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Newson:el futuro

Heredero de Starck, ese arquitecto que le mostró al mundo que un buen diseñador puede hacer desde un destapador hasta un edificio, el australiano Marc Newson está tan de moda que nadie se resiste a hacerle una oferta. Sus proyectos más recientes tienen el clima de reactores nucleares con el optimismo de los decorados de la película 2001 de Stanley Kubrick, motivos suficientes para que los críticos de arte ya lo consideren el estilista del nuevo siglo.

Por Victoria Lescano

A mediados de los noventa, después de reclutar arquitectos célebres para desarrollar pavas silbadoras y cacerolas de alta costura, la firma Alessi ideó una serie de objetos lúdicos que, al incorporarse a comedores y cocinas, aportaron a esos ambientes el clima de los jardines de infantes. La serie en cuestión, llamada Family Follows Fiction, incluyó azucareras con la apariencia de mascotas, recipientes para condimentos de formas insólitas (en versión del italiano Stefano Giovanoni incluyen liliputienses y en la del argentino Alejandro Ruiz recrean juguetes de cotillón), rompenueces con ardillas incorporadas y el común denominador de respetar a rajatabla la teoría de los objetos de transición para sustituir el afecto materno en la etapa de destete que en los 70 difundió el pediatra D. W. Winnicot. Esas versiones de frazadas y ositos de peluche traducidas a fetiches de diseño ingresaron en museos de arte moderno y no tardaron en ser copiados por otras firmas europeas para vender desde pelapapas hasta cepillos para lavar vajilla.
Ahora el diseñador australiano Marc Newson, considerado la nueva estrella del design internacional y sucesor de Philippe Starck, se remite para sus muebles a las teorías de dos científicos de discursos excéntricos.
El primero es Buckminster Fuller, un arquitecto, ingeniero, matemático y poeta con la apariencia de profesor chiflado que entre los años veinte y los ochenta desarrolló cientos de prototipos y bocetos de artefactos pensados para brindar soluciones al medio ambiente y la pobreza. El más popular de ellos fue la cúpula geodésica, un rompecabezas de materiales de avanzada que, en apenas veintidós horas, permitían construir refugios. Al principio lo probó en la construcción de un teatro comunitario en Honolulu y logró ser aprobado por los constructores luego de que en 1976 fuera el material elegido para construir el Pabellón Americano de la Expo Montreal. Sus “naves para el planeta Tierra”, estructuras futuristas nunca desarrolladas, pero que propusieron usar la energía del viento y el sol, son la principal fuente de inspiración de las creaciones de Newson, al punto de que en el año fueron tema de una instalación en la fundación Cartier, que se llamó Bucky y tuvo sillas supersónicas. El otro científico es un sexólogo y predicador de una extraña rama de la medicina orgonómica que propuso acumular la energía de orgasmos en cajitas y en su honor concibió la silla Orgone que ya adorna las vitrinas del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con 34 años y la apariencia de un surfer recién salido de la famosa playa Bondi de Sidney, Newson diseña botellas de perfume, aviones, interiores de hoteles y restaurantes. Estudió joyería y escultura en la Sidney College of Arts y reconoce como disparador de su acercamiento al diseño la devoción de su madre, una secretaria de un estudio de arquitectura por los colores subidos que en los setenta puso de moda la firma finlandesa Marimekko. Fue gracias a ella que, mientras trabajó como encargada de hotel de playa del norte de Australia llamado Reef House donde solía veranear Anita Ekberg y pescaba Lee Marvin, descubrió los muebles de Saarinen, Eaames, Castiglioni y los puf de Joe Colombo, verdaderos pioneros de la escuela de diseño centrada en el optimismo.
Como Starck, al que venera “por haber abierto el camino al mercado del diseño y demostrar que un buen diseñador puede hacer desde un destapador a un edificio, fue reclutado por el industrial japonés Teruo Kurosaki, el director de la firma Ideé, quien le ofreció desarrollar sus bocetos con reminiscencias del arte pop y la ciencia ficción después de ver su muestra en la galería Roslyn Oxley.
Uno de sus primeros grandes éxitos es el sillón Lockheed, una recreación de chaise longues del siglo dieciocho que, plasmada por él en acero cromado, parece un sillón de dentista del espacio exterior. Una galería de arte de Sidney se lo compró por tres mil dólares y el mismísimo Starck lo eligió para decorar su puesta del Hotel Paramount de Nueva York. Allí cautivó a Madonna quien lo exigió como principal adorno del videoclip Rain (donde ella aparece morocha, con una túnica zen y un par de Adidas y de a ratos se besa con el modelo argentino Daniel Rossi).
Con la ayuda del mecena japonés comercializó Wood Chair una silla con listones de madera arqueados según la estética de los sesenta, la silla Embryo y el silloncito Orgone, algunos de los iconos de Newson que hace poco aparecieron en los decorados de las películas Austin Powers y The Truman Show.
