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La igualdad no alcanza

Sylviane Agacinski estuvo en Buenos Aires para presentar su libro Política de sexos del que Las/12 dio un anticipo en su momento. En este reportaje la filósofa, esposa del primer ministro de Francia, desarrolla su idea de la paridad, una instancia superadora de la igualdad entre los sexos.

Por Marta Dillon

Antes de que se concrete la cita con Sylviane Agacinski, la advertencia queda formulada por su edecán: “De ninguna manera se contestarán preguntas que tengan que ver con el matrimonio de la señora ni con la coyuntura política francesa”, dice en aquel idioma para poner un límite. Y es que esta mujer elegante, filósofa, feminista, que dicta cátedra en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París y quien acaba de depositar toda su pasión en su último libro .Política de sexos, es además la esposa de Alain Jospin, primer ministro francés, uno de los hombres fuertes de Europa. Y de eso no se habla.
De paso por Buenos Aires, en donde dictó un seminario en la Alianza Francesa, Agacinski se detuvo a reflexionar brevemente sobre lo que develan crudamente las Madres de Plaza de Mayo y otras mujeres que también por ser madres se movilizan en busca de justicia para sus hijos .”la supervivencia de un modelo masculino de violencia y muerte” y sobre la urgencia del pleno ejercicio de una maternidad autónoma. Algo que en Francia es un hecho que permite a la mujer pensar un poco más allá de sus reivindicaciones propias para avanzar en un ejercicio “paritario” de la representación política. “No es posible abolir la diferencia de los sexos y su función estructurante, sobre todo a través de los sistemas de parentesco, y aunque la tradición occidental está muy marcada por el androcentrismo, podemos preguntarnos acerca de las posibilidades de transformar la vieja jerarquía”. Ese es el camino que plantea esta pensadora, repensar la “mixitud del hombre”, porque “la especie humana se divide en dos y solamente en dos, reflexionar sobre esto debe conducir a dividir en dos nuestra representación de la esencia del ‘hombre’ de tal manera que la mujer no sea más un ser secundario”.
¿Por qué utilizar la palabra hombre para referirse a la humanidad o a los seres humanos?
Porque devela una contradicción extremadamente significativa en una historia muy larga y muy presente en la mayoría de los idiomas. Todo el género humano está encarnado en el hombre masculino. La mujer no es solamente diferente sino que es una humana derivada, secundaria, inferior. El modelo de lo humano es el hombre. Sin embargo la diferencia de los sexos y la dualidad original de la especie, incluso antes de representar un papel esencial en toda organización social, se encuentra en la base del amor, de la muerte y de la procreación.
Y es justamente sobre la procreación o más precisamente sobre la maternidad, que empieza a construirse la jerarquía masculina.
Yo acuerdo con la antropóloga François Heritier en que uno de los motivos iniciales de la servidumbre de la mujer es el deseo del hombre de dominar su descendencia. Durante siglos la familia se articuló para que los hombres se apropien de los hijos y así encierren a las mujeres. La maternidad siempre fue un poder, pero un poder alienado. Este poder que preocupó tanto a los hombres sólo puede ejercerse cuando también la maternidad está ligada a la libertad de decidir. O sea asociada a las posibilidades de la planificación familiar y el derecho al aborto.
Por supuesto, algo que acá en Argentina aparece como urgente y que en Europa fue una revolución total: el control de las mujeres de su propio potencial como madres. Yo conocí la experiencia del aborto en mi juventud y también la maternidad más tarde y desde esa intimidad también puedo asegurar que la felicidad y el poder que proporciona ser madre está indisociablemente ligado a la libertad de decidir.
Si la maternidad es un poder tal como usted lo plantea, ¿por qué la crianza de los hijos es una tarea tan devaluada, lo mismo que el trabajo doméstico?
No creo que sea una tarea devaluada. A partir de que las mujeres empiezan a decidir, también los hombres comienzan a reclamar con más fuerza su derecho de padres, no desde la autoridad del jefe de familia como se lo planteaba antes .en Francia, hasta hace muy poco, el hijo de una mujer casada era automáticamente el hijo del marido, ahora ya no, por ejemplo. Hoy en la pareja parental hay una igualdad total de derechos.
Sin embargo sobre las actividades domésticas no se ha reflexionado casi nada, sigue siendo una tarea relegada a la mujer.
Seamos honestos, es verdad que en lo doméstico no progresamos mucho. Los franceses hablan de un reparto de tareas que en general se resume a que el hombre saca la basura y la mujer hace todo lo demás. Pero es demasiado tarde para legislar sobre ese campo, para pensar en soluciones políticas. El salario para el ama de casa siempre fue una postura de derecha que intentaba frenar el ingreso de las mujeres al mundo del trabajo fuera de la casa. En un cierto sentido, sin hacer demasiado escándalo, es verdad que las mujeres han trabajado demasiado sin recibir nada a cambio. Pero hoy los avances tecnológicos, por lo menos en Europa, han aliviado tanto las tareas domésticas que son las mismas mujeres las que quieren seguir teniendo el control sobre la casa aunque en realidad se trate de una doble jornada laboral.
A la que se agrega además, en algunos casos, el interés en lo social y lo que Lipovetsky llamó la tiranía de la belleza.
Bueno, ese hombre me desilusionó bastante. Creo que no entiende la cuestión de la mujer. Dedicó 200 páginas a hablar de la belleza y sólo dos a la paridad. Por supuesto que existen formas de alienación que pasan por el comercio, por el cuerpo, la publicidad, la cirugía estética, en ese sentido se busca explotar a la mujer. Pero a la mujer le gusta ser bella y eso no creo que esté mal. Es una forma de cultivar la diferencia. No creo que la igualdad pase por la similitud, aunque algunas feministas norteamericanas crean que no hay que maquillarse ni usar tacos altos.
