Señores y señoras viviendo con vih, se acerca el gran día. El 1-o de diciembre es nuestra fecha. Por si no lo notaron, empezaron a salir tímidamente nuevas notas sobre el tema sida, maratones, mesas redondas, jornadas de concientización y muchos otros grandes eventos. Son días de recogimiento para los que se asoman a nuestra problemática una vez por año. Es nuestro momento de vivir nuestros quince minutos de fama. Y tal vez deberíamos aprovecharlos ¿Por qué no una gran fiesta? ¿Por qué no olvidar dietas, ayunos, pastas y gimnasia y festejar nuestro día en lugar de sufrirlo? Tal vez podríamos emborracharnos como corresponde a un aniversario que se precie de tal y salir por la noche a buscar el amor siempre tan esquivo en nuestras historias de vida. ¿Qué tal si en lugar de recordar decidimos olvidarnos? Sería magnífico borrar de nuestra agenda, aunque sea por ese día, el teléfono de nuestro médico, amputar las citas para sacarnos sangre, medir los cd4 o el nivel de virus en la sangre. Sí es cierto, es bueno que por lo menos una vez todo el mundo recuerde que la infección sigue existiendo, que por más información que se dé sobre las vías de contagio la gente se sigue infectando. Todos sabemos que un día en la vida nunca viene mal, pero los que se acuerdan el 1-o de diciembre deberían hacerlo todo el año. Y nosotros olvidarnos. Otra idea sería alambrar. Sí, cercar un lugar seguro donde todos podamos hablar de esas cosas escatológicas que tanto nos alivian cuando las confesamos entre pares. Nuestras náuseas matutinas después de la primera toma de medicación, la diarrea de cada día, el aumento del colesterol, los dolores de cabeza, ese hijo de puta que no se animó a hacer el amor con nosotros y viceversa. El día internacional de la lucha contra el sida, con su nombre pomposo y todo tendría que servir para sentirnos agasajados, felices de tener alguna buena noticia que compartir -los cócteles, al fin y al cabo, siguen funcionando- o juntas para aguantar las malas que siempre llegan aún con cielo despejado. Es una idea nada más, pero qué tal si exigimos regalos y besos de felicitación en lugar de esos mensajes negros a los que los medios y el Estado nos tienen tan acostumbrados. Es nuestro día, a festejar, que tal vez en el 2000 choquen los planetas y hay que aprovechar mientras se puede. Como cantaba mi amiga Liliana Maresca: ¡Por cuatro días locos que vamos a vivir, por cuatro días locos te tenés que divertir! Marta Dillon |