“Vivir cuatro años en Tokio fue el paraíso para un fanático de la ciencia ficción como yo y me dio una percepción del futuro, cada día sentía que era lo más parecido a despertar en Marte”, declaró hace poco a Harper’s Bazaar. Y sobre las ventajas de su falta de raíces culturales, agregó: “La ausencia de tradición de diseño en un país como Australia me dio mucha libertad, ser australiano significa que no tenés mucho bagaje cultural, nadie te toma demasiado en serio. Y yo supe aprovechar ese vacío para desarrollar un estilo sin atarme a corrientes estéticas”. Sin embargo, la influencia del surf convertido en deporte nacional en esas playas, se percibe en sus asientos con apariencia de tablas para correr olas y terminaciones de neoprene.
Desde que en los setenta se impusieron las piezas de arte hechas por escultores y pintores con la ayuda de máquinas y propósitos industriales, hubo intentos de crear objetos lúdicos, en uno de ellos el joven Alberto Alessi encargó una línea a Salvador Dalí –el proyecto se frustró cuando, escandalizados por las reuniones etílicas, los patriarcas de la firma que hasta el momento sólo hacía ollas le cortaron los fondos para tales extravagancias–. Por pedido de Alessi Philippe, Starck estuvo a punto de desarrollar el Alessi móvil, una serie limitada de 10.000 construidos sobre chasis ya existentes aunque con el exterior de madera. Un proyecto que sí se concretó fue una colección de cacerolas que involucró a los mejores chefs del mundo con diseñadores que no tenían idea de cómo preparar un plato de fideos y ambos bandos, los fanáticos de los flambeados y pescados grillé y los constructores de edificios inteligentes tuvieron que batirse a duelo durante un año hasta encontrar las formas adecuadas. A mediados de los noventa Newson se instaló en París –no tardó en ser nombrado Diseñador del año en el Salón del Mueble– y empezó una nueva línea centrada en transformar la tradición por funcionalidad y narcisismo. Así tuvo lugar una lámpara de escritorio inspirada en la hélice de un avión llamada Flos, frascos de perfumes de hombre para Shiseido y cronómetros muy estilizados para la Ikepod Watch Company.
Convertido en lo más parecido a una estrella pop del diseño, el año pasado el diseñador de Chanel Karl Lagerlfeld le rogó fotografiarlo desnudo junto a su novia modelo para una de sus esperadas producciones fotográficas que publica la revista Visionaire.
Su última residencia es una casa inglesa despojada y pintada de blanco, donde en el living sus sillas más famosas conviven con diseños más funkies de los cincuenta. Junto a una chimenea futurista, un rincón de juguetes y patentes de sus venerados autos Aston Martin, un equipo de música vintage que hoy podría confundirse con un lavarropas, firmado por Castiglione, y decenas de libros de diseño de autos. La cocina funciona como un museo de la fórmica naranja, un color que junto con el verde manzana él ayudó a imponer en las reglas de interiorismo actual.
El estudio exhibe la mesa con una superficie de metal dotada de un hueco como si se tratara de un insecto robótico destripado llamada Event Horizont, (un homenaje a la película de Paul Anderson sobre una nave espacial convertida en escenario del terror) y los caballetes para computadoras desarrollados para la firma Magis desde los que con la ayuda de un nerd de las computadoras puede enviar sus desarrollos obviando los prototipos.
Sus proyectos más recientes tienen el clima de reactores nucleares con el optimismo de los decorados de la película 2001 de Stanley Kubrick, motivos suficientes para que los críticos de arte ya lo consideren el estilista del nuevo siglo.
Esas influencias ya se pueden ver en un bar y restaurante de Nueva York llamado Canteen, situado debajo de un local de la casa de ropa Prada y vecino al remozado museo Guggenheim del Soho. Ahí controló desde cada detalle de la construcción a la vajilla y para los colores del interior se inspiró en tonos de naranja chocolate y verde de un Lamborghini de los 70, otro de sus autos favoritos. O el reducto de Londres llamado Coast con lámparas simulando los ojos desorbitados de sapos. También pudo demostrar su obsesión por los autos de colección en el interior de un jet privado que decoró con asientos blancos y paredes acolchadas y un bunker que funciona como estudio de grabación para el músico de Durán Durán, Simon le Bon.
El destaca como uno de los trabajos favoritos la línea de packagings y casitas para exhibir la ropa del diseñador belga Walt Van Beirendonck, para su marca Basura salvaje y letal. Ahí se dio el gusto de abandonar las formas sinuosas que dieron identidad a sus anteriores diseños para, en cambio, hacer estanterías con la apariencia de panes gigantes esperando a ser cortados y sillas de jugueterías. Basta con aclarar que Beirendonck, un revolucionario de la moda callejera surgido de la escuela de arte de Antwerp que, acorde con la apariencia de cavernícola, se viste con trajes de dinosaurio, muestra sus colecciones en pasarelas con forma de platos voladores y fue el autor de la remera con músculos exorbitantes que Bono, el cantante de U2, usó en el Pop Mart Tour. En las reuniones, a veces celebradas en clubes de strip tease o en la base de operaciones de la firma de jeans Mustang, hablan de las nuevas adquisiciones de su colección de juguetes y planean una nueva mascota para la vidriera de los negocios virtuales de Beirendonck. Sin dudas, pronto va a ser reemplazada en favoritismo por el nuevo modelo de Ford que le fue encargado al surfista. Ese mes se presentó en Japón y cuentan que el auto es lo más parecido a las naves terrestres que pregonó el profesor Buckminster Fully.

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