Zarpadas
El
arte feminista ha entrado pisando fuerte en los más importantes
museos de Nueva York. Incluye objetos tan inquietantes como un cuarteto
de aspiradoras Hoover en sus cajas de acrílico e iluminadas por
tubos de neón, Barbies con las lolas cortadas y una escultura
de papier-maché, que representa a una mujer desnuda arrastrándose
en cuatro patas y seguida del larguísimo tereso marrón
oscuro que está expulsando. Las chicas ya no se andan con eufemismos.
Por
Moira Soto
desde N. YORK
Aunque
sin duda buena parte del público que va a museos y galerías
está cada vez más curtido, ellas siguen buscando y encontrando
la manera de remover el avispero del buen gusto, de trastornar las buenas
conciencias que se creían en paz, de lanzarse sin red a explorar
las más oscuras profundidades. Están en todas partes,
afortunadamente: en Buenos Aires, por ejemplo, hace un par de meses,
Ana Gallardo presentó en Juana de Arco una audaz y valiosa instalación
sobre aborto clandestino y anticoncepción, pero en general la
crítica de arte no se dio por enterada. Durante estos meses,
en diversas muestras
neoyorquinas, unas cuantas artistas locales e inglesas dan pruebas contundentes
de que para ellas la belleza es convulsiva o no es.
En la abarcadora exposición del Whitney (The American Century,
Art & Culture, Part II, 1950-2000); en el Brooklyn Museum of Arts
(Sensation, Young British Artists from the Saachti Collection), y en
Metro Pictures (Cindy Shremans Exhibition), las mujeres, en su
apreciable mayoría, siembran el desconcierto cuando no abierta
repulsión.
Desde luego, en una muestra como la del Whitney, que resume -.con la
arbitrariedad inevitable de las antologías cinco décadas
de arte norteamericano, además de conocidas agitadoras, figuran
creadoras importantísimas pero menos shockeantes, como la expresionista
abstracta Helen Frankenthaler (que mereció retrospectivas en
el mismo Whitney y en el Metropolitano, en el 69 y el 73,
respectivamente) o Eva Hesse, de corta y fulgurante carrera (murió
a los treintipico, en el 70). Precisamente, uno de los trabajos
de Hesse (Untitled, Rope Piece), es en los afiches publicitarios el
emblema de esta exposición, en donde también se encuentran
y dialogan imágenes de Marilyn Monroe y de Murphy Brown (interpretada
por Candice Bergen, como bien saben), primeras ediciones de Política
Sexual de Kate Millett y de El Eunuco Femenino de Germaine Greer, las
casitas de muñecas de Miriam Schapiro y el libro de cuentos para
chicos Heather tiene dos mamis, de Leslea Newman, con dibujos de Diana
Souza (naturalmente, o no tanto, acerca de una pareja de lesbianas que
tiene una hija), Superniña y ¿por qué no? el cuarteto
de aspiradoras Hoover de Jeff Koons en sus cajas de acrílico
iluminadas por tubos de neón.
Torcer el destino
de la anatomía
Así como hay un arte religioso (y nadie se escandaliza), hay
un arte feminista (y muchos se encrespan) producido por mujeres que
no sólo no reniegan de la especificidad de su mirada sobre sí
mismas, los ámbitos yconductas tradicionalmente tenidos por femeninos
y el mundo en general, sino que además se preocupan por el destino
violento, inhumano que ha tenido y sigue teniendo la anatomía
femenina (para no hablar del alma ídem). Abiertas a las transformaciones
de su época, ellas quieren ingresar a la historia universal (es
decir y por ahora, masculina) del arte como mujeres. Con ese objetivo,
no son pocas las que vienen ocupando espacios destacados e influyentes,
de perfiles netamente reconocibles como lo son la denuncia y el cuestionamiento
de estereotipos de terca vigencia. En suma, que hay muchas artistas
convencidas de que no es una contingencia secundaria ser mujer a los
efectos creativos.
