Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Stira
 

Bañadores de estirpe


Fabiana López Ontiveros
y Paula de Filippi

Andrea Rizzo
Los nuevos trajes de baño evitan los aros y las costuras. No ahorran ornamentos –mostacillas, cuentas de collares– y se internan en texturas raras, como telas de tapicería. Una bikini, dicen las diseñadoras, es la prenda que más le cuesta encontrar a una mujer, porque es la que más la expone: la decisión de la compra demanda la prueba de por lo menos una docena de modelos.

Por Victoria Lescano

Rodeados del último grito de la moda para playa –versiones muy estilizadas de canastas de paja, esterillas para adorar el sol y sombreros cercanos a la estética del picnic y las piezas que antaño adoraban las turistas de la Bristol y ahora veneran Vogue y Harper’s Bazaar– en el local de Junín 1759 se imponen las bikinis con adornos de breteles de siliconas acompañadas de cuentas de collares, ensambles de corpiños bandeau y cullotes con telas más afines a tapizar silloncitos de estilo que para sumergirse en las olas y en algunos casos tienen propiedades reversibles que permiten transformarse en sirena roja o verde con sólo dar vuelta la prenda y, en otros, ostentan flecos de mostacillas o bordados de canutillos.
Se trata de Studio A, lo más parecido a una maison de alta costura para ir al agua, entre cuyas consumidoras figuran mujeres que no vacilan en pagar desde 100 pesos por un traje de baño, y el showroom de la Recoleta, en una mañana de calor reúne a mujeres con perfil de ejecutivas que dejan sus trajecitos por un rato para abordar la difícil misión de encontrar la segunda piel para ir a la playa.
“La tendencia en trajes de baños toma un concepto totalmente opuesto al del busto en bandeja que dibujó Azzedine Alaia anticipándose al corpiño push up y los corsets adornados con recortes y terminaciones en punta que popularizó Madonna a comienzos de los noventa. Hay una vuelta a las formas de los setenta y los ochenta, aunque con telas procesadas con rebotes que permiten modelar el cuerpo y armados cada vez más desestructurados y livianos. Para lograrlo pongo énfasis en las estructuras internas guiándome por la regla número uno del diseño en trajes de baño: ayudar a mejorar el cuerpo”, resume la diseñadora Andrea Rizzo. Tiene 35 años y hace doce, después de graduarse en el Fashion Institute of Technology, creó la marca como alternativa a las casas de producción masiva y el boom de los trajes brasileños. De acuerdo con las exigencias de exclusividad de la clientela, no hace más de 10 ejemplares de cada modelo y se ocupa de la posterior reparación de herrajes y adornos que abundan en cada colección, aunque hayan pasado varios años del momento de la compra.
“La línea de esta temporada es bastante clásica en sus formas, la complejidad se traslada a los adornos, es evidente que el hippie chic y el revival de líneas de esa época dominan las tendencias porque los trajes de baño siguen los dictados de la moda, son rubros que se corresponden con el prêt à porter y la alta costura”, agrega la diseñadora que pertenece a una familia de mujeres vinculadas con la moda –su madre es la diseñadora de alta costura Antolina y su hermana, la responsable de la línea de maquillaje Sepia–.
Su currículum incluye el paso por la firma Christian Dior y un año de trabajo voluntario en el Instituto del Traje del Metropolitan Museum deNueva York. De ese templo de la moda, Rizzo destaca: “Allí Diana Vreeland tenía su famoso cuarto rojo y Jackie Onassis era una de las principales benefactoras. La muestra que más me impactó fue una sobre cortes reales de la India que incluyó ropa con esmeraldas incrustadas. Para moldear los cuerpos de los marajás que las habían usado, trabajamos con guantes blancos y hacíamos maniquíes envolviendo medias y en medio de esos procesos disparatados pasaba gente del Vogue o diseñadores como Issey Miyake”.
Entre los favoritos de su última colección resalta una línea que desafía la tradicional metodología de cortar, doblar y pespuntear. “Me guié por la tendencia mundial de prendas sin costuras, trabajé sobre la idea de piezas cortadas a tijera y las terminé con elásticos con siliconas para reemplazar a los herrajes plateados que usé otros años, inspirándome en los vestidos de Versace o Chanel, junto a tiras de cuero dentro de las prendas y, como breteles, gomitas de silicona stretch”.
Rizzo resume el estilo de las últimas décadas: “En los 70 se impuso la lycra sin armado, muy Angeles de Charlie, entre el ‘85 y el ‘90 dominaron los conjuntos afines a la corsetería con tazas dignas de Marilyn Monroe y Jane Mansfield e influencias de los años cincuenta. Al comienzo me guié por mi paladar por los buenos trajes de baño, en el mercado local no se sabía nada de trucos para procesar la lycra y era difícil encontrar modelistas. Cada año me impongo hacer lo opuesto a la temporada anterior y crear modelos más complejos, porque hacer triangulitos y colaless es lo más fácil que hay y sólo les quedan bien a las de 20. Aunque pensándolo bien, con la incorporación del fitness no deja de sorprenderme que las mujeres de cincuenta cada vez tienen mejores cuerpos”.
El desarrollo de cada colección demanda nueve meses (un proceso que sólo interrumpió el año pasado cuando, sin vacilar, cerró la boutique por un año para acompañar a su marido, el actor Ivo Cutzarida, en una radicación temporaria en Los Angeles). Terminado el proceso de gestación elige su propio bañador, que siempre resulta el modelo más simple de la colección. Este año se decidió por un modelo negro con estampado Príncipe de Gales con un corte que hace alarde de la buena sastrería.

