+ mujeres,
+ pobres,
+ jóvenes
Durante
el IV Congreso Nacional de Sida que se llevó a cabo en Rosario
la semana pasada, si bien hubo más presentaciones que reflexionaban
sobre los derechos humanos y la atención de pacientes vih positivos
que en los encuentros anteriores, los datos estadísticos que
revelan la mayor vulnerabilidad de la mujer con respecto del virus no
se analizaron según perspectivas de género que podrían
indicar otras políticas públicas que les den herramientas
de protección. Pero hubo excepciones.
Por
Marta Dillon
A
lo largo de los años la epidemia se va concentrando en mujeres
cada vez más jóvenes, pobres y con hijos. Sin embargo
en este congreso fue muy poco lo que se reflexionó sobre esto;
la mujer estuvo presente en una sola mesa, en una sala de las más
chicas y no hubo novedades más que en cuanto a la transmisión
vertical del virus del vih, es decir de madre a hijo. Mabel Bianco,
titular de Feim Fundación de Estudios e Investigaciones
sobre la Mujer, se llevó una impresión por lo menos
insípida del IV Congreso Nacional de Sida que se realizó
en Rosario la semana pasada ya que, si bien hubo más presentaciones
que reflexionaban sobre los derechos humanos y la atención de
pacientes vih positivos, los datos estadísticos que revelan la
mayor vulnerabilidad de la mujer con respecto del sida no se analizaron
según perspectivas de género que podrían indicar
otras políticas públicas que den herramientas de protección
a las mujeres.
Después de 17 años de epidemia, los casos registrados
y acumulados hasta julio de este año son más de 15 mil,
aunque esta cifra cuenta exclusivamente a aquellos que reciben atención
del sector público no se toman en cuenta los que se atienden
a través del sector privado o de la seguridad social, lo
que hace suponer un subregistro de por lo menos un 3 por ciento. El
70 por ciento de los casos registrados se acumula en los últimos
cinco años y se concentra en grandes ciudades, aunque ya son
18 las provincias que tienen una incidencia acumulada de más
de 10 casos de sida por cada 100 mil habitantes. Estas cifras, que así
expuestas no parecen decir gran cosa, se resignifican cuando son analizadas
en relación con el género: mientras los casos femeninos
se incrementaron en un 13,7 por ciento, entre los hombres sólo
aumentó un 2,7, y esa vía de transmisión heterosexual
ha sido la que mayor velocidad de crecimiento alcanzó en los
últimos años, según el último boletín
sobre sida en Argentina que emite el Ministerio de Salud y Acción
Social de la Nación. Dos últimos datos para tener en cuenta:
mientras que en los varones el promedio de edad de los infectados es
de 32 años, en las mujeres es de 26. Y los niveles de educación
de la población que vive con vih ha bajado dramáticamente
en la última década: un 17 por ciento del total no ha
completado su escuela primaria y sólo el 23 por ciento terminó
los estudios secundarios, cuando en 1990 eran el 55 por ciento los que
habían accedido a la educación superior. Números
que dejan claro que la infección se desplaza hacia las personas
excluidas tanto de los sistemas de salud como de la educación.
Marginados dos veces por la misma sociedad que no da respuestas y sigue
encubriendo la discriminación que es más significativa
en el ámbito laboral. Aunque la legislación vigente lo
prohíbe, es público que todos los análisis preocupacionales
incluyen el test de vih.
Vulnerables
Siempre me pasa lo mismo, me siento como una tonta, pero en el
momento no consigo decirle a mi novio que se ponga el forro. A él
no le gusta, dice que no siente y siempre me corre con lo mismo, con
que si no acepto no le tengo confianza, Dolores tiene 19 años
y se siente inexperta, a lo mejor por eso no sé cómo
parar a los hombres. Su testimonio da luz a esos números
que invisibilizan a la gente que vive detrás de ellos y pasa
en limpio de qué se habla cuando se habla de la vulnerabilidad
de la mujer. Aunque ésta no es solamente cultural: las mujeres
exponen una mayor superficie mucosa que los hombres durante el coito
y la concentración de virus es mucho mayor en el semen que en
las secreciones vaginales. Pero aunque el simple uso del preservativo
podría evitar la transmisión del vih y de otras enfermedades,
su uso se dificulta por pautas culturales que siguen encorsetando a
varones y mujeres, más aun cuando son todavía adolescentes.
En los talleres que hacemos en la fundación todavía
escuchamos que a las chicas se las valora como putas o buenas chicas
según hayan perdido o no su virginidad y que los varones siguen
padeciendo el mandato de ser buenos machos, y esto está asociado
directamente a la erección, dice Bianco y delata así
un cóctel que nada tiene que ver con las terapias antirretrovirales.
El preservativo suele traer el fantasma de un tercero a la relación
y, cuando es una mujer la que lo exige, parece estar denunciando una
vida sexual activa que la acerca a esa valoración de puta a la
que antes se hacía referencia. Por otro lado, los varones temen
que el uso del preservativo les haga perder la erección y depositan
sus temores en esa frase célebre: no me tenés confianza.
