene gratis!. En los 60 habíamos conseguido
a través de Argentores que se nos pagara por asistir a programas
de TV como invitados. Ahora se paga por ir. Un tema que me apasiona
mucho es el de la herencia. Y lo veo mucho en Sadaic donde se echan
a volar todos los delirios de los herederos del autor que suele morir
dejando varias viudas, hijos desconocidos, supuestos inéditos.
Y los herederos suelen estar todos peleados y fantasean con que el autor
debía ganar muchísimo cuando, en realidad son muy pocos
los que ganan fortunas y, si son catorce los que se pelean hay que hacer
catorce liquidaciones de 3 pesos. Y hasta en las familias patricias
son capaces de tirar cada uno de la punta de un mantel para ver quién
se lo lleva. Pero en realidad uno se puede llamar Cadícamo y
eso no significa que gane como John Lennon.
¿El tema de la herencia le interesa por alguna razón
personal?
Tomé una decisión porque no tengo herederos directos
y como los derechos de autor pueden ser pocos o muchos nunca se
sabe los voy a derivar a alguna obra cultural.
¿Va a fundar una?
¿Fundar yo? Nada. Algo que ya exista como el Fondo Nacional
de las Artes.
La
madre de
todas nosotras
Alguna vez María Herminia Avellaneda, María Luisa Bemberg,
Susana Rinaldi y María Elena misma se dedicaron a explicar en
los medios cómo el feminismo era algo más que el ataque
de histeria de una sufragista que se tiró al paso de los caballos
durante el Derby porque la causa necesitaba una tragedia. Alguna vez
una revista llamada Alfonsina ponía a la Walsh en tapa bajo los
titulares La madre de todas nosotras imaginando una genealogía
de lucha con fondo de clarines mejor de pianos de cola que
tomó caminos inesperados.
En el 82 hablaba fundamentalmente de feminismo.
Pero hoy tengo la impresión de que nadie escucha. Los gobiernos
siguen siendo conservadores, cada vez con más candidatos rezando
y adheridos al Vaticano.
Y promoviendo el Día del Niño No Nacido.
O del espermatozoide alienado. Es una historia de retroceso porque
no hay ninguna posibilidad de debate y eso que a ellos les gusta tanto.
Ni siquiera se debate la Ley de Procreación Responsable que la
cajoneó Alfonsín, la cajonearon éstos y ni siquiera
se habla de anticonceptivos. Como tampoco se debate el destino de esa
madre que, si tiene que tener el hijo, ¿qué hace?
Y
del aborto ni hablar.
Y eso que hasta en Irlanda se discutió. Pero no soy escéptica
porque creo que las cosas que pasaron en los últimos años
van a modificar todo. Por ejemplo la posibilidad de identificar al tipo
que se las pica. El análisis de ADN.
Pero existe un clima, en la sociedad de repulsa hacia lo que
en realidad no se desarrolló: el feminismo político. Como
si desde la cuestión de género se hubieran cometido excesos.
El sofisma es éste: ya tienen lo que querían, ¡basta!
Pero lo peor es que lo dicen las mujeres. Las mujeres evidentemente
son colaboracionistas porque tienen que vivir, eso siempre fue así
y lo sigue siendo.
Con el feminismo no pasó nada porque cuando recién empezábamos
a hablar del tema, lo desbarató la dictadura. Claro que no debió
desbaratarse tanto porque siempre había una casa adonde reunirse.
Pero ya se lo dio por terminado, punto final y obediencia debida. Y
si ahora no saco el tema es un poco porque me pasa como con los derechos
de autor: así como nos dicen ¡Pero si Borges no cobra!,
pueden decirnos que Fulana está en contra. Ya no tenemos esa
fundamental complicidad. Mantengo una actitud personal que llevo prendida
con alfileres en un librito, ideas y sentimientos de que el mundo está
mal repartido básicamente porque la primera desigualdad empieza
con las mujeres. Lo digo pero a nadie le importa. Yo creí que
en un momento hablar de esto generaba actitudes y se iban nucleando
grupos, en cambio se fue diluyendo, pero también se fue diluyendo
todo proyecto progresista, de izquierda o del medio. Y cualquier proyecto,
no digo de gran ruptura, pero al menos contemporáneo. ¡Entonces
queda que la opinión más libre y más contemporánea
es la del general Balza! Tenemos gobiernos conservadores y los seguiremos
teniendo durante bastante tiempo hasta que la tortilla se dé
vuelta, no sé cómo.
