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Por
estos días ando pidiendo fuerza para mantenerme entera. Entera
con mis contradicciones, mi amor y mi dolor. Entera a pesar de que todo
el tiempo la vida nos obligue a dejar algo para después, algo
guardado, algo que no se puede decir, algo que es mejor esperar para
mostrarlo. Y no quiero. No quiero decir una vez unas cosas y en otras,
otras. No quiero dormirme en tus brazos y despertarme en el desierto
porque tengo que ocultar un sentimiento que me desborda, un sueño
perdido, un duelo al que no me animo. Puedo jugar a ponerme máscaras,
puedo ser caperucita y el lobo feroz, puedo inventar un día que
todo lo puedo y al otro pedir socorro en la red de mis amigos, puedo
emborracharme una noche y hacer dieta a la mañana, puedo ser
la mejor madre y ser la más puta, puedo tocar el cielo y dejar
los pies en el barro. Puedo hacerlo. Lo que no puedo es optar entre
mis partes. Lo que quiero es que me tomen entera. A la luz del día
o bañada en la desnudez de un foco de 75 watts que me refleje
en el espejo como soy. Y que así me quieran, con todo lo que
digo de más y lo que me callo para el momento indicado, pero
no oculto. No quiero andar siempre vestida de noche, porque temo que
me vean en pantuflas, con el pelo revuelto y la pintura corrida tal
como me encuentra el sol de la mañana. Porque así soy
y me cuesta demasiado afirmarme cada día. No quiero postergar
el momento en que me tomo las pastillas porque alguien puede verme y
hacer preguntas incómodas o exhibir una compasión mentirosa,
no quiero ocultar mis miedos, ni mis emociones, ni mi debilidad, ni
mi ánimo guerrero. Con todo esto hice mi camino y todavía
estoy tratando de despejarlo. Todos vivimos un poco divididos, siendo
unos en el trabajo, otros cuando llegamos a casa, unos para la conquista,
otros para la despedida. Todos nos recortamos un poco para entrar mejor
en el lugar que nos dejan, para encajar como podemos, para huir de la
soledad, para no ser rechazados. Y tal vez no esté mal el intento
por conciliar, resignar algunas cosas para ganar otras. Pero primero,
primero hay que reunir las partes. Primero reunir mi historia, mis afectos,
mis triunfos y mis derrotas, mi enfermedad y mi voluntad por vivir todos
los días. Y no dejar nada afuera. Aunque el precio sea alto,
asumo los riesgos de querer lo que quiero. Aunque ahora sea el momento
del dolor. Aunque mis elecciones me dejen afuera. Aunque tenga que acostumbrarme
a vivir en el desierto, refugiada del desamor en el silencio, otra vez
a mi guarida en el margen.
marta dillon
[email protected]
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