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DEBATES

Muchos lo enfrentaron luego de una decisión compartida. Lejos de ser los hombres del Presidente
piensan que el tema no les es ajeno y que la operación debe ser legal. Son ellos los que
hoy tienen la palabra.

Por Maria Moreno

Como hombre el problema del aborto no me es ajeno. Alguna vez compartí la responsabilidad de interrumpir un embarazo. Por haber tenido que afrontarlo, no en mi propio cuerpo pero sí con sufrimiento y en circunstancias clandestinas y traumáticas, creo que el aborto debe ser despenalizado”. En 1994, este texto redactado como solicitada por iniciativa del escritor C. E. Feiling comenzó a circular entre unos pocos intelectuales que estamparon su firma o la negaron entre balbuceos dubitativos. Entonces el debate en torno del aborto estaba aún lejos de la sociedad argentina salvo expresiones “espasmódicas” –el adjetivo es de la abogada feminista Magy Bellotti– y el trabajo silencioso de algunas organizaciones como el Foro por los Derechos Reproductivos y la Coordinadora por el derecho al aborto. En los últimos días puede decirse que el aborto se puso en campaña y en los dos sentidos. Tanto por el uso electoral del tema como por las voces que se levantaron desde la sociedad, para separar el trigo de la cizaña y evitar que “se caiga” luego de funcionar como juguete de tiempo de elecciones. La posición de la Alianza de no pronunciarse al respecto quizás puso de manifiesto la ausencia de una reflexión colectiva del progresismo sobre los derechos sexuales y los de la vida cotidiana, algo que ya quedó claro cuando se debatió el nuevo Código Contravencional. La actitud oficial, al recordarle a la Alianza sus promesas incumplidas, enrostrándole, a cambio, la propia coherencia, no fue más que la puesta en acción del vademécum de provocaciones conservador. Y como éramos pocos habló Zulema para convertir a su ex marido en cómplice de aborto. La loca de la casa, la imaginación, se expresó a través de su voz tirando del mantel adonde los políticos brindaban a la salud virtual del Niño no nacido –incluidos aquellos que pretendían ceñirse al lugar común de quien calla otorga– sugiriendo que detrás de todo cruzado de lo no creado hay un cómplice de aborto hasta bajo la forma de un dueño de casa que jamás admitiría que la empleada doméstica con cama adentro pusiera un niño en esa cama, aunque –dadas las inquietudes nocturnas de su hijo, tan caras a nuestra tradición patriarcal– éste pueda ser su nieto.
¿Pero y los hombres de buena voluntad a los que menciona el preámbulo?
¿Los que tuvieron que afrontar un aborto, no en su cuerpo, pero sí a través de una decisión compartida? ¿Los que, lejos de ser los hombres del Presidente, piensan que el aborto no les es ajeno? Son ellos los que hoy prestan su testimonio.

Guillermo Saccomanno
escritor
Voy a hablar de la experiencia que más recuerdo. Yo estaba muy enamorado y en pareja. Era un embarazo deseado. Pero, cuando aún no sabía que estaba embarazada, ella se sometió a un análisis con yodo radioactivo. El radiólogo dijo que existía un 90 por ciento de que el feto quedara gravemente afectado. Así que fue algo así como una desdichada forma deeutanasia. A la esperanza frustrada y al dolor se sumó la clandestinidad, esa larga cola –sí, había cola– en un consultorio supercanuto del Once adonde yo tuve que esperar afuera. Creo en la despenalización del aborto y en que el Estado se haga cargo, aunque no lo hace como no se hace cargo ni de la salud en general, ni de la cultura, ni de nada. El aborto debe ser accesible en los hospitales. Porque sino ¿adónde te vas a hacer un aborto? ¿En la Suizoargentina? Es un tema álgido, candente ¿por qué se prohíbe? Yo pienso que es algo más que una cuestión ideológica. Hay una política muy cruda que defiende los intereses reproductores de la burguesía. El tema fue tratado con liviandad desde el Presidente hasta la oposición, porque los políticos lo único que quieren es cuidar el orto y la imagen. Hasta que saltó una “loca” como las Madres, la “loca” de Olivos. Los políticos en este caso fueron hipócritas y cómplices como lo son en el caso de la droga. ¿Qué político no se fumó un caño o no aspiró una raya? Además de que son todos gateros y putañeros. Yo, como varón, ante el aborto siento dolor moral, es la mina la que pone el lomo, la carne. Y pienso que tiene que ser una decisión compartida.

