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ANALISIS DE UNA DE LASMAS
CONFLICTIVAS PRACTICAS DE LOS ESTUDIANTES SECUNDARIOS
Vuelta olímpica, rito de iniciación
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El decano de
la Facultad de Psicología de la UBA pone bajo la lupa la vuelta olímpica y
las reacciones que ésta suscita en los adultos, en un desarrollo que culmina en la
pregunta por el vaciamiento de las ceremonias oficiales de graduación. |
Las
sanciones no son suficientes, como si los jóvenes respondieran a un imperativo.
Las ceremonias iniciáticas incluyen el riesgo, la herida, hasta lo
sacrificial. |
Por Raúl Courel *
Los alumnos del último año de
algunos colegios realizan una vuelta olímpica. Corren por los pasillos
generando desorden, mugre y a veces quedan contusos, de manera que las autoridades suelen
estar sobre ascuas temiendo daños mayores. Se fijan severas sanciones y no es suficiente;
las vueltas olímpicas igual se llevan a cabo, como si los jóvenes, aun a
riesgo de perder el año u otros castigos, respondieran a un imperativo que no pueden
dejar de cumplir. Es común escuchar que van más allá de lo razonable. Se habla de
vandalismo, opuesto a lo esperado de alguien bien enseñado. La madurez y el buen juicio
adulto, se dice, todavía no fue adquirido. Brillantes estudiantes no evitan participar,
como si fracasara tanto trabajo para dejarlos acabadamente instruidos.
Las autoridades educativas debaten si castigar con dureza o pedir moderación, si prohibir
o sólo reprender. La experiencia muestra que las prohibiciones no fueron efectivas. Sin
embargo, ¿cómo no prohibir aquello que implica riesgos para los bienes y la seguridad de
las personas? No siempre se hace: en los carnavales brasileños se calcula de antemano
cuántas muertes violentas llegarán a producirse, pero a nadie se le ocurre prohibirlos,
¡tampoco el consumo de cerveza!
¿De qué se trata, son prácticas comparables a los enchastres de harina y huevo con que
en algunas facultades los estudiantes festejan sus graduaciones o a abusivas despedidas de
solteros? ¿Son señales de rebeldía juvenil o de psicopatologías? ¿Cuánto
tiene el problema de psicológico, de policial y de educativo? ¿Cómo encararlo?
Se apela a la policía para resolver conflictos cuando la conversación es sustituida por
la violencia. Es sabido que la posibilidad de diálogo depende de la disposición tanto
para hablar como para escuchar. Si el medio social de un adolescente la familia, por
ejemplo está demasiado ocupado en otros asuntos, simplemente no es capaz de poner
la oreja necesaria. Es el contexto habitual de la violencia juvenil.
Aunque el empecinamiento en repetir hechos que anticipan malos ratos hace pensar que se
busca la condena o la represión, que se realicen una sola vez impide considerarlos meros
signos psicopatológicos. Las tales vueltas olímpicas, en efecto, son únicas
e irrepetibles para cada uno de sus actores. Eso mismo sirve de justificación para que
ninguno esté dispuesto a renunciar de buen grado cuando llega su turno.
¿Se trata acaso de un ritual sin el cual el pasaje por el colegio quedaría
incompleto? Si lo es, se señala que no es civilizado, si es protesta, que no se vale del
diálogo que hoy se facilita. ¿Qué pasa? Se polarizan de un lado lo bueno y educado, del
otro lo malo y lo bestia. Lo salvaje se opone a lo culto, lo ciudadano a vaya a saber qué
resabio de ignorancia primitiva. Es difícil aceptar que conductas inconvenientes para la
tranquilidad pública sean consideradas acontecimientos de la cultura.
Recordemos que los exploradores europeos, al oír hablar por primera vez a los nativos
americanos, no creían escuchar una lengua desconocida sino mera cacofonía producida por
seres silvestres, faltos de normas, sin cultura, quién sabe: humanoides. Pero la
etnología ha echado por el suelo el concepto de que hay sociedades humanas que tienen
cultura y otras que no. Finalmente está claro que los vínculos entre los hombres, en
todos los tiempos y lugares, están sujetos a normas sociales varias. La nota de salvaje
ya no cabe al indígena, porque confunde con animalidad la más cabal humanidad de quienes
pertenecen a universos culturales diferentes al nuestro.
La pelea callejera con el matón de la esquina y la primera borrachera son en algún punto
comparables a la cacería ritual en la que el iniciante valida sus condiciones de varón.
Los jóvenes, en el trance de volverse hombres, a menudo muestran conductas en las que se
toca lo inconveniente, la roña y hasta el agravio o lo peligroso. Los psicoanalistas
escuchan a hombres casados lamentar que sus propias despedidas de solteros no hayan sido
más escandalosas. Análogamente, si bien algunos judíos se quejan de que se les haya
practicado la circuncisión, no falta uno u otro que, hijo de padres menos tradicionales,
protesta por no haber recibido el sello simbólico que sólo ese rito impone. ¿Por qué
las ceremonias iniciáticas incluyen tan a menudo el riesgo, la herida física, la rotura
de objetos y formas varias de maltratos que llevan las cosas a veces hasta lo sacrificial?
