En la estación de tren, los amantes se despiden entre llantos. La escena es una suerte de consumación de la tristeza. Pero él tiene la nariz notoriamente sucia y ella se ríe. ¿Quién no ha visto o protagonizado una secuencia así? Ese tipo de historias instantáneas y hasta prosaicas son las que John McCrea, cantante de Cake, convierte en canciones: Cuando era chico recibí una gran influencia de Hank Williams, un songwriter grandioso, y de la música country en general. Y la tradición de este género no es precisamente una celebración. Yo la llamo la catarsis de la tristeza, porque hay una persona que canta sobre sus problemas delante de otra gente, que probablemente también sufre por lo mismo. Entonces, el acto se convierte en una catarsis que va desde la dolor al placer. Creo que no existen la tristeza ni el humor en estado puro. Siempre hay algo triste en la comedia y también algo divertido en el drama, dice a través del teléfono, en diálogo con el No.
La historia de Cake también tiene ribetes tragicómicos: formado en 1991, en Sacramento, California, el quinteto tardó tres años en poder publicar su primer álbum, Motorcade of generosity. Allí ya se veía a las claras la ecléctica fórmula que luego haría trascender al pop rock la banda: influencias del country y percusiones latinas, guitarras slacker y una deliciosa trompeta mariachi, todo en un marco de premeditada economía sonora que, aunque suene paradójico, podría definirse como simplicidad compleja. Mejor que McCrea lo explique: En el heavy, el grunge, el hard rock y el punk moderno se pone énfasis en la complejidad de las partes. Pero en el punk rock del 76 no había músicos tan buenos, entonces tocaban cosas simples. Cake se trata de algo parecido: partes simples que conducen a un todo más complejo. Cada miembro de la banda toca partes simples que han sido acomodadas de manera inteligente (o eso espero), para crear un todo complejo. Pero no se trata de una declaración de la individualidad de los músicos.
El comienzo de los 90 marcó el reinado del grunge, una época en la que poca gente le prestaba atención a un grupo como Cake. Uno que, para colmo, tenía humor e ironía en sus letras. Fue una lucha por la supervivencia -reconoce McCrea-. En Estados Unidos la atención es unidireccional. En nuestras mentes tenemos lugar para una sola cosa por vez. Durante el período grunge, sólo había un sonido grande, de guitarras vikingas. Mucha gente venía a vernos y se decepcionaba porque no éramos ruidosos. Se suponía que el grunge luchaba contra la cultura mainstream norteamericana, esa que sólo se trata de: más, más grande, mejor... Pero lo que ellos hacían era subir el volumen, que era prácticamente lo mismo. Y me divertía notarlo. Nosotros tomamos la decisión de bajar el volumen, en lugar de subirlo. Y creo que hoy somos afortunados por haberlo hecho, aunque en esos tiempos nos vieran como a lunáticos. Lo que pasó fue que, en algún punto, la gente empezó a sentir que le dolían los oídos por tanto exceso.
Mejor suerte corrió Fashion Nugget, publicado en 1996: gracias al hit The distance, logró la certificación de platino en Estados Unidos (500.000 copias vendidas). Y, a expensas de El Rayo, se convirtió en un tardío éxito en la Argentina (ver recuadro).
En estos días, Cake se encuentra de gira por su país, presentando su nuevo trabajo, Prolonging the magic. Como el título lo indica, McCrea y los suyos continúan con su fórmula ganadora, aunque la banda haya estado a punto de separarse después de la partida del bajista Victor Damiani y el guitarrista Greg Brown. El primero fue reemplazado por Gabe Nelson, miembro original de la banda que había llegado a grabar algunos temas en Motorcade..., y el segundo, por Xan McCurdy (aunque en estudios grabaron varios instrumentistas).
-¿Cake continúa siendo una banda o se trata de un grupo de músicos que te acompaña?
-En realidad, en este momento, tenemos a cuatro de los miembros originales en la banda: Vince (Di Fiore, trompeta), Todd (Roper, batería), Gabe y yo. El único integrante diferente es el guitarrista. Pensé endesarmar la banda después de editar Prolonging..., porque sentía que no teníamos el sonido de guitarra adecuado. Pero con Xan lo hemos conseguido. En diciembre del 97, cuando Greg Brown me dijo que iba a abandonar la banda, ya habíamos empezado a escribir líneas de bajo y partes de trompeta. Y continuamos haciéndolo cuando él se fue, basando las canciones en el bajo y la batería: deseché por completo la idea de la guitarra como centro de la música pop rock. Siento que el hecho de no haber tenido un guitarrista fijo me liberó de tener que pensar en ese instrumento todo el tiempo. Para mí, es refrescante que en este disco la guitarra no sea el centro.
-También se nota más influencia de la música latina.
-Sí, eso creo. Amo la música latina. Y nunca había tenido la posibilidad de hacer algo con tanta influencia latina debido a la guitarra. Ese instrumento es casi lo opuesto a lo que puede incluirse en la ágil sensibilidad de la música latina. Especialmente la guitarra de rock.
-Esos gritos que marcan los cortes en Never there (el single de difusión) parecen una influencia de Pérez Prado...
-(Se ríe) Diste en el clavo, porque me encanta Pérez Prado. Me gustan mucho sus primeros trabajos, los de los años 40 y 50, antes de que agregara las cuerdas a su banda, cuando eran sólo caños y percusión. Era algo muy real y hermoso.
ROQUE CASCIERO