Alta
magia Vudú. Tenga a quien quiera a sus pies. Haga desaparecer
a sus enemigos. La señora Luisa no ahorra promesas a
la hora de publicar ese aviso en los clasificados, pero consigue lo
que quiere. Ese aviso se destaca entre la centena que se publican
todos los días, tal vez porque no habla de amarres ni destrabes,
no augura uniones para siempre ni ofrece felicidad o dinero. Luisa
apuesta a más y su voz en el teléfono parece correr
por los cables como la panza de una serpiente sobre tierra musgosa.
Susurra y sostiene el misterio, no puede adelantar nada, las cosas
importantes se hablan personalmente y pasa a dar una complicada explicación
llena de referencias y líneas de colectivos para llegar a su
encuentro. ¿A dónde irán los enemigos cuando
desaparecen? Pregunta difícil si las hay, más teniendo
en cuenta nuestro pasado reciente. Luisa sonríe y mueve la
cabeza como esos perritos que se mecen en las guanteras de algunos
taxis. Ha memorizado el nombre de la entrevistada y lo repite para
que quede claro que sabe con quién está tratando. Ahora
vamos a tener que subir tres pisos por la escalera, anuncia
con afán didáctico desde la puerta de un destartalado
edificio. Es un pequeño esfuerzo, nada más,
dice y resopla desde el segundo escalón, no se sabe si para
darse aliento a ella misma o a la consultante. Una mezcla de olor
a humedad y gamexane penetra en el ánimo como una mala noticia,
dos cadáveres de cucaracha estiran sus patitas al cielorraso.
El miedo se mezcla como un tercer aroma. ¿Y si es verdad? ¿Y
si Luisa es una bruja mala que descubre a la cronista enmascarada?
Siempre es un riesgo actuar de doble agente.
Cuando abre la puerta, se levantan por la corriente las pesadas cortinas
violetas y opacas. El ambiente está en penumbras, todo es violeta,
todo menos ese bulto que de pronto se yergue desde el único
sofá de la sala: la cabeza rapada, un vaho a cerveza rancia
y a tabaco y una frase que Luisa intenta tapar metiendo a la cronista
rápidamente en su consultorio. Bruja de mierda, nunca
me dejás dormir en paz, dice la voz en el pasillo y ella
explica: Es mi hijo que trabaja de noche, pero no nos va a molestar.
Ya en el consultorio un ambiente diminuto en el que apenas entra
la mesa con su tapete de toalla y dos sillas de plástico,
Luisa acomoda su túnica brasilera, seca de su piel blanquísima
la transpiración con algo que parece un repasador y anota el
nombre completo de la consultante. Qué año terrible,
Marta, pobrecita, cómo has sufrido. Bueno, no era para
tanto. Y sí, una no quiere decir lo que sufre, pero veo
que no has tenido trabajo. Sí, trabajo tuve. Claro,
me imagino. Tuviste trabajo, pero no lo pudiste cobrar todavía.
No, no era ése el problema. Luisa no se da por vencida, pide
la fecha de nacimiento, de ser posible la hora exacta. Ahora puede
ver más claro: Es tu marido, anda con otra. Lamentablemente
soy soltera. Será tu novio, entonces. No, Luisa,
no me trajo hasta acá un problema de amor, sólo quiero
que no me reduzcan el sueldo. Aclarado el entuerto, Luisa es toda
sonrisas, ella sabía que algo andaba mal, y recién entonces
pone manos a la obra. Saca las cartas del tarot, pide que corte con
la mano izquierda y las desparrama sobre el tapete. Toca dos veces
la imagen de Jesús y dice que sí, que efectivamente
mi jefe planea reducir mis haberes, pero que es posible evitarlo,
si no el 2000 será peor que 1999, porque después de
la reducción viene el despido o el cierre de la empresa. Sólo
necesita algunos datos. Y algunas cosas. Cuenta que está haciendo
ese mismo trabajo para otras chicas con muy buenos resultados y se
entusiasma, la cabeza se mueve como si el taxi fuera por un camino
de ripio. Necesita algo personal de mi jefe, algo muy personal y hace
una sugerencia: Cuando cuelgue su saco, podés ir con
un cepillito y recoger en una cajita lo que se suelta sobre los hombros.
