LOS
QUE TRABAJAN A LA HORA EN QUE (CASI) TODOS DUERMEN
Ellos
deben estar con los ojos abiertos, viven a contramano del resto, salen
y se mueven por calles vacías, recopilan anécdotas, no saben
de jefes, se hunden en profundas charlas, bostezan. Son los jóvenes
que ganan su salario en el horario menos pensado. Y hablan de los particulares
personajes de la noche, pero, ¿acaso ellos no lo son?
BRUNO
MASSARE
FOTOS: TAMARA PINCO
CLIPPING
No se trata de un nuevo deporte de riesgo. Tampoco de una variante de
piercing. Lo que hace cada madrugada Marisa (25) es recortar (clip) diarios
y revistas. ¿Para qué? ¿Para quién? Marisa
trabaja para una agencia que, a pedido de ciertos clientes, envía
diariamente un resumen de recortes de las noticias aparecidas en los medios,
donde por cualquier razón aparece el nombre del abonado al servicio
(Techint, el Grupo Exxel, la Secretaría de Medios o políticos
como Cavallo). También se graban los programas de radio y
televisión, y se hacen seguimientos especiales durante un tiempo
determinado, explica quien tiene un horario no muy convencional:
de 3 a 9 de la mañana.
Es todo un tema tener que viajar todos los días a la madrugada.
Te encontrás una colección de personajes a esa hora... Cada
tanto me cruzo con exhibicionistas o gente que se quiere mucho (léase:
parejitas haciendo el amor en el banco de una plaza). Hace un tiempo iba
caminando con mi walkman y veo a dos chicos peleándose, uno de
ellos tenía una guitarra y la golpeaba contra el piso. ¡Qué
lástima!, me dije. Sigo caminando y caigo en que no es una guitarra
sino una pala de cavar y que había empezado a golpear al otro con
eso. Entré corriendo a la agencia, estaba aterrorizada, recuerda.
Café, café y más café es la receta de Marisa
para resistir dos trabajos igual de desgastantes. Mientras en el
primero leo, fotocopio, recorto, pego y ensobro, en el segundo atiendo
por teléfono a clientes enojados, un laburo que te quema la cabeza
trabaja además de 10 a 16 en atención al cliente de
una compañía de telefonía celular. Duermo un promedio
de cinco horas diarias, pero hay veces que no resisto más y me
quedo dormida en cualquier lado. Ya no leo libros, como muy poco. Igual
trato de salir, de ir a muestras, y a veces sigo de largo, pero después
no existo, quedo destrozada.
VENUS El nombre de la diosa
del amor resultó el ideal para bautizar a una señal de cable
que hace las delicias de codificados trasnochadores. La mayoría
llama cuando tiene algún problema para verlo, por desperfectos
técnicos o baja señal, dice Mariano DAquila
(21), uno de los encargados de atender los reclamos telefónicos
de los clientes de una empresa de televisión por cable. Una
vez me llamó un señor de por lo menos 70 años, le
digo: Buenas noches, habla Mariano, ¿en qué lo puedo
ayudar? Y me dice: Marianito, escucháme loco... ¿Qué
pasa? Estoy acá haciendo el precalentamiento con las chicas y me
cortan la señal. O te llaman borrachos y no podés
cortarles, te tienen media hora o más y vos tenés que escucharlos,
te dicen disculpáme, pasa que estoy medio borracho.
Mariano entra a la medianoche y sigue hasta las seis de la mañana,
pero a partir del mediodía trabaja en el negocio familiar, una
fábrica de ropa. Duermo un promedio de cuatro horas por día,
te acostumbrás, pero cada tanto el cuerpo te pide que aflojes,
antes pedía los jueves y dormía todo el día,
dice. Cuando empecé a trabajar estaba de novio y la rutina
era laburar, dormir un poco y estar con ella, no veía nunca a mis
viejos.Cuando cortamos volví a estar con ellos, pero no se puede
hacer todo, es casi imposible mantener una pareja con este ritmo,
explica.
A la madrugada por supuesto que el cansancio dice presente y en invierno
los relojes parecen congelados. Cada vez que mirás la hora
te querés morir, te pone loco sentir que no se pasa el tiempo.
Antes nos colgábamos con Venus, pero ya no. La única fija
son Los Simpson a la una y media. Después charlamos,
en realidad discutimos, porque ya nos cansamos de hablar. A esta altura
cada uno conoce los problemas de todos, es inevitable, dice. Afortunadamente,
siempre hay gente que se encarga de acompañarlos telefónicamente.
Algunos llaman siempre. Hay uno que no sabemos qué es. Le
decís buen día señor y te dice ¡señora!,
y cuando vuelve a llamar le decís señora y te
dice ¡señor!. Es horrible, te pone muy incómodo.
También llama gente para saludarnos, algunos a los que les resolvimos
algún problema y ahora nos llaman a cualquier hora para preguntarnos
¿todo bien?.