¿Conoce los Estudios de la Mujer? Creo que ya se han
metido en su obra.
Yo creo que me aporta más Almodóvar con Todo sobre
mi madre. Me gustó mucho con todos sus boleros y sus decorados
cursis y me pareció la película de un moralista
que ofrece una síntesis para aceptar el mundo contemporáneo,
que es de un reviente terrible pero donde él marca un rumbo para
vivir y entender. Por supuesto, a Almodóvar le interesa mucho
el tema de las travestis y de los varones, pero tiene también
una mirada sobre las mujeres que es muy especial. Todos se necesitan,
se complementan y se ayudan.
¿Hay en la Argentina una intervención mayor de
las mujeres en política?
Hay pero en un segundo plano. Están ahí en puestos
de servicio o mandan al frente a algunas que no están capacitadas
para una tarea administrativa grossa, como la que le encomendaron a
María Sáenz Quesada que es una intelectual, una persona
que dedicó su vida a una cosa muy distinta. Y creo que ésa
es la intención: demostrar que no sirve. En cambio persiste esa
imagen maravillosa de las cumbres de presidentes adonde son todos tipos
y están a los besos y Menem intercambia regalos con Fidel. Pero
el mundo no es eso porque la mitad son mujeres. Un amigo madrileño
me dijo: ¿Sabés cómo lo quiero a Fulano?
Cuando nos saludamos nos agarramos de las pelotas. Y encima está
ese otro que se levanta y muestra el culo todo el tiempo, el ídolo
nacional. No ¡Borges, no! Palermo.
Espero que aparezca otra generación que con el asunto del género
o no, intervenga.
Le
interesó la película de Almodóvar. En el debate
sobre el Código de Convivencia tuvieron mucha visibilidad las
travestis en posiciones militantes. También empezaron recientemente
a emerger los discursos de otras minorías, gays y lesbianas.
Creo que en ese sentido van sucediendo avances. Por ejemplo, en
la mutual de Sadaic, que es la fuente de toda mi sabiduría y
que es muy buena, se decidió últimamente que también
tiene derecho a la salud el acompañante de los últimos
cinco años del titular. No se habla de cónyuge.
Y esto está pasando en otras mutuales. A eso llamo libertad,
cuando todo se hace evidente y entre lo que se puede elegir, encuadrar
y legislar. No decir acá gente de esa gente no hay,
como me dijeron a mí en el caso de los discapacitados.
Gracias
en
la desgracia
Estos cabellos, madre
dos a dos me los lleva el aire.
Tararear la vieja canción española, cuando el pelo
se desprendía por mechones, era una de las tantas argucias humorísticas
destinadas a enfrentar el paso por ese túnel al que Susan Sontag
llamó el reino de los enfermos. Dolor, cáncer; médicos
chambones y médicos sabios, ambulancias, quirófanos, tratamientos
y mutilación, sólo atenuados por la constancia de los
afectos, hasta entrever la luz de salida, aceptar y sobrevivir.
Este relato recogido por Sara Facio en su biografía gráfica
es una de las escasísimas menciones de la Walsh a los avatares
de su cáncer, experiencia que se negó a convertir en una
apoteosis exhibicionista para la prensa, en un chantaje público
o en el abandono de una estética que exige dejar en la lengua
una huella que desea hacerse colectiva y no ser la de un yo en carne
viva de Narciso. Por algo hubo un escritor que dijo: en literatura
la sangre sólo sirve para hacer morcillas. Pero de ese
paso del país de los enfermos le quedó un interés
por las políticas de salud en el género, denuncia
cuyo objeto preferido son las prepagas y un humor negro encomiable para
describir lo que significa en la ciudad de Buenos Aires usar bastón
cuando no se es un profeta, o alguien que se quebró esquiando
en Las Leñas.
