Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las12



  Encuentr.gif (5319 bytes)
Feprabot.gif (875 bytes)

 



“El sujeto, haga lo que haga, habrá decidido”

psico01.jpg (8959 bytes)

Perversos: “El psicoanálisis interpreta la transferencia. Perversos son quienes usan la transferencia del paciente para su propio goce”.

Dos psicoanalistas debaten sobre las responsabilidades éticas del terapeuta y sobre las posibilidades que la “transferencia” le da, o le quita, al paciente para responder o reaccionar ante eventuales abusos. El punto de partida fue un caso que, hace unos meses, motivó la suspensión de la matrícula de un profesional por parte del Colegio de Psicólogos de Rosario.

Por Sergio Rodríguez *

Resalto el valor de la nota escrita por Sergio Korman (junto a esta página). Por dos razones. 1) Creo muy importante que, aunque no seamos muchos, algunos psicoanalistas consideremos a la ética en nuestro oficio una posición a defender (sabemos que en más de una institución se hace la vista gorda). Que no se la tome sólo como un seminario de Lacan que se repite de memoria, o en razón del cual se discute la que antaño animó a Antígona. 2) Porque no vela el debate, tras el anonimato de aquel con quien lo hace, bajo pretexto de evitar supuestas agresividades. Los que no enuncian con quién polemizan impiden a sus lectores informarse buscando lo que el otro dijo.
A la vez, no coincido con la sustancia de la argumentación de Korman.
No haré una discusión doctrinaria en la que tendría que probar que me ajusto “al discurso freudiano en torno a la ética profesional y a las consideraciones freudianas en torno al valor y al poder de la transferencia...”. Sí, analizaré la lógica que habita sus argumentaciones y la compararé con la que sustenté en aquella nota telefónica llevada a cabo por Página/12.
A grandes rasgos, coincido con las posiciones que mi contendiente ocasional le atribuye a Freud con respecto a la transferencia. También con el valor que le da para elaborarla, resolverla, y con ello transformar los síntomas neuróticos en un estilo que se distinguirá, en primer lugar, por romper con la sumisión hipnótica a cualquier supuesto OTRO (escrito así con mayúsculas para denotar el endiosamiento de que suele ser objeto).
Sin embargo, es de la práctica de todos los días que en la relación con el analista, excepto casos muy graves, la mayoría de los pacientes sostiene cierta independencia de decisión. Es más, en “Enamoramiento e hipnosis” (capítulo de Psicología de las masas y análisis del yo), Freud afirma: “También es muy atendible el hecho de que la conciencia moral de las personas hipnotizadas puede oponer una intensa resistencia simultánea a una completa docilidad sugestiva de la persona hipnotizada”. Por eso me pareció conveniente ilustrar en relación a los tratamientos psicoanalíticos la experiencia relatada por una colega, que, en el transcurso de una sesión, habiendo sido acosada sexualmente por su “analista” (¿?) lo rechazó e interrumpió el tratamiento. Presenté un hecho y no sólo una racionalización al margen de la práctica.
Promovida la interlocución, ahondo. La responsabilidad del sujeto es un efecto de la estructura de su producción. Ante la plurivalencia de lo significado desde el Otro, el sujeto (del Inconsciente, me parece necesario recordar que nos referimos a él) queda obligado a elegir. Es lo que nos recuerda Freud en el párrafo que cité. El Otro del hipnotizado no queda constituido sólo por las órdenes del hipnotizador, sino también por el mensaje emanado de la conciencia moral del hipnotizado. Haga lo que haga, habrá optado, habrá decidido.
