Principal RADAR No Turismo Libros Futuro CASH Stira
Todo por 1.99

Clara de noche

fueIser






Volver

Y un día Maradona se subió al escenario de Los Piojos

Llenaron Obras por tres noches consecutivas y eso poco importa frente a todo lo que sucedió desde que Diego cumplió su promesa y apareció en el estadio, el sábado a la noche.

FERNANDO D’ADDARIO

“Guillote, ni en la época del Napoli me pasó una cosa así ...” Esa “cosa” que invadía a Diego Maradona, que sacudía a los músicos y asistentes de Los Piojos, y a los 5 mil jóvenes que llenaban el estadio Obras, excedía largamente al fútbol, al gol con la mano a los ingleses, a la efedrina y -también- a la tan mentada futbolización del rock: era una catarsis que nacía de una identificación afectiva. Los que estaban allí eran los que tenían que estar.

Lo que pasó, pasó: Diego subió el sábado y el domingo al escenario del estadio Obras invitado por Los Piojos. Pero pasan los días y en la sala de ensayo de la banda de El Palomar nadie habla de otra cosa, como si el mundo se hubiese detenido en ese torbellino de sensaciones que van y vienen por la memoria y se escapan en forma de flashes: el “Ole ole ole Diego ... Diego ...” que regalaba el público en un solo bloque sonoro. Andrés Ciro jugando al “Coca-Cola” con Diego arriba del escenario. Los asistentes tirándole la pelota al genio para que éste haga jueguito y se la tire a la gente (uno de ellos todavía no se perdona habérsela tirado mal, aunque Maradona se las ingenió para bajarla igual, porque por algo es Maradona). Los botines de Diego, los últimos botines que usó en Boca, y que ahora le pertenecen al cantante de Los Piojos, es decir, un trofeo que seguramente vale más que las regalías de “Fasolita” y “El farolito” juntos. En la sala de ensayo se cruzan las anécdotas y los músicos no tardan en reconocer que, efectivamente, han cumplido “el sueño del pibe”. Aunque tres de ellos (Tavo, Pity y Miki) sean de River, porque, dicen, “cualquier hincha de River que lo putea, se lo encuentra a unos metros y le entrega todo. Hasta el jefe de la barra brava, si lo ve y habla dos palabras, al minuto le pide sacarse una foto”.

La historia de Maradona con Los Piojos tiene casi cinco años y nace, como podría suponerse, con la canción “Maradó”, que a su vez surgió como una reacción contra la hipocresía de quienes destruyeron a Diego después de la eliminación del seleccionado argentino en el Mundial de 1994. La versión del tema poco tenía que ver con la que se conoció después en Tercer Arco, pero Pocho, el manager del grupo, se la llevó a Diego, en casette, para que la escuchara. “Queríamos saber qué le parecía -cuenta hoy Andrés-, porque si él nos decía que no le gustaba, no la íbamos a tocar y mucho menos grabar. Pero por suerte le gustó.” Luego, ya con el disco sonando en la calle, el periodista Fernando Niembro comenzó a difundir el tema en su programa de radio y un día le dijo a Diego, al aire: “¿Vamos a ver a Los Piojos?”. Por supuesto, Chiche Niembro no cumplió, y a Diego le quedó picando la idea. Cuando estaban por tocar por primera vez en Obras, un amigo de la banda que también lo conocía a Diego de los boliches porteños aseguró que Maradona quería ir a verlos. “Nosotros lo tomamos como si nos dijera `che, esta noche va a ir Dios a verlos ... Bueno, que venga’, dijimos nosotros, pensando que nuestro amigo estaba mandando cualquiera. Esa vez no fue. Pero nos quedó la idea flotando.”

Andrés, que todavía está flotando, se fue una noche a La Diosa (un boliche que no es “del palo” pero bue ...) sólo porque le dijeron que allí iba a estar Maradona. Y estaba, claro. Allí hubo una declaración de Diego: “A Los Piojos los tengo acá arriba. Dalma y Yanina los escuchan siempre y yo ya me conozco los temas”. Y promesas de asados, partidos de fútbol y encuentros varios. Hubo un llamado el viernes pasado. “Mañana voy”, se escuchó. Y entonces, lo inevitable: los primeros 9 temas del show tuvieron a los músicos desconcentrados, mirando para el costado, a ver si llegaba, si no llegaba. Llegó. “Vamos a hacer un tema para el más grande del mundo.” Cinco mil pibes entendieron y gritaron como siempre o quizás más, aunque no sabían que estaba Diego en los camarines. Sonó “Maradó” y después el inequívoco “Vamos a invitar a un amigo”. Cuenta Andrés que le dijo a Diego “Si querés hacemos `Yira yira’, `La Bamba’, lo que quieras ...” pero el jugador había pedido por un celular que le llevaran los botines de Boca, y se los regaló a Andrés ahí mismo, después de decir almicrófono: “Todos necesitamos un poco de afecto”. Hubo un after-hour, que duró hasta las tres de la mañana en los camarines y una promesa para el día siguiente.

Domingo, Boca-River. Andrés y Diego mirando el partido desde el palco que tiene el ex futbolista en la Bombonera. En el palco de al lado, Domingo Cavallo. Así son las cosas. Diego canta, putea, desaforado, no para un segundo. Astrada lo saluda cuando se va expulsado, y recibe como contestación ¡andá a la concha de tu madre! Un superclásico. Con la alegría a cuestas es un buen momento para comprar pelotas de fútbol. Pocho se encarga del detalle. Y cuando llega el último show, después de “Maradó”, vuelve a aparecer el hombre de negro para “El farolito” (“es que la noche anterior no teníamos el farolito en la lista y él nos dijo `¿Cómo que no van a hacer El Farolito?’ Así que lo hicimos para él”, dice Andrés) y vuelan pelotas y el estadio Obras explota.

Pasan los días y en la banda nadie habla de otra cosa. Andrés reflexiona: “La admiración de la gente va más allá del Mundial de México, de todo. Lo quieren, lo queremos porque Diego es el chico que se niega a pertenecer al mundo careta de los adultos. Y es un tipo que se puede equivocar de tan espontáneo que es. Y que no se banca la careteada, la formalidad, el poder, porque los conoce bien de adentro. Y cuando conocés todo eso de adentro es mucho más difícil pelear”. La cosa no termina acá. “Le dijimos para hacer un asado, un partidito.” Y Diego retrucó: “De movida, para empezar, nos encerramos diez días en la quinta”. A prepararse.