Usted se pronunció muy a menudo sobre el hecho de que
Buenos Aires no tuviera en cuenta la circulación de discapacitados.
¿Mejoró el diseño de la ciudad en ese sentido?
¿No aumentaron, por ejemplo las rampas en las veredas?
Sí, en los supermercados. Para los carritos con las compras
o para llevar plata en carretilla siempre hay rampas. Y si hay una para
un discapacitado seguro que hay un auto estacionado.
Pero al mismo tiempo se diseñan visitas al Jardín
Zoológico para ciegos.
Ah, sí de repente ocurren cosas así. En este edificio,
por ejemplo, remodelaron el ascensor como para que todos subiéramos
en sillas de ruedas. Pero solemos estar en la planta baja, toda gente
grande, tratando de adivinar en la botonera adónde están
los números, además a oscuras. Claro, ellos oyeron que
en Houston es así. Houston es una ciudad que se puede recorrer
íntegra sin que existan vallas y hay botoneras en Braille. Acá
se suele hacer una sola de estas cosas.
Tampoco se acostumbra pensar en los usuarios gordos para hacer
el diseño de los asientos de los vehículos y de las salas
de espera.
Mire, en el único lugar adonde hay sillas muy sólidas
y muy anchas que parecen hechas como con cemento es en la Clínica
Cormillot.
Hay algunos ómnibus bajitos.
Bastaría con que a los comunes los arrimaran al cordón
de la vereda. Pero no, está todo organizado para jorobarlo a
uno.
La
irlandesa
deslenguada
Hace
dos años la Walsh envió una carta abierta a los maestros
adonde, sin poner en tela de juicio sus reivindicaciones, daba de baja
a la Carpa Blanca como forma de protesta. Advertía que los símbolos
tienen vencimiento y que es preciso diferenciar entre el apoyo solidario,
el oportunismo y la farandulización. Las respuestas fueron sorprendentes
por una despolitización que oscilaba entre el reclamo de tono
psicologista y la insistencia en una sacralización y una obsecuencia
que sobrevivían en medio de los reproches por alta traición.
En realidad se trataba de un equívoco: María Elena nunca
fue de izquierda. El país del Jardín de Infantes fue un
emblema reconocido unánimemente como acto de coraje por su denuncia
a la censura ejercida durante la dictadura y cuya estrategia era utilizar
términos provenientes de la psicología. Se convirtió
en un símbolo pero dejó de ser leído con atención.
Una columna de José Pablo Feinmann publicada en este diario devolvió
a su status político un párrafo de aquel texto: Que
las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión
y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos...
y lo rebatió en los términos necesarios: los políticos.
Feinmann trató a la Walsh de igual a igual, como lo hiciera Oscar
Massota cuando polemizó directamente con Victoria Ocampo sobre
la política de Sur en lugar de considerar, como solía
decir Borges que Victoria ni sabe lo que sale en la revista.
Ejerció la crítica sin tratar a su criticada como a alguien
inimputable que se encuentra más allá del bien y del mal,
algo que se parece tanto a un mueble de la decoración progresista.
Pero cabe preguntar por qué ese párrafo comenzó
a mencionarse recién en 1997. O por qué son mucho menos
numerosos y conocidos los textos que analizan las contradictorias secuencias
políticas de Sabato o por qué aún los exabruptos
reaccionarios de Borges tienen el status de boutades inimputables. Es
cierto que cuando la Walsh aludió a la dudosa limpieza de la
Carpa Blanca se comportó como cuando el general Mansilla dijo
que en las carpas ranqueles había olor a carne podrida. (La Tía
Vicenta de Landrú hubiera mandado a su chofer con un envase de
detergente y Victoria Ocampo organizado una Campaña del Desierto
cultural.) Pero también es una demócrata activa, incluidas
sus Coplas a José Luis, su prosa sobre la pena de
muerte y sus sucesivas denuncias contra cualquier forma de discriminación
que circule de gobierno a gobierno. Nada que ver con un reaccionario
de marketing como Paul Johnson.