Destacar esto es importante en función de la cura. Afirmar que “...en transferencia pasa a ser un sujeto-no-responsable...” es concebir el análisis como un tratamiento evangelizador, al final del cual el analista salvaría el alma del paciente, o sería la causa de que fuera al infierno de la perversión. Justamente, debido a que el poder de la transferencia es imaginario y simbólico, como bien lo destaca Korman, el sujeto no queda meramente abrochado a la consistencia imaginaria. Queda también exigido a disponer de su dotación simbólica para nuevas aperturas y combinatorias. Consiguientemente a abrir nuevos efectos de sentido que lo liberen del poder afanísico (enajenante) del significante en su vertiente imaginaria, en la que el sentido aparece como absoluto.
Des-involucrar al sujeto de esa responsabilidad facilita su alienación en los significados que pudieran provenir de quien conduzca la cura. Estimula una vinculación hipnótica con él. La diferencia entre psicoanálisis e hipnosis reside en que, en éste, la transferencia se interpreta. Perversos –como lo sería de comprobarse las acusaciones, el practicante en Rosario que dio lugar a la sanción por parte del Tribunal de Etica del Colegio al que pertenecía– no interpretan la transferencia del paciente sino que la usan para su propio goce.
Justamente, una de las dificultades con que se choca en nuestro movimiento psicoanalítico para combatir esas lacras no está solamente en la habilidad de sus agentes para envolver a sus objetos y disfrazarse ante el imaginario colectivo con piel de cordero, profesor, abuelo, o lo que fuera. También está en la complicidad pasiva en que caen quienes habiendo sido afectados por esos manejos, por vergüenza, no los denuncian ante las instancias correspondientes. También aquellos que, sin haber sido afectados directamente, se enteran de los sucesos y, por cuidar la unidad y el prestigio de su institución, no ponen en marcha los mecanismos necesarios para aclarar lo ocurrido. De tal forma que, si hay transgresión se la sancione y si lo que hubo fue difamación, como a veces ocurre, se lave el buen nombre y honor de la, en ese caso, víctima de un rumor.
Si el círculo se cerrara en que a un “sujeto sometido a un fuerte poder imaginario y simbólico... no se le puede pedir ni suponer responsabilidad subjetiva”, no se podría encontrar quiénes denunciaran a esos delincuentes que, al transgredir la ética del psicoanálisis, obstaculizan la transferencia hacia éste. Que es la mejor práctica inventada hasta ahora para tratar los sufrimientos psíquicos y sus consecuencias en el cuerpo y en quienes comparten la vida con dicho sufriente. No fue lo que ocurrió en Rosario, donde, según creo, fueron seis las afectadas que tuvieron la valentía necesaria para promover el proceso que desembocó de la manera conocida. Lo que se debió también a la posición ética práctica, y no sólo declamada, del Colegio y su comisión de ética. Que supieron mantener alto el prestigio y la integridad de su institución, sin recurrir a hipocresías propias de las peores iglesias.
Finalmente, para cualquiera que lea a la letra lo que está ocurriendo en el terreno ético en la aldea global, resultará fácilmente advertible que la decadencia es de tal magnitud que no tenemos nada que envidiarle a la del Imperio Romano. O sea, estamos ante el ocaso de una cultura que identifica democracia con democratismo y capitalismo salvaje. Lacan la denunció a través de sus elaboraciones sobre el discurso del capitalista y pronosticó que iba a reventar. Hacia allá vamos. Dependerá de la posición que tome cada uno, la función que juegue en buscar o no, un destino mejor para su práctica. En nuestro caso, la del psicoanálisis.

*Psicoanalista, director de la revista Psyqué.

 


 

DIVERSAS MANIFESTACIONES DE LA RENEGACION
“Es imposible que yo haya hecho eso”