¿Caspa? ¿Pelos? ¿Y si mi jefe es pelado? Luisa
sabe que no es así porque lo vio en las cartas y nada se consigue
sin sacrificio. Es el precio para dominarlo, el precio
simbólico, porque el contante y sonante es de módicos
300 pesos. Sincontar los 15 que cobra la consulta y que pueden dejar
a la consultante con la espina de la duda clavada en el pecho. Porque
ella sabe que él no importa quién sea anda
con otra, y tarde o temprano hay que abrir los ojos a la realidad.
Mejor que sea temprano, así ella puede actuar. Dice que hace
trabajos con muñecos, muy fuertes, para dominar la voluntad.
No importa si su interlocutora es soltera y sin compromiso, tal vez
se trate de alguien que simplemente le gusta y con quien nunca pasará
nada porque la otra sí hace trabajos sobre él,
y el pobrecito, pronto, tendrá problemas sexuales con cualquiera
que no sea la otra, hasta es posible que le cambie el
color de la piel. Claro, los trabajos de amor son caros. Pero nunca
tanto si se trata de pelear por lo que uno quiere. ¿Qué
son 400 pesos si a cambio nos ofrecen amor eterno? O al menos que
él cumpla nuestra voluntad y no la suya, que ya es algo.
El miedo, ésa es la clave sobre la que trabajan la mayoría
de las brujas que se ofrecen en los clasificados. La mayoría
mujeres como la tradición lo indica, las 500 mil que murieron
en la hoguera entre los siglos XI y XVIII han dejado sus vástagas
y tal historia de martirio no hace más que reafirmar que los
poderes ocultos existen y que son ellas las que mejor los manejan,
aunque se oculte detrás de esta premisa toda una civilización
construida sobre el sometimiento de las mujeres y de su sexualidad,
que al fin y al cabo, era lo que terminaba de delatar a una bruja.
Aunque brujas y brujos hubo siempre, Jeffrey Russell en su Historia
de la brujería, cree que lo que se conoció con ese nombre
dentro de la cultura occidental tiene su origen en una antigua religión
popular en Europa central que rendía culto a la fertilidad
y que comenzó a ser perseguida oficialmente a partir del siglo
IV, cuando se desarrolló el código Teodosiano en el
que se condenaban explícitamente el culto idolátrico
y la magia. El arquetipo de la bruja, que atravesó los siglos
aun después de que terminara la matanza indiscriminada de mujeres,
representa a la mujer malvada, la que goza en los aquelarres
se suponía que se entregaban a feroces orgías en las
que participaba el mismo demonio, la que reniega de su marido
abandonándolo por las noches para dedicarse a sus oscuras actividades.
Y aunque los cuentos para niños hayan popularizado la imagen
de la bruja fea y de nariz ganchuda, en las representaciones de las
fiestas paganas sólo se descubren mujeres hermosas, montadas
sobre palos ¿falos? de escoba y entregadas a sus
goces. Aunque renegaran de ellas, creer en las brujas y su magia fue
un mandato expreso de la Iglesia Católica que se obsesionó
en perserguirlas hasta verlas arder en la hoguera. En 1486 dos monjes
dominicos publicaron el Malleus Maleficarum martillo de las
brujas, algo parecido a un manual para inquisidores que vincula
la hechicería campesina con una conspiración diabólica
para aplastar a la Iglesia. Y por supuesto pone especial énfasis
en los trastornos sexuales que pueden sufrir las víctimas de
brujería: Cuando un miembro en modo alguno se agita y
jamás puede ejecutar el acto del coito, es señal de
frigidez de la naturaleza. Pero cuando se agita y pese a ello no puede
ponerse erecto, es señal de brujería. Cualquier
parecido con las fatídicas predicciones de Luisa no de ningún
modo una casualidad.
Gualicho al paso
Sería inútil decir otra vez que el pensamiento mágico
florece en la época de la derrota de los grandes relatos, porque
no arroja ninguna luz sobre el sostenido auge de las brujas y
brujos que también los hay y suelen ser más pintorescos
todavía que ellas, ataviados como sus ancestros indígenas
o cubiertos de túnicas blancas que viene llamando la
atención de los medios de comunicación desde hace diez
años por lo menos. Tal vez este interés tenga algún
anclaje en la era menemista que no tuvo a un López Rega entre
sus colaboradores, pero, al decir de la periodista Viviana Gorbato,
llegó a tener un gabinete del más allá
que integraron entre otras Aschira, Lilly Süllos y la fiel Ilda
Evelia, su bruja particular, la única que en los 60 le prometió
que sería presidente. DeMenem para
abajo, son pocos los políticos que puedan decir de esa agua
no he bebido.