Retomemos lo de la Carpa Blanca. ¿Podía sospechar
el resultado? ¿Lo había planeado?
Usted sabe, lo que uno planea no sale.
Pero sabía que estaba metiendo el dedo en el ventilador.
Sabía que me estaba metiendo con un sindicato y que se
estaba jugando el poder de ciertos dirigentes sindicales pero la reacción
fue mucho más desmesurada y pasional. Hoy mismo hay gente que
me dice vos tenés que aclarar que no sos menemista.
¿Y si lo soy qué? Hubo una izquierda que se sintió
traicionada pero que yo nunca los quise ni ellos tampoco a mí.
Entonces nunca hubo trato. Justamente toda esa reacción que se
convirtió en campaña fue la consecuencia asquerosa de
una democracia mal vivida, donde si se dice algo porque uno no está
de acuerdo lo hacen pelota.
Otra incorrección política suya es
haber quedado, en un momento determinado, alineada con Jorge Asís.
¡Ah, pero con eso estoy encantada! Fue tan absurdo que hasta
de la CNN me llamaron y yo no le di bola. Todo el país en contra
por una cosa que consistía en defender nuestro lenguaje. Cosa
que cuando se hace en Francia es muy normal, aun cuando se hayan tomado
unas medidas un poco extremas. Lo que pasa es que lo dijo Asís
y lo dijo mal. Asís es un payaso y a mí me hace gracia
con esas mamarrachadas que dice. Y como secretario de Cultura tenía
razón, lo que pasa es que lo planteó a lo bestia. Yo estaba
de acuerdo con él en que todo lo que fuera información
y señalización pública tenía que ser en
castellano. No puede haber una señalización de una calle
en coreano o en inglés. Hay una ley todavía que prohíbe
que los avisos gráficos estén en otro idioma. Básicamente
ésa era la propuesta de él pero nadie quiso apoyarlo,
todos querían verlo como un facho. En ese caso lo que movilizó
fueron viejas facturas que tenía la gente con Jorge Asís,
ya fueran amigos o enemigos. Al aliarme con él quedé como
menemista. Pero sigo de acuerdo con Asís (tono de solfa): ¡Vamos
a seguir esta batalla él y yo solos!
Su última intervención política volvió
a asociarla al menemismo.
Durante un reportaje que me hicieron sobre la película
y como los periodistas suelen preguntarte sobre otras cosas
dije que en todos los años que tenía y habiendo pasado
todos los gobiernos posibles, nunca había vivido tanta libertad
de expresión. Porque la época radical, por ejemplo, para
hacer algo había que tener padrino. Yo no soy menemista ni necesito
serlo, además lo que yo dije lo dijo el mismo Horacio Verbitsky
que siempre está peleando y litigando. Y nadie cree, supongo
que Verbitsky sea menemista. Claro que hay una falta de libertad que
es la de la pobreza y la del mercado que siempre nos dictó qué
decir y qué no decir. Pero no creo que ningún político
ni ningún presidente se hayan dejado basurear y enchastrar como
éste con su derecho a pataleo pero con una capacidad de denuncia
de todo el mundo, de los medios, de la gente. Lo evidente de estos años
de gobierno ha sido la corrupción y la injusticia pero se sabe
más. Se tiene más libertad para meterse en los secretos
de la política. Y eso se ve hasta en los chistes gráficos
que son de una crueldad enorme, y se meten con la intimidad y eso hay
que bancárselo.
Pero en este momento no quiero opinar sobre temas sociales sino sobre
la cultura. Así que como ahora, tomando té de gordas
me siento perdida y perpleja, claro que no me voy a tirar contra la
técnica, la computación y la Internet. Cualquiera puede
meterse en Internet, el asunto es para qué. Entonces releo a
Dickens, a Daniel de Foe. ¡Ah, y en cualquier momento me hago
musulmana!