Pero esto también los expone a embarazos no deseados y son pocos
los que cuentan con el condón como el método más
accesible, económico y seguro. Y son cada vez más las
mujeres que conocen su diagnóstico de vih positivo cuando están
embarazadas o aun después de parir. Hoy los casos por transmisión
vertical del virus alcanzan al 6,8 por ciento del total.
Las mujeres históricamente arrastran un estigma relacionado
a la pasividad social y sexual que les ha imposibilitado negarse, interponer
un no ante el transcurso de determinados sucesos, aunque
éstos la perjudiquen. El amor juega también un rol en
esto. Hay mujeres que parecieran pensar que el amor las protege, las
inmuniza al riesgo de contagio del vih/sida. ¿Por qué
no decirle a la pareja que utilice preservativo? Por proteger el
amor de algo que puede ser vivido como una agresión
o introduce la duda; los miembros de la pareja se descuidan
a sí mismos, dice en uno de sus párrafos un estudio
interdisciplinario sobre mujer y sida editado por la Universidad Nacional
de Rosario.
Chicas
de la calle
Silvia Inchaurraga es psicóloga y dirige el Centro de Estudios
Avanzados en Drogadependencia y Sida de la UNR, desde allí alentó
varias investigaciones y talleres para asistir a las mujeres en situación
de prostitución en la ciudad de Rosario, un grupo que fue siempre
considerado de riesgo, poniéndolo antes en el lugar
de vector de contagio que de víctimas de éste.
El preservativo todavía se negocia con los clientes que pagan
más por obviarlo sumando así una dificultad más
para interponer un no. Ellas mismas reproducen hacia adentro las
representaciones sociales que las estigmatizan, por ejemplo se cuidan
de los clientes de las chicas que usan drogas, pero no de sus parejas
o de otros clientes. Y suelen pensar que es el cliente el que asume
el riesgo sin tener en cuenta que ellas son las más vulnerables,
dice Inchaurraga. A partir de ese diagnóstico, el equipo de la
UNR, con un subsidio anual de ni más ni menos que mil quinientos
pesos, encaró una tarea que dio como resultado un folleto que
elaboraron las mismas mujeres en situación de prostitución.
Las chicas de la calle sienten que su saber más valorado
es sobre el sexo, ellas saben cómo dar placer y sobre ese argumento
se trabajó para que con el lenguaje que usan elaboren estrategias
para protegerse. En este folleto, por ejemplo, se recomienda hacerse
buches después de una francesa, así ellas se convierten
en agentes de salud porque pueden difundirlo entre sus compañeras.
El trabajo de Inchaurraga tiende además a acercar a estas mujeres
al sistema de salud, aunque no es un objetivo que se realicen el testeo
de vih. Lo que queremos es integrarlas y trabajar sobre la prevención
tomando distancia de las tradicionales prácticas higienistas
que han resultado históricamente discriminatorias e ineficaces.
Un
cuerpo
para agradar
En el marco de la mesa redonda Sida y mujer, una cuestión
de género, la doctora Alejandra Gurtman dejó en
claro que también existen diferencias en el modo de tratar la
infección por vih en hombres y mujeres, una evidencia que decantó
luego de una investigación realizada en Estados Unidos. Aun cuando
quedó claro que las mujeres suelen tener cargas virales más
bajas, esto sólo estaría indicando que ellas deben empezar
los tratamientos antirretrovirales aun cuando la cantidad de virus en
sangre sea inferior a la recomendada habitualmente. Sin embargo la investigación
está en curso y aún no se sabe qué otros indicadores
influyen cantidad de hijos, pobreza, etc. para que en ellas
el vih positivo se transforme en sida. Es que me parece que no
se usó una perspectiva de género para analizar estos datos,
se hace notorio por las cifras que las que enferman antes son las negras
y las latinas, pero esto no mereció ninguna reflexión
posterior, dice Bianco. Como tampoco se analizó en profundidad
un dato que dio el infectólogo José Macías, que
se desempeña en el Hospital Muñiz: un tercio de las mujeres
que se atienden en ese centro de salud carecen de vivienda.
Tal vez lo más novedoso fue la intervención de la antropóloga
Mabel Grimber que, después de realizar un estudio cualitativo
sobre 30 mujeres con cuatro años o más de tratamiento
con drogas antirretrovirales, evaluó el impacto sobre ellas frente
a los cambios corporales que estas terapias producen. Para Grimber el
hecho de que las mujeres construyan un cuerpo que debe ser funcional
al erotismo, un cuerpo que debe agradar al otro moviliza una contradicción
a la hora de tomar medicamentos que prolongan la vida, pero deforman
el cuerpo debido a la acumulación de grasas que provocan estas
drogas, y esto en general no se toma en cuenta cuando se hace el seguimiento
de las pacientes vih positivo. También alertó sobre los
sentimientos de culpa que genera en ellas estar infectadas, ya que ese
cuerpo femenino, que siempre debe servir para algo más,
se encuentra inhibido para la reproducción. Aunque sea esta última
función la que más interés generó a lo largo
del congreso.