Cirujeo
Vip
Las
dueñas de dos locales de Buenos Aires, Cat Ballou y Collectors
Bazar son algo así como mercaderes de alto vuelo que rescatan
de los lugares más secretos del mundo piezas originales como
sillas para dar la teta, miniaturas de asta con forma de
salero, chaise longues chinas y hormas para queso aún olorosas.
Conseguirlas incluye el trueque, viajes a lugares remotos e imaginación.
Por
Victoria Lescano
Representan
una nueva raza de mercaderes que consagran sus días a la búsqueda
de objetos de extraña procedencia y hacen posible simular rinconcitos
del Lejano Oriente, homenajes al estilo victoriano, banquetes con aceituneros
de la Provence y adornar cocinas con toneles para fabricar manteca con
apariencia de cuna en hogares donde sólo se come bajas calorías.
Sus ambientaciones recuerdan visitas guiadas por museos de usos y costumbres
de distintos puntos del planeta y, de tan arbitrarias, rozan los caprichos
del coleccionismo.
Alicia
Goñi y Florencia Pieres aseguran que el hilo conductor de Cat
Ballou, la casona de Palermo que desde hace seis años habitan
con muebles, objetos y accesorios y a la que ahora sumaron una línea
de ropa, son los viajes. Viven a medio camino entre las chacras de General
Rodríguez que habitan con sus maridos polistas y rincones de
Marruecos, Turquía, Tailandia donde ellos recaen por contrato,
ferias de decoración de Francia e Italia y ese mix cultural se
refleja en las salas y el patio de la tienda de Costa Rica 4520.
Llevamos objetos y prendas con materiales argentinos y traemos
piezas de lugares con tradición de arte, cuentan sobre
la obsesión que despuntó hace dieciséis años
cuando hicieron marcos de peltre para vender en la firma Ralph Lauren.
Luego hicieron shows de decoración con una colección de
vasijas chinas, esculturas africanas, itkats y lacas de Oriente hasta
que abrieron un primer negocio en Punta del Este.
En estos días y para acentuar los cambios esteticistas desde
la partida de la arquitecta Isabelle Firmin Didot, autora de ambientaciones
con fragmentos de poesías y una estética más despojada,
la puesta en escena incluye un cuarto zen con ramas de cerezo aunque
adornado con un sari con cinco metros de tela colgando de un maniquí,
un living con silloncitos de estilo francés tapizado en terciopelo
violeta, vajilla china antigua y en el sector bazar jabones franceses,
bolsitas de lavanda, y camisetas.
Mientras, en la flamante boutique, terciopelos y chifón teñidos
en violetas, verdes, rosados y lilas se aplican a vestidos y faldas
lánguidas entre vestidos de organza, babushkas bordadas y carteras
con rosas.
Preferimos texturas que inviten a que el hombre toque, nunca haríamos
ropa de cuero ni telas muy rígidas, dicen justificando
la selección de materiales. Sus fetiches, en cambio, son los
chales a los que consideran la quintaesencia de la femineidad y juran
que los usan siempre, aun cuando no están de moda. Su colección
de chales de barracán y abrigos de llama en tonos pastel se venden
en las tiendas Egg y Brora de Londres.
Suerte de directoras de arte y curadoras del universo de los objetos
lúdicos, con periodicidad reciben artistas, diseñadores
y artesanos locales dedicados a los temas más variados: collares
de plumas, lámparas y objetos de resina, esculturas de alambre
con forma de mujer, zapatos de taco aguja, pétalos de rosa en
su interior, velas aromáticas, cajas de cuero o miniaturas de
asta con forma de saleros, cucharitas de caviar.
Nos importa que manejen bien la masa que sea, puede ser hierro
enroscado, piedra quemada, resina o alambre, después juntos desarrollamos
las colecciones, explican sobre el criterio que deben reunir los
autores para pasar ese casting.
Regateos
con
bemoles
En sus expediciones recurren a uniformes camuflaje, versiones occidentales
de superposición de pareos, velos, mangas largas y el pelo largo
y rubio muy atado y sobre las reglas que rigen sus deals cuentan: una
vez que empezás la negociación tenés que seguirla.
Una regla fundamental es no posar la vista en algo imposible de comprar,
eso me pasó la última vez que quise comprar una de esas
carteras que les hacen cosquillas a los camellos, entendí mal
el precio y el vendedor se enojó mucho. Todo se volvió
muy pesado hasta que le expliqué que yo también me dedicaba
a comerciar. Finalmente terminé comprándola como pieza
cara contemporánea y festejamos el trato tomando un té
de menta. Por lo general, armamos los viajes desde París, quince
días antes vamos a una agencia de turismo muy moderna llamada
Nouvelle Frontier que tiene muy buenos precios y donde las tasas se
cotizan de acuerdo a la edad. Y como en muchos de los puntos que recorremos
hay trueque, llevamos la valija llena de anteojos, pañuelos,
lapiceras, juegos para chicos de plástico, comprobamos que de
todos los rompecabezas son los que los vuelven locos.
