Principal RADAR No Turismo Libros Futuro CASH Stira
Todo por 1.99
Clara de noche

fue y sera






Meirs - Migdal

Volver


FERNANDO SANCHEZ
FOTOS: NORA LEZANO

Todos Tus Muertos es, probablemente, la banda independiente argentina que más ha tocado en el exterior durante 1998. La gira Dignidad ‘98 los llevó a México, Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, España y Canadá. Estuvieron también en Francia y Perú, y compartieron escenarios con personajes de toda calaña: desde los gruperos mexicanos Tigres del Norte (en el Marquee de Buenos Aires) hasta los cuates modernos de Plastilina Mosh (en el legendario House of Blues de Los Angeles); desde Hebe de Bonafini y Sergio Shoklender (Barcelona, España) hasta Fermín Muguruza (también en España).

Organizadas desde la oficina que TTM tiene en Núñez -sede, también, de su sello TTM Discos-, las giras de los Muertos se parecen poco a, por ejemplo, el Pop Mart Tour. Sin embargo, con una constancia admirable, el grupo de Fidel Nadal y Gamexane consiguió llevar sus canciones protestonas y su filosofía rastafari hasta lugares que algunos años atrás resultaban inaccesibles para cualquier grupo de rock argentino. Después de 13 años de carrera y mutaciones varias, Todos Tus Muertos aparece como un referente ineludible a la hora de hablar de rock latino en Estados Unidos y en Europa; sus discos se venden hasta en Japón, y es así como está haciendo posible lo que en un principio más allá de cuestiones estético-musicales podría haber parecido imposible: crear un sello propio, montar una estructura eficiente, no ceder ni un poquito en sus convicciones ideológicas, y establecerse definitivamente como una de las bandas de rock argentino más conocidas en el circuito inernacional.

Te guste o no te guste, los TTM son algo así como nuestros embajadores.

¿Cómo es eso posible?

Responde Fidel Nadal, 33 años, rastafari, cantante de Todos Tus Muertos y también de Lumumba (especie de hermano menor de TTM).

-Nosotros ganamos esto con perseverancia. Ya es la cuarta vez que vistamos México, Estados Unidos y España, y la tercera vez que vamos a Francia. Vamos y tocamos. Así nos dimos a conocer. Lo mejor que tiene la banda son los conciertos. Muchas veces no contamos con la promoción adecuada; llegás a tocar y te dicen que no hubo promoción, que nadie sabe del show... Esas cosas no las podés solucionar en un día. Dependen de la gente que organiza cada show. Y en cada lugar trabaja una persona distinta. Las giras se arman a partir de un tipo que conoce a otro, que también organiza festivales en otra ciudad, y así. Desde nuestra oficina tratamos de armar todo. A veces el show se vende por un cachet, otras veces vamos a porcentaje. Lo único que no podemos organizar desde acá es la promoción y las condiciones en que se va a producir el concierto en cada lugar. Es muy lindo salir de gira, pero también es un sacrificio, porque no es que estás en tu casa, vas a tocar a Cemento y volvés. Tenés que armar una valija y estar dos meses fuera de tu casa. Un día en un gran hotel, otro en una pensión, otro la casa de alguien. Cuando vas a un lugar por primera vez, por lo general nada es lujoso. En Los Angeles, una vez estuvimos en un hotel que tenía de todo, cosas que yo no tengo ni en mi casa. Y también estuvimos en lugares con cucarachas que vuelan, o durmiendo en el piso. De todos modos, lo peor son las horas de viaje: hacer trece horas en una camionetita, con nueve tipos arriba...

-¿Cuál es el público que ve a TTM en el exterior?

-Se junta gente variada, que le gusta el ska, el reggae, el hardcore, el hip hop. En general es gente joven, pero hay de todo.

-¿Pero es público latino, que entiende lo que ustedes dicen?

-No siempre. En Francia, por ejemplo, donde casi nadie habla español, la última vez que tocamos fue en Bordeaux, en el sur, y fue uno de los mejores conciertos que hicimos. Es la tercera vez que vamos allá. La primera fue en un barcito chiquito, para 60 personas. La segunda, pasamos a un teatro muy bueno, con más gente, y la última vez tocamos en un bar más grande que se llenó, la gente estaba muy animada. Claro, algunos no comprenden las letras, pero todos tenemos grupos que nos gustan que no comprendemos lo que dicen.

-Sí, pero por una cuestión de colonización cultural, estamos más acostumbrados que ellos a escuchar canciones de rock en otro idioma.

-Sí, pero eso es una barrera que con el tiempo, tocando afuera, la vas rompiendo.

-¿Cómo es ser cantante en un lugar donde no entienden lo que decís?

-Y, algunas palabras en francés, hablo. Algunas palabras, y mal, pero no importa: cuando vos tenés ganas de que te entiendan, te entienden. La comunicación se produce. Un ejemplo claro es lo que pasó en Canadá. Fue la primera vez que fuimos, y tocamos para un público que sólo hablaba francés. Sin embargo, ellos se contagiaron de la energía de la banda en vivo, porque aunque no entienden el idioma, entienden lo que está pasando. La música es un idioma internacional.