EL RETROVISOR La noche y
sus puertas. O mejor, existe una noche puertas adentro y otra del lado
de afuera. Cristian Gutiérrez (25) recorre las calles todas las
noches, se siente afuera, mientras mira desde adentro de su taxi. Y la
puerta de atrás siempre tiene puesto el seguro. Depende la
guita que haya juntado decido seguir o no hasta el mediodía,
dice Cristian, que ocho meses atrás dormía cuando
se debe dormir o hacer cualquier otra cosa menos estar arriba de un auto.
Si la noche viene demasiado tranquila paro un rato para descansar.
El momento más difícil es entre las 3 y las 5, a esa hora,
salvo los fines de semana, no pasa nada, dice.
Cristian escucha a Creedence y señala la estación de Constitución.
Ahí sí que hay movimiento toda la noche, pero tenés
que andar con cuidado y mirar bien al que sube. Antes no me fijaba quién
subía al auto, pero con que una vez que te lleves un susto se te
hace una costumbre mirar el espejo retrovisor para ver de quién
se trata, explica. El susto en cuestión fue por dos pibes
de no más de 20 años. Se subieron por Congreso y me
llevaron hasta Barracas. Cerca de la autopista me pusieron el chumbo en
la cabeza y me dijeron que no me hiciera el pelotudo, que me iban a limpiar.
Era temprano, no tenía mucha plata y se enojaron, me sacaron hasta
la campera y las zapatillas. Por suerte no pasó de ahí,
se consuela. Cristian sabe que a ciertos lugares no le conviene ir de
noche, porque son una boca de lobo, pero no se siente seguro
en ninguna parte. A un amigo lo asaltó una pareja a las 10
de la noche, por Devoto. Le sacaron todo y después lo tiraron del
auto. ¿Sabés lo único que le dijo la policía?
¡Qué suerte que no te pasó nada! Para
peor, el auto apareció varios días después, chocado
y con agujeros de bala. Lo habían usado para asaltar un banco.
De noche laburás más tranquilo, no te joden los embotellamientos
ni las manifestaciones. Pero sentís una desprotección muy
grande, sos vos y un mundo muy marginal que no tiene nada que ver con
el que podés ver de día. De todas formas lo prefiero, a
veces te cruzás con gente muy divertida o con minitas que te tiran
onda y en una de esas robás algún teléfono. Es una
elección que tiene sus riesgos pero me hago cargo, aunque a mi
vieja no le guste, dice mirando (de reojo) por el espejo.
DE ROPY Me gusta la
noche y sobre todo no me gusta levantarme temprano, dice Gastón
Torres (22), encargado de una farmacia de Corrientes y Callao que nunca
cierra. Por acá pasa mucha gente, pero salvo los fines de
semana, después de las 2 (trabaja de 0 a 8, un solo franco) vienen
muy pocos y me aburro, me pongo a ordenar la mercadería para no
dormirme, explica. Gastón viaja todos los días durante
más de una hora desde Florencio Varela, pero, a diferencia de lo
que suele ocurrirles a los que trabajan de noche, él intenta no
privarse de sus nueve horas de sueño, aunque eso muchas veces genera
roces. Ahora puedo dormir porque mi novia está de viaje,
pero cuando ella está no duermo más de cuatro. Ya hemos
discutido varias veces porque no me deja dormir, y yo lo necesito, porque
al otro día estoy como un zombie, justifica.
Los hábitos de consumo no son los mismos a esas horas. Preservativos
y pañales son lo que más se vende, también cepillos
de dientes y calmantes, explica Gastón. Y agrega: Varias
veces al mes llegan unos flaquitos pidiendo Rohypnol, vienen con recetas
truchas o me ofrecen pagar el doble de lo que vale con tal que se los
venda. Yo tengo prohibido venderlo, con o sin receta. Los pibes lo mezclan
con el vino y se dan vuelta, informa. También vienen
muchos turistas, tengo que tratar de entender las señas que hacen
porque me hablan en cualquier idioma y no les entiendo nada. La otra noche
vino una pareja y la mujer empezó a frotarse y recién ahí
entendí que necesitaba un jabón, cuenta con una sonrisa.
Los fines de semana cambia la gente y también aparecen otras anécdotas.
Es común que cuando salen de algún boliche medio borrachos
vengan a golpearme la persiana, a veces parece que van a tirar todo abajo,
me agarra bastante miedo. Pero también hay de las buenas.
El otro día vinieron dos brasileñas que estaban infartantes.
Qué lindo es vocé, me dijo una, mientras la
otra se ponía a bailar enfrente mío. En ese momento detesté
más que nunca tener que estar trabajando de noche, encima estaba
medio dormido y me quedé con las ganas de sacarles un teléfono.