Si bien las explicaciones de una conducta no eximen al sujeto de responsabilidades, hay
aspectos de estos curiosos vendavales juveniles que no se advierten con conceptos tales
como inmadurez, irresponsabilidad, inclinación a la transgresión o rebeldía. La
relación del adolescente con las reglas es más compleja que la tendencia a rechazarlas o
a hacerlas laxas. A menudo es lo contrario: las quiere rectas en grado tal que a los
grandes se les hace difícil cumplirlas.
El respeto que logra un maestro no es necesaria consecuencia de buenos argumentos, y en la
irreverencia de los jóvenes hay con frecuencia una lógica impecable que reprueba
incongruencias. Las leyes que se les imponen, suelen decir, esconden el anhelo de los
hombres de hacer primar la propia voluntad por encima de todo, inclusive sobre lo justo.
Así llaman la atención a los pedagogos sobre esa tenue frontera entre el deseo de
enseñar y el afán de sojuzgar.
Los modos de intervención de los adultos en las relaciones de los jóvenes con normas y
leyes merecen consideraciones detenidas. Se constata que cuando fracasan en hacerlas
obedecer tienden a machacar en la obligatoriedad de su respeto. La impotencia para
lograrlo, nada infrecuente, se acompaña comúnmente de amenazas o meras reiteraciones de
lo obligado o prohibido.
Es cierto que educar no es sencillo, se oscila entre enseñar lo que es preciso y ejercer
una función extremadamente delicada de la que el término socrático
mayéutica da quizás una semblanza aproximada: generar el alumbramiento de
las ideas por parte de la razón del mismo estudiante. La tensión entre la coacción
social y el libre consentimiento de los sujetos requiere de los maestros una sutil
perspectiva que incluye la posibilidad de despertar en los jóvenes nuevos entusiasmos,
imposibles de lograr si no se apoyan en los que experimentan los mismos educadores.
De todas maneras, el asunto que aquí nos ocupa va más allá del proceso educativo
propiamente dicho. Se trata de festejos de graduación que acompañan a
actos de graduación. La entrega de un diploma no es un momento más de la
instrucción que da una escuela ni el final de un trámite administrativo, es un rito
necesario para rubricar el momento subjetivo en que el joven accede a un lugar distinto en
la sociedad. En este acto, el maestro cabal no sólo despide a un alumno que deja de
serlo, sino que reconoce a un graduado que asume nuevos derechos y obligaciones. Tal vez
la virulencia que adquieren estos festejos sea proporcional a cierta pérdida de sentido
de los actos de graduación en nuestras instituciones educativas. Quizá sea preciso crear
nuevos tipos de ceremonias de graduación para que, siendo menos insulsas e
intrascendentes, cumplan mejor la función social y cultural que les cabe.
* Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
NUEVOS Y VIEJOS DISCURSOS SOBRE LA
MASCULINIDAD
Ni Rey ni Guerrero ni Mago, ni siquiera Amante
Por Irene Meler *
Las mujeres están más fuertes, y
el orgullo por el trabajo, el estudio, el buen sexo (cuando es posible), la maternidad
asumida muchas veces en soledad y el poder político generan un espíritu de género que
abarca desde las mujeres pobres de los barrios suburbanos hasta las académicas e
investigadoras, pasando por las amas de casa y las empleadas.
¿Qué pasa con los hombres? Aunque las buenas conciencias les prometan ganancias a
futuro, ellos se sienten perdedores. El espejo femenino que reflejaba su grandeza les
muestra hoy una imagen deslucida: después de todo, no era tan difícil hacer lo que ellos
hacen. Si el prestigio acordado al proveedor declinó debido a la incorporación femenina
a los trabajos pagos, la revolución tecnológica le asestó un golpe gravísimo.
Desde la Revolución Industrial, los antiguos guerreros y los aristócratas se
transformaron en productores. El emblema del escudo de armas viril ya no fue la espada o
la pistola, y tampoco el linaje, sino la máquina, el dinero y la capacidad de generar
riquezas. Sólo los más desposeídos, los menos preparados, siguen haciendo alarde de
fuerza física, y aun ellos buscan venderla en el mercado. Por lo tanto, aunque el
desempleo aflige a más mujeres, golpea a los varones en el centro de su orgullo.
Los discursos teóricos sobre la masculinidad, que comenzaron a florecer a partir de la
década del 80, son exponentes de esta situación. Algunos autores intentan reflotar la
épica varonil, recurriendo a una supuesta invariancia atemporal de arquetipos masculinos,
que habrían estado perdidos u opacados y que sería necesario retomar. El camino
recorrido por algunos de ellos resulta ilustrativo del fracaso de esa empresa. Autores que
comenzaron hablando acerca de los buenos arquetipos tales como el Rey, el Guerrero, el
Mago y el Amante, se conforman hoy con reservar para los varones alguna dosis mayor de
creatividad, supuestamente basada en la predominancia de uno de los hemisferios
cerebrales.
