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Ska-P pasó por Buenos Aires La hostia Cinco de los seis vallekanos que integran Ska-P están sentados alrededor de una mesita en un hotel de la avenida Callao. Vinieron a la Argentina con El Vals del Obrero como carta de presentación -su segundo disco, ya tienen un tercero aún no editado aquí, Eurosis-, y con Cannabis como su as en la manga, una cancioncilla que sonó una y mil veces en la Rock & Pop y cuyo estribillo parece una súplica fiestera pero desesperada: Legalegalización/ de calidad y barata, cantan estos españoles que conjugan el no future del punk anarquista y el optimismo rítmico del ska. ¿Activistas? Bueno... pues... Sí, dice Rizos, el tecladista. Cantamos en favor de ello. Aquel se fuma uno que otro de vez en cuando, ríe y señala al baterista Nuno, que tiene los ojos reducidos a dos delgadas líneas rojas. Nuno sonríe sin entender mucho la broma y después agrega: Hay una gran hipocresía. Allí en el barrio Vallekas, donde vivimos en Madrid, un chaval de 8 años puede ir y comprar un paquete de tabaco, que está matando muchísima gente. La marihuana no ha matado a nadie. No es que esté en contra del tabaco: que cada cual haga lo que quiera, pero a mí déjenme fumar mi marihuana. Aquí se presentaron el sábado pasado con Attaque 77 en Obras, y también compartieron escenario con Todos Tus Muertos. No conocíamos Buenos Aires pero, ¡coño!, estamos impresionados. Esto es la hostia, grita Rizos mirando por la ventana. En España en los últimos años ha habido una invasión de música tecno, cuenta. Allí se la llama bacalao. Música con máquinas. Aun así, siempre hay un movimiento alternativo, de rock, punk. Pero es extraño que un grupo como nosotros, de denuncia, haya vendido 200 mil discos. La idea es que la gente se dé cuenta de que no es todo fútbol, que no es todo pastillas, que se dé cuenta de cómo están las cosas alrededor. Para poder pensar de otra manera. PABLO PLOTKIN Rockeros ricos en el Reino Unido Millones de buenas razones El Sunday Times de Londres acaba de editar su lista de las 1000 personas más ricas de Inglaterra. Obviamente se anotan muchos músicos. Y el ganador absoluto es... Paul McCartney, con 800 millones de dólares: según este informe, el ex Beatle ganó 600 millones por derechos de autor y el resto en inversiones personales. Le siguen, lejos, Elton John (260 millones), Mick Jagger (250 millones, las giras de los Stones recientes recaudaron 20 millones de dólares sólo en EE.UU.), Keith Richards (184 millones), Phil Collins (168 millones) y David Bowie (160 millones, acaba de cobrar 18 por el relanzamiento de su catálogo de los 70). Las bandas que tienen a todos sus integrantes entre los 1000 más ricos son Los Beatles (George Harrison tiene 144 millones y Ringo Starr 124 millones), los Rolling Stones (Wood 72 millones, Watts 90 millones y Wyman 40 millones), Queen (Brian May 90 millones, Roger Taylor 72 millones, igual que John Deacon) y Pink Floyd (Roger Waters, Nick Mason y David Gilmour acusan 72 millones per cápita). Los Led Zeppelin Jimmy Page y Robert Plant tienen 96 millones de dólares cada uno. Los U2, terceros más ricos de Irlanda, acusan en conjunto la escalofriante suma de 577 millones de dólares. Otros que están en esta lista super VIP son Sting, Enya, Mark Knopfler, Tom Jones, Jim Kerr (sí, sólo por los hits de los 80 con Simple Minds), Annie Lennox, George Michael, Rod Stewart, Mick Hucknall (Simply Red) Van Morrison y el nuevo rico Noel Gallagher, que con Oasis lleva facturados 45 millones de dólares. Evidentemente, a esta gente la vida le sonríe. La película de Bono Wim Wenders está filmando en Los Angeles su nueva película, The Million Dollar Hotel, producida y escrita por Bono. La película, un thriller futurista, está protagonizada por Mel Gibson y la bella Milla Jovovich. Pero la estrella del film, dicen, es el hotel: un edificio de 80 años en Main Street, Los Angeles, que sirve como escenografía y musa. El primero en llamarle la atención a Wenders sobre el hotel fue Bono, que lo visitó hace 12 años, filmando un video. Su atmósfera de glorias pasadas era atractiva, dice el cantante, fue un hotel elegante en los años 30. Eisenhower paraba ahí. Y después, sobre todo en los 80, se convirtió en un lugar de paso para todo tipo de gente: para hacer negocios, gente que no tenía adónde ir y ese tipo de cosas. Hoy, una habitación en el hotel cuesta 70 dólares por semana, y el precio incluye televisión y baño, pero no almohadas o toallas. Hay habitaciones tan horribles que tenés que contener la respiración cuando pasás adelante de la puerta, cuenta Wenders. Y es un lugar violento: una vez, mientras filmábamos, se llevaron dos cadáveres. Un residente del hotel está tan enojado por la invasión de las estrellas y el personal de filmación que todas las tardes les tira lamparitas a los trailers de los actores estacionados en el parking de la planta baja. En este hotel decadente, y en el barrio pesado que lo rodea, es donde Bono y su compañero guionista decidieron situar su historia, en la que están trabajando desde 1990. Para Bono, es una historia de amor. O de lo difícil que es enamorarse. Es una fábula. Eloise, el personaje de Milla, hasta se siente cómoda y feliz a pesar de los abusos recibidos. Está anestesiada. Y Tom Tom (Jeremy Davis) la despierta de ese adormecimiento. Es una fábula, supongo. Los otros protagonistas son Jimmy Smits (interpreta a un prostituto) y Amanda Plummer, la actriz que asaltaba un restaurante junto a Tim Roth en Pulp Fiction. |