Aunque dice no creer en una posición muy feminista
políticamente, Catherine David (La Maga, 18/5/94), curadora de
la muestra internacional de arte contemporáneo Documenta, reconoce
que le gustaría actuar como las artistas que le interesan y usar
cualidades que me parecen más desarrolladas en las mujeres
que en los hombres, especialmente en este momento: el coraje, la determinación,
la ausencia de miedos innecesarios. Características éstas
que parecen describir a Louise Bourgeois, Diane Arbus, Barbara Kruger,
Sherrie Levine, Sue Williams, Alice Neel, Ana Mendieta, Jenny Holzer,
Nan Goldin, todas ellas presentes en el Whitney. En el segundo piso,
de los 80
a los 90, no podía faltar un afiche de las Guerrilla Girls,
esas bravas chicas que se mantienen en el anonimato, en su mayor parte
artistas que, desde mediados de los 80, con máscaras de
gorilas, vienen llamando la atención de los paseantes desde vallas
publicitarias y carteles, casi siempre tipográficos, que denuncian
el sexismo y el racismo de la sociedad norteamericana, sobre todo en
el mundo del arte.
Pero el auténtico shock de The American Century, la obra a la
que la gente se acerca despacito agarrándose disimuladamente
el estómago y tratando de no poner cara de asco porque al fin
de cuentas están en un museo de arte, es Tale (cuento, relato).
Una escultura de papier-maché, cera y pigmento de Kiki Smith
que representa crudamente, atrevidamente a una mujer desnuda que se
arrastra en cuatro patas seguida del larguísimo (¿cómo
decirlo sin que suene despectivo?) tereso marrón oscuro que está
expulsando. En realidad, Smith ya tiene algo familiarizados a sus seguidores
con los fluidos corporales: a la menstruación, por ejemplo, la
mostró mediante collares de cuentas rojas surgiendo de la vagina
de una mujer. Nobleza obliga: entre nosotros, la singularmente talentosa
Marcia Schvartz, en su bello cuadro Acerca del descubrimiento, pintó
a una chica aindiada en una zona acuosa mirando la sangre que fluye
de su cuerpo por primera vez.
Cindy
no ceja
Mientras que en el Brooklyn Museum of Arts se puede apreciar las travesuras
juveniles e impactantes de las inglesas Mona Hatoum, Fiona Rae, Jenny
Saville, Jane Simpson, Rachel Whiteread, Sarah Lucas y otras, en Metro
Pictures
expuso recientemente la extraordinaria fotógrafa (y puestista
en escena, habría que agregar) Cindy Sherman. Heredera de artistas
tan notables como la alemana Marta Vietz (pintora, fotógrafa,
modelo, actriz hasta el 42), y la francesa ligada al surrealismo
de los años 20 Claude Cahum, Sherman se ha fotografiado
largamente a sí misma, transformándose en distintos arquetipos
femeninos, de la teen-ager al ama de casa, de la mujer fatal a la sirvienta,
en sus primeros trabajos. Entre el 86 y el 89 cambió
el blanco y negro por los vivos colores para sus Disguts Pictures, serie
a la que siguió otra titulada Sex Pictures, donde analizaba críticamente
la pornografía a través de posturas fragmentadas de cuerpos
de muñecos sugiriendo rituales mecánicos. Sherman fue
aún más al fondo del espanto con Horror Pictures, collages
con muñecos destrozadosentre los que aparecía algún
rasgo del rostro de la polémica artista. Ahora, de vuelta al
blanco y negro, Cindy Sherman se ensaña de nuevo con Barbies
y soldaditos tipo G.I. Joe, fotografiándolos con cabezas rotas,
tetas cortadas, brazos despegados del cuerpo sin ropa. Y el sobresalto
mayor: una suerte de superhéroe de los nuevos, las turgentes
piernas abiertas y un hueco cavado entre ellas. Si el tereso de Kiki
Smith repele a muchos, la operación realizada a este musculoso
seguramente ha provocado pesadillas reiteradas en lo profundo de la
noche, sin dejar de perseguirlos durante el día, a los varones
impresionables y aprensivos que concurrieron a esta expo.
arriba