Christina
Lindholm es directora del Departamento de Modas de la Universidad de
Virginia. Vino a
Buenos Aires a dar un seminario sobre Moda del Próximo Milenio.
Entre los pronósticos que
ya están tomando forma, el más fuerte es el del
cambio de hábitos de consumo: se mirarán menos
vidrieras y se comprará más por Internet.
Por
Victoria Lescano
Las mujeres teníamos más posibilidades de color, cortes
y materiales a principios de siglo, cuando íbamos a las costureras,
porque la cultura de los megastores desencadenó que cada vez
más compremos lo que no necesitamos. Nuestra generación
se caracteriza por roperos superpoblados y la sensación de no
tener qué diablos ponerse, y los malls cibernéticos intentan
cambiar las formas de consumo. Así como hace quince años,
anticipándose a las posibilidades de Internet, una compañía
sueca ideó desfiles de moda en televisión con un sistema
que permitía a las espectadoras elegir el modelo que les interesaba
con sólo oprimir el control remoto luego de seleccionar
el color y la tela, las prendas eran fabricadas por robots y a los dos
días entregadas a domicilio, ahora en Estados Unidos las
compras en la red ya son tan populares como hace algunos años
lo fue la compra por catálogo.
Con gafas vintage, un collar de perlas que da varias vueltas en su cuello
y un twinset de estampado animal, la directora del Departamento de Diseño
de Modas de la Universidad de Virginia, Christina Lindholm, fue la principal
oradora de un seminario sobre Moda del Próximo Milenio organizado
por la Universidad de Palermo. Vino acompañada por su adjunta,
Kimberley Guthrie, y ambas se refirieron al comercio electrónico
y las estrategias de diseño para el consumidor global. Especialista
en preservación de textiles y prendas históricas para
el Museo del Traje del Costume Institute del Metropolitan de Nueva York,
diseñadora de vestidos de novia, vestuarios para teatro y una
línea de bikinis para vecinas dragqueens en sus días de
investigadora en un museo de St. Louis, Lindholm traduce el furor de
ventas en Internet en una presencia del 50 % de majors de la moda en
la red y cifras de venta de mil millones de dólares.
¿Cómo define a la estética de las campañas
virtuales?
Por regla general es tridimensional y cuanto más interactiva
mejor, cada vez más se parece a juegos de videogame, porque navegar
está vinculado al entretenimiento. Así como la firma Bluefly
fue una de las precursoras en proponer moda a bajos precios junto a
consejos de estilo y análisis de tendencias en Internet y 3D
elogia las ventajas de encontrar el estilo propio sin vendedoras respirando
detrás de tu cuello. Tal vez lo más revolucionario sea
el próximo lanzamiento de boo.com, un programa que luego de permitir
escanear tu cuerpo podrá decirte qué marcas y qué
colores usar, de acuerdo a tu estilo de vida y tu presupuesto.
¿Cuáles son las necesidades de los consumidores
de acuerdo a sus grupos de pertenencia?
Lamentablemente los estudios referidos a las necesidades de los
consumidores son informales. En líneas generales se sabe que
dependen de cada grupo generacional. A los baby boomers, a mi generación,
le importa verse bien a pesar de estar envejeciendo. Aunque sin sacrificar
comodidad, la generación X se caracteriza por todo lo que le
ayuda a expresar suindividualidad y le garantice diversión. La
generación Y responde a nuevas ideas, el sexo y los dictados
de la cultura global.
¿Qué hallazgos destaca de su paso por el área
de conservación de museos?
Durante dos años me dediqué a observar la tarea
de restauradores desde el Met, el Jefferson Memorial hasta pequeños
museos de Cincinatti. Sobre los químicos involucrados en el proceso
de conservación y sus peligros sobre la vida de los restauradores,
comprobé que muchos de los pigmentos empleados para rellenar
colores de las mangas tenían plomo y que los fluidos de tintorería
eran inflamables. Mi propósito no era criticar los procedimientos
sino advertir sobre los peligros, y me dio mucha felicidad cuando fue
incorporado en los planes de trabajo. Las fórmulas para conservar
trajes son variadas, aunque muchas no pueden ser preservadas. De los
cientos que vi durante mi trabajo la que más me llamó
la atención fue un original de Fortuny, de tal complejidad que
nunca pudo ser copiada.
¿Cuáles son los criterios que rigen la puesta en
escena de muestras en esos museos?
La selección es muy política y con frecuencia está
influenciada por el dinero. Recuerdo que cuando, a fines de los ochenta,
Ralph Lauren, cuya insignia es un pony, dio al Metropolitan un montón
de dinero, apareció una gran muestra con gente a caballo y temas
ecuestres. También se impone el momento histórico y los
descubrimientos: cuando se encontraron nuevos tesoros en Egipto las
pirámides se volvieron leit motiv, con la apertura de China la
moda se saturó de ese estilo y cuando empezaron buenas relaciones
con Rusia hubo una muestra fabulosa sobre trajes de los zares. En el
archivo de nuestra universidad tenemos originales de Dior o Givenchy
para que los alumnos aprecien el corte y en estos días pusimos
una muestra de moda de los sesenta muy Austin Powers.
¿Cómo se modificaron las posibilidades de diseño
a partir de la computación?
El corte de prendas mediante tecnología láser permite
desperdiciar cada vez menos telas, aunque en caso de fallas puede desencadenar
catástrofes, una pequeña empresa de sportswear hace poco
descubrió que las mangas habían sido cortadas al revés
y tuvo que cancelar toda una colección. Por otro lado los programas
como el Euforia permiten crear textiles mucho más rápido
y cambiar muy fácilmente de colores. Sin dudas las condiciones
de los operarios cambiaron mucho desde un famoso incendio en una fábrica
de camisas de Nueva York en que murieron cientos de mujeres y niños
ocurrido en 1914.
¿Cuál es su visión sobre la moda del 2000?
Pareciera que todo vuelve de una manera diferente y los grandes
cambios están en las telas desarrolladas para el deporte. Desde
las telas que dejan pasar el sol para broncearte, las que garantizan
velocidad y los cueros artificiales que incorporó Todd Oldham,
que se pueden lavar en el lavarropas. Volviendo a los trajes de baño,
el secreto está en las capas muy delgadas en que se procesan
las fibras haciéndolas casi transparentes en los pechos. Pero
eso es algo que yo no puedo usar en Richmond, mi ciudad, porque aún
hoy podés ser arrestada en la playa por indecencial