El sexy recatado
“Empecé a diseñar trajes de baño por la dificultad de encontrar uno que me gustara, de chica me hacía bikinis con trenzados de varios colores con una compañera de colegio usando la máquina de mi abuela”, cuenta Fabiana López Ontiveros. Ya sin su compañera del secundario pero junto a la arquitecta Paula de Filippi desde hace diez años es la diseñadora de Zoel, una marca especializada en bikinis con ornamentos.
Empezaron fabricando trajes de baño para las boutiques Anominato, Bordeaux y Cemento Buenos Aires, antecesores de Las Pepas y Ona Saez, y tienen dos locales propios –odas al minimalismo–, uno en Belgrano y otro en la barra de Punta del Este.
“Nuestro punto de partida es la combinación de telas poco habituales para bañadores y accesorios, hace algunos años empezamos con el velvet, un terciopelo elastizado y las bikinis tejidas con argollas de madera y metal que comprábamos en casas de cortinas de baño. Luego incluimos tiras de plástico reemplazando a los breteles y ahora es el turno de las cadenas de metal y las cuentas de collares aplicadas como si se tratara de una pieza de bijouterie. No estamos demasiado atentas a las exigencias de la moda ni los dictados del tipo de este año se usan los colores flúo, siempre nos preguntamos entre nosotras “¿Y vos te los pondrías?”, explica la diseñadora de Zoel.
Un criterio amplio que nunca excluye bikinis con lunares rojos para las mujeres Minnie Mouse, los tejidos con rayas que parecen hechos con ladedicación de alguna abuelita, estampados vichy condimentado con flores o una primicia, el short con bolsillos mezcla de traje safari y pantalones cargo.
“El modelo puede ser vanguardista, pero siempre hay que cuidar que todo sea forrado adelante y atrás, las bombachas calzan a la cadera, el tamaño es mediano, nos importa que resulten sexies sin ser escandalosos porque para nuestro público el colaless no está bien visto”, advierte López Ontiveros.
Sobre las tendencias para el primer verano del 2000, destaca: “Se imponen los encajes, las telas de tapicería, los materiales procesados con goma y la gamuzas elastizadas. Los corpiños con aro están demodée y ahora los que nos especializamos en estas prendas diseñamos nuevos recursos de corte que reemplazan esas funciones. Otro cambio notable en la moldería refleja la aparición de nuevos talles provocados por la incorporación de siliconas. Antes partíamos de un promedio de 85 centímetros de busto y ahora esa cifra se extendió al 90”.
Atenta a los reclamos y elogios de las consumidores, dice: “Es la prenda por la que a las mujeres les resulta más difícil decidirse; el proceso de compra exige, antes de dar con la adecuada, la prueba de hasta veinte modelos. Las mujeres de 30 para arriba compran tres modelos por temporada y a partir de los cuarenta ya se sientes libres como comprarse cinco sin culpas”.
En la casa la calle Gorriti, donde funciona la base de operaciones de la firma, conviven salas de corte con un espacio con la apariencia de una galería de arte contemporáneo plagado de trajes de dos piezas y complementos de pareos de hilo y sandalias para playa con cuentas de colores al tono de los prints que aparecen en los maillots. Abundan los corpiños con la apariencia de bandas, citas al universo de la lencería como breteles de raso con horquillas, superficies de encaje combinadas con lycras high tech. Ella destaca como otras novedades “la tankini, una variedad de bombacha con remera, y las bombachas reversibles. Partimos de la idea de que nuestras clientas quieren estar distintas al resto de las mujeres, por eso no dudamos en incluir un estampado más afín con los pijamas antiguos o telas con estampados psicodélicos muy sutiles pintados por el estudio Ivanow Wells. El año pasado experimentamos con la nueva lycra que dejar pasar el sol para broncearse, pero resultó tan transparente que finalmente tuvimos que forrarla toda”