Un intento más sofisticado se debe a Gilles Lipovetsky: en La tercera mujer, su último
libro, bien escrito y documentado, registra las limitaciones de los avances femeninos y
aclara que el mundo aún se caracteriza por el dominio masculino. Esto es cierto, y sería
insensato suponer que milenios de dominación masculina se revertirían en medio siglo.
Lo controversial es su asunción de que existen preferencias femeninas por la búsqueda
del éxito en términos subjetivos e interpersonales, o sea que las mujeres continuamos
prefiriendo hacer el amor y no la guerra, lo que nos limita a la hora de escalar los
puestos más elevados de la pirámide política y económica.
Quienes estudiamos hace muchos años la subjetividad femenina hemos descrito las
consecuencias psicológicas de la subordinación social, y la forma en que la seducción y
el cultivo del amor se transforman en ocasiones en las estrategias del débil. De modo que
las preferencias femeninas por los desempeños intermedios y cierta repugnancia ante la
lucha por el puro prestigio no responden a una esencia transhistórica o eterno femenino,
sino a un régimen de prácticas y representaciones ancestrales que ha plasmado tendencias
psíquicas perdurables, aunque no irreversibles.
* Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de APBA. Texto extractado de su
trabajo inédito Mujeres y varones: la crisis vincular a fines del milenio.
POSDATA |
Etchegoyen.
Jornadas de homenaje a Horacio Etchegoyen en APdeBA: desde hoy a las 21 hasta el 4.
Paneles: La interpretación, La trasmisión de la experiencia y
otros. 4775-7867.
Tango. Tangos para cantar en el diván, tanguedia de Carlos
Pérez en Paseo La Plaza, los domingos a las 19. 4370-5348.
Histeria. ¿Qué quiere una mujer? La histeria: jornadas de
Discurso Freudiano, el 3 desde las 19 y el 4 de 10 a 19. 4772-8997.
Gestalt. XIV Jornada de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires, el 4
de 9 a 18. 4772-9865.
Literal. La estructura literal del inconsciente, por Norberto
Rabinovich en el Ameghino, los martes de setiembre a las 21.15. Córdoba 3120. Gratuito.
Migrar. Migraciones y psicoanálisis, con N. Baiguera, H.
Clementi y E. Oteiza, hoy a las 20 en Vicente López 2220. Gratuito. Asociación
Latinoamericana de Historia del Psicoanálisis.
Familia. La familia de fin del milenio, por Graciela
Fernández en el seminario para mediadores de la Sociedad de Terapia Familiar. Desde el 14
a las 14. 4962-4306.
Psicodrama. Función de Teatro Espontáneo, con Cida Dávoli (Brasil) en
la Sociedad Argentina de Psicodrama, hoy a las 20. Thames 620.
Espejo. Ateneo clínico Julia frente al espejo, con Andrea Lapalma y Andrea
Del Giorgio, el 3 en el Colegio de Psicólogos de Morón. 4629-4566.
Obesidad. La obesidad y el camino hacia la salud, el 7 a las
19 en Paréntesis, Cabello 3715. Gratuito. 4807-3170.
Paterna. La función paterna en Freud y Lacan, por Abel
Langer en el Borda, desde el 6 de 10.30 a 12.30. Gratuito. 4854-1180.
Acompañamiento. Acompañamiento terapéutico, desde el 8 a las 18 en
Centro Psicoanalítico Argentino. Gratuito. 4823-4941.
Hospitalarias. Singularidades de la práctica y la trasmisión en
las instituciones hospitalarias: jornadas del Ameghino, del 8 al 10 de 8.30 a 19 en
Sarmiento 1551, con Harari, Chernov, Muller, Vegh y otros.
Psicodiagnóstico. Congreso de la Asociación Argentina de Estudio e Investigación en
Psicodiagnóstico, del 9 al 11 en Tucumán. 0381-4249000. [email protected]«
Dolor. El dolor en la clínica, por Marcela Barilari, Mariana
Davidovich e Irene Gil en la EFBA, el 4 de 9.30 a 12.30. Gratuito. 4802-8259.
Atencional. El déficit atencional. Cómo reconocerlo y tratarlo, los lunes de
19 a 21 en Fundación para la Asistencia, Docencia e Investigación Psicopedagógica.
4787-0423.
Abordajes. Forum internacional de abordajes
psicoterapéuticos, del 7 al 10 de octubre. 4326-9725.
Laberintos. Laberintos del amor, con E. Carpintero y M.
Buchbinder, hoy a las 20.30 en Uriarte 2322. Gratuito.
Goce. El goce como sostén de la ley, por Elena Lubián, el 7
a las 21. Sociedad Porteña de Psicoanálisis, 4961-0996. |
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