-De todos modos, no debe ser lo mismo cantar en un barcito de Quebec y tocar en Cemento...

-Llega un momento en que no influye si estás ante miles de personas o si es un lugar chiquito con un sonido deficiente. Un lugar te puede gustar más o menos, te podes sentir más o menos bien, pero en definitiva vos sabés que en cada concierto tenés que hacer lo mejor. Más allá de la circunstancia, si la cancha está mojada, con lo que haya, tenés que sacarla adelante. Si te ponen una número cinco flamante, mejor. Si te ponen una de trapo, tratá de embocarla igual, porque no hay otra. Si te amargás es peor. Tratamos de acostumbrarnos a eso. Si estás acostumbrado a tocar siempre con buen sonido, cuando tenés un mal sonido estás en problemas. Si estás acostumbrado a escenario gigantes, cuando no tenés escenario tenés un problema. Y al revés, también: si estás acostumbrado a tocar en escenarios chiquitos, cuando te ponen un escenario gigante ¿qué hacés? Te sentís chiquito, no sabés para dónde ir. En definitiva, lo que vos llevás con tus palabras, tu mensaje, tu música, tenés que presentarlo de cualquier manera, usar lo que tengas en ese momento para hacer lo mejor. Vuelvo a lo de Canadá: nosotros tocábamos y la gente estaba sentada a las mesas. Charlaban entre ellos, otros jugaban al billar. Nosotros tocábamos como si estuviéramos en Cemento, y unos diez o quince tipos estaban parados adelante, mirando; el resto, nada. Yo les hablaba un poco en inglés, un poco en francés. ¡No es la televisión, estamos acá, presten atención!. Pero nos miraban y seguían hablando. Entonces bajé del escenario, me fui corriendo entre las mesas y salí a la calle con el micrófono. En la calle había más mesas, con gente que ni sabía que adentro había un concierto, y tampoco les interesaba. Y me puse a cantar para ellos ahí afuera. Se preguntaban quién era, no sabían si era uno que pasaba por la vereda... Es como si en un bar de Palermo hubiera un grupo ruso tocando, y la gente se quedara jugando al pool. Y eso pasó este año. Después de eso, ¿qué? Al otro día tocamos en un concierto con otras bandas y había cuatro mil personas. Ahí la gente primero nos miró, y cuando nos fuimos, nos aplaudieron y gritaron. Aunque no entiendan el idioma, muchas personas captan la energía y pueden decir si les gusta o no.

-¿Cómo reciben afuera el hecho de que aparezca un grupo argentino hablando de rastafarismo?

-Pasa que yo nací en la Argentina, pero soy negro y mi nacionalidad es Africa. Mis antepasados vinieron de Africa de una manera ilegal, secuestrados, robados, en la esclavitud. Si yo dijese que soy argentino estaría aceptando ese hecho ilegal. Y no lo acepto. Nos secuestraron, nos maltrataron, y sin embargo nosotros construimos sus ciudades y les dimos amor a cambio de maltrato. Además, cuando cualquier persona del mundo me ve, no me cree cuando digo que soy argentino. Una vez, en Perú, un tipo me quiso pegar. ‘Vos no sos argentino. Yo estuve en la Argentina y ahí no hay negros. ¿Por qué me mentís?’. Ahí te das cuenta de que, por más que yo haya nacido en la Argentina, mi nacionalidad siempre va a ser Africa, porque cualquier persona que me ve por la calle dice: ‘Ese negro, ¿de dónde es?’. En Africa, cuando ven a un negro no se preguntan de dónde es, porque ésa es su casa. Pero si vos fueras a Africa, te preguntarían ‘¿Dedónde sos, blanco? ¿De dónde venís?’ Los negros no nacen acá, venimos de Africa. Es natural. Y es natural para los europeos que un rasta hable de rastafarismo. Se sorprenden mucho cuando les digo que nací en la Argentina. Me preguntan: ‘¿Vos de dónde sos?’. Y yo digo: ‘Soy de Africa, pero nací en la Argentina. ¿Pero cómo?’. Y explico esto mismo que te estoy diciendo ahora a vos. Y lo tienen que aceptar. Yo no provengo de la familia del embajador del Congo en la Argentina. No. Mi familia pasó cinco generaciones en la esclavitud, haciendo las calles, amamantando niños, luchando en las invasiones inglesas, formando lo que ahora se conoce como la Argentina. Si no sabés de dónde venís, ¿cómo sabés quién sos y a dónde vas? Una cosa es tu cultura original, y otra es la cultura impuesta. Vos dirás: si vos sos de Africa y pensás que es así, ¿por qué no te vas para allá? Te digo algo: yo me voy a Africa, pero ¿quién me va a pagar todo esto? Imaginate: voy allá y empiezan: ‘Ahg, ug’, y yo: ‘Hola, qué tal’. ‘Pero cómo: ¿no sabés hablar? ¿Qué venís a hacer acá? ¿Cuál es tu familia, cuál es tu apellido?’ Y yo: ‘No sé. Nadal’. ‘Pero ése no es un apellido africano’. ‘No, porque es el apellido de la familia que me esclavizó y me puso su apellido’. ‘¿Pero eso se hace con un perro, no con un ser humano’, me van a decir... No sabés tu nombre, tu apellido, tu idioma. No tenés nada, ni casa, ni familia. Lo más rico de un hombre es su cultura. Pero sos un extranjero en tu propia tierra. Y tampoco sos de acá. Te ves diferente porque sos diferente. Sos negro. Aunque te pintes el pelo de rubio y te pongas lentes de contacto, siempre te van a gritar desde un camión: ‘¡Eh, negro, ¿qué te hacés?!’. Yo siempre supe que era negro; digamos, desde chiquito. Cuando vos ibas al colegio, no decías: ‘Eh, ahí vine un blanco’. Pero de repente te dicen: ‘¡Negro!’ y, encima, sirve para insultarte. Es raro. Igual, desde chiquito me papá me hablaba de Malcolm X, de Lumumba, de los líderes de Africa. Y me enganché con el reggae porque miraba las tapas de los discos y decía: ‘Cómo me parezco a este tipo; el pelo a mí también me crece así’. Claro, yo vivía en Almagro, pero éramos eslabones de una misma cadena. Y había algo familiar en eso, como que ya lo había escuchado antes...