Por Carolina Polak, Viviana Garaventa y Carola Moresco *

Situamos la marca de la renegación en campos heterogéneos: en la literatura, en el duelo, en el sueño, en el pensamiento filosófico, en la textura de los mitos, es decir, más acá de la perversión.
En el duelo:
En “Los milagros no se recuperan”, el cuento preferido de Adolfo Bioy Casares, se nos presentan dos “coincidencias inútiles... en el sentido de que no prueban nada”.
Dos conocidos se encuentran en la estación de Constitución, ambos han llegado demasiado temprano para tomar sus respectivos trenes y deciden pasar el rato juntos en la confitería. El límite entre realidad y ficción es difuso y funciona como el recurso estilístico que nos sumerge en la trama. Al decir de Bioy, el primer relato se basa en un hecho real. El escritor Bioy viajó en 1949 entre Nueva York y Southampton y en el barco vio a Somerset Maugham y a una o dos personas iguales a él.
El personaje Bioy Casares recupera la anécdota y la transforma en un milagro inútil, que funciona como disparador de la segunda historia que compone el cuento, relatada por su interlocutor, Luis Greve. En este segundo relato, el límite difuso es ya no entre realidad y ficción, sino entre el género realista y el fantástico.
Luis Greve ha perdido a la mujer amada, Carmen Silveyra. Ha asistido a su velorio y se ha recriminado no haberse entregado más a ese amor clandestino, tal como la amada se lo reclamaba. Dice: “Verla muerta me desconcertó menos que el pensamiento de que después no la vería nunca. Lo increíble de la muerte es que la gente desaparezca”.
Desolado, inicia un irreal y vertiginoso viaje. Greve miraba el mundo sin ganas, aunque fuera extraordinario, y en su relato se diferencia: “El turista se saca a pasear: para eso hay que tener, siquiera, ilusiones. Apuré las últimas etapas (...). Varias veces por día había que adelantar o atrasar las agujas del reloj: por esos cambios de hora y por el cansancio llegué a sentir la irrealidad de todo (...). Paramos en Dakar, creo que de madrugada. Yo había dormitado (...). Sé que ahí o quizá después, atrasamos el reloj. Nos obligaron a bajar”. Y allí en el aeropuerto caminando en dirección opuesta a la suya, como si tratara de ocultarse entre los demás, sorprendida pero descubierta, vio a Carmen Silveyra, saludándolo con un gesto proveniente de la intimidad de su amor.
“Yo pude confundir una persona con otra; a nadie con ella”, subraya Greve. Está muerta pero aun así... la ve. Y continúa su viaje.
(Bioy Casares, Adolfo, “Historias prodigiosas”, en La invención y la trama, Tusquets, 1991.)
Con Nietzsche:
“Yo he hecho eso”, dice mi memoria. “No es posible que yo haya hecho eso”, dice mi orgullo y persevera inexorable. Finalmente... cede la memoria.
“Quien se desprecia a sí mismo se aprecia sin embargo como el que desprecia.”
(Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, capítulo 4.)

* Fragmento del trabajo “La renegación en la cultura”, incluido en De la renegación, Convocatoria Clínica Editores.

 


 

“Sujeto-no-responsable, a merced del terapeuta”