Osvaldo Bayer
historiador
Fue durante la posguerra. Conocí a una muchacha durante un viaje en barco. Mantuvimos una relación que continuó en Hamburgo. Yo era entonces un joven estudiante pobre, la muchacha tenía un novio que la esperaba en la Argentina. Recuerdo que en el viaje había una delegación de chicas católicas de Córdoba que, podría decirse, mientras estuvieron abordo se dieron el gusto de lo lindo, luego habrán vuelto a su país a contarlo en los confesionarios. La muchacha con que yo salía quedó embarazada. No estaba muy segura de si de mí o de su novio. En realidad sospechaba que era de mí. El aborto entonces era ilegal. La acompañé a un lugar muy sórdido. Había un médico, pero la sensación de falsedad era tal que uno tenía la impresión de que tal vez no lo fuera. Costó 500 marcos, una fortuna en esa época. El aborto hoy es legal en Alemania. Desde el ‘97 hay una nueva ley que lo permite hasta las doce semanas. La única exigencia que ha puesto la Iglesia es que la mujer que desee abortar se someta a una serie de entrevistas con un Consejo Asesor de mujeres y de médicos. Ella tiene la obligación de escucharlos, de contemplar distintas posibilidades. Entonces, luego, puede decidir libremente. Estoy de acuerdo con la legalización.

Oscar Steimberg
semiólogo
De ella recuerdo su soledad. Y yo tuve la impresión de que por más que alguien la acompañara esa soledad era infranqueable, que nada era capaz de aminorar ese dolor con su presencia. Como si ella tuviera que enfrentar una relación con un mundo sordo y mudo que la ponía a prueba y donde toda palabra era vacía. Así que me sentí totalmente inútil o con la imposibilidad de acompañar eficazmente. Una situación así pone más de relieve las diferencias de clase, deja a unas más indefensas, con menos información y más peligros que a otras, más a merced de la explotación de la industria del aborto clandestino que aumenta sus precios de acuerdo con los riesgos que se miden en los meses de embarazo y favorece la extorsión.
El uso del tema del aborto en la campaña electoral contaba con la previvencia de creencias que están menos arraigadas de lo que se supone. Recuerdo que Perón, cuando tenía un adversario, solía profundizar el enfrentamiento. En un momento el adversario fue la Iglesia,
entonces Perón abrió los prostíbulos, suprimió la enseñanza religiosa e instauró el divorcio. Pero no creo que eso haya modificado el grado de popularidad del peronismo porque las preocupaciones que lo hicieron crecer fueron macropolíticas. Mientras que el radicalismo ofrece desde un principio una ilusión de cercanía de tipo asociativo, local y parroquial -el Dr. está con vos en el comité–, el peronismo ofreció la ilusión de un contacto personal con los grandes poderes como el Ejército o los Sindicatos. Y hoy la campaña electoral no pasa por el aborto que, por supuesto, creo que debe ser libre y gratuito.

Arturo Bonín
actor

El testimonio de nuestra primera dama es muy claro, nuestro presi que se muestra en contra es un actor. Yo también he tenido que apelar a este mecanismo en algún momento, fue muy doloroso. Las condiciones en que participé fueron asépticas con cuidados y comodidades. Si la palabra cuadra: fue un costo psíquico. El saber que estaba cometiendo una infracción pesa y la injusticia de no poder hacerlo blanqueado, estoy en contra de la penalización pero no estoy de acuerdo que sea sólo una decisión de la mujer aunque ella ponga el cuerpo, salvo en caso de violación. En los casos de parejas bien avenidas, la posición se comparte, y éste fue mi caso. Fue una decisión muy difícil, lo recuerdo como algo que me pesó, que lo mejor en otras circunstancias podrá ser distinto, por ejemplo en una relación que uno sabe que no da para más, pero en general creo que un aborto no deja de tener una marca para el resto de la vida, es imposible de olvidar.
Yo creo que, si fuese legal, estaría salvada una parte de todo esto que es el riesgo físico; las condiciones legales te tranquilizan y te dan una serie de garantías, incluso bajo la mirada de los demás. Porque si tenemos actitudes fundamentalistas con esto, ¿por qué no las tenemos con otras cosas como mentir o robar?
Un gobierno que administra el caos o bien a su criterio y mas allá de intereses de la gente, cuando condena el aborto, desvía la discusión.

Pablo Reyero
director de cine, documentalista
No me parece que sólo sea una cuestión de la mujer y obviamente lo mejor es que ambos puedan estar juntos en esa situación. Por supuesto no estuve en el lugar físico donde se produjo, como siempre esperé en la sala contigua, pero me parece que fue fundamental para ambos haber estado juntos. No fue una decisión difícil porque éramos muy jóvenes entonces -en realidad teníamos entre 19 y 22 años–, sinceramente por mi forma de ver las cosas y de la chica con la que estaba los dos decidimos que lo mejor era abortar. No estábamos buscando un hijo. Obviamente es un duelo. No creo que nadie que se haya hecho un aborto lo haya vivido livianamente, lo que pienso es que sí tiene que estar legalizado porque no puede ser que estemos entrando al siglo XXI y al mismo tiempo estemos en la Edad Media, porque las mujeres siguen muriendo en lugares y manos de carniceros.
Si la represión sexual no fuera tan grande, sería también bueno que la familia acompañe y no hacerlo a escondidas y, además porque conseguir la guita es un kilombo, más cuando se es joven.
La clandestinidad hace que todo sea más pesado, pero la principal cuestión es que habilita un negocio igual que la prohibición de las drogas.
Se usa como chicana porque la Iglesia tiene peso y poder tanto político como económico y moral entre comillas, acá hay mucha gente cristiana que si la Iglesia dice no, dice no, aunque sus hijos aborten igual.

