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UNA ADVERTENCIA SOBRE LOS
RIESGOS DEL USO DE PSICOFARMACOS EN TRATAMIENTOS DE NIÑOS
Por Santiago Rebasa * Cuando un niño es medicado, surge la pregunta por el objeto de esa medicación. Partiendo de las conceptualizaciones de Lacan sobre el síntoma del niño como aquello que puede representar la verdad de la pareja familiar, Silvina Gamsie se pregunta: ¿Qué se medica cuando se medica al niño? ¿La angustia de quién se acalla? ¿A qué demanda se accede? Es difícil de admitir que surja, por parte del sujeto infantil, una demanda de medicación de su padecer. Lacan decía que el síntoma es real porque es aquello que hace obstáculo a que las cosas anden de manera satisfactoria para el amo; advertía que al psicoanálisis se le pide que nos libre de lo real y del síntoma y que, de cumplir con esta demanda, el psicoanálisis se extinguirá hasta no ser más que un síntoma olvidado. Soportar el síntoma supone para los analistas una posición que no sea la de su adoctrinamiento ni la de su evitación. Que las cosas sigan andando para el amo implica dejar al sujeto en suspenso. Esa es la modalidad que enmarca las consultas que hace por su hijo a quien llamaremos Mario, de 8 años una madre a quien llamaremos Lucía que pide se lo libere del síntoma. Solicitud imperiosa que conlleva el abandono de los tratamientos cuando su hijo no va ni para adelante ni para atrás, según su insistente frase. Y que esboza como tal esa x del deseo de la madre, capricho oscuro que en este caso comporta también un pedido de un para atrás. El síntoma en cuestión es un temblor que pone nerviosa a esta madre, y que, junto con ciertos tics, inquietudes, rebeldías y distracciones, la lleva tanto a estar encima de su hijo, mirándolo temblar mientras le pregunta en tono burlón si tiene Parkinson, como a no querer verlo más, o amenazar con recurrir a un juez porque ella ya no puede hacerse cargo.El hijo se queja porque su madre no le da atención. Cuando esto sucede, dice su madre, hace más lío. Por su parte, el niño dice temblar cuando está nervioso lo cual sólo sucede en su casa, sobre todo cuando está con su madre y padrastro, y que en casas ajenas está tranquilo.Ya que para la madre este niño ocupa el lugar de una respuesta, de un síntoma, en tanto proporciona una significación a esa x del deseo de la madre, allí es adonde se encaminará el analista para que pueda desplegarse algo en relación con ese síntoma. Síntoma que es para la madre el niño, al encarnar con su cuerpo la respuesta a la pregunta que promueve el encuentro con la castración en el Otro. Confrontación inquietante que se intenta acallar.El silenciamiento aparece en este caso bajo formas diversas. Recurrir al neurólogo fue la primera, ya que la causa, según dice Lucía, es que Mario tiembla, tiene tics nerviosos. Cuando está distraído está como ido, con la boca abierta. Y la consulta al neurólogo suponía ya algo de la respuesta que buscaba, el sustrato neurológico que explicara por qué Mario es bueno, pero nervioso. Este neurólogo derivó al niño a un tratamiento psicológico que fue abandonado porque, dice Lucía, no avanzaba. Recurre entonces a otro tratamiento: éste.Al poco tiempo de iniciado el tratamiento, esta madre visita al pediatra quien, a instancias de ella, medica a Mario con un anticonvulsivo (Carbamazepina).Conversando con este médico, él me expresa el motivo de la prescripción (aclarando luego que, si a mí me parece, le retirará el medicamento): es por un temblor, que dice haber observado apenas, y sobre todo para calmar la angustia de la madre. Estas palabras del médico ilustran una lógica de tratamiento en la que, en lugar de sostenerse la demanda para que el síntoma se articule con la verdad del sujeto, se accede al ansia de acallamiento dando lo que se pide: un tratamiento farmacológico de la angustia, la de la madre, pero en el cuerpo del niño. Su cuerpo es donde el síntoma restalla, y en su cuerpo se pretende amordazarlo. Tratamiento que, como la neurosis a la que se pliega en su objetivo, dejaría todo como estaba, sirviendo el fármaco a hacer consistir el síntoma como orgánico, ya que se uniría a él como el remedio a la enfermedad, como la respuesta que se anticipa para que la pregunta, en la madre, se desconozca. Dejaría todo como estaba de no ser por los efectos adversos de este fármaco adormecimiento, entre otros, que tienden peligrosamente a un para atrás; tienden, más allá de aplacar un temblor, a eliminar la inquietud, lo que se mueve. Y hasta el juego, como dice Mario, cuando, refiriéndose a este remedio aclara que preferiría no tomarlo y que ni le saca ya el temblor.El acallamiento toma también la forma de faltar a las entrevistas cuando Lucía comienza a decir algo de lo que ella ve en su hijo. Luego, nuevos recursos a neurólogos, porque Mario puede estar necesitando medicación, sumado a la insuficiencia, para esta madre, del electroencefalograma que es normal, requiriendo ahora mapeos cerebrales, tomografías y, en otra vertiente, el querer meter a Mario en un internado o mandarlo bien lejos, a