Por Sergio Javier Korman *

Antes de decidirme a escribir estas líneas, me preguntaba acerca de la oportunidad de hacerlo, ya que dudaba del interés que puede presentar hoy un debate acerca de la ética profesional.
Por ejemplo, al entablar un debate, en este caso, de manera “personificada” (con la persona de Sergio Rodríguez), mis reflexiones podrían ser tomadas como “algo personal”, o en todo caso, en nuestra jerga “psi”, una respuesta “imaginaria”. Sin embargo considero que, tramitando tal debate con respeto, se torna imprescindible y necesaria tal polémica. Sobre todo teniendo en cuenta que la ética con la que nos manejamos los psicólogos, los psicoanalistas, es la “via regia” de contacto con los destinatarios de nuestro quehacer: los pacientes.
El 20 de mayo pasado, Página/12 publicó una nota acerca de un psicólogo al que el Colegio de Psicólogos de Rosario le canceló la matrícula por haber abusado sexualmente de pacientes. La nota empieza así: “El caso plantea dos aristas de una inquietante cuestión: el riesgo de que un psicoanalista utilice el poder que le otorga la transferencia para inducir actos perversos y la dificultad de los pacientes para denunciarlos”.
El citado colega fue sometido a un tribunal de ética y cancelada su matrícula aunque, vale aclarar, que el “acusado” apeló la condena “ante la Justicia”, por lo que la “sanción” aún estaría en suspenso, es decir, el citado profesional seguiría ejerciendo su clínica y, supuestamente, su docencia, ya que, según informa la crónica del hecho, el citado sancionado es “docente” y “directivo del Colegio de Psicólogos de Rosario”.
Ahora bien, la mencionada crónica, además de relatar el hecho incluye la opinión del psicoanalista Sergio Rodríguez, ex presidente de la Institución Herramienta Freudiana y director de la revista Psyqué. Dice Rodríguez: “Quien se aprovecha del poder de la transferencia, para usarlo en función de su perversión, transgrede la ética del psicoanálisis y merece ser excluido del movimiento psicoanalítico”. Luego agrega: “Sin embargo, no es adecuado plantear la cuestión sólo en términos de ‘sometimiento’ de los pacientes (ya que) la transferencia no equivale a una hipnosis; es cierto –agrega– que otorga un fuerte poder, ya que el paciente en transferencia supone que quien lo atiende sabe qué es lo mejor para curar sus males, pero –prosigue la cita– a la persona que se presta a la actuación perversa también le cabe su responsabilidad, la responsabilidad de todo sujeto ante las opciones que le presenta todo acto posible”. El director de Psyqué cita a continuación el caso de “un colega que se analizaba con un tipo que intentó manosearla... (ante lo cual) ella se levantó del diván... y se fue”.
Considero que las opiniones del colega Sergio Rodríguez no se ajustan al discurso freudiano en torno a la ética profesional ni a las consideraciones freudianas en torno al valor y al poder de la transferencia en el análisis. Vayamos por puntos.
Freud no sólo comparó la transferencia con la hipnosis, sino que jerarquizó a la primera por sobre la segunda. Precisamente por eso abandonó la hipnosis, ya que llegó a la conclusión, a partir de la experiencia psicoanalítica, de que el poder de la transferencia era de muchísimo mayor eficacia, tornándose ésta la herramienta fundamental del trabajo analítico, del tratamiento psicoanalítico.
Este hecho –el poder de la transferencia– dejaba al paciente absolutamente a merced del médico, ya que sobre él eran depositados afectos, sentimientos, y toda una serie de ideas sobre-valoradas, que le permitían al médico operar, para curar al paciente, fundamentalmente ayudándolo a que éste pudiese des-anudar y eliminar tal lazo transferencial, inherente a la “producción” neurótica.
En suma, para Freud, la transferencia no sólo era equiparable a la hipnosis, sino que tenía un poder superior, que podía, entre otras cosas, llevar al paciente a que éste se prestara a la actuación perversa, precisamente por carecer de responsabilidad. Es decir, al carecer deresponsabilidad el paciente, en el marco de un vínculo transferencial intenso, en todo caso el analizante no se prestaba a; le prestaba su neurosis al médico, para que éste, asumiendo él la responsabilidad que efectivamente le cabe, pudiese utilizar tanto su arte como su saber, así como el poder que le ha sido otorgado, para interpretar y destruirla.
Pero además, la lógica del razonamiento del colega Sergio Rodríguez está atravesada por la lógica perversa, en tanto afirma y desmiente simultáneamente aquello que se sostuvo, a saber: “es cierto –refiere– que la transferencia otorga un fuerte poder, ya que el paciente (...) supone que quien lo atiende sabe qué es lo mejor para él, pero (sigue la proposición) a la persona que se presta (a la actuación), también le cabe su responsabilidad”.
Insisto en reproducir este pasaje, ya que define toda una consideración ética que, se me ocurre, no se condice con la ética del psicoanálisis, por lo menos en cuanto a lo que a Freud se refiere. En este sentido, pienso –siguiendo a Freud– que a un sujeto sometido a un fuerte poder imaginario y simbólico (el analista como pantalla de proyecciones imaginarias, y como representante de un discurso, de un dispositivo de saber y poder) no se le puede pedir ni suponer “responsabilidad subjetiva, precisamente en función de la situación de asimetría que tal vínculo supone, genera y sostiene.
De allí que “insistir” sobre la “responsabilidad” de un sujeto que, en transferencia, pasa a ser sujeto-no-responsable, y no un sujeto capacitado para responder adecuadamente a las provocaciones perversas de un analista que no logra ocupar su lugar, es insistir en un razonamiento de índole perversa.
Desde Freud, la responsabilidad subjetiva y social es precisamente el resultado exitoso buscado por el análisis, y no un estado “natural” previo, con el que viene el paciente al análisis.
Por último, se me ocurre la siguiente pregunta: si los profesionales “psi” estamos debatiendo hoy día esta temática tan crucial para el ejercicio de nuestra práctica, ¿no será porque carecemos, así como los pacientes que sufren las consecuencias de nuestra carencia, de toda regulación, palabreja tan démodé hoy día en este mundo “libre y desregulado”?

