La
casa que viene
La
nueva edición de Casa FOA, en Puerto Madero, permite vislumbrar
nuevas tendencias
en decoración de interiores. Madera oscura, avances tecnológicos
instalados en el medio
de los livings, cierto aflojamiento del minimalismo extremo y los clásicos
de siempre.
Por Victoria Lescano
Que
las maderas oscuras del Africa llamadas wengé y rescatadas por
la firma B&B se apoderan de mesas, bibliotecas, parafernalia de
cocina y baño, que los lavatorios se parecen cada vez más
a los cubos que ofician de bebederos para ganado, que a los jardines
verdes se imponen las plazas secas, que la vajilla japonesa es tan indispensable
como los megaplatos blancos de otras temporadas y que los centros de
mesa deben ostentar hojas de repollos colorados y también algunas
puntas de espárragos son algunos de los dictados de la edición
número quince de Casa Foa, la feria de decoración organizada
por la Fundación Oftalmológica Argentina que logró
la recuperación de antiguos docks, silos devenidos en lofts,
estancias, caballerizas y palacios de familias ilustres como viviendas
y también a principios de los noventa fue parodiada por una muestra
de artistas avant garde en el Centro Cultural Recoleta llamada Casa
FEA, con fabulosos muebles hechos con basura.
Esta vez transcurre en un edificio de oficinas high tech en la calle
Olga Cosentini y Estados Unidos, un punto vecino a la Reserva Ecológica,
donde un silo de principio de siglo planea transformarse en un hotel
boutique concebido por el diseñador francés Philippe Starck
y existe otro proyecto no menos ambicioso de capital chino.
Visitarlo resulta, a pesar de su profusión de espacios demasiado
cercanos al clima impersonal de los show rooms, una buena oportunidad
para tomar nota de cómo incorporar los adelantos tecnológicos:
pantallas planas de computación, televisores que podrían
confundirse con paisajes y equipos de música estilizados Bang
Olufsen. Porque la tecnología y su incidencia doméstica,
ese concepto que la película Mi tío de Jacques Tati adelantó
a fines de los cincuenta (y hasta el momento ningún diseñador
de interiores logró superar en modernidad) y los cambios en los
hábitos de trabajo aplicados a espacios calificados de home office,
son los temas que funcionaron como principales referentes de los estudios
que hasta fin de mes participan de la muestra.
Al iniciar el recorrido en un simulacro de castillo medieval construido
con bloques de cemento de acuerdo con un veloz método suizo llamado
Plycem, donde funciona la guardería, mientras ositos clásicos
descansan en sillas de los treinta, de las cunas de hierro cuelgan móviles
enlazados con uvas de cristal Limoges, hay cortinas de caireles y se
proyectan clásicos de Pluto y el Pato Donald, un sistema computarizado
de huellas dactilares invita a registrarse.
Quienes
busquen ideas para aggiornar sus mesitas ratonas o dressoirs podrán
enfrentarse con algunas de las piezas más representativas del
diseño del siglo XX y un panel con fotografías de sus
autores. Para ellos basta con dirigirse al home office ideado por Alfred
Fellinger en el tercer piso, donde hay clásicos de Knoll y Herman
Miller, como banquetasmodelos 400 de Harry Bertoia propuesta como mesa
de apoyo, silla mecedora y las sillas con banqueta de descanso que Charles
y Ray Eames idearon para el cumpleaños de Billy Wilder. Allí
la computadora (que cuando el dueño desea puede ocultar tras
paneles de vidrio opaco) y el televisor de pantalla plana proyectan
un paneo por los distintos climas y a su autor, con la apariencia del
piloto de una nave espacial riendo desde la virtualidad porque esta
vez se dio el gusto de jugar en una caja con sus muebles favoritos.
Una mesa blanca con pedestal de Eero Saarinen, famoso por sus piezas
de plástico moldeado y superficie de mármol blanco con
sillones modelos 245 de Mies van der Rohe, adornada con los repollos
instaurados como centros de mesa más chic, deviene en sala de
reuniones. También hay lugar para piezas precolombinas, esculturas
de madera de la cordobesa Susi Lescano y maquetas en escala de muebles
diseñados por Ricardo Blanco, uno de los autores locales más
prolíficos.
La oficina de una mujer moderna: trabaja en su sofá, se
desplaza en moto, come natural, hace gimnasia, escucha worldmusic, lleva
ropas mínimas, lo que le deja tiempo para armar, proclama
el enunciado de Philippe Starck, estrella del diseño de comienzos
de los noventa en un espacio del área de las home offices, para
justificar la elección de objetos para una trabajadora de fin
de siglo.
El currículum de Philippe incluye desde las habitaciones del
presidente François Mitterrand en el Elíseo y las del
hotel Royalton, restaurantes de Madrid y hoteles spa a relojes de pared,
exprimidores y cepillos de dientes con formas de insectos. El salón,
tan blanco y bello como sus espacios para el hotel Delano de Miami,
exhibe un sillón multipropósito llamado Lazy Working
sofa (tiene una tabla a un costado para comer y otra atrás
apta para hacer de miniescritorio) desarrollado para la firma Cassina,
una mesa ratona con aspecto de enanito de jardín, flamantes sillas
de acrílico diseñadas para Kartell y su famoso banquito
alado en homenaje a Wim Wenders. Este mueble es perfecto para
engordar, dice una visitante y retira su observación al
ver que debajo de su estructura asoma un juego de mancuernas by Starck,
que junto a cajas de cds para una colección de rarezas que edita
Virgin, paquetes de cereales y spaghetti orgánicos, una botella
de champagne y un vestidito completan la propuesta. La moto en cuestión
no llegó por cuestiones de aduana y según Claudia Faena,
de la firma Cosmic Carrot socios locales del francés en
el proyecto hotelero en el silo El Porteño, el diseñador
va a mandar una grabación con un discurso y uno de sus últimos
diseños, una carretilla de madera. El espacio, anunciado como
uno de los platos fuertes de FOA, fue calificado de más
de lo mismo por muchos de los especialistas y seguidores que esperaban
ver conceptos innovadores.