Lo cierto es que las brujas abundan y es más probable que sea
la creatividad para capear la crisis lo que las multiplica como hongos
después de una tormenta. Y recorrer sus consultorios puede
deparar experiencias increíbles. Venga, siéntese,
no se sienta avergonzada, acá todas están por lo mismo.
La recepcionista hace un lugar para que siente la cronista en una
sala de espera abarrotada. Las mujeres que están allí
evitan mirarse. Una teje. Otra llora. Otra más le pide a su
hija que cambie esa cara de velorio que ahora todo se va a resolver.
Susana, la vidente, no da turnos y enclavada en pleno Once se dedica
a cobrar diez pesos la consulta a cualquiera que descubra su reducto.
En este consultorio no hay hombres, y cuando aparecen los hacen esperar
afuera. Todo lo que se debate en ese consultorio son las relaciones
entre ellos y ellas y es mejor mantenerlos separados por lo menos
hasta que termine la consulta, aunque no se trate de una agencia matrimonial
ni haya tampoco ningún vínculo deseado entre los presentes.
Susana es expeditiva. Tira cartas españolas y rápidamente
sentencia: Qué mal que está este hombre, está
muy mal, y bosteza y bosteza hasta las lágrimas, señal
de que está captando las malas ondas que le llegan al posible
hombre de los sueños de esta cronista, supuesto carpintero
al que ella ve entrar y salir de su taller, hay pastito en la
puerta ¿no?, trabaja en su casa, pero nunca se queda quieto,
se ve que es muy mujeriego, se ve que por eso le hicieron el trabajo,
aunque también te lo hicieron a vos, porque él te quiere
y las demás te envidian. Susana pide el nombre de las
amantes, o por lo menos de las mujeres que él conoce, seguro
que alguna lo es. Si el espanto permite seguir hablando a la consultante
que a esta altura empieza a pensar cuánto habrá de verdad
en tan terribles predicciones, Susana la tranquilizará con
sus poderes y con una fórmula sencilla, pero eficaz que se
usa desde los tiempos de la colonia en el norte del país. Claro
que para conocerla hay que desembolsar diez pesos más. Entonces
Susana cuenta su secreto: Cuando tengas la próxima menstruación,
usá paños de tela y ponelos a secar al sol, con el polvito
que quede de la sangre seca lo ponés en caramelos o en el café
y será tuyo para siempre. Esta cronista todavía
no se animó a intentarlo.
Bruja blanca
Todas las brujas o videntes o tarotistas o como se las quiera
llamar manifiestan en su cuerpo lo que perciben en el ambiente.
Selva, una estudiante de derecho que en un momento de desesperación
llamó a una señora que le habían recomendado,
puede dar fe de esas manifestaciones. Ni bien entró en
mi casa, la mujer empezó a eructar. Con tanta violencia que
lo único que se me ocurrió fue ofrecerle una lechita,
un poco de bicarbonato. Pero ella decía que estaba liberando
toda la carga que había en la casa. De todas maneras
la impresión de Selva fue tal que no quiso seguir adelante
con la limpia, temió que en cualquier momento se
reeditara alguna de las míticas escenas de El exorcista.
Pero, aunque sea un lugar común, es cierto que las hay. Y si
no creer o reventar. Mabel es una de esas mujeres que siente que ha
sido tocada con el don de la percepción aunque durante más
de la mitad de su vida lo haya negado por puro prejuicio. Yo
pensaba que todo el mundo se daba cuenta de lo mismo que yo cuando
veía a alguien. Es como que podía descubrir las intenciones,
los sentimientos de los otros. Mi mamá me enseñó
a tirar las cartas españolas cuando tenía 12, pero nunca
las usé, salvo con alguna amiga, no me gustaba que me asociaran
con la brujería. Para mí no las necesito porque me doy
cuenta sola de lo que va a pasar o de cómo se van dando las
cosas. Recién cuando tuve una crisis de identidad muy profunda,
a los 35 años, me di cuenta de que tenía que ser coherente
con lo que soy y empecé a trabajar con el tarot. Mabel
lee las cartas, pero dice que su trabajo es sobre todo con la energía.