* Psicólogo, psicoanalista.

 

POSDATA

Sciarretta. El filósofo Raúl Sciarretta falleció el lunes pasado a las 7 de la mañana en el Hospital Ramos Mejía, donde estaba internado. Sus restos fueron sepultados en Zárate, su lugar natal.
Violencia. VI Jornada de Violencia Familiar de Fundación Propuesta. A. Ganduglia: “El niño como víctima secundaria”; C. Córdoba: “Las familias después de la familia”. El 4 de setiembre de 9 a 13. 4242-4050.
Psicodrama. “Más allá del psicodrama”, por Jaime Rojas Bermúdez, el 2 y el 3 a las 19 y el 4 a las 9 en Perú 272. 154-033-7901, 154-974-9231.
Trágico. “El arte como saber trágico. Pier Paolo Pasolini”. Centro Psicoanalítico Argentino, desde el 28 a las 16. Gratuito. J. E. Uriburu 1345, 1º. 4822-4690.
Siglo.“El psicoanálisis en las patologías de fin de siglo”, jornadas del Servicio Integral de Psicología (SIP). 30 y 31 de 18 a 21.30 en Uruguay 266, 1º, de 18 a 21.30. Gratuito. 4924-0809.
Transferencia. Seminario “Sentimiento, pasión y afecto en la transferencia”, por Isidoro Vegh, viernes a las 13 en la EFBA. 4802-1803.
Duelo. “El duelo, paradigma en la clínica”, con E. Bernasconi y M. Smud en la facu de Psico, desde el 2 a las 21.30. Gratuito. Independencia 3065. 4862-9316.
Cognitiva. Jornadas Clínicas de Psicoterapia Cognitiva, Constructiva y Posracionalista, el 28 y 29 en Universidad del Salvador, con Leslie Greenberg (Canadá) y Vittorio Guidano (Italia). 4821-8665.
Alexander. “Técnica Matthias Alexander” (técnicas corporales), con Niamh Dowling, de Gran Bretaña, el 27 a las 20 en Facu de Psico, Yrigoyen 3242.
Borges. Homenaje a Borges en Facu de Psico, el 30 a las 20.30 con Luis M. Bisserier, S. Fendrik, Onofre Lovero, W. Santa Ana. Independencia 3065.
Incesto. Seminario teórico-clínico: “Incesto en el fin de la modernidad”, desde el 2 de 20.30 a 22 en Fundaih. 4827-0980.
Self. “Aportes de la psicología del self (Kohut) a las problemáticas del psicoanálisis”, por Bruno Winograd en Ciap, el 27 de 13.30 a 15. Gratuito. Charcas 4729.
Clínicos. Presentación de Alberto Nazha en Grupos Clínicos de Buenos Aires, el 1º a las 21. 4636-0302.


PRINCIPAL