Baños
de mujeres
El
baño es, para las mujeres, un lugar de encuentro,
de charla, de reflexión, de retoque, de puesta a punto. Uno de
los trabajos de la fotógrafa Leonor Caraballo, realizado en Buenos
Aires y
Nueva York, transcurre en baños públicos de mujeres. Probó,
al principio, incluir baños de hombres, pero desistió
porque son
aburridos. Se miran, se peinan rápido y se van.
Por Soledad Vallejos
Leonor
Caraballo arrastra sus enormes ojos profundos, marrones y con
pestañas larguísimas por las paredes de las que
cuelga Mujeres en baños públicos. Es una premisa rara,
la de fotografiar mujeres en ese no-lugar ni completamente público
a pesar de que su nombre lo afirme ni del todo privado.
Inevitablemente, esa mirada la que puede aplicarse al detener
por un instante irrepetible el ritmo cotidiano se construye como
una irrupción a la intimidad que se desenvuelve ante los ojos
de cualquiera durante un lapso variable. Leonor intuía algo de
esa extrañeza, quería provocarla, necesita desnudarla,
por algo disparó su cámara cerca de nueve meses en cuanto
baño se le cruzara por el camino. No por otra cosa había
adquirido como obsesión entrar en todos los baños de los
lugares por los que pasaba, aunque más no fuera para registrar
mentalmente los climas y volver más tarde cámara en mano
para comprobar que el aura había desaparecido, o para capturar
alguna escena interesante.
En realidad, los baños me interesan por el aspecto arquitectónico,
son lugares fríos, prácticos, me interesa esa dualidad
que hay entre lo frío y lo íntimo, me interesan los mundos
de mujeres solas y de hombres solos, cómo nos comportamos las
mujeres, cómo me siento yo como mujer ahí, frente al espejo.
Y los sonidos son muy interesantes, qué dicen las mujeres. En
realidad, quería trabajar sobre el baño de los hombres,
y lo hice durante un tiempo. Me vestía de hombre y me metía.
¿Y por qué el cambio de idea?
Era un quilombo, en el colegio de fotografía la muestra
fue su tesis de grado en fine arts me decían que me iba
a meter en problemas, me tenía que vestir de hombre y estaba
metiéndome. Además, la mujer es mucho más interesante
en el baño que el hombre: el hombre entra, se peina rápido
y se va, es más reprimido. Si lo ves solo en su casa, está
siete horas, pero ahí se mira así nomás y se va.
Entonces, me di cuenta sola de que era más interesante y más
simple sacar baños de mujeres.
Más interesante: tres mujeres en un baño de Paseo Alcorta,
una lleva una beba en brazos que se mira al espejo con ojos desorbitados.
La encargada de la limpieza se arregla el cabello frente al espejo,
otra le habla, la tercera parece diluirse en las sombras. La luz es
fría, helada, igual que las paredes y la mesada inmaculadas.
Pero hay una vida. Otra: una mujer mirando la nada, a su lado, unos
bolsos. Al lado de los bolsos, desparramada en el piso, hay una nena.
Pero la parte fácil no se evidencia con tanta simpleza.
¿Tuviste
algún problema con las mujeres fotografiadas?, ¿alguna
reaccionó de una manera inesperada?
A veces tenía y a veces no. En Estados Unidos tuve problemas
porque estaba sacando fotos y por ahí la tipa se daba cuenta,
alguien que no estaba conforme con ella, generalmente era alguna un
poco gorda, era algo raro. Entonces, me decía ¿qué
hacés acá?, yo decía estoy haciendo
un proyecto. Cuando sentía que iba a reclamar, me iba.
A veces, estaba ahí cuando venían los guardias y me sacaban.
En una universidad de ballet mepasó que estaba sacando fotos
a chicas de 14, 15 años, y una madre se enloqueció, decía
que era contra la ley y empezó a gritar, llamó a la policía,
me sacaron el film, pero por suerte no se llevaron mi máquina
ni nada. Allá hay en cierto modo más problema, la gente
está más dispuesta y más acostumbrada a reclamar,
acá eso no existe.
¿Qué marcarías de esas diferencias?
La gente americana es más pragmática. Como en los
boliches, por ejemplo, acá están horas pero no pasa nada,
allá pasan cosas, la gente toma cocaína en los baños,
son más radicales. Ahora me pasa que no puedo creer que lo hice.
Antes de sacarlas siempre me daba una úlcera. Estaba rompiendo
intimidades, y una vez que estaba ahí era como una droga, no
podía dejar de hacerlo. Pero entrar es lo que cuesta. Ahora pienso
y no puedo creer que me haya metido en los baños. Intenté
hacerlo de vuelta, como iba a hacer esta muestra quería agregarle
sonido, entonces fui a grabar con unos equipos que me prestaron. Pero
no era lo mismo para mí, ya me había pasado todo.
¿Qué otros proyectos hiciste?
Yo siempre me metí en cosas sociales, me interesa eso.
Hice proyectos de hombres en talleres mecánicos, con los calendarios
porno, todo eso, fue impresionante, todo tenía ese fondo de rubias
y pin ups. También hice uno de familias con sus chimeneas como
el núcleo de la vida de la casa. Iba, presentaba mi carnet de
estudiante y me dejaban pasar. Depende de cómo encares la cosa
la gente te dice que sí, pero tuve suerte porque era gente que
no me conocía y me dejaba sacarle fotos en sus casas.
¿Cómo
fue lo de los talleres?
Esa era siempre una situación sólo masculina. De
casualidad, una vez fui a arreglar mi auto y me di cuenta de eso, y
dije qué bueno que sería hacer esto. Entonces,
me hice amiga de los tipos que trabajaban ahí, y era un lugar
a donde iban todos los coches de la policía y también
me hice amiga de todos los policías. Eso duró un año,
y tenía que estar ahí a las seis de la mañana,
era terrible y me costó también al principio.
Leonor es inquieta. De otra manera, no se explica cómo una chica
tímida así se confiesa ella abordó
amigos y desconocidos para convencerlos de dejarse fotografiar en un
sillón de su departamento de Nueva York ésa es la
otra muestra que está haciendo, hasta el 26 en la galería
de Ruth Benzacar. En la redada, para que quede claro, llegó
a caer un taxista iraní con su hija. Tal vez tenga algo que ver
que, a los dos años de haber nacido, abandonó la Argentina
para regresar recién a los 26. Pero tampoco parece ser eso, porque
a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida en el exterior, algo
la empujó a volver, sintió una necesidad imperiosa de
dejar de lado su vida en Nueva York o cualquier posible radicación
en Brasil el país donde vivió hasta los 15 años.
Me sentía desarraigada, quería ir de vuelta al lugar
donde tuviera una base. Y me vine acá. No sé por qué.
Al principio, me costó muchísimo, amigos, en realidad,
no tengo, pero me gusta salir a la calle y sentirme cómoda, salir
a tomar un cortado, ver la arquitectura. Me siento cómoda, es
lo principal. Y tan cómoda que desde su llegada está
desarrollando otro proyecto, esta vez más ligado a un mundo masculino
por excelencia: el del tango, me interesa porque es un mundo muy
oscuro, muy programado, tiene reglas muy claras, y la presencia de la
mujer tiene un rol ajeno pero necesario.