Todo es una cuestión de equilibrio,de armonía
energética y de desapegarse un poco de las cosas concretas
para que pueda aflorar el verdadero ser, el ser espiritual. Lo que
yo intento es que la gente se dé cuenta de que todas las soluciones
están en sus manos, yo puedo ayudar o puedo guiar según
lo que veo, pero se trata de que la persona afirme su autoestima y
se dé cuenta de que los problemas no son cosas que le pasan
sino que se generan. Todos armamos nuestro propio destino y también
podemos modificarlo. Sin embargo Mabel cree en los trabajos,
esos armados oscuros que apelan a la magia para torcer los caminos
de alguien más. Sabe que hay gente que los hace y que pueden
ir desde los famosos muñecos que se pinchan con alfileres hasta
hacer un nudo en una soga y ponerlo bajo la cama para generar impotencia.
Los trabajos existen y se pueden desarmar, pero todo depende
de cómo esté la persona, permanentemente estamos intercambiando
energías y los celos, la envidia, el ansia de poder nos debilitan
o nos quitan la energía positiva. Sobre todo si la persona
padece miedos, el miedo es un gran debilitador. Para mí dice
Mabel no existe el demonio; los hombres y las mujeres tenemos
el libre albedrío; la energía es una, pero hay quien
la utiliza bien y quien la utiliza para mal. Pero el mal sólo
triunfa cuando no tenemos fe, cuando tenemos miedo.
on line
Cualquier persona con acceso a Internet puede hoy convertirse en bruja
con sólo seguir los siete pasos que se indican en la home page
de Wicca, una religión pagana que se extendió en Estados
Unidos sobre todo en California y Nueva Inglaterra y que
considera que nuestros días sagrados son los ciclos de
la naturaleza; la tierra es nuestro templo, las plantas y las criaturas,
nuestros compañeros y maestros. Adoramos a un dios que es hombre
y mujer y aceptamos el carácter sagrado de toda la creación.
Los seguidores de esta religión moderna, basada en los ritos
de las comunidades indígenas de esa zona, festejan el sabbat
igual que las temidas brujas de la Edad Media y no temen poner símbolos
como el de la mítica escoba voladora aunque su estética
esté más ligada a la mitología celta que a las
brujas de Walt Disney. Créase o no, la fundadora de esta secta
y gran parte de sus seguidoras vive en ¡Salem!,
ese lugar en el que 19 personas fueron ejecutadas acusadas de brujería
merced a la crisis histérica de un grupo de adolescentes despechadas.
Aquel juicio de Salem que terminó con la horca se hizo célebre
y se asoció con el anticomunismo desplegado en Estados Unidos
en la década del 50, instalando esa frase que no necesita ser
explicada cuando se la utiliza en ámbitos políticos:
la caza de brujas. La ¿casualidad? terminaría allí
de no ser porque el año pasado, en el mismo Salem, volvieron
las amenazas sobre las modernas brujas de Wicca cuando, durante la
campaña electoral, el gobernador saliente, Paul Cellucci, intentó
ridiculizar a su adversario con un spot en el que lo acusaba de proteger
a las magas. Fue entonces cuando la Liga de brujas para la conciencia
pública, un grupo que nuclea a las brujas feministas
comenzó una campaña para limpiar su buena imagen. Las
brujas somos gente de verdad, médicas, maestras, abogadas,
madres. Y algo muy importante, somos votantes, dijo entonces
una de sus líderes, Cheril Masson, aunque no evitó hacer
amenazas que comprometan al más allá ya que las Wicca
creen profundamente en la ley de tres, que dice que todo lo malo o
lo bueno que uno produce con su magia vuelve al mago multiplicado
por tres.
El caso de Salem no fue el único en que estas mujeres fueron
perseguidas. A principios de este año, una alumna de Baltimore
fue sancionada por hechizar a una compañera, aunque
la única prueba de esto fue ¡la crisis histérica
de la supuesta víctima! Lo que hace suponer que ese martillo
que en 1400 golpeaba sobre la magia aún proyecta su sombra
sobre las cabezas de esas mujeres dedicadas a los ritos paganos. ¿Será
en venganza que las brujas locales someten a tan descabellados tormentos
a quienes las consultan?