Como parte del anecdotario de su periplo al estilo de Las mil
y una noches, Alicia destaca su estadía en Marrakesh, en
la villa de Hermes, invitada por Patrick Guerlain Hermes, que en honor
a la tradición ecuestre de su firma es un polista de elevado
handicap. Sus asistentes me hicieron de guías y con su
ayuda logré ingresar al souk, la feria más antigua de
la región que funciona desde el 1500 y donde se comercia en forma
voraz. A medida que te adentrás aparecen los objetos más
exquisitos, desde el zapatero que cose con seda hasta varias generaciones
de autores textiles, tenés que entrar con guía porque
es muy fácil perderse, y comprar con seriedad. A quienes sólo
buscan souvenirs se aconseja comprar en los puestitos de la entrada.
En Tailandia, en cambio, todo es más familiar, la gente te invita
a entrar en sus casas y para comprar nos sentamos en almohadones a tomar
agua, nos traen flores. Fuimos con Tania, la hija de Florencia cuando
solo tenía tres años, le dimos varias moneditas y ella
enseguida entendió los gajes del oficio y se nos apareció
con collares de piedritas fabulosos.
Cosas
con
historia
En
Gelly 3380 funciona Collectors Bazar. Sus dueñas Muky Sigal y
Reina Hirschen atiborraron un espacio que, de construcción tan
ascética, recuerda a una galería de arte con sus colecciones
de valijas, jaulas, vidrio pression glass americano de los años
treinta, muebles victorianos de bambú, silloncitos Lloyd Loom
(la pieza más sublime es la nursing chair o silla para dar la
teta), cochecitos de muñecas, alfileteros ingleses con forma
de zapatito, hormas y cajas de sombreros.
Decidimos buscar los objetos que veíamos que existían
en revistas de decoración extranjeras y en Buenos Aires eran
difíciles de encontrar. La idea es que todo tenga líneas
y colores en común y no desentonen. A simple vista pareciera
que todo va con todo, las cajas ingleses bien podrían ser chinas
porque jugamos con las similitudes entre culturas diferentes.
Con ese criterio agruparon familias de jarras inglesas Ironstone, potes
de la Provence de terracota amarilla de uso habitual para el confit
de canarde, moldes de madera para piezas de papel maché y otros
fetiches para las adoradoras de la estética de cottage y country
pregonado por la familia Ingalls. Abundan recursos ornamentales del
decoupage victoriano con sus características guirnaldas de moños
y flores.
Una colección aparte está representada por las dedicatorias,
cintas y almohadillas con aromas que encuentran en el interior de esos
objetos. Sobre el perfil de los consumidores cuentan: Nos sorprende
la cantidad de compradores hombres, desde el señor al que le
encanta comprar patos como señuelo de caza, a gente que busca
celadones chinos, ejecutivos que eligen pelotas de fútbol o raquetas
de tenis retro para sus escritorios, juegos de cricket o herramientas
de jardín.
Otras rarezas de este espacio, tributo a costumbres de otros tiempos:
espejos hechos con chapas de zinc de cielorraso americano, adorables
canastas de picnic acompañadas de tetera de plata y cubiertos
ad hoc, potes para melaza o encurtidos grabados por la Eastern Stonewear
Company, armarito de bambú de 1890, cajas de cuero inglesas para
cuellos de camisas, candelabros americanos, viejas hormas de queso que
conservan el olor rancio.
Sus búsquedas se realizan en paseos de compras por Estados Unidos,
Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania y la China regidos por las siguientes
ecuaciones matemáticas: tours tres veces al año y a veces
hasta cinco viajes para la puesta a punto de los embarques.
Hay una revalorización de los objetos con historia, lo
hecho a mano y la tradición, al punto que muchas piezas enlozadas
y las de rattan antiguo están en extinción. Cuando aparecen
en un libro se vuelven imposibles de comprar y más aun cuando
se subastan piezas similares en Sothebys o Christie.
Sobre las piezas más difíciles, citan en orden de prioridades
un sillón Napoleón Trois de bambú, una chaise longue
china de 1930, un set de butacas de cine chinas, un catre pegable de
algún bon vivant para dormir en la campiña inglesa y varios
roperos ingleses pintados con técnicas de trompse loeil
que se hicieron en las colonias inglesas.
Mientras el shopping cultural continúa tomando forma ellas tienen
colecciones privadas de vajilla en tonos de azules y blancos y cajas
de sombreros ingleses en sus casas, aunque en realidad los cientos de
objetos que ocupan las dos plantas representan como para el coleccionista
de patos su propio coto de caza.