-¿Qué cultura abona la obra de TTM: la argentina o la cultura rastafari?

-TTM es para quien lo quiera tomar, para quien lo quiera aceptar. Es para los blancos, los negros, los chinos, los de Albania... Por ahí un tipo en la India lo escucha y dice: ‘Esto me mueve algo’, agarra un diccionario español-hindú y descubre cada palabra, como yo hice con los discos en inglés. Yo no entendía nada y cantaba bla bla bla, pero un día agarré la letra, fui al diccionario y así aprendí el inglés. TTM es para todo el mundo. Pero, principalmente, para toda la gente que está bajo la opresión del sistema, y necesita alimento para seguir resistiendo sin quedar loca por las cosas que puedan pasar.

-Pero, en el mejor de los casos, va a quedar en la historia como un grupo de rock argentino...

-No me molesta. Son rótulos que no cambian nada. Lo importante es lo que vos hagas. Si abrís la boca, seguro que algunos te van a criticar y otros te van a adular. No importa. Lo que importa es saber de dónde venís. Así, si te gritan cosas no vas a detenerte para pelearte con cada uno, porque vos estás en una misión, sos un soldado en una misión. Y tenés que cumplirla.

-¿Cuál es esa misión?

-Todo gira en función del mensaje, las palabras y la música. TTM, Lumumba, canciones.

-¿Qué es más importante en esa misión: las letras o las músicas?

-Como verás, TTM y Lumumba tienen letra. No es que cantamos ‘Mueve la colita, mueve la colita’, y en el otro tema ‘Mueve la rodilla, mueve la rodilla’, y así. No. Hay letras. No importa si estás de acuerdo, si te parecen buenas, malas o regulares; para nosotros son importantes. Yo canto y hago las letras, salvo excepciones. Escribo por todos lados. Y cuandouno del grupo tiene una música, me fijo si puede andar con alguna letra que tengo por ahí. Otras veces, las canciones vienen con letra y música. Pero es muy importante. Desde el ‘88 hasta ahora fuimos cambiando, de una época destructiva pasamos a otra más constructiva, y las palabras siempre fueron importantes. Una cosa es cuando gritás y te interesa nada más que la energía. Y otra es cuando esa energía sale en función de una idea. En las letras está el mensaje, y la gente sigue a los grupos porque tienen determinada letra, y vive y es de esa manera. Si tenés un grupo que dice: ‘Eh, loco, aguante, arruinate’, y nada más, los que te van a ir a ver van a ser así. La palabra influye en mucha gente.

-¿Les gustaría ir a tocar a Africa?

-Más bien. Lo más cerca de Africa que estuvimos es Tenerife, Islas Canarias. Nos interesaría mucho. Especialmente con Lumumba. Se escucha mucho el reggae en Africa, todos los africanos conocen a Bob Marley. Pensá que Bob Marley liberó Zimbabwe con música. Tocó, hizo giras por Africa... Pero hay que ponerse, hay que armar la infraestructura.

-¿Tocar allá es un objetivo de TTM y de Lumumba?

-Sí.

-¿Y es imposible?

-No, alcanza con desearlo para que empiece a ocurrir. Todo empieza deseándolo. La punta de la lanza es el deseo. A partir de ahí, trabajás para lograrlo. A nosotros se nos hicieron realidad algunos sueños. Estar tocando y haciendo lo que nos gusta, diciendo lo que queremos, es muy importante. Nunca pensamos que íbamos a poder grabar en Jamaica, por ejemplo. Y con Lumumba lo logramos. Cuando empezamos con TTM, tocamos en una fiesta de cumpleaños. Después, en un bar de la plaza de Serrano. Todos los jueves, gratis. Y no pensábamos en lograr nada. No actuábamos para eso. Era lo que queríamos hacer en ese momento. Igual que ahora: tocamos y cantamos porque tenemos cosas para decir. Había, hay y habrá cosas que molestan y que nos inspiran para hacer algo.