Tom Luppo
conductor radial,
psicoanalista, poeta
Me tocaron diversas situaciones en las que tuve que acompañar a una mujer a abortar. Primera escena: me tocó con alguien a quien quería. Eramos muy jóvenes, la acompañé y sentí que era realmente algo terrible. Pero al mismo tiempo tenía la noción de que no era natural tener un hijo entonces, era legítimo interrumpir el embarazo. Claro que después larelación se deterioró tanto que terminó. El odio que genera atentar contra la especie es invencible.
Segunda escena: dos polvos y embarazo, ¡qué desproporción!, ¡qué grande es el embarazo y aborto por dos momentos de placer! Eso fue lo más terrible, pensar que ella tenía que exponer su cuerpo por algo que fue un instante de placer y nada más. Ella tenía puesto un espiral y falló, ningún método es infalible. En aquel caso todo se me vino encima, me planteé seriamente la contradicción entre lo que uno desea y lo que uno quiere. Me quedé pensando en Fowgil, que dice que es capaz de ser padre de cualquier embrión que se presente. No es mi caso, y tampoco era el de ella. Tercer escena: fue con una mujer con quien estaba muy apasionado pero a la que quería dejar de amar porque me cagaba la vida, me ocupaba todo mi tiempo. Ella quería tenerlo; yo, no. Estuve tan angustiado en esos días que se me empezó a caer el pelo. Fue su madre quien la convenció para que aborte porque sola no lo iba a bancar. Porque yo también tengo derecho a decidir cuándo ser padre o no. Después del aborto seguimos un tiempo más, pero la ilusión rota produjo el mismo efecto que en la primera vez. Por mi parte me quedé con una mezcla de dolor y alivio.
Por supuesto después de esas experiencias entendí mejor que la anticoncepción no es un tema de mujeres. Voy a cometer errores nuevos con mi hijo, pero no esa omisión que deja el riesgo del sexo en manos de ellas. La despenalización es absolutamente necesaria, porque cada aborto hecho en la clandestinidad aumenta la angustia y en algunos casos lleva a la muerte. Desde el punto de vista médico, tiene el mismo riesgo que sacar una muela, es la connotación simbólica lo que lo hace terrible. La legalidad le daría otro marco, otro diálogo, otro presupuesto. Así está como oculto, es sucio, es pecado. Pero el pecado es otra cosa, pecado es lo que me contó una mucama que lo hizo con curandera y casi se muere. Dos de sus amigas habían fallecido por infecciones después de abortos mal hechos. Es un crimen que todos aceptamos y bajamos la cabeza, que una mujer pobre no pueda llegar a un médico es tremendo. Además ¿la sociedad que le prohíbe hacerse un aborto le va a dar trabajo? No, la deja sola con su destino de mendigar para ella y para su hijo no deseado. Eso es un crimen, el crimen de la pobreza.

Pompeyo Audivert
actor
Yo aborté. Fue un momento dificilísimo, horrible, me parece que la idea del aborto que instala el Gobierno es paradójica porque intenta darse una legitimidad espiritual cuando permanentemente produce abortos en términos sociales, sobre la realidad, que son muchos más graves. Me parece que es raro que el Gobierno haya tomado este tema, porque de alguna forma se debe sentir culpable y no hablo del presidente sino del aborto político que significó el menemismo para el peronismo. Una situación de asesinato de las ilusiones y de un país. En vez de dejar gestar la unión nacional, el Gobierno la aborta, en una oscura cueva con las enfermeras del Fondo Monetario Internacional.
Me parece que el aborto es un tema secundario del orden de la vida privada de las personas y que lo que habría que hacer rápidamente es restituir los temas principales al análisis político para evitar que el orden de prioridades lo establezcan ellos y nos desvíen de la conciencia.

 

Víctor Laplace
actor
Me tocó acompañar a una mujer a abortar y obviamente fue una situación horrible para los dos. Pero sobre todo para ella. El aborto no es un tema de mujeres, pero indudablemente sucede en su cuerpo. Es impensable para un hombre lo que significa llevar una vida dentro a la que hay que abortar. Igual que es impensable para nosotros, imposible de entender lo que les sucede a ellas cuando dan a luz. Por más que estemos presentes, que queramos meternos en esa situación no hay manera de saber más que como testigos. Desde ahí mi mayor adhesión hacia ellas en este tema. No puedo decir sinceramente que quiero el aborto legal, no puedo decir que estoy a favor, pero sí que es necesario reflexionar porque no hay derechos humanos sino hay igualdad de oportunidades. Y son muchas las mujeres, las familias que no pueden ni siquiera cubrir sus necesidades básicas y es una estupidez exigirles que sigan pariendo hijos. Si decimos que estamos en el Primer Mundo, sería bueno que nos hagamos cargo. Porque tal como están las cosas el atraso es impresionante y las diferencias son cada vez más profundas