Volviendo al tema de la filiación, usted plantea que ésta sólo puede ser mixta y, sin embargo, la nueva tecnología y las nuevas familias .parejas homosexuales e incluso mujeres que deciden tener hijos solas ¿acaso no plantean otros modos de filiación?
No hay otra forma de generar un hijo que de una pareja mixta. Se necesita una célula masculina y una femenina .aunque hace algunos años hubiéramos dicho que se necesitaban dos personas, hoy sólo nos limitamos a hablar de células, y un niño, aunque no conociera a una de las dos partes, debe saber que su origen es mixto, porque él también será niño o niña, aunque sea criado por dos personas del mismo sexo. Aun cuando después, desde la cultura se construyan otras opciones, están sostenidas por esta dualidad original. No reconocer este principio tiene consecuencias éticas graves que ya hemos soportado y que todavía soportamos. Reconocer al otro sexo es lo más próximo a reconocer al otro, al extranjero. Sólo así es posible respetar otras diferencias. Muy a menudo los insultos racistas son insultos sexistas, cuando los hombres quieren rebajar o insultar a un extranjero en general lo feminizan.
¿Quiere decir que las guerras étnicas podrían ser una metáfora de la guerra de los sexos?
En las guerras étnicas el odio hacia el diferente, hacia el otro, está muy presente. Recuerdo en particular el tema de las mujeres en Bosnia, aunque esto existió en muchos lugares. En Bosnia las mujeres eran violadas no por enemigas sino en tanto que propiedad del enemigo. Las violaban de la misma manera en que se quemaban las casas. Y por otro lado, también, para hacerles hijos porque estos hombres conservan ese viejo fantasma que encontramos en la antigua Grecia sobre que la heredad deviene sobre todo del varón. Al preñarlas las obligan a llevar la sangre del enemigo. Esto fue muy terrible y por eso desde Francia se enviaron esas pastillas llamadas “del mañana” que sirven para evitar el embarazo si se las toma en un lapso de 72 horas después de la relación sexual.
Igualdad y retórica
Agacinski comenzó a escribir su último libro después de una década de haber archivado la “cuestión de las mujeres”, creyendo que ya habían cumplido su cometido, al menos en Francia. Sin embargo fue un manifiesto reclamando medidas para establecer la igualdad efectiva entre los hombres y las mujeres en los órganos de decisión lo que la despertó de su letargo. Era el año 1996 y en Francia tanto el Senado como la Asamblea Nacional estaban compuestos por nada más que un 5,5 por ciento de mujeres. Las mujeres políticas que firmaron aquel manifiesto reclamaban la paridad, un concepto que ahora está en vías de aplicación y que generó profundas divisiones entre las feministas francesas.
¿Cuál es concretamente la diferencia entre igualdad y paridad?
La noción de igualdad implica simplemente los mismos derechos y la no discriminación legal de las mujeres. Pero en realidad la igualdad no puede impedir la discriminación de hecho. Por ejemplo en la vida política se practica una discriminación positiva a favor de los hombres que se instalaban hace pocos años con un 95 por ciento del total de órganos representativos. O sea que podía existir una igualdad teórica y un monopolio de facto en la vida política por parte de los hombres. La idea de paridad significa el equilibrio de la presencia de hombres y mujeres en ese campo. Significa principalmente corregir el monopolio masculino con medidas concretas como puede ser el cupo en Argentina. Y más radicalmente plantear que la idea de nación, así como de humanidad, está hecha de hombres y mujeres en partes iguales. Lo que en la constitución francesa se llama el ejercicio de la soberanía el pueblo que gobierna a través de representantes no era ejercido por hombres y mujeres. Esta es la idea principal, que unos y otras deben compartir este ejercicio por partes iguales. Es una idea totalmente nueva no contemplada en la democracia tradicional. Si las leyes son hechas sólo por hombres, siempre va a faltar alguna cosa que atañe a las mujeres, habrá un punto de vista masculino dominante.
¿En Francia se está desarrollando la idea de paridad?
Sí, está encaminada. Hay una propuesta muy firme para que en las elecciones que se hacen a través del sistema de listas, éstas se formen con un 50 por ciento de hombres y de mujeres. Pero ojo, alternando un hombre y una mujer, porque sino las ponen todas al final de la lista yseguimos en la misma. Y en las elecciones en las que no se aplican listas se impone un cupo de 40 por ciento de representación femenina.
¿Cree que esto va a modificar las formas de hacer política?
Creo que ya se están modificando, por lo menos en el estilo. Aunque es importante aclarar que no pedimos la paridad para hacer valer alguna cualidad femenina en particular. La paridad es un derecho que no está basado en que las mujeres son así o asá. Eso es una trampa. Nosotras decimos que somos mujeres, somos la mitad de la nación y es legítimo que estemos representadas, porque sino no podemos ejercer nuestro derecho soberano. Pero eso no quiere decir que una mujer política tenga que ser, por ejemplo, madre. Y viendo a las ministras que hay ahora en Francia la de Justicia, de Cultura o de Asuntos Sociales, se hace evidente que siendo mujeres tienen estilos muy distintos. Las mujeres políticas no tienen por qué encarnar una idea preconcebida.
¿Cómo ve a las mujeres políticas en Argentina?
Sólo puedo decir que, desde algunos lugares de lucha, como el de las Madres de Plaza de Mayo, salta a la vista un gran coraje. A partir de situaciones muy trágicas, surgen modos de combatir a la violencia, una resistencia a formas de poder que se activa aun en mujeres que no son políticas. Y puede que esto exprese de forma un poco cruda la supervivencia de un modelo masculino de violencia, de guerra y de muerte. Las mujeres responden y crean una cultura de la vidal.

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