una tierra lejana con su tío. ¿No aliena acaso el fármaco, en las profundidades neuronales que, proponiendo su alteración, hace consistir como causa todo acceso posible del sujeto a su propia verdad, tanto como cuando un destierro se propone mantener fuera, alejado, aquello que subvierte un orden para el amo?Por otra parte, al servicio de lo que de este orden amo la medicina sustancializa, se encuentra hoy un ejército de profesionales (médicos, psicólogos, psicopedagogos, educadores) que encuentra en el fármaco una renovada respuesta a los problemas que para ellos se presentan a propósito de los niños que estorbarían la armonía del aula o el hogar. El ADD (Attention Deficit Disorder, o Desorden por déficit de atención) como síndrome construido sobre la base de características no infrecuentes en niños, como dificultad de atención, inquietud, etcétera, sirve a una estandarización de su tratamiento, eminentemente farmacológico, cuyo sustento son las investigaciones (que son mucho menos que concluyentes) financiadas por los mismos laboratorios que proveen las drogas. En ese sentido es que, tanto médicos y psicólogos como la escuela y/o los padres actúan como aliados del sistema, taponando la verdad y el grito que expresa el síntoma del chico, según afirman los psicopedagogos S. Luna y S. Lugones, quienes concluyen que el protagonismo del fármaco, en desmedro del llamado que el niño articula sintomáticamente, se basa en que no hay nada que profundizar en tanto se tenga una certeza orgánica exclusiva.En tiempos de globalización (el auge del ADD proviene de Estados Unidos), las respuestas globales, totales, dejan por fuera la singularidad del sujeto, en pos de un funcionamiento cada vez más aceitado, que requiere de la solución rápida (quick fix), como la designaba una persona, docente en Estados Unidos cuando me comentaba acerca del motivo por el cual la Ritalina es usada habitualmente. Esta cumple la función de lo que llamaría un atajo para que un futuro loser, perdedor tal es el destino que le otorgan a un niño diagnosticado con ADD pueda sumarse al horizonte de succes que su sociedad promete para todos. Esta persona, convencida de la conveniencia del uso de esta droga, no podía sin embargo dar cuenta de por qué, años atrás, había sido prohibida en ese mismo país por las secuelas de adicción a los estimulantes que dejaba en sus consumidores.El slogan winners dont use drugs (los ganadores/exitosos no usan drogas), ¿no las deja para los perdedores, como sucede con la Ritalina? El amo no desea saber nada, sólo desea que la cosa marche, y la etiqueta deperdedor (loser) enmascara y esconde a quien que encarne la pregunta por lo que en la uniforme happiness no funciona.* Concurrente en el Servicio Infantojuvenil del Centro de Salud Mental Nº 3 Arturo Ameghino. El texto fue extractado del artículo Fármaco y síntoma en niños. Avatares de la pregunta, en la revista Psicoanálisis y el Hospital, Nº 16, de próxima aparición.
MUESTRA RETROSPECTIVA SOBRE SU VIDA Y SU OBRA A cien años de La interpretación de los sueños, Sigmund Freud volvió a Viena: se inauguró en esa ciudad, y continuará hasta el 6 de febrero, una gran exposición retrospectiva sobre su vida y obra. Para prepararla, se unieron la Librería del Congreso de Washington y los museos Sigmund Freud de Viena y Londres.La muestra, llamada Sigmund Freud, conflicto y cultura, se efectúa en la Biblioteca Nacional austríaca, cuyo director, Hans Marte, afirmó que con este acontecimiento regresa parte de la razón expulsada de este país y que ello sucede en un momento políticamente sensible, refiriéndose al auge de la extrema derecha en ese país.La Library of Congress de Washington, en posesión del legado de Freud, aportó parte de los 80.000 documentos que integran la mayor colección de originales, impresos, fotos y películas sobre la vida y obra del creador del psicoanálisis. En la sala de exposición, se reconstruyó también el despacho original de Freud, cuando empezó a trabajar en la cura de las neurosis. La exposición comienza por la hoja documento del 6 de mayo de 1856, en que se da cuenta del nacimiento de Shlomo Sigismund Freud. Incluye también el certificado de su bachillerato, que aprobó con sobresaliente en Viena, y concluye con la documentación de su expulsión por los nazis. Consciente de que ahora no sólo se me persigue por mi manera de pensar sino también por mi raza, he abandonado la ciudad que desde mi primera infancia me ha sido patria, a lo largo de 78 años, dice uno de los documentos, fechado en su exilio de Londres. Junto a él hay una lista de los valores propiedad de la familia que confiscó la Gestapo antes de que se permitiera a Freud abandonar Viena. Sus hermanas perecieron en campos de concentración. Una exposición simultánea se organiza en el Museo Freud de Viena, en la célebre dirección del consultorio del padre del psicoanálisis, Berggasse 19; se basa en la película Sigmund Freud, His Family and Colleagues, 19281947, rodada por el psicoanalista norteamericano Philip R. Lehrmann.
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