Estos nuevos espacios de trabajo son una consecuencia de la informática
y la globalización de la economía, cuando los límites
entre el día y la noche se desdibujan al estar en red, pierde
importancia el lugar donde estás trabajando. La modalidad de
trabajar cada vez más en la casa impone hacer del espacio algo
grato, con la posibilidad de espacios de relax al levantarse del escritorio,
define la arquitecta Alicia Salvadores.
Un
módulo de fibro fácil desarrolla varias de las funciones;
aloja tanto el bar cocina, las bibliotecas y el home theatre. El escritorio
es un vidrio de 20mm que descansa sobre bisagras de acero, acompañado
de las sillas Meda, el gran éxito de ventas de Interieur Forma
para empresas por su malla negra que regula las temperaturas. Los antídotos
para el stress son, en este caso, una antigua mesa de billar, una máquina
robot para correr, y una barra dotada de manjares etílicos, que
junto a la pantalla de 50 pulgadas con valor agregado de los estruendos
del sensurround y dolby prologic y una colección de películas
en láser son mucho más efectivas como entretenimiento.
El sector de descanso incluye una chaiselongue de acero y lona clara
junto a un rincón de fuego con vidrio y metal.
De su experiencia en espacios de trabajo, Salvadore destaca las oficinas
ideadas para el grupo Exxel. Como las consignas del cliente eran
privacidad y confidencialidad acordes con los negocios que se discuten
en su superficie, en lugar de una gran sala de espera para los visitantes
diseñamos varias salas pequeñas para evitar que la gente
se cruce entre sí. Otro de los simulacros de hogares con
espacio de trabajo propone una mesa tablón de siete metros de
largo cuya estructura, separada por una tv incorporada a un panel giratorio
y paneles de resina, termina en una cama con colchoneta flotando por
encima de una bañadera colosal.
Como adorno, kilos de sales de baño necesarios para perderse
en el placer de flotar, además de una canilla gigante y un calentador
ad hoc, mientras que en el extremo opuesto se imponen flores de loto
a modo de mantelitos y platos para comida oriental. Lo concebí
como una reposera en el agua, el uso depende de la imaginación
del consumidor, recién escuché a una mujer comentar que
seguramente por su tamaño podían bañarse hasta
seis personas juntas, cuenta Villaverde, quien confiesa que en
su casa, al estilo de las villas romanas, tiene una similar además
de una pileta que funciona como espejo de agua y fuentes con cascada
como condimento de varios ambientes. Una de mis últimas
obras incluye una fuente de agua debajo de la mesa del comedor, aunque
separada por un vidrio, agrega esta defensora de los espacios
para el placer.
El área de trabajo consiste en estantes paralelos a las paredes
de vidrio y acero que funcionan de biblioteca y escritorio, las chaise
longues enfrentadas con una gran población de almohadoncitos
de organza y rafia.
Separadas de las propuestas hogareñas, otras puestas de oficinas
son la falsa redacción de revistas femeninas. Una visita a la
de Sophia, versión local de la Biblia de la decoración
Martha Stewart Living: prestar atención a la grabación
que muestra la intimidad de sus reuniones de sumario es de rigor para
quienes puedan pasar horas practicando arreglos florales o a Para Ti,
que recibe la tendencia por la deco tecnológica con pantallas
trasplantadas a mesas, sin abandonar los archiconocidos floreros con
calas.
Los
estampados geométricos de la moquette en verdes y marrones, los
globos de opalina, y los sillones blancos de Jacobsen restaurados en
el sótano de tesoros de La Pasionaria hacen de la sala de reuniones
bocetada por la arquitecta Martina Ulloa por su reinterpretación
de formas y colores de los cincuenta uno de los sitios más
atractivos del paseo. Concebido como oficina de un gerente con gustos
supersónicos allí el material recurrente, mdf enchapado
en melamina oscura muta de bibliotecas, escritorios a paredes del toilette
y mesadas de la minicocina.
En el segundo piso, las distintas áreas de tres departamentos
fueron reinterpretadas por
miradas bien diferentes y que hacen pensar en personalidades múltiples
de sus habitantes. Así un living de un coleccionista puede ostentar
una colección de monos en su recepción, terracotas y tapices
del siglo XVIII con una cocina con papeles naif, biblioteca y un rincón
para llamar al súper por Internet o, sumergirse en una bañera
digna de las tinas de los westerns, aunque se duerma en habitación
étnica. La cocina dispuesta por Churba Melhem pregona confort
y buen diseño para sibaritas y el desayunador-cocina del estudio
La Corte no resulta menos encantador con su puesta de una vieja pileta
de losa emergiendo de una mesada.
El restaurante incluye el furor por las barras de sushi. La biblioteca,
además de su vista maravillosa, es rica en títulos de
diseño. Las terrazas son sin dudas los espacios menos elaborados
y lo más parecido a un stand junto con la omnipresente colección
de arte de Zurbarán. Una vez másfaltan presencias de pequeños
estudios, menos mainstream y con propuestas más arriesgadas.
arriba