LA SHELL Con o sin auto,
las estaciones de servicio son un lugar de paso casi obligado para los
habitantes de la noche. Desfilan toda clase de personajes porque
acá está abierto para que entre cualquiera, dice Mauro
mientras señala las puertas corredizas que no discriminan al momento
de abrirse. Sobre la avenida del Libertador, en el barrio de Núñez,
Mauro Taboas (23) se ubica todas las noches detrás del mostrador
hasta las 6 de la mañana. Cuando empezás a trabajar
de noche pasás a formar parte de un submundo, andás a contramano
de todos y sos una suerte de marginal, dice. Y ese submundo del
revés tiene sus abonados: Nos visitan todos: borrachos, prostitutas,
chorros. Tipos que vienen con tarjetas de crédito gemelas. Los
borrachos te caen tipo tres o cuatro de la madrugada, arruinados, te quieren
pedir algo y apenas balbucean, a veces es imposible entender lo que dicen.
O cirujas, que te piden servilletas porque tienen que evacuar, cuenta.
Aun
así, el cansancio suele ser el verdadero enemigo a vencer: Al
principio era más difícil, a veces el cuerpo no me respondía,
pero después terminás acostumbrándote a manejar los
tiempos. Pero se puede dar que tengas que trabajar 15 noches seguidas
para cubrir a alguien y, ahí sí, te transformás en
una momia. Las seis horas de sueño que sueña con poder
mantener muchas veces se reducen a la mitad. Pero el precio no sólo
lo paga él. Los que más se perjudican son los que
te rodean, te alejás de tus amigos porque es muy difícil
ponerse de acuerdo para encontrarse. Encima yo me casé hace cinco
meses y a mi mujer, que está embarazada, casi no la veo. Cuando
vos estás libre todos los demás tienen algo que hacer,
se lamenta. Y un poco de acción nunca viene mal para despejarse,
aunque Mauro ya tuvo suficiente para su galería de anécdotas.
En los nueve meses que llevo trabajando hubo siete asaltos y tres
destrucciones del local. Se pelean en algún boliche o en Obras
y se vienen corriendo para acá pensando que van a estar seguros
y es peor, porque se encierran. La otra vez eran diez contra diez acá
adentro, no quedó nada sano. Yo prefiero un asalto, porque ya sabés
cómo viene la mano, salvo que te toque algún descontrolado,
asegura. Y termina con una de sus preferidas: Hace un tiempo entró
uno preguntando de quién era el auto estacionado en la playa. Del
señor que está comiendo ahí, le dijimos. El
tipo fue, le pidió muy amablemente las llaves mientras lo encañonaba
y se subió al auto lo más tranquilo. Esas cosas creo que
sólo las ves de noche.
EN GUARDIA Si
de actividad nocturna diaria se tratase, la esquina de Pueyrredón
y Santa Fe encabezaría un hipotético ranking porteño.
A pocos metros de ahí, Ramón Jáuregui (29) pasa sus
noches en la guardia de una coqueta clínica prepaga. El tema
social es un problema, la noche tiene ciertas cosas que el día
no tiene. No es muy estimulante ir a las tres de la tarde a tomar un café
para hablar sobre algo medianamente profundo. Y si tenés pareja,
los reclamos se hacen cada vez más reiterados, explica. Sin
embargo, Ramón no piensa en cambiar. A pesar de todo tiene
un montón de ventajas, sobre todo para mí, que trabajo noche
por medio y de esa forma no resulta tan traumático. El trabajo
es más relajado y si lográs organizarte y no dormir como
una marmota durante todo el día, te queda tiempo libre para estudiar
o hacer deportes, dice.
Ramón
viste una prolija camisa blanca con chaqueta y pantalones azules. Los
fines de semana pasan algunos y me gritan ¡muñeco de torta!...
Los personajes que se ven a la noche son de lo más variados, algunos
ya se pasan de bizarros. A Jacobo Winograd y Luciano Garbellano los veo
siempre, vienen muy seguido. Y como siempre, de noche los empleados
siempre son menos y eso tiene sus cosas. Te toca hacer de todo,
sos camillero, enfermero y hasta paño de lágrimas de la
gente que viene. Hace unos días vino un tipo que se había
querido suicidar, que había tomado Alplax, un psico. Lo trajo la
esposa. Había que sujetarlo para sacarle sangre yencima nos quería
pegar. Eramos siete y no podíamos con él, el tipo era un
rugbier, recuerda.
Para Ramón el encanto de la noche reside en los cambios que puede
operar en los estados de ánimo de la gente. Los jefes no
son los mismos de día que de noche, podés sentarte a hablar
con ellos. Y las conversaciones con tus compañeros tienen otro
nivel de profundidad, es casi inevitable que uno termine haciendo amigos,
es un ambiente muy propicio para confesarse, para las intimidades. ¿Romances?
Y... la noche te invita. Somos pocos y estamos muy juntos. Si no arreglás
acá es probable que lo hagas afuera, pero algo de eso hay,
se sonríe.
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